Rodrigo Fresán: “cada vez hay más gente que quiere ser escritor pero no quiere escribir”
A Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) le gustan los libros carnosos. La parte inventada es el primero que publica desde 2009 y tiene 559 páginas. ¿Heróico o autoindulgente? “Son más en realidad: se redujo el tamaño de la letra porque daba un tamaño de novela... improbable”. Y está repartido en tres bloques; el personaje real, el centro del libro y el personaje imaginario.
Ni las categorías ni la estructura son causales
Lo de la estructura de a tres es una cosa que me viene de la infancia más profunda y de dos obras que me impresinaron profundamente: una es la canción A day in the life de los Beatles y otra es 2001 Una odisea del espacio de Stanley Kubrick. Mantra también es así, muchos de mis libros son así. Yo tiendo a pensar asi estructuralmente. Todas las cosas que te impresionan mucho cuando eres niño te siguen impresionando hasta que te mueres“.
Este libro ¿le llevaba rondando mucho tiempo y lo ha escrito ahora porque ha cedido a su presión o ha sido un impulso repentino?
El título salió de una carta de Gerald Murphy a Francis Fitzgerald y es uno de los epígrafes de mi primer libro, o sea que la noción de la parte inventada venía ya de entonces. Y también es un libro de escritores, porque todos mis libros son de escritores, que es lo que más me interesa. Mis amigos me dicen 'a ver si te atreves algún día con un libro en el que no haya un escritor' y yo juego con la idea pero fracaso triunfalmente cada vez porque me gustan los escritores.
¿Qué tiene de bueno ser escritor?
Que surge como un reflejo automático de algo que te gusta mucho, que es leer, porque ser lector es un poco ser escritor. Aunque un poco engañoso porque la práctica de la escritura a diferencia de cualquier otra disciplina artística es engañosamente sencilla y muy económica. No requiere de estudios superiores ni de conocimientos añadidos como puede ser la dirección de cine, la pintura, la escultura, la composición musical. A los seis años todos estamos capacitados para ser Cervantes. Y eso genera muchísimos equívocos y que mucha gente que no debería haber escrito nunca escriba y hasta tenga ventas multimillonarias. Por suerte hay mucha gente que inmediatamente se da cuenta de que es más difícil de lo que pensaba.
Cuando le preguntaron a Jaime Gil de Biedma por qué no había vuelto a escribir poemas, él dijo que lo natural es leer. ¿Cómo puede uno a escribir cuando podría estar leyendo?
Yo hago mucho periodismo y el periodismo cada vez me interesa menos. Si me dedicara solamente a leer tendría que hacer mucho más periodismo. Así por lo menos hago ficción, que me interesa mucho más que el periodismo. Me parece que es una misma actividad, un acto físico en dos movimientos, la lectura y la escritura. Tu eres tu primer lector -cuando te escribes tu también te lees.
Pero el escritor se lee de dos maneras: lo que tiene en la cabeza y lo que acaba en el papel. Y hay una gran distancia entre las dos cosas.
Ese es precisamente el tema del que trata el libro, de ese proceso. De cómo funciona la cabeza de un escritor. Quisiera conocer a alguien que me explique, neurológicamente, cómo se lee, cómo 30 manchitas combinadas de diferente manera sobre papel en blanco se te meten por los ojos y llegan al cerebro organizan un mundo. Además, si tú y yo leemos David Copperfield, mi David Copperfied será un libro completamente distinto del tuyo. Cuando lees novelas también estás escribiendo.
Y cuando traduces, definitivamente también estás escribiendo: leer, escribir y traducir.
Si pero ya no me interesa más, es demasiado trabajo. Yo nunca voy a traducir a Dan Brown y recibir royalties por sus novelas. Los libros que a mí me interesa traducir les dedico mucho más tiempo que un traductor profesional y casi me cuestan más trabajo que escribir un libro propio. No es práctico, sobre todo cuando ya cumpliste 50 años y esa especie de idea de infinitud se acaba por completo.
Quiere decir que, después de John Cheever y Dennis Johnson, no podemos esperar un Frank O'Connor o una Shirley Jackson?
