Para sibaritas de la prosa: Stoner de John Williams
StonerStoner era un secreto a voces en los ambientes literarios hasta que fue traducida al francés y dió el pelotazo. John Williams la publicó en 1965 y cayó de imprenta después de vender menos de dos mil copias. Una flamante traducción al francés y una crítica del New York Review of Books que la declara un clásico americano en 2006 la resucitó como inesperado bestseller. La novela relata en clave de existencialismo estóico la miserable vida de William Stoner, un profesor adjunto en una universidad de tercera fila casado con un agujero negro y rodeado de inconsciente pero pura maldad.
Williams murió en 1994 y escribió otras tres novelas, incluyendo una que ganó el National Book Award en 1972. Murió si saber que ya no sería un escritor de escritores pero no fracasó: su escritura elegante y contenida es una lección en una época donde el estilo triunfa sobre la belleza. Y Stoner es un regalo para los que creen en el poder redentor de la literatura y “la epifanía de conocer a través de la palabra algo que no puede ser expresado en palabras”.
Para Hipsters de biblioteca: Canciones de amor a quemarropa de Nickolas Butler
Para Hipsters de biblioteca:Canciones de amor a quemarropaLa opera prima de Nickolas Butler no lleva ciervos en la portada pero sí incluye uno de los grandes santos del género: Lee Sutton, el famoso cantautor de la ficticia ciudad de Little Wing, Winsconsin, está inspirado en Justin Vernon, cantante de Bon Iver. “Sus canciones eran nuestros himnos: eran nuestros megáfonos y nuestros micrófonos y nuestros versos de jukebox -explica el narrador en la primera página. - Lo adorábamos; nuestras mujeres lo adoraban. Nos sabíamos la letra de sus canciones y a veces hasta salíamos en alguna.”
Con el éxito de Lee como eje -“Había adoptado un nombre artístico, pero no lo usábamos nunca”- Butler usa a un grupo de amigos de esta pequeña población del medioeste americano para explorar los ritos de asimilación y resistencia que nos arrastran a la madurez, perseguir el fantasma de la autenticidad y contar las esquinas de esa vuelta a lo rústico que es en realidad la nueva cara de la gentrificación. Y abre con una cita de Moby Dick, la madre del cordero de la literatura barbuda.
Relectura obligada: El Danubio, de Claudio Magrís
El DanubioQue Dios le otorgue una larga vida al historiador y novelista italiano Claudio Magris, una de las mejores plumas del planeta, que no estrena libro pero acaba de recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2014. El Danubio, su obra maestra, recorre el segundo río más largo de Europa desde su nacimiento a su delta, una arteria de 2.888 kilómetros que le sirve como excusa para ir destripando la historia politica y literaria del territorio.
En ese viaje encontramos a Cioran , con su desilusión abierta y total, nacido de las profundidades vegetales del mundo rumano; a Ovidio y Marco Aurelio, al negro de Goethe, a Kafka y Elias Canetti. Con Magris, uno de los grandes especialistas de la literatura germana, la sinuosa cuenca del Danubio es a la vez una lección de historia sociopolítica de lo que él mismo acuñó como Mitteleuropa y un viaje al corazón de la gran literatura alemana, además de una sobria pero entretenida reflexión sobre la identidad y la frontera. Imprescindible.
Para feministas del espíritu: Un reguero de pólvora, de Rebecca West
Un reguero de pólvora
La gran escritora irlandesa Rebecca West publicó novela, ensayo, crítica literaria y periodismo, recorrió infatigable el continente en busca de nuevas maneras de entender la condición humana y aun le quedó tiempo de tener un hijo con H G Wells, con el que nunca se casó. La crónica de su viaje por Yugoslavia (Cordero negro, halcón gris: un viaje al interior de Yugoslavia, 1941) sigue siendo unas de las más altas cumbres del género, además de uno de los más bellos e inteligentes libros escritos sobre el espíritu eslavo.
