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Opinión - Volver a empezar. Por Rosa María Artal

El español encuentra eco en el Himalaya

Alpinistas en el campo base de Manaslu, en el Himalaya del Nepal

Alfonso Cobo Espejo

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En los casi dos años que viví en Nepal me encontré con muy pocos nepalíes que supieran hablar español. Fue durante mis esporádicas incursiones en sus montañas cuando tuve más oportunidades de escuchar nuestra lengua en boca local.

“Elemental, mi querido Watson”, puede decirme quien lea esto, ya que la cordillera del Himalaya atrae a miles de turistas cada año. Y mucha gente del mundo hispano… “que no habla inglés”. Quien completa la frase es el español Álvaro Quintana, experto y organizador de rutas y tours de la agencia InspireU Adventures. Como nos explica este joven barcelonés, residente en Nepal desde hace casi una década, muchos turistas hispanohablantes demandaban contar con un guía local de montaña que dominara nuestro idioma. Por eso, su agencia y muchas otras ofrecen este servicio desde hace ya varios años. Esa es la razón, también, por la que muchos nepalíes vieron en el aprendizaje del español una buena oportunidad.

Fue el propio Quintana quien se ocupó de formar a guías para que hablasen español en la Universidad de Katmandú durante más de dos años. Fue casi por casualidad y como consecuencia del terremoto que destrozó el país en 2015. “La oportunidad de ser docente surgió porque disponía de un título de ELE [profesor de español] y ya vivía en Katmandú. A raíz del seísmo, el profesor que había por aquel entonces dejó su puesto y regresó a España. Se me ofreció ocupar su plaza y dije que sí”, explica Quintana.

Allí pudo conocer algunas de las inquietudes que llevan a un nepalí a aprender español. Unos lo hacían por simple curiosidad, otros porque pensaban viajar a EEUU y Latinoamérica y un tercer grupo porque quería convertirse en guía cultural o de montaña de habla hispana. ¿Alicientes? “Se cobra más del doble que un guía anglófono, no hay muchísima competencia y tiene futuro”, responde el catalán. Aunque los recursos disponibles para estudiar de una manera formal y académica son escasos, se aprecia un creciente interés por esta lengua. Así lo refleja el artículo “Enseñar ELE en Nepal, un desafío cultural”, publicado en la revista Atlas de ELE en 2022.

Según Quintana, esta reciente curiosidad “tiene que ver mucho con el fútbol, la comida mexicana, el tango argentino, la tomatina, el reguetón”. Hilando con esto último, podríamos decir que el español en Nepal avanza “despacito”, como la canción de Luis Fonsi y Daddy Yankee.

Pero no nos desviemos de la ruta principal de esta crónica. ¿No se decía al principio no sé qué historia de guías locales que llevan a los turistas hispanohablantes al techo del mundo?

¡Tranquilidad! “Pasito a pasito, suave suavecito”. Seguimos explotando el tema musical que, por cierto, fue un auténtico hit que se podía escuchar en cualquier puesto callejero de Katmandú. Quintana se asoció con un antiguo alumno suyo, Shaligram Bhattarai, que tiene su propia agencia local, Eco Himalaya treks. Bhattarai, además de empresario, lleva 16 años trabajando como guía de montaña en español.

“Empecé a estudiar el idioma en 2007, animado por un amigo que me aseguró que así sería más fácil encontrar empleo y el tiempo le ha dado la razón. Además, me gusta mucho el español. En general, los hispanohablantes son gente muy abierta y alegre. Es un gusto trabajar con personas de España y Latinoamérica”, cuenta a Archiletras.

Bhattarai comparte con nosotros la receta básica para ser un buen guía: “En la montaña, es importante conocer el vocabulario para explicar las condiciones de cada etapa, las del alojamiento, las comidas, así como satisfacer también curiosidades culturales”.

El guía nepalí nos explica que, en sus inicios, le costaba mucho distinguir los diferentes significados de una misma palabra: “por ejemplo, en Latinoamérica, el verbo coger se usa de manera muy distinta a como se emplea en España. Poco a poco, creo que estoy consiguiendo hacerlo”.

Además, confiesa un par de malos tragos que pasó por no haber comprendido bien a algunos turistas. “Recuerdo cuando una pareja de Barcelona me preguntó si tenía mantas extra. Yo les entendí mal y directamente fui al comedor a por unas manzanas. En aquel momento, no sabía la diferencia entre mantas y manzanas”.

Otro momento en que pasó mucha vergüenza fue en un parque natural conocido por unos pajaritos colorados. “Les dije a los turistas que tenían que prestar atención a los pajeros en vez de a los pájaros. Se rieron muchísimo. Ahora, pasado el tiempo, también para mí es una anécdota graciosa”. Para Bhattarai, esta interacción habitual con turistas hispanohablantes le ayuda a mejorar su nivel de español: “Este trabajo me permite ampliar mi vocabulario casi de manera inconsciente, así que estoy agradecido y no me planteo dejar este sector”. 

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