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'Pantera', realismo mágico con forma de felino para hablar del abuso infantil

Portada de 'Pantera' de Brecht Evens. Astiberri.

Francesc Miró

En noviembre de 1995, dos de los personajes más emblemáticos de la viñeta contemporánea se montaban en un trineo mientras uno de ellos decía “Es un mundo mágico, Hobbes, viejo amigo. ¡Vamos a explorarlo!”. Así, el público decía adiós a Calvin y Hobbes con una invitación a la aventura, la exploración y el riesgo que entraña madurar para enfrentarse a nuevos retos.

De forma magistral, sin embargo, su creador Bill Watterson suspendía para siempre un interrogante, pasto de estudios y debate entre los amantes del cómic: ¿era real el tigre que acompañaba al niño de seis años en todas sus peripecias? Lo era para él, aunque muchas veces lo viésemos como un peluche. Otras, sin embargo, parecía alterar la realidad que le rodeaba como si existiese más allá de la imaginación del chaval. El autor, figura rodeada de misterio de la que solo existe una fotografía, jamás se pronunció sobre el tema.

“Nunca lo sabremos porque Watterson no lo dijo explícitamente. En sus tiras realidad y ficción se mezclan constantemente”, opina Brecht Evens. Acaba de publicar Pantera, un libro perturbador y fascinante que llega a nuestro país de la mano de Astiberri. Él mismo cita la obra de Watterson como referente ineludible. La obra narra la historia de una niña que, el día más triste de su vida, después de enterrar a su mascota, conoce a una pantera mágica que dice venir de un país lejano. Un animal que guarda un secreto.

Fantasía para afrontar el drama

Pantera, como proyecto, nace hace más de una década. Brecht Evens nació en Hasselt, Bélgica, y estudió Bellas Artes en Gante. Su primera obra, Un lugar equivocado -publicada en España por Sins entido-, recibió el premio Willy Vandersteen en 2010 y el Premio de la Audacia en el Festival Internacional del Cómic de Angoulême en 2011. En nuestro país también ha publicado Los entusiastas. Sus viñetas se pueden ver en medios como De Morgen, Télérama o Kiblind.

Ahora vive en París pero antes lo hizo en Barcelona. En la ciudad condal vio en cines El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, y algo se despertó en su interior: “Quedé muy impresionado por su concepto de monstruosidad”, explica. “Los monstruos en esta película son amigos y la fantasía es la vía de escape de su protagonista, el sitio en el que está bien. Sin embargo, el mundo de los adultos es el que da verdadero miedo, el que explora la monstruosidad real. Así que quise hacer algo relacionado con esta idea”, cuenta el autor.

Entonces creó una historia corta inédita aquí llamada Los malos amigos, en la que abordaba cómo, redefiniendo los límites del realismo mágico a su antojo, podía explorar aspectos oscuros de la psique humana a través del dibujo. “Creé un grupo de monstruos perfectamente ambiguos, algunos que eran más simpáticos y otros que eran mucho más inquietantes. Eso fue la semilla de Pantera”.

En su obra, fantasía y realidad se mezclan de forma indivisible, pues a ojos de un niño las fronteras entre ambos mundos no están del todo claras. Su protagonista, Cristina, tiene aproximadamente la edad del Calvin de Watterson. Se siente sola y desatendida. Tras la muerte de su gato, una noche se le aparece una pantera polimorfa que la arropa y le cuenta historias sobre su reino. Pero a medida que avanza el relato, su relación se va haciendo cada vez más extraña, más inquietante y oscura. De su mano, el lector se va preguntando quién es el animal realmente. Podría ser una proyección de su padre, que parece estar abusando de ella.

Tranquilidad e inquietud a partes iguales

A medio camino entre el universo extraño de Guillermo del Toro y la bellísima exposición de problemas adultos desde prismas infantiles de Maurice Sendak y su Dónde viven los monstruos, Pantera crea un relato inmersivo que lleva al lector por lugares poco transitados. La narración, dice Evens, “funciona como un péndulo que se balancea de lo agradable hasta lo horrible”, explica, “conceptos e ideas que casi no puedes imaginar y que, como no se exponen de forma explícita, sólo existen en tu imaginación”.

