ENTREVISTA

Gonzalo Suárez: “Me gustaría ser mosca”

Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) y yo estamos de acuerdo ya desde el principio: las entrevistas, y la vida en general, salen mejor tomando un buen vino. Pero como la vida también es frustración, solo tenemos agua. Sobreviviremos a semejante carestía hablando de la nueva novela de Gonzalo, Con el cielo a cuestas, de la reedición de Doble dos (1974, ahora en Random House), de su cine, del periodismo y, muy importante, de la belleza del vuelo de las moscas. En conversación, Suárez se maneja con habilidades de gran boxeador, es decir, a golpes justos, medidos e inevitables.

Gonzalo, pienso en la reedición de Doble dos y en una carrera tan larga, ¿tú te acuerdas de cuándo hiciste cada cosa?Doble dos

Me acuerdo en función de las películas. No me acuerdo de las fechas y además no me conviene. Por ejemplo, Doble dos coincidió con el rodaje de La regenta.

¿Te quedaste contento con La regenta?La regenta

En aquel entonces yo era muy radical y me parecía que era un cine demasiado ortodoxo. Venía de hacer Ditirambo o Aoom, películas iconoclastas… y esta era comercial… Tenía la sospecha de haber hecho algo malo.

Vamos, una vergüenza.

Sí, estaba avergonzado pero, sin embargo, La regenta es una película que en la memoria puedo recuperar y, por lo que me dicen los que la han vuelto a ver, porque yo no vuelvo a ver mis películas ni a leer mis libros, está bien. Ahora, no me importaría volver a hacer La regenta

La volví a ver hace relativamente poco y creo que aguanta el paso del tiempo. No estaría mal que te remakeases a ti mismo treinta años después.remakeases

En cierto sentido lo he hecho con Oviedo express, que es una película que me gusta mucho porque mezcla humor y drama… es una historia entretejida, coral… me gusta mucho Oviedo express.

Le debes mucho a Clarín.

Sí, pero no sé a cuánto está el kilo (Nos reímos). Le debo dos películas, por lo menos… aunque debo confesar que La regenta es la primera película en la que no participé en el guión. Eso sí, me pasa como con el chiste de la cabra (Atención, va el chiste de la cabra: “Esta cabra que se está comiendo un rollo de película y dice ”el libro me gustaba más“). A mí también, el libro me gustaba más y un libro así es muy difícil de adaptar. Tengo siempre esa sensación con las adaptaciones: pude hacer una adaptación de La colmena pero consideré que ese no era un cine que me representase.

¿Qué cine te representa?

Creo que hago un cine que, en principio, no es mimético: trato de no hacer lo que otros hacen mejor. Lo dicho: La colmena la hizo Mario Camus y le quedó muy bien.

Hemos empezado por el cine pero la idea era charlar sobre Con el cielo a cuestas, tu nueva novela, ¿quién es el protagonista, Massani?Con el cielo a cuestas

Este personaje surgió de una novela que escribí al volver a Barcelona desde París y que, por fortuna, la censura rechazó íntegramente. Me hicieron un favor: ese libro no me gustaba, era demasiado naturalista, y yo quería buscar otra forma de escribir. De hecho, lo que escribí después fue De cuerpo presente (1963). Fue mi primer éxito: enviaron a Madrid ochenta ejemplares a distribuir ¡y devolvieron ochenta y uno! (Me río).

Eso es como los panes y los peces.

Y me acuerdo de mi primera crítica…

Os acordáis todos de la primera crítica…

De la primera crítica te acuerdas como del primer amor. Era de radio y decía: “Este librito, por su amenidad, puede leerse también paginita, sí, paginita, no”. (Nos reímos, de nuevo).

Me acuerdo de la crítica que me contó Cuerda de Total (1983), escrita por Ángel Fernández-Santos. El título era demoledor: Total, nada (Risas). Por cierto, ¿qué echas de menos del siglo XX? Porque el siglo XX está aquí (señalo al libro y Gonzalo pone cara de asombro).TotalTotal, nada(Risas)(señalo al libro y Gonzalo pone cara de asombro)

¡Dios, qué susto me he llevado! El siglo XX lo ha fagocitado Picasso, es uno de los casos de hipnotismo extraordinario. Ha conseguido ser el hombre del siglo XX. Esto en aspectos artísticos porque, por otro lado, es un siglo en el que, quizá como todos los siglos cuando se acaban, el recuento es sangriento, feroz. Toda la Historia es una historia de crímenes. En ese momento París era como el sueño para la cultura, para el arte… desde la perspectiva sórdida de la España franquista. Toda la postguerra la viví en Madrid y como mi padre era catedrático de francés y un entusiasta de la cultura francesa, fue el primero que me llevó a darme un paseo por París, enseñándome desde los museos hasta los cementerios. Yo tenía una verdadera fijación por París hasta el extremo de que cuando tuve éxito como actor de teatro, y a la vez estudiaba Filosofía y Letras, me apunté al servicio militar voluntario para que me permitiesen hacerlo de un tirón y poder irme allí.

Hablas mucho de París pero hablas también mucho de la muerte. Como decía Woody Allen, ¿querrías no estar presente cuando ocurriese?

