La portada de mañana
Acceder
España, locomotora de Europa: aporta el 40% del crecimiento económico
La basura del diluvio dos meses después
OPINIÓN | '¿Y si Trump repensara la globalización?', por Enric González

ENTREVISTA | Lucía Baskaran, escritora

“La autolesión es la forma más visible que tienen las mujeres de odiar su propio cuerpo”

Cuando Martín murió atropellado en un brutal accidente, se pararon dos corazones y dos cuerpos quedaron inertes: el suyo y el de su prometida, Alicia. No ha cumplido la treintena y ya ha decidido que su soporte vital no es más útil que un caparazón y que si lo abandonase no ocurriría nada. Sin embargo, a través del duelo descubrimos que no es la primera vez que le pasa.

Alicia se refugia en un dolor objetivo y palpable como la pérdida para escapar de uno mucho más difícil de poner en palabras: el de crecer en el cuerpo equivocado. Un cuerpo de mujer. Desde que oía las tijeras clavarse en los brazos de su madre, hasta que despertó sexualmente con su mejor amiga, casi hermana, Ane, y marcó su vida adulta con el deseo de agradar al resto, su relación con el cuerpo ha estado maldecida.

Lucía Baskaran (Zarautz, 1988) regresa a la literatura con Cuerpos Malditos (Temas de hoy) tres años después de Partir. La primera novela fue una confesión y esta última es un retrato coral, porque lo que le ocurre a Alicia, y a tantas mujeres en el mundo, no se entiende sin un contexto patriarcal y las relaciones que en él se generan.

El castigo, la autolesión, la amistad, el conflicto, la deslealtad y la maternidad (muy alejada de la que proponen los grandes almacenes) son los temas sobre los que pivota su esperado libro y esta charla en una cafetería madrileña.

¿Cómo se maldice un cuerpo?

A través del patriarcado, claramente. El título fue algo bastante intuitivo. Sabía desde el principio que quería incluir la palabra cuerpo. En cambio, malditos me recordaba a terror, así que tuve dudas y lo cambié. Por un momento se llamó La ley del levirato, que me pareció una idea genial y ahora veo que es un título horroroso. Mi agente me dijo que ni hablar [ríe].

Pero al final, el cuerpo de la mujer y sus violencias es el gran tema del libro. Cómo es crecer en un cuerpo al que le atraviesa la mirada masculina, y cómo esa mirada nos afecta a la hora de relacionarnos con nuestro propio cuerpo.

Body-shaming, body-monitoring, self-objectification: todos son términos que tienen en común la impostura y el castigo por tener el cuerpo que tenemos. Los añades a la historia en forma de pie de página. ¿Por qué?Body-shamingbody-monitoringself-objectification

Decidí meterlos porque creo que son violencias que no se nombran y que nos pasan a todas las mujeres. A nivel cuerpo sabemos lo que nos hace sentir mal o incómodas. Pero mi objetivo era nombrarlas porque esa es la forma de identificarlas, cambiarlas y tratarlas como un asunto importante. En esta sociedad, el cuerpo de la mujer sigue siendo la otredad.

La que más me impactó fue la auto-pornificación (self-objectification), a la que llegué a través de una charla TED de Caroline Heldman. Continuamente estamos pendientes de cómo nos movemos, cómo hablamos o qué gestos hacemos. Ella dice que cada 30 segundos las mujeres somos conscientes de nuestro propio cuerpo, y eso es demencial.

El súmmum de este rechazo sería la autolesión, que también abordas en el libro. ¿Es más común de lo que pensamos?

En una sociedad misógina, ¿cómo no vas a odiar tu propio cuerpo? La autolesión es la forma más visible que tienen las mujeres de despreciarlo y hacerle daño. Era una secuencia lógica: que todo lo que le estaba pasando al personaje de Alicia se exteriorizase en la piel. Y que además fuese algo que ella hereda de su madre. Como estas cosas que se transmiten en el inconsciente de la familia pero de las que nadie habla.

