'El olvido que seremos' y el heroísmo de las buenas personas: “Héctor Abad nos da una lección de humanidad”
Se conoce como 'poliatra' a aquel que se ocupa de la salud de la polis; es decir, del bienestar común dentro de una ciudad. Su labor ha de expandirse a la medicina, la enseñanza y, claro está, a la política como impulsora de los avances. Suena a responsabilidad excesiva para una única persona, pero lo cierto es que el hombre que acuñó el término lo hizo porque este era justamente su campo de acción. Fue Héctor Abad Gómez: periodista, profesor, médico, activista, padre… y figura fundamental en la Colombia de los años 60, 70 y 80.
“Era un representante de la Ilustración en el siglo XX”, explica a elDiario.es Fernando Trueba, que este viernes estrena una película basada en su vida. “Alguien que creía en la ciencia, en la necesidad de la bondad, de hacer cosas por los demás, de trabajar por la salud pública y la medicina preventiva”. El film se titula El olvido que seremos y adapta la novela homónima que escribió en 2006 Héctor Abad Faciolince, hijo del ilustre poliatra, tratando de lidiar con el legado paterno.
A Héctor Abad Gómez lo mataron en 1987 tras presentar su candidatura a la alcaldía de Medellín por el Partido Liberal. Las circunstancias del asesinato nunca se esclarecieron del todo, pero en base a su defensa de los derechos humanos y las simpatías izquierdistas fue atribuido a las fuerzas paramilitares. “La política es medicina a gran escala”, le gustaba decir a Héctor Abad. El olvido que seremos profundiza en su vida y pensamiento, y se esfuerza por retratar a un hombre irrepetible de la mano de un actor que su hijo designó expresamente: Javier Cámara.
Del libro a la pantalla
“No es que me llegara el proyecto, es que el proyecto me vino a buscar”, asegura Javier Cámara, intérprete de Héctor Abad en El olvido que seremos. “Yo nunca habría imaginado estar en una película así; nunca pensé que me llamarían para interpretar a alguien colombiano, porque no lo soy… pero Héctor Abad decía que le recordaba mucho a su padre, y una vez teniendo la bendición del autor no había escapatoria”. Fue también el propio Faciolince quien le sugirió adaptar su novela a Trueba, contando previamente con la financiación del productor colombiano Gonzalo Córdoba.
Trueba ya conocía la novela. “De repente me ofrecieron hacer una película de un libro que me encantaba, que había regalado montones de veces pero que curiosamente no me parecía posible llevar al cine”. El motivo era que la trama de El olvido que seremos se desarrollaba a lo largo de varias décadas y Trueba no se veía capaz de cubrirlas con un guion consistente. Por eso acabó recurriendo a su hermano —el también cineasta David Trueba—, para que intentara poner en pie un libreto. No trabajaban juntos desde La niña de tus ojos, pero este reencuentro profesional podía servir como terreno conocido en una producción que se distanciaba bastante de anteriores esfuerzos del realizador.
Fundamentalmente porque El olvido que seremos es una película colombiana. Llega, de hecho, a las salas españolas con el Goya a Mejor Película Iberoamericana bajo el brazo, pero Trueba asegura que el origen del proyecto no afectó lo más mínimo a su forma de trabajar. Más bien al contrario. “Los productores han sido tan generosos y han confiado tanto en mí que he podido trabajar con una libertad y tranquilidad mayor, probablemente, de la que nunca he disfrutado en ninguna otra película”.
La comodidad fue una constante en el rodaje de El olvido que seremos, ampliada a la relación que une a Cámara con los Trueba. En 2013, y tras haber sido nominado en cinco ocasiones anteriores, el intérprete obtuvo por fin el Goya a Mejor actor por Vivir es fácil con los ojos cerrados, película escrita y dirigida por David Trueba donde, curiosamente, también interpretaba a un profesor. ¿Qué une al Antonio que encarnó entonces con el Héctor Abad que protagoniza El olvido que seremos? “Ambos son personas afables, moderadas, que intentan escuchar y empatizar con la fragilidad de los demás”, responde.