Una de las virtudes de la literatura es que ni se mata, ni se muere de verdad. Soy un hombre de ficción porque es la forma de protegerse de la vida, aunque de la vida también te protege un buen vino. La muerte en la novela es una herencia de la serie negra. Soy de los tiempos de Chandler o Hammet, más de Chandler que de Hammet. Eso sí, de Hammet creo que he heredado la estructura, la frase corta, la prosa limpia… aunque luego ya me he hecho más literario. De Chandler he heredado el humor. En ellos y en todo el género negro, está siempre presente la muerte.

Arranca la acción, que no la novela, con una imagen muy potente: Massani, el protagonista, viendo a una mujer transexual masturbándose en una roca. ¿Cómo empiezan las novelas en tu cabeza? ¿Con una imagen, con el título, con el final?

Esa imagen no la tenía prevista, pero en la génesis de ese libro anterior del que hemos hablado antes ya estaba Massani. No era exactamente un alter ego mío, tenía un aspecto como el de Sterling Hayden en La jungla de asfalto, de pistolero rústico. Cuando surgió el personaje empezó a ocupar mucho espacio, incluso yo tenía la sensación de que estaba ahí sentado… cobró hasta corporeidad. La imagen apareció, de pronto, cincuenta años después de aquel libro inicial: una mujer masturbándose en lo alto de una roca, con la particularidad de que tenía pene. Esa mujer creo que es lo más atractivo del libro porque los malos siempre te gustan más.

La fascinación por la mujer y el sexo: ¿dura hasta tu edad o, como decía Buñuel en su autobiografía, con los años se aplaca y te libera?

Esa es una parte de la biografía de Buñuel que me ha resultado siempre muy triste. Yo no me he liberado del deseo sexual pero me cuesta más trabajo correr detrás de las mujeres y alcanzarlas. Además, como tengo un matrimonio de cincuenta años…

Llevas casado cincuenta años…

Más, cincuenta y seis.

Eso, llevas casado cincuenta y seis años, ¿cómo hacéis para quereros durante tanto tiempo?

Con la costumbre se va acrecentando el quererse especialmente cuando es una conjunción afortunada… porque también puede crecer el odio. En ese sentido tengo una herencia fatídica, la de mis padres. Con todo el horror que me produjo en aquel momento que se separaran, sin embargo, racionalmente, pensé por qué no se habrían separado antes, incluso antes de que hubiese nacido yo. En ese caso, yo no hubiese nacido y me hubiese convertido en algún tipo de animal… hombre, ¡me gustaría ser mosca! Comen de todo, incluso mierda, una ventaja enorme. No pasan hambre en general y luego su vuelo es perfecto, ¡qué precisión!

Pero solamente viven un día.

En realidad, nosotros también vivimos un día. Vivimos un instante que se reproduce. Pero después de que me digas esto, ya me mosquea ser mosca.

Doble dos, ¿qué supone esta reedición? Es una novela de su época, que a mí se me mezcla con un cine muy determinado: Topaz, Alan J. Pakula…Doble dosTopaz,

Fue una novela de encargo para Planeta, basada en la ficción de un atentado que se planeaba contra Franco y Eisenhower en la visita del presidente norteamericano a España (1959). Es un libro que probablemente no hubiese pasado la censura si no llega a ser porque Lara padre pidió una audiencia con Franco y llevaba el libro en la mano. Le dijo “Su Excelencia”, o como le tratara, “este libro es muy interesante” y se lo dio. Entonces le hicieron la foto a Franco con el libro en la mano y los censores supongo que pensarían que no podían ser más papistas que el Papa y solo cortaron algunas cosas. Sospecho que mis mejores libros están en el inicio, como los relatos de Trece veces trece (1964).

Bueno, El asesino triste, también un libro de relatos cortos, es del noventa y algo y es cojonudo.El asesino triste

Me gusta más el relato corto, me encuentro más a gusto. De todas maneras, creo que la literatura actual está hecha de una acumulación de lo que son relatos cortos más o menos camuflados. Por ejemplo, se me ocurre Cien años de soledad, aunque esto no es nuevo, viene desde El Quijote, que es como un puzle, y pone de relieve la libertad mayor de esta estructura frente al verse circunscrito a una historia con principio y fin. Esto último tampoco obedece a mi sentido de la vida: nada está concatenado por orden cronológico y, de hecho, la memoria no lo recuerda nunca así. Por tanto, me gustan los relatos cortos.

Relatos, novelas, cine… y periodismo. ¿Qué echas de menos del periodismo, especialmente el deportivo, en el que trabajaste en los sesenta con el pseudónimo de Martin Girard? (Nota: los artículos de Martin Girard están recopilados en el espléndido La suela de mis zapatos, editado por Seix Barral).(Nota: los artículos de Martin Girard están recopilados en el espléndido La suela de mis zapatos, editado por Seix Barral).

Lo que añoro era ir a los sitios y entrevistarme con los boxeadores, los futbolistas… y con Bergamín, cuando volvió del exilio, con Casona o con el exdictador Batista…

¿Y de hacer cine?

Echo de menos más pasión por el cine. Tengo tres proyectos en el cajón y si hay algún productor que, por pasión, quiera arriesgarse a hacer una película conmigo, pues podemos irnos juntos a robar caballos.