Música, conflictos políticos y experimentos amorosos: qué películas ver en el Atlàntida Film Festival de Filmin
Un año más, vuelve el Atlàntida Mallorca Film Festival, con una doble apuesta presencial (del 26 de julio al 1 de agosto en Palma de Mallorca) y en línea (en la plataforma Filmin, organizadora del evento) y con una programación que resulta literalmente desbordante. Los largometrajes se cuentan por decenas y podrán visionarse de manera escalonada a lo largo del mes de duración del festival, que concluirá el 26 de agosto. Se trata, de nuevo, de una buena oportunidad de escarbar en la producción audiovisual contemporánea, con especialísimo énfasis en las cinematografías europeas. Más allá de las más habituales Francia, Italia o Alemania, el Atlántida difunde propuestas llegadas de Armenia, Estonia (de ese país procede Veiko Õunpuu, uno de los dos realizadores objeto de una retrospectiva) o Finlandia.
El certamen tiene diversas almas, algunas de las cuales están representadas a través de diferentes etiquetas temáticas aglutinadoras. La sección Melodías agrupa diferentes propuestas cinematográficas con la música como elemento principal. Y Generaciones, Memoria histórica o Cine reencontrado identifican claramente el contenido que podemos encontrar en ellas: retratos de adolescentes, veinteañeros o jóvenes de treinta y tantos, obras que abordan pasados dolorosos, o recuperaciones del patrimonio fílmico pasado. Destacamos algunas de las múltiples opciones que ofrece la vasta oferta del festival.
All eyes off me: amor y experimentos sexuales en el Israel contemporáneo
La joven cineasta Hadas Ben Aroya comenzó a despuntar con el largometraje People that are not me. All eyes off me puede considerarse su consagración con su tríptico de historias encabalgadas sobre veinteañeros en plena etapa de experimentación con el sexo y las drogas, y con la posibilidad de encuentros intergeneracionales. El tapiz de personajes se compone a través de varias escenas largas con peso dramático. La realizadora usa el tiempo con un propósito muy claro: presentar los personajes al público y dejarlos crecer en espacios y en momento concretos.
La autora reincide en algún recurso (como el uso de una anécdota personal, cargada de significación y explicada largamente para definir al personaje que la cuenta), pero su película resulta fácilmente arrebatadora. A pesar de que se vislumbre una construcción meticulosa de las secuencias, Ben Aroya consigue proyectar franqueza y una notable apariencia de espontaneidad. Unas interpretaciones actorales que transmiten mucha convicción contribuyen decisivamente a ello.
Más retratos generacionales: I am gen Z, un documental que critica los efectos perjudiciales de la revolución digital, o Edén, un drama sobre los conflictos posibles entre la iniciación al amor y la religiosidad de unos adolescentes.
Stardust: David Bowie, antes del estrellato
El realizador Gabriel Range y el músico Johnny Flynn, entre otros, se proponen un reto de una cierta dificultad: un biopic sobre los primeros años como músico de un David Bowie que no acababa de romper en estrella. La premisa: el cantante había firmado un disco profundamente personal sobre el miedo a los trastornos mentales y a una cierta herencia familiar con The man who sold the world, pero no se atrevía a confesarlo. Range y compañía alternan escenas de película de carretera sobre el interminable viaje promocional del artista con un agente de prensa entusiasta y fragmentos de un pasado traumático marcado por el internamiento del hermanastro de Bowie en un hospital psiquiátrico.
Stardust nació bastante condicionada por problemas extracinematográficos: los herederos del músico, muy descontentos con el planteamiento, no aprobaron el uso de sus composiciones. Además, el planteamiento dramático tiene cierta lógica interna, pero puede resultar incómodo que se insista en representar al protagonista como un pez fuera del agua que hace el ridículo en casi todas las entrevistas e interacciones sociales que afronta. El concepto punzante, recibido como insidioso por parte de la familia Bowie, contrasta con la propuesta formal bastante convencional solo expandida por algún flashback expresionista.
Más para melómanos: Shoplifters of the world, una ficción basada en hechos reales presidida por la música de The Smiths, Mogul Mogwli, un drama sobre un rapero paquistaní, o Max Richter’s Sleep, un documental sobre este intérprete y compositor de música minimalista.