Con el matiz, evidentemente, de que el personaje de El olvido que seremos no solo existió de verdad: también es todo un icono en Colombia. Padre de seis hijos, Héctor Abad intentó mejorar las condiciones de vida de las comunidades marginadas de Medellín, y en tanto a su labor médica colaboró con la OMS mientras impulsaba campañas pioneras contra la polio —llegando a probarla con su propia familia— y presidía el Comité por la Defensa de los Derechos Humanos de Antioquia. Todo sin descuidar la enseñanza universitaria y su faceta periodística y política, que le condujo a hacerse numerosos enemigos.
“Cuando llegué a Colombia y descubrí la importancia que tenían personalidades como las de Héctor Abad Gómez, así como otros profesores y médicos que fueron asesinados, me di cuenta de que había que ser muy valiente”, defiende Cámara. “Muy valiente para ponerte tu bata de médico, o tu traje de profesor, y combatir con las armas de la moderación, el amor y la salud”.
Hay que ser muy valiente para ponerte tu bata de médico o tu traje de profesor, y combatir con las armas de la moderación, el amor y la salud
El heroísmo está en todas partes
El olvido que seremos se narra desde la perspectiva de Héctor Abad hijo, aunque según es niño o adulto se divide en dos partes que la película va alternando, pero que sobre todo se distinguen por el color: el Faciolince adulto (Juan Pablo Urrego) está a punto de sufrir la pérdida de su padre y la imagen aparece en blanco y negro, mientras que la mirada del Faciolince niño (Nicolás Reyes Cano) posee en cambio un rutilante colorido que puede entenderse como una evocación nostálgica, al estilo de la fotografía de José Luis Alcaine para Belle Époque.
En aquel filme por el que Trueba ganó el Oscar a Mejor película de habla no inglesa en 1993, el color también servía de proyección a un periodo de esplendor y alegría —los primeros días de la Segunda República Española, en aquel caso—, marcado por la cercanía de una catástrofe. En lo relativo a El olvido que seremos, sin embargo, Trueba rechaza este tipo de discursos. “Simplemente la veía así en mi cabeza. No era una decisión conceptual, ni una cuestión ideológica, ni que quisiera decir algo concreto. Me preocupaba cómo se lo tomarían los productores, pero me dijeron que tenía que hacer la película como creía que debía hacerla”.
La utilización del color es la decisión más llamativa de El olvido que seremos, película que por lo demás no se distancia demasiado de las formas clásicas de biopic y asienta sus mayores atractivos tanto en la esforzada interpretación —y acento colombiano— de Cámara como en la fascinación que transmite hacia la figura a estudiar. Fascinación que comparten tanto el cineasta como su intérprete. “Era un hombre que decía muchas verdades; un hombre calmado que dialogaba. Alguien acostumbrado a escuchar”, describe Cámara.
«Era un hombre calmado que dialogaba, alguien acostumbrado a escuchar", describe Javier Cámara
“Creo que Héctor Abad nos da una lección de humanidad”, explica Trueba, sin disimular que su película está espoleada por un propósito entre divulgativo y justiciero. El mismo que, antes del salto al cine de la novela, motivó la filmación del documental Carta a una sombra a cargo de Miguel Salazar y Daniela Abad, hija de Faciolince. El olvido que seremos se estrena seis años después de aquella película, y tras haberla rodado Trueba afirma sentirse “como uno de esos escultores que hacían estatuas a los grandes hombres”. “El día que Medellín le ponga una estatua a Héctor Abad en una de sus plazas, Medellín podrá dormir en paz”, concluye.
El olvido que seremos debe su título a un poema atribuido a Jorge Luis Borges que Faciolince encontró en el bolsillo de su padre el día que lo asesinaron. El soneto le quita la importancia a la trascendencia individual a la vez que muestra una plácida confianza en el futuro, consciente de la valía de los nuevos habitantes del mundo. En esta misma línea se manifiesta Cámara, seguro de que Héctor Abad no fue alguien excepcional: solo un estupendo representante. “Estoy seguro de que hay millones de personas así”, defiende. “He percibido muchas veces una gran solidaridad a mi alrededor, una solidaridad en absoluto distante”.
“No hablo de caridad, sino de solidaridad. Una que persiste en España, en Colombia y en todo el mundo”, asegura Cámara. “Una que está representada por Héctor Abad y por otros millones de personas que hacen que la democracia sea más solvente, que la sociedad sea mejor”.
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