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ENTREVISTA | Chimo Bayo

“Me considero Patrimonio de la Humanidad”

Chimo Bayo durante la entrevista con eldiario.es

Vanesa Rodríguez

“Chiquitán chiquititan tan tan que tun pan pan que tun pan que tepe tepe pan pan pan que tun pan que pen”. Corría el año 1991. Chimo Bayo, DJ referente de la Ruta del Bakalao, hacía botar a media España. La otra media trataba de esquivar la crisis que se le venía encima y a la vez inflaba la burbuja que estallaría años después. ¡Hu-Ha! La movida valenciana estaba en pleno apogeo. Miles de jóvenes recorrían los fines de semana sin descanso la carretera de El Saler de discoteca en discoteca en busca de un buen chute de música electrónica aderezada con anfetas y speed. Pero la masificación del fenómeno y, según Bayo, los políticos, acabaron con la Ruta.

No iba a salir y me lié (Roca Editorial), novela escrita a cuatro manos por Chimo Bayo (Valencia, 1961) y la periodista Emma Zafón (Castellón, 1987), encumbra a los años 90 como “lo mejor y más puro de la historia de España”. En el libro, dos ruteros cuarentones se plantean resucitar la Ruta del Bakalao, nostálgicos de aquellos años en los que las drogas y la electrónica lo eran todo para ellos. Ahora están más gordos, más viejos, más tristes y más solos. En su misión para volver a sentirse vivos contarán con la ayuda de DJ Lightman, alter ego de Chimo Bayo.

Para sorpresa de los que relacionan bakalas con fachas, el libro se presenta en La Morada de Arganzuela, sede cultural de Podemos donde se ha organizado una jornada con expertos sobre la Ruta del Bakalao. El acto concluye con la actuación de Bayo, que interpreta varios de sus temazos. Cuando le preguntamos por su relación con el partido de Iglesias, Bayo se aferra a su apoliticismo: “No sabía nada”.

¿Cuánto de usted hay en DJ Lightman? Además de la forma de vestir y las canciones.

Lightman es el DJ que canta 'Exta-sí, exta-no'. Es muy importante para nosotros que la gente tenga la libertad de elegir lo que es en la novela ficción completa o tiene algo de realidad. Hay muchas personas que lo leerán y dirán ‘esto tiene que ser mentira seguro’. Pero la novela tiene que jugar con eso. Hemos hecho una novela histórica de ficción: de forma que Lightman parezca Chimo Bayo, pero es un personaje también.

Además mete alguna anécdota que no termina de saberse si es leyenda urbana o no, como la historia de 'cierto DJ' que se metía rayas en los discos mientras pinchaba.

Eso me lo preguntaron una vez en una revista y mi contestación fue que soy lo suficientemente inteligente para no estropear un vinilo. Es mi imagen, el estereotipo que hay de mí. Hay gente que me ha conocido y se creía que estaba loco antes de hablar conmigo y luego descubrieron que es mucho peor. (Ríe)

En la novela se refiere a los 90 como “lo mejor y más puro de la historia del país” ¿No está idolatrada esa década en el libro?

Lo mejor yo creo que fue hasta principios de los 90, cuando empezó a moverse la música electrónica. ¿Pero idealizar las cosas? Esto no es una novela que sea nostálgica solo. Yo lo que digo es que no se puede tener nostalgia de algo irrepetible: eso es que te has quedado pillado.

Creo que la gente que vivió esa época fueron unos privilegiados y, después del estigma de tantos años metiéndose con los de la Ruta, tienen que tener el orgullo de decir ‘Yo estuve allí y me lo pasé de cojones’. Que se rompa ya esa barrera de si tomabas esto o tomabas lo otro porque todo el mundo ha tomado, siempre. Toman y el que no tome pues no pasa nada, y el que tome pues tampoco. Mientras no hagas daño a nadie, no pasa nada.

¿Entonces diría que no hubo nada malo en aquellos años? ¿Ni en las drogas?