Así, cada página escala en una tensión que descoloca y a la vez sugestiona. “Su lectura puede resultar compleja porque su concepto es muy simple, pero para lo que transmite no tienes ningún tipo de defensa”, describe Evens. “Presiona botones psicológicos muy precisos que pueden incomodar”, cuenta y añade que “cuanto más lejos va la historia, el tono pendula más y más. Sin jamás tensar la situación para ir demasiado lejos”.

Su exposición del drama de Cristina nunca llega a expresarse en palabras, su tratamiento siempre se mantienen en la elegancia expresiva, controlada al milímetro para no dar un paso en falso. Pero el conflicto pervive. “Tuve muchas dudas al abordar el proyecto. Me preguntaba: '¿Qué estoy haciendo con esto?' '¿Quién soy para hablar de este tema?' '¿Tengo derecho a hacerlo?' Igual es horrible hacer un libro así…”, cuenta sobre sus dudas. “El abuso es algo terrible de imaginar y narrar, por eso nunca lo abordo de forma vulgar. De hecho, nunca fue mi intención que hubiese un padre abusador pero los lectores suspicaces lo fueron interpretando”, cuenta.

“Es un libro fantástico pero todos los elementos fantásticos realmente son mentiras que cuenta el personaje de Pantera. Sabemos que sus historias no existen. Por momentos, es más una parodia sobre cómo utilizamos las fantasías de los demás”, cuenta.

“No creo que sea un libro especialmente pensado para hablar del abuso, pero hay gente que me ha pedido permiso para utilizarlo en casos reales en los que se ha sufrido”, explica el autor. “Sin embargo, creo que también se pueden percibir otras reflexiones”, cuenta. Pantera aborda la educación, la manipulación de la psique infantil para su encaje en la adulta, el trauma y la recuperación e incluso, la esperanza como arma de resistencia.

“También quería hablar de la mercantiización de la infancia, de cómo los adultos han inventado toda suerte de productos o experiencias destinadas a ganar dinero y convencer a los niños de determinadas cosas. Eso tiene algo perverso que me importaba tratar”, reflexiona. “En el fondo, Pantera es un personaje que tiene algo de vendedor, de comercial porque busca lo que quiere su cliente e intenta inventar y encarnar sus deseos. Lo manipula”.

Un universo visual cambiante

Para trasladar su compleja narrativa, Brecht trabajó en un aspecto visual que fuera en consonancia con su obra pero que a su vez explorase nuevos aspectos de su estilo. Por eso, Pantera es menos cubista que sus anteriores trabajos, más sencilla y menos abigarrada en su expresión visual. Más limpia. Esta vez, el ilustrador se acerca a los personajes para ahondar en sus sentimientos.

“Casi todo el libro transcurre con dos personajes en una habitación y esta suele ser un fondo blanco”, explica, “fue un trabajo de diseño de personajes como lo no he hecho nunca. El personaje del animal fantástico muta con todo su cuerpo cada vez que la niña le habla. Quería que nada pudiese distraernos de sus formas porque tenían una importancia vital: su cuerpo busca la forma más adecuada de adaptarse a la niña, la engaña”, cuenta.

“Hitchcock decía que está muy bien tener un decorado impresionante, pero es mucho mejor si lo utilizamos con un efecto dramático. Él elegía el momento clave para mostrar dicho decorado”, cuenta. De ahí que cuando Pantera y Cristina hablan, este no exista. Y lo mismo con el color: “cuando Pantera no está en escena, todo el decorado y los personajes se mueven en un espectro de color azulado y rojizo. Pero cuando aparece, estalla la paleta de color y se rompen los cánones”, describe.

Desde su expresividad en la ilustración, Pantera profundiza en aspectos perturbadores de la infancia. Sin poner el dedo en la llaga, plantea dudas dejando el espacio justo para el lector. Y entre él y cada ilustración, se abre un mundo distinto por viñeta.

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