Tintín y el Arte-Alfa es de aquellos álbumes que cualquier amante del cómic aprecia sin ser fan de Tintín. El fan, directamente, le profesa la admiración de toda obra póstuma e inacabada, la religión de “lo que podría haber sido”. El argumento de aquel álbum giraba en torno al mundo del arte contemporáneo: una trama enrevesada de galeristas, fraudes e imitadores de grandes pintores.
Muchos vieron en aquel álbum algo casi revolucionario dentro del universo de Tintín. “Es una pena que Hergé no hubiera vivido más tiempo porque el álbum del Arte-Alfa a es algo nuevo, muy fuerte, muy personal, más ligado a sus intereses y mucho más atractivo que los dos álbumes precedentes”, dice Dominique Maricq, autor de Hergé por él mismo, recientemente publicado en catalán y castellano por Zephyrum Ediciones. Hoy, el argumento de la última aventura de Tintín, ya no parece una casualidad.
Un imitador que no estaba a la altura
El padre de Tintín, era un apasionado del arte moderno y también un torturador de sí mismo. Algo que, a priori, parece un cliché del artista traumatizado pero genial. Sin embargo, no fue nada más que su pasión por la pintura lo que le llevó a intentar ser pintor.
Pasados los cincuenta años, habiendo publicado ya la mayoría de las aventuras de Tintín, Hergé pidió al pintor abstracto belga, Louis Van Lint, que fuese su guía para inciarse en los caminos de la pintura. Y así, empezó una amistad que convirtió al maestro en estudiante.
Fue entonces cuando el historietista belga inició una breve carrera como pintor: año y medio de aprendizaje e investigación sobre sus propias capacidades que le llevó casi hasta la depresión. “Entre 1962 y 1963, Hergé pinta una treintena de cuadros, pinturas un poco 'a imitación de', que recuerdan a Joan Miró, a Paul Klee y cosas un poco mas libres”, cuenta Dominique Maricq.
Maricq es archivista en los Studios Hergé y autor del libro Hergé por él mismo, que la semana pasada se presentó en Barcelona y Madrid. Él cuenta cómo terminó aquella aventura: “Hergé, muy severo consigo mismo, estima que no es suficientemente bueno ni lo hace bastante bien. Así que no quiere hacer el ridículo y ser 'un pintor de domingos', por lo que lo deja y vuelve al cómic”, explica Maricq.
Después de decepcionarse consigo mismo, Hergé decidió volver a su trabajo y completó dos álbumes más de su personaje estrella: Vuelo 714 para Sidney y Tintín y los Pícaros. En 1977, Hergé empieza a preparar Tintín y el Arte-Alfa, de cuya obra sólo pudo terminar en bocetos.
El 3 de marzo de 1983 Georges Prosper Remi, creador de Tintín, deja de respirar en la Clínica Universitaria Saint Luc. Sufría de anemia desde hacía años y había contraído el VIH en una transfusión rutinaria. Así, Tintín y el Arte-Alfa se quedaba huérfano. Tres planchas, cuarenta y dos bocetos de Tintín luchando por desenmascarar pérfidos galeristas e imitadores de poca monta. Sin final, más allá de apuntes sobre el guión de la obra. Hergé vivía, a través de los trazos que componían al perfecto reportero, una aventura que parecía la suya propia.
Muchos, de hecho, especulan con al posibilidad de que Hergé quisiese acabar con su personaje en este álbum póstumo. No en vano, se cuenta que mientras trabajaba en él, empezó a inquirir a amigos cercanos sobre la posibilidad de una muerte digna para el personaje. En la última viñeta que esbozó, Tintín tenía una pistola apuntándole por la espalda. Él, que había ido a la luna y luchado contra piratas, podría haber muerto a manos de contrabandistas de arte. Nunca lo sabremos.
Hergé consideraba esta faceta de su vida como “un asunto privado y se ha necesitado bastante tiempo para aceptar que se muestre”, cuenta Maricq. El archivista, además, asegura que los cuadros del dibujante “no están mal; era una primera etapa, y quizás hubiera debido continuar y probar a hacer cosas más personales”.
Hergé, coleccionista de arte contemporáneo
Cuenta Maricq que el belga se inició en la corriente artística contemporánea por su estrecha relación con especialistas en este ámbito, ya fueran galeristas, marchantes, críticos de arte o pintores. Y que, incluso, se acercó al mundo del arte como coleccionista. “Adquirió obras de Pop Art, de Andy Warhol y de Roy Lichtenstein, arte abstracto y conceptual... y se mostró extraordinariamente contento con todo aquello porque le abría nuevas perspectivas”. Tan contento que solía colgar ciertas pinturas en su estudio para incordiar a sus colaboradores más tradicionales, cuenta el archivista de los Studios Hergé.
“La gente que trabajaba con Hergé era un poco irónica con todas estas obras”, especialmente por el contraste que había entre este tipo de arte y su estilo como dibujante. De hecho, también se hizo con obras del artista plástico Jean-Pierre Raynaud, que creaba “un arte bastante irreal”, señalaba Maricq.
El padre de Tintín llegó a exponer estas pinturas en su domicilio privado, así que, para Maricq, “no se trata de esnobismo, no es un capricho, está en plena evolución personal y el arte contemporáneo forma parte de esta mutación”.
Esta cara poco conocida de Georges Remi se muestra en el libro Hergé y el Arte, de su amigo y asesor artístico Pierre Sterckx, que en otoño se publicará en España en castellano. Un libro que desvela sus gustos artísticos, la evolución de su colección personal y su admiración por pintores como Joan Miró.
Coincidiendo con la publicación del libro aquí, el Grand Palais de París y los Studios Hergé presentarán una exposición sobre las múltiples facetas de la obra de Hergé. A través de sus planchas originales, de las pinturas de las que se rodeó o de las fotografías que guardó, se evocan las claves que guiaron su vida y su relación con el arte contemporáneo.