En esa época no tomaban caballo, tomaban cosas para despertarse y divertirse. Lo compararía con si la gente ahora tiene más empatía que entonces, yo diría que no. La gente tenía más empatía con los demás, tropezabas con alguien y no te pegaban. Ahora parece que están esperando a que tropieces con alguien para ponerse agresivos.

En aquella época no nos insultábamos, si tenías que pegar fuego te lo pegabas a ti mismo y luego pues estabas dos días mal, o lo que fuera.

Se dice que hubo gente que se quedó en el camino, o cuánta gente tomaba, o se quedó colgada, o cuánta gente murió… Yo creo que todos los días muere gente y no hace falta que tomen nada.

Fue una cuestión política porque había demasiada gente divirtiéndose los fines de semana en una ciudad. Pero drogas se han tomado siempre y yo no sé si ahora se tomará más o menos que en aquella época. Todo movimiento social tiene algo de transgresor y eso es importante que exista.

Y yo no le digo a nadie que tome nada, ¿eh? Eso tiene que tenerlo la gente claro, a partir de que son mayores de edad pueden hacer lo que quieran y yo no soy nadie para decirles ni que sí ni que no.

¿Qué mató a la Ruta del Bakalao?

El éxito de tanta gente, la masificación. Brilló con mucha luz, como un momento de hedonismo y claro, cuando al principio éramos 1.500 bien, pero cuando ya eran 35.000 personas en un fin de semana, eso llama la atención.

¿Quiénes fueron más culpables en ese sentido, en acabar con el movimiento? ¿Los medios de comunicación con varios reportajes ya míticos sobre la Ruta -como el de Pérez Reverte o el famoso de Canal + presentado por Francino- o los políticos?

No creo que fueran los medios los que dijeran 'vamos a acabar con esto'. Yo creo que eso se habla en los despachos: 'vamos a ir a por esto, vamos a llamar la atención sobre esto, mientras despistamos de otra cosa'. Ocurre ahora mismo y tú lo sabes. Pasan dos cosas que llenan el Telediario cuando lo realmente importante no se está sacando.

Los medios de comunicación se estaban haciendo en esa época, las ayudas eran importantes, estábamos en un momento de juego y nos tocó a nosotros.

Yo tampoco estaba de acuerdo con que 40.000 personas se estuvieran moviendo todos los fines de semana, pero las primeras épocas para mí fueron cultura y luego con la masificación, a partir del 91, hay demasiada gente. Si hay 100, por lo menos uno o dos es un cabrón.

Diría entonces que la primera parte de la Ruta es la que tiene que ser reivindicada desde el punto de vista cultural.

Siempre. No solamente eran los DJ coetáneos, sino los anteriores, que no tenían técnica pero sí que sabían elegir buena música. Luego poco a poco se creó un estilo de DJ que mezclaba música electrónica con guitarras, ocho estilos diferentes de música, desde los nuevos románticos al acid-house, al electro, al electronic body music, a la música industrial, al rock… En una noche tenías todos esos estilos musicales que podías mezclar y éramos DJ de seis-siete horas pinchando.

Ahora a los DJ nos contratan para una hora y 45 minutos y no puedes hacer muchas pruebas. Tienes que ir un poco a lo que tú crees que va a funcionar dentro de ese estilo. Pero en aquella época podías jugar a poner canciones nuevas cada noche, probar mezclas. No es una cuestión solo de chumba-chumba. Aquello, ese estilo de música, tenía sentimientos.

¿Y por qué cree entonces que no pasó con la movida valenciana lo que pasó con la movida madrileña?

(La madrileña) tuvo un apoyo gubernamental. Serían 400 personas, si lo comparas con 35.000 se va un poco de las manos. En Valencia quizá fue un movimiento más social, de buscar la diversión después de la Transición, en un momento en el que la educación de la gente también era diferente a la de ahora.