Además, está muy ligado porque la mayor parte de la gente que lo hace son mujeres. Y la autolesión no es solo un castigo físico. Esto, como los trastornos alimenticios, son reacciones que responden al mensaje misógino de que tu cuerpo es el equivocado.

Esa percepción empieza desde la infancia, como muestras en el caso de Alicia, y muchas veces provocado por otras mujeres. ¿Es la sororidad una cura?

Creo que la sororidad es algo que hay que aprender. Es decir, vivimos en un sistema que promueve la deslealtad entre mujeres. Parece que en el patriarcado solo hay espacio para una, la mejor, y el resto son competencia. Una de las mejores cosas que me ha dado el feminismo es vivir a las demás mujeres como compañeras y no como rivales.

Pero no creo que sea algo natural, sino que forma parte de un sistema que nos quiere enfrentadas y peleadas. Yo he hecho una apuesta con la amistad entre mujeres en la novela, pero no quiero que ninguno de mis personajes sea un modelo a seguir. Alicia y Ane son muy amigas y aún así son conflictivas, pasan cosas entre ellas, a veces no están de acuerdo y sufren violencias. Es una apuesta precisamente porque no quiere decir que todo vaya estupendamente siempre entre las mujeres. Hay conflictos, como en todas las relaciones del mundo.

De hecho, uno de los argumentos de los que hablan de “ideología de género” es que existan críticas y discusiones dentro del propio movimiento feminista.

Lo que tenemos que aceptar es que, en tanto en cuanto haya una relación, hay conflicto. Somos humanas y no significa que porque seamos feministas nuestra forma de relacionarnos vaya a ser una suerte de utopía estupenda. Para mí lo importante es cómo los manejamos y no quedarnos solo en lo que esta ha dicho o la otra ha dicho porque esta es interseccional y la otra transexual. No puede ser. En este momento es muy importante aunar fuerzas y superar juntas todo eso.

¿Crees que se ha recrudecido el tono del debate por culpa de las redes sociales?

Yo veo una disonancia bastante fuerte entre la realidad y lo que ocurre en las redes sociales. Las redes te permiten decir cosas que en tu día a día no dirías y de todo se hace una montaña muy grande. Estoy convencida de que habría solucionado en tres minutos muchas discusiones con otras feministas de haberlas tenido cara a cara.

El problema también es que estamos acostumbrados a pensar en términos binarios: o conmigo o contra mí. No, hay cosas en las que estaré contigo y otras en las que no porque soy humana. Rompamos eso porque es una forma de pensar muy patriarcal.

Cuando presentaste Partir (2016) se tomó como una novela revolucionaria por tratar temas tabú como la masturbación, la depresión o la violación. ¿Te siguen preguntando por ello o se ha naturalizado en la literatura moderna?Partir

Me sorprendió mucho que se llamase tabú a temas como la masturbación femenina. Yo decía, ¿cómo que tabú? Si hay mujeres que llevan escribiendo de esto desde los años 60. Quizá no hemos mamado esa literatura, pero a estas alturas de la película me sigue sorprendiendo. Depende de los círculos en los que una se mueva, eso es cierto. Pero en literatura Virginie Despentes ya había escrito mucho y ya existía Historia de O desde hacía 50 años, que es un libro altamente erótico.

Quizá va por olas, como el propio movimiento. Por ejemplo, ahora coinciden varias novelas que abordan el despertar de la sexualidad femenina con otras mujeres: Cambiar de idea, Permafrost, y Cuerpos malditos. ¿No era algo reservado hasta hace poco para la literatura queer?Cambiar de ideaPermafrostCuerpos malditosqueer

Puede ser. Yo lo pensé así porque la sexualidad ocurre muy pronto en la infancia y normalmente tiras de lo que tienes alrededor. Alicia y Ane son dos amigas que no tienen a mucha más gente alrededor. Son como las marginadas de la clase. Entonces, cuando esto les surge, experimentan entre ellas. En ese momento no tienes claro ni qué es ser bisexual ni qué es ser bollera, así que es mucho más natural.