Un reguero de pólvora, publicado este año en castellano, va de juicios y de leyes. Contiene los tres ensayos sobre la alemania que perdió la II Guerra Mundial, un encargo de la revista New Yorker en los años 40 que incluye su famosa crónica de los juicios de Núremberg. Ya en Gran Bretaña, atiende juicios de espías, reflexiona sobre la violencia racista inherente en cualquier cultura y
West no es la primera escritora en explotar el filón del juzgado -comparte la obsesión con las notables Hannah Arendt (Eichmann en Jerusalem) y Janet Malcolm ( Ifigenia en Forest Hills), pero su cáloida inteligencia supera en empatía a la rígida Arendt y a la juzgadora Malcolm sin perder látigo. Incauto el hombre, pero sobre todo la mujer, que incurra en la fina furia de Rebecca West -apreciaba en un ensayo su admirador Christopher Hitchens. Sobre la Archiduquesa Sofía, esposa del Archiduque de Austria Francisco Fernando y segunda víctima del asesinato en Sarajevo, dice alegremente: “Carecía de ninguna de las virtudes femeninas, especialmente de ternura. Además era un zorrón”.
Para radicales desencantados o artistas en dique seco: Los lanzallamas, de Rachel Kushner
Fue el gran libro de la temporada pasada: una novela exuberante sobre la libertad, la velocidad y el olor de la tapicería de la deliciosa Moto Valera que su protagonista, una joven de 22 años llamada Reno, conduce de Nevada a Utah para participar en las carreras de Bonneville Salt Flats. Ambientada en los 70, la novela tiene tres escenarios contrapuestos: la escena newyorquina de Warhol y la Factory, las carreras dein Nevada y los movimientos radicales italianos del Año del Plomo.
Con su retrato atmosférico e hiperrealista de un universo completamente ficticio trenzado de hechos reales, Kushner consigue despertar nostalgia de un mundo que no hemos vivido pero que nos consume con un fuego que parece de verdad. Su relato es plástico y fetichista, con el mismo olor a chicle, neón y gasolina que tiene un buen disco de Daft Punk.
Para obsesivo-compulsivos: El cerebro de Andrew, de E.L. Doctorow
Los escenarios del prolífico E.L.Doctorow son cada vez más pequeños y claustrofóbicos. Su anterior novela, Homer & Langley, tenía como protagonistas a los famosos hermanos Collyer, dos newyorquinos que se encerraron en su casa de la Quinta Avenida para morir sepultados por su propia acumulación de objetos inútiles. El narrador es ciego y se está quedando sordo. El protagonista del último título vive en un lugar todavía más pequeño: su cabeza, “una especia de cárcel, la mente del cerebro”. Una ardua investigación sobre los mecanismos de ese lugar oscuro han hecho del pobre Andrew un escéptico: “¿Cómo puedo pensar sobre mi cerebro cuando es mi cerebro el que está pensando?”.
Tramposo y ocurrente, Andrew comparte un pequeño universo habitado por dos mujeres que fueron pero ya no son las suyas, un cantante de ópera, dos enanos y varios personajes robados de la escena política que invoca como interlocutores.
Para amantes de lo extraordinario: Open de Andre Agassi
Para amantes de lo extraordinario: OpenOpenHay frases en este libro, escrito en concierto con el pulitzer J. R. Moehringer y publicado en EEUU en noviembre de 2009, que ya las quisiera David Foster Wallace, fanático del tenis y de la decepción personal como medida moral del universo. Ahora que he ganado un slam -dice Agassi- se algo que muy poca gente en el mundo puede saber. Una victoria nunca es tan dulce como la derrota es amarga, y la felicidad de ganar nunca dura tanto como la de desdicha. Ni de lejos.