Aunque haya reconocido que tomaba sustancias durante esa etapa, usted asegura que siempre ha mantenido el control desde la cabina. Como dice en el libro, ¿era el más loco entre los cuerdos o el más cuerdo entre los locos?

Podría ser las dos cosas a la vez. Como DJ, de cara al público he sido el descontrol controlado. El descontrol es el espectáculo, pero al mismo tiempo tienes que estar atento a los volúmenes, a que no salte la aguja, a limpiar cada disco, a que el micro no se acople, a subirte por encima de los platos mientras se mueven los vinilos… Si no hubiera un control sobre eso seguramente me hubiera caído 20 veces, hubiera roto los discos, habría parado la sesión y no podría estar hablando a las siete de la mañana. Es una cuestión de autocontrol.

¿Ha vuelto a visitar los lugares emblemáticos de la Ruta, como El Templo, donde fue el DJ residente y discoteca que se intenta resucitar en la novela?

Hace poco volví, por una canción que sacaré dentro de poco. Hay unos enlaces curiosos: la novela empieza en El Templo y el personaje que me representa es Lightman (hombre-luz); mi última canción se llama Diablo; Lucifer es el portador de la luz; y ahora la nueva canción que habla del bien y el mal está grabada en El Templo, un escenario postapocalíptico, que es el mismo lugar en el que empieza la novela.

Entras en El Templo, el sitio donde yo hacía ¡HU-HAS! hace 25 años y ves que la destrucción es total. Eso sí, lo han limpiado. Está postapocalíptico pero limpio.

¿Conoce a muchos ‘pacos’ y ‘tonis’ (los protagonistas de la novela)? Ruteros que han envejecido mal, que se han quedado descolgados.

En aquella época eran bastante peleones. Han estado arriba, abajo, pero todos siguen peleando. Muchas de las personas que en esa época eran los más locos, ahora son abogados o tienen notarías… Todos tenemos un pasado, pero no quiere decir que te quedes ahí.

¿Por qué ha escogido La Morada como lugar para presentar su libro?

Yo en ese sentido no he tenido nada que decir. En Barcelona lo presentamos en la Fnac, en Valencia en un centro cultural, y a mí el sitio que elija la editorial me parece bien. Lo importante es que la gente se entere, que funcione la novela y que venga un productor de cine y nos diga que quiere hacer la película.

Lo decía porque aunque sé que no le gusta hablar de política La Morada es la sede cultural de Podemos.

¿Ah, sí? No lo sabía.

Pero organizan un acto con expertos en el que van a hablar de la Ruta, de su libro y luego actúa.

No sabía nada. (Ríe) Es que soy feliz porque yo no me entero de la mayoría de las cosas. Es la primera noticia que tengo es esta. Es la editorial la que escoge estas movidas.

Yo soy apolítico. Lo que sí que sé es si alguien te intenta putear o no. Por ejemplo el gobierno en Valencia podía haber apoyado la cosa cultural y haber dicho: ‘no os paséis tanto’. Pero tirar al carajo un montón de puestos de trabajo y coartar la libertad… No sé qué pretenden, ¿que estemos en casa todo el día? Hay que estar en la calle, pero eso molesta.

Puede chocar porque durante la última etapa se identifica a los bakalas con fachas en chándal con la bandera de España.

Eso seguramente fue en el declive. Como decía, la Ruta buena fue desde el 81 al 92 como máximo.

Se define como apolítico, ¿de hecho la gorra que llevaba de CCCP no tenía tampoco que ver con el comunismo?

No, porque en algunas de esas actuaciones también llevaba la bandera de España. La gorra fue una cuestión de necesidad porque se me enredaba el pelo en el micro, que al principio era un micro con cable, pero de diadema, llevaba los auriculares, llevaba las gafas con luces… Se te enredaba el pelo en todo eso. Y como llevaba el pelo muy largo y ya había tenido una época que me vestía de samurai, se me quedaba hecho una pasta. Pensé que me quedaría calvo en dos días. Y entonces vi la gorra de CCCP.

