Esguinces, contusiones y ataques de ansiedad, las lesiones que sufren los trabajadores de Puy du Fou: “No tenemos médico”
“A ver si este año os lesionáis menos” fue el mensaje de bienvenida que recibieron los más de 600 trabajadores del parque temático Puy du Fou en el arranque de la última temporada, el pasado mes de febrero. Lo cuenta a este periódico uno de ellos, que prefiere mantener su anonimato. En total son once los shows con los que relatan la historia de España y que impresionan por la magnitud de sus propuestas, su efectismo, bandas sonoras, épica y pirotecnia. Sin embargo, según su elenco, son un riesgo continuo. De hecho, a uno de los once números que se representan, El misterio de Sorbaces, lo han rebautizado como 'el rompepiernas' por la cantidad de personas que se han lesionado interpretándolo. En él hay estructuras que se mueven, saltos de altura, fuego, combates con espadas –a pie y sobre caballo– y arrastres.
Este show se desarrolla a plena luz del día (el último pase es en torno a las 17 h), y al aire libre, independientemente de las inclemencias del tiempo y sus consecuencias sobre el terreno en el que actúan, formado eminentemente por arena. Su ventaja respecto a otros números es que está iluminado por completo en todo momento. Los trabajadores consideran la iluminación como un lujo dentro del espacio de trabajo, ya que su práctica ausencia en la amplia mayoría de representaciones lo convierte en un factor de riesgo para sus protagonistas.
“Lo más fácil es que te lesiones”, relata el actor respecto a la realidad con la que convive en cada jornada de trabajo. Él forma parte del reparto de El sueño de Toledo, el espectáculo nocturno que cierra cada día el parque, pasadas las 23 h. Se desarrolla al aire libre en un escenario de cinco hectáreas que incluyen un lago.
“Al ser el terreno tan irregular y haber tan poca visibilidad, se te pueden ir los tobillos constantemente. Todo está muy inestable, te puedes tropezar. Yo le di una patada a un hierro en un cambio de escena y acabé de baja por contusión”, indica. Primero fue atendido en el servicio de enfermería del parque temático ubicado en Toledo –no hay médico ni ambulancia, pero sí un equipo de en torno a veinte enfermeros, según señalan los trabajadores a elDiario.es–, y después fue un compañero el que le llevó en su coche a la mutua para que examinaran su pie.
“La verdad es que poco pasa. Hemos normalizado que hay que tener cuidado. En las escenas de combate, por ejemplo, como un compañero calcule mal, es fácil que salgas con un dedo rajado o una brecha, sobre todo tras el cansancio de todo el día, que hace que cada vez seas menos preciso”, reconoce.
Este show cuenta con buzos como parte del elenco. A uno de ellos se le reventó el tímpano en medio de una función de la última temporada, provocándole mareos, sangrado de oído y nariz. Tuvo que esperar a que acabara la función para poder ir a urgencias, y posteriormente acudir al hospital. Estuvo mes y medio de baja. No era su primera lesión, en otra función se le cayó encima una campana que sujetaba con otros tres actores, –que habían avisado de que pesaba demasiado–, provocándole un esguince cervical.
Cuando sucedió, de igual modo no fue trasladado hasta que se terminó el número. Una práctica que los trabajadores consultados por este periódico definen como habitual: “Ante cualquier accidente que pase durante el espectáculo, no se te puede evacuar de la instalación hasta que se termine. Te sacan fuera donde no se te vea”.
Que haya médico y ambulancia es una petición que han solicitado a la empresa a través de su Comité de Empresa, ya que consideran que el actual servicio de enfermería “no es suficiente” para las necesidades del parque. Por el momento se les ha denegado. Este periódico se ha puesto en contacto con Puy du Fou, desde donde no han querido emitir ninguna declaración.
El peligro de actuar a oscuras
Otro actor, que prefiere igualmente no revelar su identidad, explica a este periódico cómo le perjudicó la falta de luz en El sueño de Toledo. “Estamos a oscuras, hay muchos obstáculos, me tropecé y me hice daño en las manos, tuve contusiones”, recuerda. En la enfermería le dijeron que no le darían ningún parte “si no notaba nada”, pero insistió para asegurarse poder acudir a la mutua al día siguiente para que valoraran los daños. Previamente, había tenido más accidentes. “Tuve una coreografía con espadas que hacíamos en el mismo camino por el que pasaban caballos y lo elevé [a la jefatura]. Después trabajé en altura, sin protección, en una segunda planta, y lo comenté porque había gente que tenía líneas de vida [sistema anticaídas] y yo no”, explica.
