“Nuestras relaciones afectivas están determinadas por el contexto político: no hay ningún amor no contemporáneo”
Con 10.000 km, su primer largometraje, Carlos Marqués-Marcet se convirtió de la noche a la mañana en una de las miradas jóvenes más importantes del cine español contemporáneo. Estuvo en los Premios del Cine Europeo, ganó dos galardones en el South by Southwest de Austin, arrasó en el Festival de Málaga con cinco premios, incluidos Mejor película, director y actriz y finalmente, remató la jugada con el Goya a Mejor director novel.
Sin embargo, su segunda película, Tierra Firme, pasó prácticamente de puntillas por nuestro cine: ni una sola nominación a los Goya, una a los Feroz -que no ganó-, y de vacío en el Festival de Sevilla donde se estrenó. Podíamos haber estado ante otro ejemplo práctico de talento joven quemado antes de tiempo -¿cuántos realizadores y realizadoras siguen estrenando tras el Goya novel?-. Pero el filme era, en el fondo, una brillante y naturalista aproximación al dilema de ejercer la maternidad sin perder la libertad. Una de las mejores películas españolas de ese año, el mismo que se estrenó Verano 1993.
Por suerte, su talento no se ha quedado en el camino. Ha conseguido estrenar una tercera película y resulta ser su más rotundo y redondo retrato de una generación en tránsito. Los días que vendrán es la historia de Vir y Lluís, pareja desde hace un año, que un buen día descubre que van a dejar de ser dos para ser tres: Vir está embarazada. Y la película es el embarazo. Sin más, pero también sin menos.
La particularidad, en este caso, es que los intérpretes de Vir y Lluís -Maria Rodríguez Soto y David Verdaguer- son pareja fuera de la ficción. Y que el embarazo es real. Marqués-Marcet afirma que sigue sin poder vivir del cine, pero ha conseguido dejar de ser precario gracias a la televisión. Acaba de rodar En el corredor de la muerte, basada en el libro de Nacho Carretero sobre el caso de Pablo Ibar. Pero esperamos que su trabajo en la ficción televisiva no lo aleje del cine español.
En Tierra Firme, su anterior película, la maternidad ya era un tema central. Ahora lo es el proceso del embarazo. ¿Cómo nace Los días que vendrán? ¿Es una extensión natural de aquella?Tierra FirmeLos días que vendrán
Durante los ensayos de Tierra Firme, estábamos rodando en Londres y David [Verdaguer, que interpreta a Lluís en la película] hizo un skype con María, que el enseñó un predictor, que estaba embarazada. Entonces le di unos días de vacaciones y antes de que se fuese le dije: “Hostia, molaría muchísimo hacer una película con vosotros durante este proceso”. Así que sí, surgió de forma natural porque nos pilló haciendo una película sobre la decisión de tener o no tener hijos y, de repente, pasó esto. Vimos la oportunidad de retratar el tiempo de embarazo.
Al principio Maria [Rodríguez, que interpreta a Vir en Los días que vendrán] tuvo sus reservas, pero con el tiempo vimos que para ella suponía poder trabajar mientras estaba embarazada y empezamos a pensar cómo retratar esa experiencia de intentar entender al otro durante un proceso así.
El embarazo real de Maria, entonces, fue el detonante , ¿a partir de ahí nació la historia de Los días que vendrán?Los días que vendrán
Ese sería el punto de partida. Y a partir de entonces fueron surgiendo las preguntas y la necesidad de saber. No teníamos guion ni nada y fuimos creando a los personajes poco a poco. También dejamos un espacio de improvisación para que David y Maria construyesen los personajes que querían interpretar.
A diferencia de ellos, los dos protagonistas de la película se quedan embarazados casi por accidente y sin conocerse demasiado. Me parecía interesante la idea de tener que conocerse entre ellos y a la vez descubrirse como padre y madre. Así que quedábamos y debatíamos cosas que habían vivido ellos como pareja y jugábamos a imaginar cómo lo vivirían los personajes. Dos semanas antes del parto ya paramos de rodar. Entonces Coral Cruz, Clara Roquet y yo trabajamos ya un guion más sólido y planificamos dos meses más de rodaje. En total han sido dos años de grabar y montar, grabar y montar...
De alguna forma, Los días que vendrán es una película que va creándose sobre la marcha. ¿Cree que eso influye en el naturalismo que transmite el filme?Los días que vendrán
Sí, supongo que afecta. Pero daba cierto vértigo también porque habían muchas cosas que no sabíamos cómo iban a ir. Yo viví un nivel de angustia fuerte: es inevitable pensar que no sabes la película que estás haciendo.
Pero a la vez eso te obliga a ponerte al límite. No vale esconderte. Es muy sorprendente y placentero no saber qué va a pasar. Llega un momento en que a mí me aburre montar un rodaje, seguir un story board y que esté todo superplanificado... ¡no me extraña que Hitchcock se aburriese! ¡Sus rodajes estaban ultraplanificados! Hay directores que funcionan así y es estupendo. Pero a mí me gusta no saber lo que va a suceder.