A mí me gusta ir contracorriente. Todo el mundo llevaba una gorra de los Chicago Bulls, de Nueva York y yo dije, ‘la gorra esta para mí’. En ningún momento tuvo que ver con la política, igual que llevaba lo de CCCP llevaba la bandera de España. Las interpretaciones las puedo comprender, pero en ningún momento perdí el tiempo en esas cosas. La gorra me gustó porque era roja y era también por protestar. Tanto NY, tanto NY y tanta hostia. Y dije: ¡Esta es para mí!

Aunque me ha estado esquivando con el tema de la política, es que en el libro sí que se habla de que los políticos tuvieron responsabilidad en cargarse la Ruta, se habla de la crisis, de la corrupción en Valencia… Y traído a día de hoy, este fin de semana lo más probable es un nuevo Gobierno de Rajoy. ¿Cómo le hace sentir eso?

Cada día me doy cuenta de que tenemos menos poder. Eso es lo que pasa. Que realmente la gente de a pie no tiene nada de poder. Y la democracia es muy bonita, si no votas no tienes derecho a protestar, pero aquí ha votado mucha gente, ha protestado y no le han hecho ni caso.

¿Conoce el tema que hizo el rapero El Coleta junto a El Niño de Elche en el que animaban a votar al Partido de la Ruta?

No me importa. Igual que La Hora Chanante tiene “Los consejos de Chimo Bayo” (pone voz chanante), a mí todo ese tipo de cosas me gustan que se hagan. Lo vi, me reí un rato y ya está. Me considero Patrimonio de la Humanidad, conmigo pueden hacer lo que quieran (Ríe). Soy un poco un símbolo y la gente lo puede coger a su rollo para hacer lo que quieran, no me enfado por esas cosas.

La exposición que montó en Valencia sobre la Ruta, que iconos de la modernidad de hoy pidan la presidencia para usted, que Podemos organice un acto sobre la Ruta… ¿Siente que está cambiando la percepción de aquella época?

La exposición en Valencia en el MuVIM batió todos los récords de asistencia. Si eso no es cultura que venga HU-HA y lo vea (Ríe).

Por eso digo que si no cree que empieza a ver una cierta ‘reparación’.

Nostalgia, pero reparación no creo. Cuando pasa el tiempo te das cuenta de que quizá fue el último movimiento libre que hubo. Ahora todo está politizado.

Yo personalmente me siento muy feliz de haber hecho bailar a millones de personas- A mí me ha costado mucho conseguir que se aprecie como cultura. Siempre, siempre, siempre, me he empeñado en eso.

Su hija también es DJ. ¿Qué consejo de los que le ha dado diría que es el más importante?

Que no haga mucho caso a los amigos, que se busque su estilo y que sea una profesional, que de fiesta se puede ir cuando quiera, pero que cuando está trabajando tiene que ser una profesional. Y eso lo hace bien. Que nunca deje de creer en ella misma.

¿Sigue habiendo hoy Tías Enriquetas?

Sí. Yo reivindico mucho la Tía Enriqueta y ha ganado mucho con el tiempo. Yo me estoy convirtiendo en una Tía Enriqueta (Ríe). Es un homenaje a las señoras mayores que son capaces de coger la bici e irse a por el pan a cuatro kilómetros, llegar y prepararte la cena, lavarte la ropa y tenerla planchada cuando sales, si falta el agua en la mesa se levanta ella. Y se compara con la gente de 20 años que parece que tengan 80 y son incapaces de mover un dedo y lo quieren todo hecho. Es un canto a ¿quién no ha tenido una tía Enriqueta en su vida?

¿A quién mandaría al espacio exterior?

A mí. Volvería allí otra vez.

¿Sabes qué pasa? Que nunca pierdo energía en pensar a quién no aguanto. Me puedo cagar en alguien un día en petit comité, pero no me obsesiona.

A la apatía por ejemplo sí que la enviaría. A la apa-tía no Enriqueta. (Reímos)

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