De Cheever sólo traduje algunas cosas, pero de Johnson he traducido Hijo de jesús y El nombre del mundo. Y lo pasé muy bien, porque me gusta mucho y aprendes mucho del escritor. Pero ahora ya no puedo. Iba a traducir Already dead, que es otra novela de él muy larga pero al final decidí que no. Y ni siquiera sé si hay intención de seguir traduciendo a Dennis Johnson.
Todos teníamos la esperanza de que siguiera traduciendo a los clásicos del relato contemporáneo anglosajón. ¿Qué tiene España contra el relato? ¿Por qué no funciona aquí lo que allí es la quintaesencia de lo literario?
España tiene una gran novela en su prehistoria que además es la novela más vanguardista de todas. El problema de los jovenes escritores en españa es que quieren ser modernos pero tienen el Quijote detrás. Tiene que ser terrible.
Y no es un problema del cuento sino de la idea del cuento. Lo que no existe en españa -salvo los enrique Vila-Matas - es que hay muchos libros con cuentos pero no hay libros de cuentos. No se concibe el libro de cuentos como un ente orgánico que puedes organizar e incluso tener un orden determinado. A mi me parece que en españa hay cuentistas de domingo, que de lunes a viernes son novelistas y de sábado a domingo escriben un cuento para un dominical y cuando tienen doce, los juntan. O tienen un personaje que lo van siguiendo; el viejo truco del cuento con personaje común.
Y ya no hacemos novela por entregas, como era costumbre en el siglo XIX...
También era otra época y la novela ocupaba otro espacio. La gente se moría en la misma cama en la que había nacido 50 años antes y de repente vivían a 30 km de Londres y no iban nunca a Londres en toda su vida. ¿Cómo sabían cómo era Londres? Por las novelas. Todas las novelas del s. XIX populares -las de Dumas, Victor Hugo, Dickens- tienen un capítulo de acción novelística y un capítulo documental y los van alternando. A los lectores les cuesta eso ahora; tu le dices Nueva York a un niño de cuatro años y ya sabe cómo es, ya tiene un archivo de imágenes en su cabeza de Nueva York.
¿Para qué sirve ahora la novela?
Sirve para ser verdaderamente audaz, que no es lo mismo que ser vanguardista. El único lugar donde puede ofrecer batalla la novela a las otras artes es el estilo. No me refiero a los juegos tipográficos tipo La casa de Hojas sino la idea de contar algo de manera que sólo una persona puede contarlo, que parece la cosa más sencilla y no lo es. No se trata de enrarecer algo sino de, mediante el estilo, hacerlo tuyo. Esto pasa muy poco. En el cine, por ejemplo, ves una película de Wes Anderson y no puede ser de ningún otro. Los hermanos Coen o Terrence Malick, que es el que más quiere hacer literatura dentro del cine. El que más se acercó fue Kubrick, para mí la cumbre absoluta del cine de autor-escritor.
Hablando de los Coen. Tú que eres bobólogo, ¿qué te ha parecido A propósito de Llewyn Davis?A propósito de Llewyn Davis
Me encantó: la vi como tres veces ya. Porque es muy sabia. Tiene una cosa para mí genial, y es una cosa más literaria que cinematográfica, que es que cualquier otro director de cine hubiera hecho que Lewyn Davis fuera genial, o malísimo. Y ellos lo dejan en el punto justo de que puede ser muy bueno pero no llega a ser excelente. Canta muy bien, sabe tocar la guitarra y todo... es como la mediocridad, pero no en el sentido peyorativo de medio. Y tiene un montón de guiños. La estructura es como una canción: empieza por el estribillo y tienes que escuchar el rsto de la canción para entender qué le pasó en el estribillo. Eso es muy de los talking blues.
Y después tiene eso que tienen los Coen: nadie ha filmado mejor el frío en la historia del cine. Tienes frío toda la película. Es un efecto muy literario.
Como bilingüe, ¿Qué le gusta más, las críticas a tus libros en castellano o las que te hacen en inglés?
En inglés ha habido algunas muy buenas pero también hay una mejor escuela de crítica periodística, y de suplementación literario. Tienen más gancho, son más divertidas.
¿Por qué son mejores?¿Qué hacen ellos que no sabemos hacer aquí? ¿Es una cosa intrínseca de la lengua?