En este caso la improvisación no es tanto que los actores se inventen el texto -que también- como que no sabes a hacia dónde va a ir la escena. No puedes anticipar nada. Si esperabas algo y sucede justo lo contrario, pues te adaptas. Como la escena que miran el predictor y se ríen. Al final parece una chorrada, pero es la búsqueda del accidente. Es crear la circunstancia para que suceda algo que rompa con la idea preconcebida que tú tenías sobre cada escena. Y eso te lleva a lugares interpretativos que sorprenden.
A pesar de esa búsqueda del accidente, se abordan muchos temas que sí parecen meditados. Pienso en el miedo de Lluís a no controlar la situación, que deriva en un paternalismo para con Vir de claros tintes machistas.
Eso surge como una reacción a la película anterior. En Tierra Firme, el personaje de David era completamente hedonista y construido desde el humor y el placer. Pero lo que queríamos en Los días que vendrán era algo muy distinto. Trabajamos esa neurosis, esa necesidad de control que nos llevaba hasta la crítica de la masculinidad vigente. Porque ante la imposibilidad de dominar lo que está pasando en el cuerpo de la mujer embarazada, el hombre siente un miedo que no sabe gestionar.
Y también estaba esa dificultad para dar un paso atrás que tienen muchos hombres. Lo más interesante de todo es ver que actúa desde la buena intención. Esa gente que toma las peores decisiones desde las mejores intenciones, hostia, es un tema súperinteresante, ¿no?
En parte son reflexiones que teníamos entre nosotros, pero también hay una parte de accidente. La subtrama de que los padres de ella no están casados, por ejemplo, la descubrimos sobre la marcha. Y pensamos que le podía añadir un conflicto al personaje de David: él quiere casarse y ella lo considera una tontería.
Hablando de los padres, es muy interesante cómo se plantea la diferencia de generacional. Cómo la pareja protagonista y joven se cree muy progresista, pero descubre que tiene actitudes más bien conservadoras.
Al principio los padres no iban a aparecer, pero descubrimos un VHS que habían grabado, que contenía el nacimiento de Maria [el vídeo real del parto de la actriz se ve en la película]. Y entendimos que había que meter a los padres sí o sí. Osea, que no son actores: los que aparecen en la película son los de Maria y son así de hippies. El debate generacional vino impuesto por las circunstancias: hay conceptos que quieres tratar, pero luego la vida te da bofetadas y tienes que recolocarte.
También se preocupa en la película de retratar las dificultades de esta generación para conciliar. A ella la despiden por estar embarazada. Él acepta un trabajo que detesta por tener un sueldo con el que sostenerse. ¿Quería hablar de una generación condenada a la precariedad?
Me interesaba hablar de la micropolítica en nuestra vida. De cómo nuestras relaciones afectivas están siempre muy determinadas por el contexto social, material y político que vivimos. Tampoco quería hacer un gran drama de la precariedad, porque hay que ser crítico con todo: hay mucha gente que está mucho peor. No es lo mismo vivir de alquiler que vivir en la calle. Pero la precariedad es algo que he vivido en mis propias carnes. Ahora, por primera vez en mi vida, puedo decir que no soy un trabajador precario. Y no ha sido gracias al cine, sino a la televisión.
Pero volviendo a la película, me interesaba ver cómo la estructura social en la que vivimos acaba condicionando cómo sentimos las cosas. Nada es neutro. No hay ningún amor no contemporáneo. ¿Cuántas parejas rompen por el dinero o el trabajo? ¿Cómo de sexy es una persona según se gana la vida? Me interesa mucho la relación entre estas cosas.
Lo del personaje de Maria surgió de una realidad muy jodida: a Maria le cancelaron un papel en una obra de teatro que ya tenía confirmada, por quedarse embarazada. Y lo trasladamos a la ficción para ver qué ocurría. Resulta que ese hecho desencadena una crisis entre los personajes: si a ella no la hubiesen despedido, él no tendría que cambiar de trabajo. Me parece muy importante, como cineasta, reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos y pensar las relaciones como una forma de micropolítica.
Hace un tiempo, hablando con Carla Simón sobre Verano 1993, surgió el tema del doblaje y ella contó que prefería subtitularla porque pensaba que se perdía parte de la magia de las actuaciones de las niñas protagonistas. ¿Qué hay del doblaje de Los días que vendrán? ¿Le gusta la idea de tener que doblar una película rodada en catalán? hablando con Carla Simón sobreVerano 1993Los días que vendrán
Estamos acabando el doblaje en castellano. Llevamos un mes con ello. Bueno... es lo que hay. Me parece muy triste pero es lo que hay. Pero ya te digo que no es lo mismo, ¡qué va! Hemos intentado acercarnos al máximo pero no es lo mismo. Ojalá todo el mundo vaya a verla en versión original.
De hecho, en la versión doblada se va a perder el juego entre el catalán y el castellano de algunos personajes. La lengua no es neutra, no es solamente una herramienta de comunicación: tiene una conexión emocional con lo que hacemos, decimos, pensamos... No somos la misma persona en un idioma que en otro. Sé que esto puede sonar esnob, pero bueno: prefiero mil veces ver todo en versión original. Así que, claro, prefiero que mi película se vea en el idioma que la rodé. Pero si hay que doblar, pues se dobla. Estamos acabando el doblaje en castellano. Llevamos un mes con ello. Lo estamos haciendo con los propios actores y lo único que podemos hacer es intentar hacerlo bien.