En sus adictivas páginas habla del brutal boxeador iraní que fue su padre, de la cadena liberadora de la disciplina, del amor de su vida Steffi Graf (Me enamoré de ella desde que la vi concediendo una entrevista en una televisión francesa), de su rivalidad con Pete Sampras y su admiración por Federer (el Everest de la generación que viene). De la soledad del tenista: Sólo los boxeadores pueden entender la soledad del jugador de tenis, pero hasta el boxeador tiene a alguien en su esquina, un manager. (...) Las reglas ni siquiera dejan al jugador de tenis hablar con su entrenador en la pista.
Para epicúreos de salón: Delizia! La historia épica de la comida italiana
Delizia! La historia épica de la comida italianaAdmitamos lo obvio: para el mundo anglosajon, la comida italiana es la cumbre de la sencillez por la excelencia. No la nuestra sino la suya, con su aceite de oliva vírgen, sus quesosom su pommodoro, sus trufas, parmiglianas, polenta y sus pizza Margarita. En Delizia!, John Dickie sigue el rastro fragante de las viandas más amadas de la cultura italiana, desde el Palermo medieval a la Génova moderna, desenterrando entre otras muchas cosas el origen de la pizza (festivales al aire libre) y de la pasta (spoiler: no la trajo Marco Polo, ¡es árabe!).
Hay banalidades chocantes -antes de que Colón volviera de las Américas en Europa no había tomates ni patatas ni judías- o las peculiaridades culinarias del Duce, el Papa o el fundador del movimiento futurista don Filippo Tommaso. También cuenta sobre el primer libro de cocina jamás escrito (en italiano) y la primera trattoria, las hambrunas y los despiporres, el cine y la literatura, la mamma y el cardinal.
Antes de entregarse al festín gastronómico, el especialista de cultura italiana en la Universidad de Londres publicó Cosa Nostra, Una historia de la Mafia siciliana, menos suculento pero igual de bien investigado.
Para estilistas del humor negro: Mi Romance, de Gordon Lish
Mi RomanceDesde que Tess Gallagher publicara los cuentos originales de su fallecido marido, Gordon Lish se hizo más famoso por haber sido el editor que convirtió a Raymond Carver en Carver que por sus novelas, y hay quien dice que era mejor editor que escritor. Paparruchas: la pequeño y afilada Mi Romance ni siquiera es su mejor novela -de hecho es más bien un monólogo escrito para un conreso de literatura- y se despacha lindamente sobre su psoriasis, su afición a la botella, la lenta y espantosa agonía de su mujer y la sospecha de que podría haber matado sin querer a su padre, sin dejar por eso de preguntarse cuánto costará el fantástico reloj de lujo - Audemars Piguet, mind you- que le ha heredado como consecuencia de sus lamentables primeros auxilios.
Pero, como confesaba su propio editor, es ineditable. “Usa su voz de la misma que otro virtuoso, Charlie Parker, usaba su saxofón. Cómo editas un solo de Charlie Parker?” Lectura obligada para los que quieran aprender a hacer frases.
Para poetas en ciernes: No se quebrará la rama, de James Wright
No se quebrará la ramaJames Arlington Wright recibió el Pulitzer de poesía en 1972 con un jurado en el que estaban W. H. Auden, Elizabeth Bishop, Robert Lowell y Richard Wilbur. Antes de eso estudió a Theodor Storm y Georg Trakl en la Universidad de Viena con una Fullbright y se doctoró en la Universidad de Washington bajo la protección de Theodore Roethke and Stanley Kunitz. Sus poetas de cabecera fueron Thomas Hardy and Robert Frost y The Branch Will Not Break, el fino volumen que la editorial Vaso Roto publica ahora en edición bilingüe, es su obra maestra, “mi re-descubrimiento de la deliciosa abundancia de un cuerpo del que me había olvidado completamente”.
Sereno y etéreo, perfectamente otoñal, No se quebrará la rama transcurre por bosques y lagos y autobuses del medio oeste y homenajea poetas, entre ellos a un Miguel Hernandez encarcelado, cuyas manos “se ponen amarillas en las ruinas del sol”.