La deriva de J.K. Rowling se vuelve incómoda para el universo mágico de Harry Potter
Han pasado cuatro años desde el último gran estreno relacionado con Harry Potter. No parece mucho tiempo, pero ha sido suficiente para poner patas arriba el universo mágico y el mundo real. Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore llega a las salas después de una pandemia mundial y con dos importantes crisis de reputación. La primera de ellas la resolvieron deshaciéndose de Johnny Deep después de que su exmujer lo denunciase por maltrato. Pero la segunda no se puede barrer debajo de la alfombra tan fácilmente, porque se trata del pilar que lo sustenta todo.
La autora de la saga y el cerebro pensante de este imaginario ya no es solo la mujer más rica del Reino Unido ni la que introdujo a niños y a adolescentes en el placer de la lectura. J.K. Rowling ha hecho correr más tinta en los últimos años que la que invirtió ella en escribir los siete tomos de Harry Potter. Y no es algo que tenga que ver con su literatura, sino con sus comentarios transexcluyentes. La escritora británica de 56 años se ha mostrado en contra de la teoría queer y ha defendido en numerosas ocasiones que una mujer solo lo es si así lo determina su sexo biológico.
“Vístete como quieras. Llámate como quieras. Acuéstate con cualquier adulto que te lo consienta. Vive la mejor vida en paz y con seguridad. ¿Pero obligar a las mujeres a dejar sus trabajos por afirmar que el sexo es real?”, escribió en 2019, en apoyo a la experta de un think tank que criticó un plan para la autodeterminación del género del Gobierno británico y fue despedida por ello. Lo que podrían parecer un par de tuits en un contexto concreto, se convirtieron en una campaña que ha mantenido y manifestado de distintas formas. Como ha pasado en el seno del movimiento feminista mundial, ha recibido apoyo, pero también una gran oleada de críticas. De hecho, el colectivo transexual la reconoce abiertamente como una de las principales adversarias de su lucha.
Ante las acusaciones de transfobia, J.K. Rowling escribió un largo ensayo en su página web en junio de 2020 donde, entre otras cosas, reveló haber sufrido violencia machista y abusos sexuales. “Me niego a inclinarme ante un movimiento que está haciendo un daño demostrable al tratar de erosionar a la 'mujer' como clase política y biológica y ofrecer cobertura a los depredadores como pocos antes”, dijo.
“Sus primeras manifestaciones de transfobia tienen como mínimo cinco años. Ya en 2017 apoyaba en público artículos en contra de la comunidad trans”, corrige H.M. Zubieta, novelista de literatura infantil y juvenil, y activista trans no binaria. “En los últimos años esta deriva ha sido más violenta y ha recibido mucha más atención pública y mediática, en contra y a favor”, compara, refiriéndose a sus encontronazos con Stephen King –por tuitear que “las mujeres trans son mujeres”– o con actores de la propia saga de Harry Potter, como Daniel Radcliffe, que la confrontó en una carta abierta, o Emma Watson, que ha apoyado desde el primer día a la comunidad LGTB y se ha pronunciado contra la transfobia.
“Rowling lo tenía todo. Era una persona queridísima y solo tenía que mantener un perfil bajo, sacar algún libro de información superficial, como aquel de Quidditch a través de los tiempos, y disfrutar de todo lo que le venía a través de [su empresa] Pottermore”, reflexiona Victoria Durán, profesora de 29 años especialista en lenguas extranjeras. “Pero siempre ha buscado más notoriedad o es así de esperpéntica y no lo sabíamos”, piensa Durán, lo que la ha conducido a tomar posiciones sociales comprometidas, “cayendo a menudo en el racismo, la homofobia y la transfobia”, enumera en su opinión.
Las dos mencionan a Robert Galbraith, el controvertido seudónimo que usa para escribir thrillers para adultos y “obras explicitamente transmisóginas”, añade Zubieta. Este nombre coincide con el de un médico pionero en la terapia de conversión de homosexuales mediante electroshock. Durán señala que el asesino de su obra más reciente (El gusano de seda) es “un hombre que se viste de mujer para acercarse a mujeres vulnerables y aprovecharse de ellas”. “La sutileza nunca fue su fuerte, pero estas cosas son poco más que letreros de neón”, opina la profesora, que lleva más de diez años participando en el activismo feminista y LGTB.
J.K. Rowling ha recorrido dos veces el camino del fénix. A principios de los 2000, era el referente de las segundas oportunidades: el de una madre soltera que pasó de vivir de la beneficencia a convertirse en la escritora más famosa del planeta. Pero, en los últimos cinco años, ya con la cuenta del banco a rebosar y una reputación decente, ha dañado su imagen por motivos ajenos a esos libros y su relación con el mundo mágico nunca volverá a ser la misma. Seguirá lucrándose con él a la vez que, paradójicamente, será uno de sus mayores escollos.