La lengua suena muy bien. De hecho cuando leí mi libro traducido al inglés pensé ¡qué bien que escribo! Pero tengo una relación con la literatura inglesa y norteamericana completamente patológica. Es lo que más me interesa, por eso no puedo decirte ninguna teoría.
Han descrito este libro como una “diatriba furibunda contra la escritura en Internet”.
La diatriba es la del personaje, no es mía. A mí esta cultura del Twitter, el Facebook y las nuevas tecnologías me irrita volumen 5, a él le irrita volúmen 54.
Y tampoco es “la fórmula probada y supuestamente segura de oficio trauma + ajuste de cuentas = obra maestra”.
Noooo. Al final del libro están todas las posibles definiciones de lo que es este libro. Muchas son estrictamente literarias. Quizá la que más se aproxima es una autibiografía, una autobigrafía autista, que no aspira a contar la propia vida pero que se concentra autísticamente en dos o tres detalles e inventa a partir de eso. Y hay otra que dice que es como estos cuadros de Hopper que es un cuarto de Hopper pero, cuando abres el armario, sale chorreando un Jackson Pollock. Creo que esta novela tene un poco de los dos, lo figurativo y lo abstracto.
Hay una ex-escritora que es una fan que no ha leído nada tuyo. ¿Te pasa mucho?
Sí. Pero eso no me preocupa. Me preocupa más el fan que me ha leído y que me atribuye cosas a mis libros para sus vidas que me da mucho miedo. Te ponen en un lugar de responsabilidad que me produce inquietiud. Es cierto que a mí muchos libros me cambiaron la vida, pero no busqué al escritor para decirselo. Y ahora es mucho más fácil encontrarte. Después hay este tipo de lector con trampa, que te dice todo eso y luego te dice “y aquí está el manuscrito de mi novela para que lo leas”.
¿No hay muchos escritores estos días?
Misteriosamente hay mucha gente que quiere ser escritor pero no entiendo muy bien por qué. En el libro digo que a mí cada vez me gusta más escribir y cada vez me gusta menos ser escritor, en el sentido que la prensa la hago porque es necesario y está incluída en la cláusula del contrato, no puedes no hacerla salvo que seas Salinger. O Pynchon, que no da entrevistas y no pasa nada. Pero a mi lo que más me asombra es que cada vez hay más gente que quiere ser escritor pero no quiere escribir, lo que quiere es tener el librito como Ken escritor o Barbie escritora como una cosa que se pone así en la manito como un accesorio y que buscan la vida del escritor o lo que piensan que es la vida del escritor. Y no es lo que piensan.
Veo muchísimos escritores -incluso algunos buenos- que no se preocupan en absoluto por el estilo. Siempre recuerdo una frase tan espeluznante que la leí y la memoricé. Es: “giró sobre sus talones, abrió la puerta y salió”. Para eso está el cine y la televisión, para ver a alguien que gira sobre sus talones y sale pero el esfuerzo mental que uno tiene que hacer para leer eso. Los milenios de historia de la humanidad para llegar a decodificar una frase y poder lanzarla a tu cerebro y que lo que leas sea eso.
Y ese interés de los meios por agrupar a escritores nuevos, inventar generaciones literarias.
Vamos a ver cuánto duran. Yo creo que hay muchísimos escritores jovenes, lo cual me parece bien, pero no se cuántos van a llegar a escritores adultos. Porque muchas veces ves el desencanto, como el abandono de los blogs. Porque el abandono ya no está mal visto: ahora puedes joder con un blog durante dos años de tu vida y luego decir adiós amigos me voy hasta aquí llegamos.
Pero el libro en un momento dado lo terminas y los hijos si hay suerte acaban la universidad, se casan y se van lejos, pero un blog no se acaba nunca.
No, pero entonces arréglatelas para borrarlo y que no quede flotando como la basura de satélites, toda esa porquería que orbita alrededor del planeta Tierra. Se va a caer todo eso en algún momento, sea virtual o no.
Recomiéndanos a un escritor joven que te guste y que escriba en castellano.
Me gusta mucho Patricio Pron. Y de Juan Ignacio Boido, El último joven. Ha salido en Argentina, aquí no ha salido aún.