‘Marco’, el español que fingió ser víctima del holocausto se transmuta en un apoteósico Eduard Fernández
Desde hace unos años una palabra se ha colado en nuestro lenguaje. Se trata de ‘relato’. Hace una década un relato era una historieta corta, pero ahora su significado es otro. Ahora se trata de la forma de contar las cosas, y ese relato es de vital importancia en un momento lleno de -y aquí otro término nuevo en nuestro habla- guerras culturales. Los políticos hablan del relato, y hasta han creado refranes. “Dato mata relato”, escuchamos en las tertulias televisivas todos los días. En realidad el relato ha existido siempre pero nunca se le había dado tanta importancia desde el plano político.
¿Se acuerdan de C3PO contando lo que habían vivido haciendo sonidos con todo el mundo a su alrededor? Pues básicamente, el androide de La guerra de las galaxias estaba ganando el relato. Daría igual que lo que estuviera diciendo fuera mentira, o estuviera fabulado o exagerado, porque su forma de contarlo era lo que tenía a todos comiendo de su mano. Este rodeo sirve para hablar de la habilidad que tenía Enric Marco, el español que durante años fue la cabeza visible de las víctimas del Holocausto en nuestro país. Daba discursos, estaba en los medios… y hasta logró que el gobierno de Zapatero hiciera caso por primera vez a los supervivientes españoles y que hasta acudiera a la conmemoración del 60 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Mauthausen.
El único problema, uno bastante grande, es que Enric Marco nunca estuvo en un campo de concentración. Se inventó una historia, y la vendió tan bien que logró que todo el mundo mirara hacia donde habían preferido no hacerlo. Una vida construida sobre una mentira, o como dice el cartel promocional del filme, sobre una verdad inventada, merecía ser contada en forma de película. Y aquí el juego metalingüístico, ¿qué es una película sino otra mentira basada en muchas historias que queremos creer?
Ese juego es el que han realizado en Marco los cineastas vascos Jon Garaño y Aitor Arregi, parte de los Moriarty (nombre artístico que completa Jose Mari Goenaga, aquí en el guion junto a ellos y Jorge Gil Munarriz). Antes habían hablado de Memoria Histórica en La trinchera infinita, y hasta en Handía. Ahora reflexionan sobre el relato, sobre si una mentira empaña la verdad que llevaba debajo y sobre la máscara y la ficción en el filme que han presentado en la sección Orizzonti del Festival de Venecia antes de su estreno el 8 de noviembre en España.
La acogida del filme ha sido fantástica, y los elogios aumentan cuando se dirigen a quien se ha puesto en la piel de Marco. Eduard Fernández se transmuta, desaparece bajo el maquillaje y directamente se convierte en otra persona. Se asfixia, pierde el hilo, miente, nos engaña y nos seduce durante casi dos horas. Es imposible apartar los ojos de su interpretación. Los directores siempre tuvieron claro que él tenía que ser Marco, pero hicieron muchas pruebas para encontrar el equilibrio en las capas de maquillaje que le iban a poner.
“Una cosa es el Marco real, el que está en las fotos, y otra cosa es la credibilidad que tendría el nuestro si copiamos al Marco real. Incluso a la hora de interpretarlo, si lo hacemos más histriónico o menos histriónico. Esa fue una conversación constante con Eduard y con el equipo de maquillaje”, cuentan desde el Festival de Venecia. La idea era “que no fuese un imitador, pero que tuviera una esencia”. “Lo que pasa es que es tan bueno este tío…”, concluyen sobre la interpretación de Eduard Fernández, que es desde ya el favorito a todos los premios de este año.
“Una cosa muy bonita que nos ha pasado es que justo ayer vio la película gente que estuvo muy cerca de Marcos, gente de la asociación, gente que tuvo relación con él, y sin imitarle, sin hacer una imitación, nos han escrito para decirnos que parecía que estaban viendo a Marco. Eduard ha conseguido crear su propio Marco, pero que sea muy reconocible, y yo creo que es una de las mejores cosas que se le pueden decir”, añaden.
Engañados por Marco
Con este proyecto llevan desde 2006, pero en este proceso se encontraron una y otra vez con los engaños, o las verdades inventadas, del Marco de verdad. Comenzó como un documental de los tres vértices Moriarty junto a Jorge Gil Miñárriz- Se juntaron con Enric Marco varias veces. “Una decena de veces”, especifican para ver hasta que punto el proceso avánzaba. “Un día, ya se había sabido todo, nos dice que quiere ir a Alemania a por unos papeles que acrediten que ha estado preso en una cárcel. No en un campo de concentración. Nosotros pensamos que eso había que grabarlo, pero cuando se lo planteamos nos dijo que prefería ir solo porque era algo muy personal. Lo entendimos y no fuimos”, recuerdan Garaño y Arregi.
Era la primera encerrona de Marco. “A la vuelta nos dijo que tenía una cosa que contarnos, y es que le habían grabado para otro documental con el que había firmado un contrato. No nos había dicho nada hasta entonces, y para nosotros fue un shock bastante importante. No supimos muy bien cómo reaccionar. El caso es que el otro documental se hizo, está muy bien y en parte está en nuestra película. Ahí lo dejamos”, continúan. En 2010, y cuando vean la película entenderán el juego metacinematográfico que se trae la historia, Enric Marco apareció con una butifarra en la mano para pedirles perdón y pedirles que hicieran otro documental porque el primero no le gustaba.
Los directores se lo piensan y toman una decisión: “Decimos joder, este señor ya tiene una edad, ya tenía 89 años para cumplir 90, así que pensamos, vamos a grabarle. Le convocamos a una entrevista en Donosti. Nos lo traemos durante tres días. Tenemos 15 horas de material grabado con Enric Marco. Pregunta, respuesta, pregunta, respuesta, un interrogatorio. Un material súper chulo, pero no sabemos muy bien qué hacer con él porque el documental ya está hecho. Un día se nos ocurre que Marco lo que hace es coger cosas de la realidad, las ficciona y genera su propio discurso para venderlo y que podíamos hacer un poco lo mismo, mezclar un poco la ficción y la realidad en un documental, pero con partes de ficción. Se lo planteamos a él y nos dice que le parece una buena idea, pero que también nos tenía que contar que se estaba reuniendo con Javier Cercas”.
Aquí viene la segunda liada de Enric Marco. Al enterarse le dijeron que lo mismo sería interesante introducir a Cercas en su película, y él le dice que se lo plantearía al escritor. La respuesta, según Marco, es afirmativa, así que uno de los guionistas se acerca a Barcelona. Como pueden imaginar, Cercas no tenía ni idea de que ese encuentro se iba a producir y no le pareció buena idea. Segunda intentona frustrada.
A la tercera va la vencida, y ya tuvieron claro que la única forma que quedaba de afrontar el proyecto era desde la ficción, pero introduciendo esas reflexiones sobre la verdad, la fabulación y hasta el artefacto del cine como forma de contar. “Son temas que siempre nos han interesado, el artefacto, la verdad de las mentiras, donde nos coloca eso también como cineastas…”, analizan los cineastas que saben que la cuestión del relato ha cobrado tanta importancia que puede ser aplicada a muchos temas del momento reciente, porque “cuando haces una película histórica estás hablando más del momento en el que estás haciendo esa película que del momento histórico que plasmas”.
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