Cualquier accidente que pase durante el espectáculo, no se te puede evacuar de la instalación hasta que se termine. Te sacan fuera donde no se te vea
La siguiente situación controvertida le llegó al asignarle un papel como cámara de cine, teniendo que para ello que operar un aparato que describe como “muy pesado”. “Teníamos que bajar una cuesta con ella. Tenía una parte pesada con dos ruedas y avisamos hasta dos veces de que estaba mal. La arreglaron, pero volvió a dar problemas hasta el punto que se le cayó en la cabeza a un compañero”, señala. “Es un milagro que no pase nada más”, asegura otro actor, que aporta su testimonio de forma anónima.
Las lesiones se extienden al resto de espectáculos. En El Último Cantar, el número que ahonda en la leyenda de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, una bailarina, que quiere permanecer anónima, describe a este medio cómo se lesionó la espalda. “Me quedé pillada haciendo un cambré [paso de baile en el que se arquea la espalda]. Seguí bailando, pero cuando me quedé fría, no me podía mover. Ni me podía levantar de la silla, me tuvieron que llevar directamente a la enfermería”, describe. Con el parte que le dieron fue a la mutua que, según afirma, “se desentendió”: “Me dijeron que era una lesión que me podía haber hecho en mi casa y que no se iban a hacer cargo”.
Al no remitir el dolor, la bailarina lo comentó a la empresa para ver qué podían hacer. La solución fue darle un nuevo parte de la enfermería para que acudiera de nuevo a la mutua, y que la valorara otro doctor. Tampoco quiso hacerse cargo: “Me dijo que sí que me había lesionado trabajando, pero, como otro médico anterior había dicho que era enfermedad común, no podía hacer nada”.
Otros dos trabajadores consultados por este periódico coinciden en haberse lesionado trabajando, pero que han llegado a “normalizarlo” hasta el punto que entienden que han de curarse “en activo”, sin dejar de actuar. Uno de ellos comenta que ha sufrido “muchos golpes” y “algún esguince”, pero que está tan acostumbrado, pese a que “no es lógico ni debería serlo”, a “tirar” y seguir actuando pese al dolor. Eso sí, señala que “lo más normal” es acabar con fascitis plantar: “Muchos compañeros la tienen por la maldita arena”.
Los acomodadores, también afectados
Los problemas de salud que sufren los trabajadores de Puy du Fou no afectan solo al elenco de los espectáculos, también a sus acomodadores, los 'mangas verdes', como así se les llama dentro del espacio. Ellos también tienen que limpiar baños, vestuarios y gradas, junto al descontrol de horarios con parones no pagados incluidos, que han sido denunciados por Comisiones Obreras y UGT.
Una exacomodadora del parque, que prefiere no revelar su identidad, comparte que el equipo de acomodadores sufren “bastante” las condiciones meteorológicas, tanto en invierno como en verano: “Por muy adaptados que se supone que están los trajes, dan muchísimo calor. Hemos tenido varios mareos”. Además, critica que las botas que les facilitan “no son buenas”, ya que no evitan que se les claven las “roquitas” que hay repartidas por todo el recinto, y que a ella le provocaron que se le “fuera” el pie. “Me vendaron la pierna en la enfermería y me dijeron que se me iba a poner bien. No me quedaba mucho tiempo en el parque y seguí trabajando. Al día siguiente volví con la rodilla hecha una bola”, recuerda.
Aprovechando que la siguiente jornada le tocaba libranza, fue a urgencias por cuenta propia: “Me dijeron que tenía un esguince de rodilla y me dieron la baja, pero no fue laboral. A la semana me reincorporé, aunque iba coja. Al final pasamos muchas horas de pie y recorres distancias muy largas, de igual 21 kilómetros al día”. Este fue solo uno de los problemas que esta 'manga verde' tuvo durante la temporada y media que ejerció tal labor en Puy du Fou. En su entrada, que coincidió con la inauguración del recinto en 2021, tardó poco tiempo en ser ascendida como 'referente' (así llaman a los puestos superiores) gracias a su experiencia previa: “Mi labor era gestionar al equipo del espectáculo que te asignaran”.
