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La joven que escapaba de la heroína pero encontró depredadores sexuales

Daria, protagonista de 'Imaculat'

José Antonio Luna

Gijón —
27 de noviembre de 2021 22:47 h

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A Daria todavía le queda rastro de acné en la cara, pero también de heroína en la sangre. La joven ha acabado en una clínica de rehabilitación, a la que ha sido arrastrada por sus padres para convertirla “una buena hija”, tras una complicada relación amorosa que aún mantiene. Su novio ahora está en la cárcel. Y ella, aunque llega a ese centro buscando la libertad, no sabe que está a punto de entrar en una prisión donde el menor problema será el del síndrome de abstinencia. 

Imaculat, galardonada con el León del Futuro al Mejor Debut en Venecia, es una de las propuestas más interesantes de las 59º edición del Festival de Cine de Gijón. Monica Stan y George Chiper, proponen un crudo drama basado en una experiencia personal de la codirectora. Pero llevarlo a la pantalla grande no ha sido fácil. “Me tomó mucho tiempo, porque he tenido que distanciarme de lo que viví para asimilarlo. De hecho no recuerdo mucho del periodo, por eso digo que el guion es más ficción que autobiográfico”, explica Stan a elDiario.es.

Bastan pocos minutos para percibir la incomodidad de Daria. Ya en su presentación con el resto de pacientes la tratan como si fuera un nuevo juguete, uno con el que se divierten y acosan. Es un clima carcelario donde impera la ley del más fuerte o del que tiene poder sobre ciertos recursos valiosos que no están permitido en el recinto, como una llamada de teléfono al “mundo exterior” o una tableta de chocolate.

Aun así, Stan recalca que el filme “no pretende ser un ejemplo de cómo funcionan las clínicas en Rumanía”. “La experiencia es fiel a cómo recuerdo la clínica, pero se trata de algo subjetivo. Hay algunos sitios en los que seguro que se dan situaciones de abuso y luchas de poder, pero quizá de forma más sutil”, apostilla.

A pesar de que la situación es incómoda, Daria comienza a tejer ciertas relaciones dentro del lugar para, entre otras cosas, sentirse protegida. Pero el precio a pagar es caro. Spartac, un hombre violento, corpulento y con contactos en la cárcel, desarrolla una relación afectiva y paternal por la protagonista que podría haberse tornado en amorosa de no ser porque ella le confiesa que tiene pareja. El respeto no es tanto hacia la mujer, sino a otro hombre. Aun así, cada noche la cita en su habitación para dormir abrazados y, si esta se opone, entra en acción un desagradable forcejeo que en ocasiones se torna de chantaje emocional. “¿Me vas a dejar hoy cuando estoy mal?”, le reprocha él. 

De esta manera, aunque tener cercanía con el cabecilla podría parecer una posición ventajosa, con el paso del tiempo se percibe como un gran error. “Para ella una decisión muy complicada de tomar, ya que es un entorno muy complicado para detener ese tipo de relaciones si no lo haces desde el principio. Es dificilísimo decir: ‘No, ahora cambiamos las reglas de nuestra interacción’”, observa Chiper.

Fuera de la clínica tampoco es más agradable. Su pareja infiltra a un amigo en el centro para vigilarla y, mediante llamadas telefónicas, le incita a abandonar cuanto antes la rehabilitación. Daria supera antes la dependencia de la heroína que la amorosa. “Una relación tóxica es un poco como la heroína: quizá al momento de tomarla parece que te reporta cosas positivas, pero a largo plazo degrada tu cuerpo y tu salud”, aprecia Stan.

¿Ayuda la violencia a generar conciencia?

Imaculat es una película que entronca con la llamada Nueva ola del cine rumano, corriente caracterizada por una estética austera y minimalista así como el tratamiento de temáticas sociales. Y esto, mezclado con la descripción del clima en un centro de desintoxicación, genera una sensación asfixiante. Todo ello además es potenciado desde la cámara, con planos cortos y un formato 4:3 que crean todavía más la impresión de estar encapsulado en un lugar del que no hay salida, justo como su protagonista.

Por otro lado destacan las interpretaciones, en especial la de Ana Dumitrascu (Daria). A pesar de que es una historia que se podría prestar a caer en la sobreactuación, han sabido controlar los límites y la sensación de estar viendo un “documental” nunca se difumina del largometraje. “Aunque todo el guion está escrito también trabajamos la improvisación con los actores, y de ahí esa sensación de realismo. Además fue muy fácil dirigir con Ana, ya que después de hablar de la historia y el personaje hizo mucho trabajo por su cuenta”, mantiene Stan. 

Derivado de este realismo y las escenas que se muestran, Imaculat puede resultar por momentos una película especialmente hostil contra las mujeres. Esto plantea un debate que ya se dio con series como El cuento de la criada¿hasta qué punto es beneficioso? “No creo en que haya ninguna evidencia convincente de que ver imágenes de sufrimiento de las mujeres en solitario lleve al cambio social. Proviene de una larga tradición de considerar la experiencia femenina inherentemente dolorosa”, escribió la Arielle Bernstein, periodista de The Guardian, sobre la ficción de Margaret Atwood.

En cambio, Monica Stan argumenta que “si no muestras la violencia no hay forma de concienciar sobre esto”. “No se trata de enseñarla de forma gratuita, sino de investigar qué es lo que la genera. Y creo que eso es lo interesante de la película: que ahonda en cada caso y cómo se llega a esa situación. Y así, quizá, puedes conectarlo con tus propias experiencias para ser más consciente de ello”, afirma. 

George Chiper, por su parte, señala que la clave está en el epílogo porque es cuando la protagonista “transforma algo negativo en positivo, reafirmando su individualidad y priorizando el cuidado sobre sí misma”. Eso sí, hay que quedarse hasta final porque no solo Marvel tiene escenas poscréditos. El cine independiente rumano también. 

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