La tercera guerra: contra el terrorismo... o cualquier cosa que lo parezca
Un joven precario de familia desestructurada se alista en el ejército francés para hallar una estabilidad laboral, un orden y algo parecido a un sentido de la vida. Su destino es una unidad antiterrorista donde le tutelan compañeros con cierta tendencia a la paranoia o defensores de extrañas teorías conspirativas que pueden hermanar a Michael Jackson y al Estado Islámico. Giovanni Aloi firma una especie de versión europea de En tierra hostil que cambia las lejanas arenas de Irak por un París percibido a través de unos ojos marcados por el miedo.
La tercera guerra es un drama lacónico salpicado por algunos estallidos de tensión y violencia. Como en la mencionada En tierra hostil, trata del embrutecimiento de unos soldados. Aloi escenifica esa mentalidad del guerrero propia de unos cuerpos de seguridad que ven a la ciudadanía como una amenaza potencial del orden, pero parece extender de manera diáfana ese embrutecimiento a toda una sociedad. En esta ocasión, no hay enemigos reales que lo justifiquen, sino solo sombras.
Más películas políticas: La guerra sin nombre es un drama protagonizado por Gerard Depardieu que evoca los horrores cometidos por el ejército francés durante el proceso de independencia de Argelia. An ordinary drama es un documental de metraje encontrado sobre la vigilancia de los ciudadanos en la Polonia comunista. Coup 53 explora de manera muy atípica el golpe de Estado en el Irán de 1953 y la confección de un filme al respecto.
Um fio de baba escarlate: sátira social con psicópata en primer plano
Este cáustico exponente de comedia de terror muestra otra de las almas del Atlántida Film Fest, que también acoge propuestas atípicas que parten de materiales de géneros cinematográficos establecidos para realizar películas que expanden (o revientan) sus convenciones. De una manera abstracta, Um fio de baba escarlate puede conectarse con algunas reinterpretaciones contemporáneas en clave artística del legado del terror italiano de Dario Argento (Suspiria) y compañía, como Amer o Knive + heart. En esta ocasión, un asesino en serie se convierte en personalidad mediática por pura casualidad.
El portugués ofrece una especie de American psycho mínimo en duración (59 minutos) y presupuesto: su personaje central es un psicópata cuya conducta extremadamente narcisista está adaptada a nuestro presente de redes sociales. El aspecto visual de la obra parece claramente diseñado para mostrarse, como la vida vista a través de los filtros de Instagram, un simulacro extraño y colorista. La decisión de hacer un filme sin diálogos potencia la rareza del conjunto. La comunicación por mímica de los personajes enfatiza el humor negro de una propuesta con aires misántropos o de malestar respecto al paisaje social, a medio camino entre el cine experimental y la humorada.
Más para aventureros de los géneros fílmicos: ¡Corten! es otra apuesta por el terror con un ojo en los clásicos italianos. En In the mirror se traslada el cuento de Blancanieves a nuestro mundo de selfies y experiencias capturadas en directo a través de cámaras omnipresentes.
Night ride: la fatalidad del noir para abordar el drama del tráfico de personas
Los mismísimos hermanos Dardenne, titanes del drama social a la europea, han apostado por el thriller como una manera de representar la realidad. Lo atestiguan obras como La chica desconocida, especialmente, o Dos días, una noche, donde la vida laboral se convierte en una película de intriga. El primer largometraje del francés Fréderic Farrucci hace su particular apuesta de hermanamiento del drama social y el cine negro. En él se tratan las vivencias de un joven chófer chino, doblemente sangrado por el capitalismo de plataforma y por el grupo mafioso de traficantes de personas al que debe años de trabajo.
En una escena de la película, el protagonista mira las bolsas de la compra de los transeúntes, simbólicas de un consumismo que le invita y le excluye a la vez. Entre los paisajes de noches urbanas y los colchones de música electrónica sugerente, Night ride nos enseña a un par de personajes que intentan ir más allá de la lucha despiadada por la subsistencia, por conseguir algunas migajas del capital en un París nocturno de mafias, neoesclavitud y otras economías sumergidísimas. La película se puede añadir a un cierto panteón de mixturas de drama y thriller como The yellow sea o A land imagined: en proporciones variables, todas ellas tratan de la trituradora de personas migrantes, susceptibles de desaparecer sin dejar rastro entre los engranajes de la trituradora del capitalismo global.
Más cine de conflictos: Tierra de leche y miel, un documental sobre las heridas de las guerras de Georgia, Siria o la antigua Yugoslavia en tres familias. Human factors, un drama que hace emerger a golpe de thriller las frustraciones y miedos de una familia acomodada.
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