La muestra es el reencuentro que organizó HBO por el 20 aniversario de la película La piedra filosofal y en el que declinó participar. También ha obligado a Warner y a varias editoriales a posicionarse ante las llamadas al boicot de sus productos. “Promover una cultura diversa e inclusiva nunca ha sido tan importante como ahora tanto para nuestra empresa como para los espectadores”, dijo en su día la productora en respuesta a los comunicados de Rowling. A su vez, algunos actores y actrices de la saga de Animales fantásticos se han manifestado en contra de la transfobia, incluso haciendo referencia directamente el nombre de J.K, como hicieron Eddy Redmayne y Katherine Waterson.
“Mucha gente la ha comparado con Lovecraft, cuya obra se ha convertido en un referente pero que, en vida, fue abierta y violentamente racista. O con Picasso, artista reconocido con un recuerdo infame debido a su historial de maltrato, violencia y abuso con numerosas mujeres. La diferencia principal es que Rowling no es un fantasma del pasado ni un producto de su época”, expresa Victoria Durán. “Por cada película que vas a ver, por cada libro nuevo que compras y por cada juego que te descargas, ella recibe más dinero y más reconocimiento como marca de éxito”, diferencia.
H.M. Zubieta admite que no puede considerarse “fan de un universo” que “enriquece” a una persona que opina de esa manera. Aunque Durán sí que se considera fan de Harry Potter, nunca ha visto este spin off. “No lo considero boicot, solo que no me interesa. Lo que sí puedo decir es que votar con nuestras carteras es el único lenguaje que entiende el capitalismo”, especifica.
“Harry Potter no es particularmente progresista”
Es complicado separar los alegatos políticos de J.K. Rowling de su obra, puesto que el universo Harry Potter ha tenido siempre una intención profundamente ideológica. Mirar el mundo a través de la lente Potter no es solo una consecuencia del fenómeno fan, sino una estrategia de la propia autora. Igual que en su día le interesó hacer un paralelismo entre Donald Trump y Voldemort, ¿podría impregnarse la saga de sus proclamas actuales?
“Es una obra fácil de consumir de manera acrítica, sobre todo debido a que las películas han limado algunas de sus asperezas. Las nuevas generaciones, por suerte, son mucho más conscientes de estos mensajes que la mía”, reconoce Zubieta. Durán comparte esta visión y lo ha comprobado con los jóvenes con los que trabaja: “Las generaciones de ahora saben apreciar nuestra ficción, como Harry Potter, Friends, o las películas de Disney, y las consumen porque están a su alcance, pero les rechinan cosas que a nosotras tardaron años en hacernos mella”.
Harry Potter ha servido como símil político y filosófico, para analizar los auges nacionalistas o enaltecer valores como la igualdad de género y raza, la tolerancia y el bien común. Pero en los últimos años se le han visto las costuras. “Han pasado dos décadas y, por mucho que nos guste o nos gustara, se nota el paso del tiempo. La nostalgia hace mucho más por la saga que su calidad literaria”, reflexiona la maestra. “Nadie dice que tengas que tirar los libros o que por leerlos seas mala persona. Pero ignorar voluntariamente críticas muy válidas y defenderlos ciegamente solo da pie a mayores desilusiones futuras”, reflexiona.
Respecto a los alegatos que han envejecido mal, Durán enumera algunos: “Nadie protege a Harry del maltrato de los Dursley, porque 'el amor duele y una familia que te odia es mejor que unos amigos que te quieren'. Nadie hace nada por Harry, Ron o Hermione y el bullying que sufren, porque 'el acoso forja el carácter'. Cuando Hermione descubre la situación de esclavitud de los elfos domésticos, monta una plataforma por sus derechos, es ridiculizada. De hecho, se acaba justificando la esclavitud de los elfos porque 'les gusta' ser esclavos”.
La idea de héroe contra villano ha quedado superficial. Las dos voces expertas defienden que narrativamente no es una historia de esperanza, de unidad o de amistad, sino de protección del statu quo cuyo mensaje principal es que “la única fuerza de cambio es el mal”. Zubieta también cree que los mensajes de la saga se han quedado tibios y que su ideología “nunca ha sido en absoluto revolucionaria”.
“Al final, Rowling es Harry Potter, pero Harry Potter no es Rowling. Internet está lleno de historias maravillosas, con mucho más corazón y hechas por gente que ama la saga y a sus personajes”, dice Durán, poniendo como ejemplo Marauder!Crack, una historia fan que narra el romance entre Sirius Black y Remus Lupin, dos personajes que la autora codificó como queer “hasta el punto de que la maldición del lobo es otra burda metáfora del VIH, coincidiendo casi a la perfección en el tiempo con la crisis real que sufrimos en los 70 y 80”. A pesar de todo, cree que “el universo mágico pertenece a los fans que lo adoran y que se esfuerzan por hacerlo cada vez mejor y más apto para todos”.
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