El conservador del Arqueológico que hizo posible el traslado de la Dama de Elche en 2006: “¿Por qué no va a hacerse de nuevo?”
Hace 25 años Salvador Rovira firmó un informe negativo al traslado de la Dama de Elche al lugar donde fue hallada en 1897. El conservador jefe del Museo Arqueológico Nacional (MAN) entonces temía que una simple corriente de aire o las vibraciones provocaran el desprendimiento de escamas de la fina y escasa policromía que conserva la epidermis de la estatua caliza. Añadía en su informe en 1997 que los desprendimientos podrían agudizarse con los cambios de las condiciones climáticas y de la humedad relativa por la emigración de las sales solubles. Veinticinco años después de estas conclusiones, Salvador Rovira cuenta cómo en 2006 cambió de opinión y se hizo cargo del traslado de la estatua a Elche. La llamada de elDiario.es le sorprende en su casa del Levante, donde disfruta de su jubilación.
“Mi informe fue favorable en 2006 si se tenían en cuenta mis condiciones para el traslado. Y se cumplieron a rajatabla”, aclara. De hecho, como ha contado elDiario.es, aquel año ninguno de los informes redactados por los especialistas del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE) se opuso al traslado. Las conclusiones a las que llegaron fueron que la pieza se conservaba “estable” y que para el movimiento debían “extremarse las precauciones para evitar oscilaciones en las condiciones higrométricas de exposición, almacenamiento o transporte”. Así ocurrió.
Salvador Rovira, en representación del MAN, y Víctor Cageao, como técnico del Ministerio de Cultura, viajaron a Elche en varias ocasiones para inspeccionar la sala donde se expondría la escultura. Sugirieron mejoras para paliar el cambio de humedad y temperatura entre la sala del museo madrileño y la del lugar de exposición temporal. Era el aspecto que más preocupaba hace 16 años y es la misma excusa que ahora presenta la dirección del MAN para rechazar un nuevo traslado a Elche. La ciudad quiere celebrar el próximo agosto el 125 aniversario del hallazgo y la petición ha desatado una tormenta política similar a la que tuvo lugar entonces.
Exigencias extremas
Las reticencias que ahora muestra el MAN son las que su exconservador, Salvador Rovira, desmontó en el Patronato celebrado el 19 de enero de 2006. Ese día explicó las exigencias que debían incluirse en el convenio del préstamo, como las condiciones relativas a la conservación, la manipulación, el embalaje, el transporte y la exhibición de la obra. Con el informe sobre la mesa, el Patronato del Museo decidió que el préstamo sería posible “bajo las férreas condiciones” que planteó el técnico (y que los propios especialistas del MAN recuerdan como “habituales” en los préstamos de obras de arte entre instituciones). “Mi informe fue favorable al traslado si se cumplían todas las condiciones”, dice Rovira.
El 6 de marzo, Carmen Calvo, ministra de Cultura del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, firmó con el alcalde de Elche, Diego Maciá (PSOE), el convenido de préstamo. El 16 de mayo llegó a Elche por la noche, ante miles de personas, y el 18 se inauguró la muestra en el Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE). Casi 400.000 personas pasaron a verla durante seis meses.
“Ya hay tecnología suficiente como para corregir cualquier desvío de humedad y temperatura en Elche. Si se cumplen las condiciones en el traslado y exposición, el riesgo se minimiza”, cuenta Salvador Rovira a este periódico contradiciendo la postura del actual director del MAN, Andrés Carretero. El embalaje que se construyó para el movimiento era doble: la escultura se instaló en una caja interior a la visible para proporcionar protección adicional contra cualquier impacto. En el interior se utilizó una espuma forrada que se adoptaba a la forma del objeto. “El informe final demostró la eficiencia del embalaje y el perfecto mantenimiento de las condiciones ambientales de origen”, aclaran los especialistas del MAN.
