Las tres caras del héroe silencioso
El Brooklyn de La Entrega es un lugar donde decenas de bares sufren la extorsión de la mafia irlandesa. Y donde un camarero torpe, callado y aparentemente convencional llamado Bob Saginowski se verá envuelto en una situación límite dónde tendrá que defender a los suyos con una violencia descarnada.
En El simple arte de matar Raymond Chandler se inventa el concepto de antihéroe, un caballero andante que se camufla entre la gente corriente, que no sobresale ni por lo bello ni por lo valiente (aunque lo sea) y que guarda su código de honor en las profundidades de su alma cubierto por un velo de cinismo. “Debe parecer un hombre común, pero no tolera mezclarse con ellos. Ha sido degradado pero continua basándose en el honor. Es leal por instinto, por inevitabilidad. Le disgusta lo falso y lo mezquino”.
El héroe que encarna Tom Hardy, escrito y adaptado por Dennis Lehane (Mystic River, Gone Baby Gone), corresponde a este perfil, aunque modernizado con pequeños añadidos. Saginowski carece de ambición, vive y deja vivir, quiere a su chica (Noomi Rapace) y es leal a su primo y dueño del bar (James Gandolfini) hasta que éste comienza a demostrar signos de egoísmo y bajeza. Hasta aquí un espejo del Philip Marlowe ideado por Chandler, modernizado con la misma combinación de ternura y violencia extrema que ha hecho famoso a Ryan Gosling en Drive y Solo Dios perdona. Solo que Marlowe es bruto y el estereotipo es más bien burro.
“Debe ser un hombre solitario y de ingenio grosero. Y por supuesto relativamente pobre, porque si no, no sería detective”, explicaba Chandler. Tanto Humphrey Bogart en El sueño eterno como Elliott Gould en El largo adiós encarnaron a Marlowe. Bogart era más duro, el amante perfecto, el implacable detective. El larguirucho Gould rebosaba descaro, era el típico capullo deslenguado que al final se redime haciendo lo correcto. Los dos eran cínicos “de ingenio grosero” pero nadie les llamaría borricos. Hay un abismo entre ellos y el Bob de Lehanne.
La llegada del samurái
El eslabón perdido en la evolución del antihéroe fue Le samouraï. Lo que hizo Jean-Pierre Melville con el estereotipo inventado por Chandler fue cortarle la lengua y desnudarle de toda esa impostura que desprendía el detective de Chandler. El Jef Costello de Alain Delon es un hombre apuesto y enigmático que no sabe amar puesto que, al igual que el samurái, lleva una existencia monacal basada en el honor, la lealtad y el silencio. Su lenguaje es la violencia, su principal característica es la soledad. Es precisamente el derrumbamiento de este código el que lo redime y lo destruye. Él es el siguiente paso en la evolución hacia el héroe introvertido que protagoniza la cinta de Michael R. Roskman.
“Puede seducir a una duquesa pero nunca se aprovecharía de una virgen”, decía Chandler, y Melville no olvidó este detalle sino que le dio alas. Alain Delon representa a un individuo cautivador y fascinante para el sexo opuesto. Sin embargo, en vez de ser un mujeriego desatado, gasta todos sus esfuerzos en mantenerse frío para evitar caer en el pecado de la carne.
Nicolas Winding Refn, director de Drive y Solo Dios perdona, respeta la mayoría de las singularidades del samurái y da una vuelta completa a su idea de romanticismo. Si para el personaje de Alain Delon el amor estaba prohibido, para el cortito conductor interpretado por Gosling es un fenómeno meteorológico que lo transforma por completo.
El tipo del escorpión en la espalda no es capaz de mantener un diálogo coherente con la mujer que ama, solo hay miradas y medias sonrisas que ni siquiera tienen por qué significar algo. Parece adecuado calificar al protagonista de Drive como un auténtico pagafantas. Son los problemas de la chica interpretada por Carey Mulligan los que le arrastran oportunísticamente hacia él. Cabe preguntarse si ella se enamoraría de un tipo semejante en cualquier otro contexto.
Psicópata + perrito = nuevo héroe noir
Ryan Gosling se enamora de una chica y se encariña de su hijo. En The Drop, están su novia Nadja y un cachorro. Si no fuera por estos elementos, tampoco nosotros nos enamoraríamos de un matón de carretera o un auténtico beato que va a misa todas las semanas, que esquiva el sexo por caballerosidad y que se retrata como un auténtico mojigato.
Por no decir psicópata. Esta última reencarnación del héroe silencioso se revela como un asesino despiadado que se mueve a través de feroces impulsos y que desconoce la culpa, por eso es necesario bajarle el coeficiente intelectual y enchufarle en los brazos un perrito. Cabe destacar una última novedad en la cadena evolutiva del género: al contrario de lo que ocurre con Le samouraï, el código de honor del personaje de Tom Hardy le permite enamorarse y salvar la vida de la chica y del cachorro. Un final made in Hollywood para un criminal con pocas luces.
Esta revisión del héroe nos gusta porque es benévola con el mundo. Porque nos sentimos más identificados con el personaje torpe que con el insolente perdedor. Queremos que triunfe la bondad, la fidelidad, la honestidad y el amor a pesar de la violencia. Por eso ha sido inevitable que el detective Philip Marlowe se haya ido convirtiendo con el paso de los años en el camarero interpretado por Bob. El héroe silencioso es el héroe de nuestro tiempo.