Luego es cuando sobreviene la culpa. Las niñas no tienen un juicio moral. Se tocan, les gusta, pero nada más. El juicio moral suele venir desde fuera.

Después de lo que significó Partir y después de tres años, ¿sentiste que debías volver al mercado con algo transgresor?Partir

Los primeros tres meses no escribí una línea porque estaba obsesionada con que debía de ser mejor que la primera. Pero no mejor hacia nadie; mejor hacia mí. Como una especie de autoexigencia. Este pensamiento para lo único que me sirvió fue para bloquearme. Pero es que, como escritora, el día que no me apetezca hacer cosas que no he hecho nunca, para mí estaré muerta.

En la contraportada de Cuerpos malditos pone que vives con otra escritora. ¿Has notado que esa inseguridad se dé especialmente entre las mujeres?Cuerpos malditos

Desde luego. El síndrome de la impostora está ahí. A todos nos pasa lo de tener inseguridades a la hora de sentarse a escribir, pero siendo mujer tenemos el plus de ese síndrome. Todo lo que hagas, ya sea escribir una novela, hacer una película o publicar un artículo, implica tener una voz constante y un juicio constante de “esto no sirve”.

De hecho, muchas veces digo que la mitad de mi trabajo consiste en traspasar todos los pensamientos de “esto es una mierda”, “soy una mala escritora” o “no le interesa a nadie” y la otra mitad en escribir. El autoboicot continuo es la parte más complicada de superar. Más que terminar la historia en sí.

Una de las tramas más interesantes es la de Alicia con su madre. La prueba de que las madres son personas con un pasado y con sus propios traumas.

Precisamente el conflicto de Alicia es ese. Le achaca a Cristina ser mala madre, pero ella tampoco quiere verse ahí, tiene un montón de dudas con la maternidad. Yo creo que, viendo además la última publicidad de El Corte Inglés, el mensaje está muy claro. Uno, si eres mujer tu objetivo vital debe ser convertirte en madre y, si no, vas a ser tachada de sospechosa; y dos, si eres madre, tienes que ser un tipo muy específico.

Por ejemplo, la publicidad que nos sale a mí y a mis amigas a partir de los 20 años son de test de embarazo. Pablo Casado no está hablando de mejorar las condiciones de vida de las madres y sus hijos, está diciendo directamente que los tengamos. Hay que identificarlo como violencia. Ya basta con este rollo de clasificar a las mujeres entre vírgenes y putas, aunque sea de una forma más sofisticada como hace El Corte Inglés.

¿No es impensable que esas campañas ocurran en un año y tras un 8M como del que venimos?

Yo creo que hay un punto que es adrede, no me creo que no haya una intención. De verdad te lo digo. Hay pocas empresas más carcas y más casposas en este país que El Corte Inglés. Pero no me creo que toda la gente de marketing y publicidad sea idiota. Hay una intención de que se hable de ello, porque ahora todo el mundo lo está haciendo. Mal, pero lo hacen. La publicidad es peligrosa en general. Toda publicidad que juegue con las emociones para intentar vender un producto, es horrible de base.

Una estrategia emocional que han usado también partidos como Vox, que ha obtenido dos millones y medio de votos. ¿Crees que Cuerpos malditos toma un cariz más político por salir en este momento precisamente?Cuerpos malditos

Debo decir que yo no decido la fecha en la que sale la novela. Pero me alegra que digas eso porque creo que es importante que, en un momento en el que retrocedemos cuatro pasos, haya relatos escritos por mujeres y que vayan sobre mujeres que no necesitan una presencia masculina ni cuyo objetivo vital sea la maternidad.

Eso sí, no hay intención ninguna de llegar a esos dos millones y medio de personas. Tampoco quiero convertir a nadie. Y con los fachas no se discute. Con gente de Vox no quiero intercambiar ni media palabra, con gente del PP quizás. Pero yo con fachas no discuto y no voy a terminar la frase porque, si no, se me tiran encima [ríe].