Ataques de ansiedad en el parque
“Muchas veces actuaba sola, tomaba decisiones y modificaba horarios sin que hubiera ningún papel, contrato o sueldo que lo justificara. Te decían que era para ver qué tal lo hacías y ya, el año que viene, subirte”, explica ahora. Sin embargo, antes de que empezara la nueva temporada, en enero, la que había sido su jefa le escribió un mensaje, al que ha tenido acceso este periódico, citándola para que tuvieran una reunión. Su sorpresa fue que le dijeron que no había “actuado bien” en los meses previos, y que le iban a “relegar” a un puesto más bajo. “Y que si no me gustaba, ahí tenía la puerta o me cambiaban de departamento”, afirma.
Pese a que también le avanzó que, pasado el tiempo, “a lo mejor la ascendían”, en los meses siguientes: “Me acabó haciendo bullying. Me machacaba hasta puntos heavies y empecé a tener ansiedad. A veces me decía que quería reunirse conmigo al día siguiente, sin decirme los motivos. Hacía que me comiera la cabeza toda la noche y el día para martirizarme, y luego reconocérmelo a la cara porque me amenazaba con echarme”.
El trato y el contrato nunca mejoraron. La 'manga verde' relata el que recuerda como el peor ataque de ansiedad que sufrió trabajando dentro del parque. La exacomodadora critica que, pese a que Puy du Fou tiene una capacidad límite de público, “para ellos no existe”. Esta tesitura provoca que las indicaciones respecto a la capacidad de los espectáculos que controlan varía en función de las entradas que se hayan vendido ese día: “Puede que tú tengas que meter a 2.000 personas en la grada de un espectáculo y que no debieran ser más, y ellos llegar y decirte que les juntes y que quepan tantos como sean. Esto genera mucho estrés porque tienes que meter a personas en muy poco tiempo”.
La coyuntura se agrava cuando llueve, en parte porque convierte el terreno en “un auténtico barrizal”. En una ocasión, en la que lideraba el show de A pluma y espada, recibió la orden de dejar a la gente pasar cuatro horas antes de la hora de la función en cuestión, para que se resguardaran del mal tiempo. La complicación llegó cuando, una hora antes, tuvieron que desalojarles para después volverles a hacer entrar: “Había mucha gente enfadada, intentamos entre todo el equipo hacerles salir, pero el público empezó a abrir todas las puertas, a chillar y a empujar”.
“Podía haber sido como el Madrid Arena. No había seguridad. Estábamos desbordados”, recuerda haciendo alusión a la muerte de las cinco jóvenes el 1 de noviembre de 2012, que fueron aplastadas en una fiesta de Halloween. “Recuerdo abrir todas las catenarias para evitar que se entorpeciera aún más. Por el walkie con el que estamos conectados con el equipo de seguridad, recuerdo decir: 'Lo siento, pero están entrando a cascoporro'”. Le dijeron que los dejara pasar.
“Llega un punto en el que no sabes si ponerte a llorar, estaba con unos temblores”. Cuando aparecieron su jefa y el máximo responsable del parque, la mandaron a la enfermería. “No podía gestionar nada. Solo lloraba y pedía perdón”, rememora. “Me dijeron que ya habían entrado, que me podía relajar”, expone. Ella seguía “de los nervios” pero, cuando la vieron “más tranquila”, le dijeron que se “intercambiara” con el 'referente' de otro espectáculo: “Seguí haciendo mis horas hasta que me fui a casa”. La psicóloga de la 'manga verde', que llevaba tiempo tratándola, le planteó la opción de pedir una baja por ansiedad. Su primera reacción fue negarse, pero lo cierto es que “no quería ir a trabajar, no dormía e iba con temblores”. Fue su madre la que la convenció de que “no estaba bien” y que debía cogerla.
Finalmente lo hizo, estuvo de baja poco más de un mes hasta que decidió pedir el alta voluntaria y una excedencia: “No quería tener más contacto con esta persona”. Nunca más volvió a trabajar en Puy du Fou y, de hecho, reconoce que tiene “bloqueados” todos los perfiles en redes del parque porque le recuerdan a “una época que no fue buena”.
Los siete trabajadores consultados por elDiario.es aseguran que “disfrutan” de su trabajo, y que por ello reclaman a la empresa “mejores condiciones y más seguridad”. Ha habido algún avance, como la introducción de un servicio de fisioterapia, pero consideran que todavía queda “mucho” por lograr para que las lesiones dejen de estar tan presentes en su día a día.
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