Una decisión política
Rovira también señaló en el convenio que la humedad relativa de la sala de exposición debía situarse en el 40%, con fluctuaciones del 5%, y la temperatura debía mantenerse en 22 grados. La pieza se instaló en la Torre del Homenaje, un espacio con las mejores características de aislamiento del Palacio de Altamira donde está instalado el MAHE: gruesos muros de cinco metros de espesor, una pequeña ventana a gran altura y una única puerta de acceso. En esta se instaló una pasarela acristalada que unía la puerta de acceso a la sala de exposición con el patio de la fortaleza. Estaba cerrada herméticamente, con un mecanismo que no permitía la apertura de ambas puertas a la vez. Así se reguló la estabilidad de humedad y temperatura y el flujo de visitantes en el interior de la sala. No podía haber más de 12 personas y no podían estar más de diez minutos ante la Dama. Con este diseño, cuenta Rovira, se mantuvieron estables las condiciones ambientales.
“Mi obligación era poner todas las pegas del mundo, soy un técnico. Y aclaré que no se podría mover la pieza si no se cumplían las condiciones para el movimiento de la Dama. Y se cumplieron”, dice Rovira. “La decisión del traslado siempre es política. Nosotros los técnicos ejecutamos una orden, la hacemos posible. El museo accede a un préstamo porque la petición viene dirigida al museo, pero la autorización siempre es de la Subdirección de Museos, es decir, del Ministerio de Cultura”, puntualiza. Y advierte: “Si se ha trasladado una vez la Dama de Elche, ¿por qué no va a hacerse de nuevo? En estos años la tecnología ha seguido avanzando”.
Hace unos días el ministro de Cultura, Miquel Iceta, anunció en entrevista con este periódico que no pasaría por encima de los técnicos que desaconsejan mover la Dama de Elche. El documento del MAN que rechaza la salida de su icono no aporta argumentos nuevos a los esgrimidos en 2006 y con los que se dio luz verde a la marcha de la Dama de Elche. Ahora la última palabra sobre el traslado la tiene una comisión creada tras la postura del MAN, que aclarará su postura en las próximas semanas.
Cultura para compartir
A pesar de que Rovira hizo posible el traslado, reconoce que un principio básico de la conservación es “no tocar ni mover”. “Pero si se decide moverla, hay que cumplir con los requisitos que ponen los técnicos. Porque es inevitable que una pieza viaje. La cultura es para compartirla”, añade Rovira. De hecho, en las memorias publicadas por el MAN puede comprobarse el alto número de préstamos que se realizaban hasta la crisis financiera y antes de la reforma del edificio. En 2006 salieron del museo casi 500 piezas, en 2007 fueron casi 900. En el año 2018 superaron las 300 y en 2020, año del confinamiento, apenas superaron las 100. “Estamos lejos del volumen de préstamos de los años 2000 por la reducción del número de exposiciones provocada por la crisis económica en el conjunto de las instituciones culturales”, aclara el museo en dichas memorias. No es un problema de restricciones de préstamos, sino de falta de recursos de las instituciones que los piden.
En noviembre de 2006 la pieza regresó al MAN, fue revisada y, como indica el técnico, la integridad y estabilidad no se había alterado: “Regresó sin desperfectos ni daños. ¡Por supuesto! Es verdad que un problema puede dar la cara años más tarde, pero que yo sepa no han salido hasta el momento y ya han pasado unos cuantos años”. La compañera de Rovira, Alicia Rodero y otras responsables del departamento del MAN, dijeron que entonces “la presión era agobiante para quienes tenían la responsabilidad exclusivamente técnica y científica”. Álvaro Martínez Novillo era el responsable del Instituto del Patrimonio Histórico Español (IPHE, institución previa al IPCE) entonces y tuvo un papel decisivo en las actuaciones y decisiones que se adoptaron, y explica a elDiario.es que el traslado tuvo “una carga política fuera de lo normal”. Recuerda que los técnicos del MAN no eran partidarios de que el icono del museo lo abandonara y los del IPHE “pensábamos que no había tantos riesgos”. El traslado se hizo sin consecuencias negativas y cuidando al extremo las condiciones. Las medidas hicieron historia, como indica Salvador Rovira: “Aquel traslado fue un hito en la historia de la conservación, porque tratamos de controlar y anticiparnos a todos los peligros y lo conseguimos”.
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