Pippi Calzaslargas, la lideresa de las niñas que no quieren ser princesas
Si en una tienda de disfraces no tienen a la venta pelucas pelirrojas con trenzas tiesas es que no se merece tal categoría. En cada carnaval y Halloween habrá alguien que quiera vestirse de Pippi Calzaslargas, la niña de pecas y pelo de zanahoria inventada por Astrid Lindgren.
Es uno de los barómetros fiables para demostrar la popularidad universal del personaje, además de la traducción a más de 60 idiomas de sus aventuras que desde que saliesen al mercado por primera vez en 1945 han vendido más de 160 millones de ejemplares. Por si hacen falta más pruebas, también se pueden sumar sus adaptaciones al cine y la televisión, tan o más populares que los libros.
La editorial Blackie Books ha reeditado ahora la recopilación de todas sus historias que originalmente publicó en 2015, coincidiendo con el 70 cumpleaños de Pippilota Viktualia Rullgardina Krusmynta Efraimsdotter Långstrump. El nombre lo escogió Karin, la hija de la escritora, que con siete años y postrada en la cama por culpa de una neumonía pidió a su madre que le contase un cuento cuyo personaje principal fuese una niña con ese nombre.
Duerme con los pies sobre la almohada y vive sola en una casa destartalada llamada Villa Mangaporhombro porque su madre está en el cielo y su padre en una isla donde es el rey de los caníbales. Es vecina de Tommy y Annika, dos niños formales que tienen papá, mamá y sirvienta y se acuestan a la siete y media porque al día siguiente tienen que madrugar para ir a la escuela (sitio que la pelirroja no frecuenta).
Por supuesto, los hermanos están fascinados con la vida de Pippi, llena de ventajas. Sus mascotas son un mono y un caballo, ella misma se dice a la hora que tiene que ir a dormir y “es más rica que Creso”, así que puede comprar todos los dulces y juguetes que quiera. Además, no le tiene miedo al hombre más fuerte del mundo, porque ella es la niña más fuerte del mismo planeta.
Todo el poder para las niñas
Esa autonomía de Pippi ha hecho que se la considere un modelo perfecto para iniciar a las niñas y los niños en el feminismo. El personaje de Lindgren no se ajusta a ningún rol de género normativo como sí lo hacen -y mucho- sus amiguitos que son, evidentemente, menos divertidos.
Tiene algo de duende travieso de la mitología escandinava así como de Jo March, la rebelde de Mujercitas. A su vez, se distinguen rasgos de su personalidad en personajes posteriores como la Matilda de Roald Dahl o Lisbeth Salander, protagonista de la saga Millenium, según expresó su autor Stieg Larsson antes de morir.
Por supuesto, que Pippi sea la abanderada del feminismo precoz atiende a los principios de su creadora, aunque ella nunca llegase a definirse como tal. El pasado mes de febrero se publicó en inglés la biografía de la autora firmada por Jens Andersen y titulada Astrid Lindgren: The Woman Behind Pippi Longstocking en la que se revelan muchos detalles de su vida y que hacen más comprensible aún la personalidad de la protagonista.
Astrid Lindgren fue una adelantada a su época. Hija de unos granjeros de ideología conservadora, abandonó los estudios en su adolescencia y empezó a trabajar en un periódico local. Se había cortado el pelo inspirada por La Garçonne (un bestseller de culto sobre una mujer que rechaza los estereotipos de género) y Greta Garbo y se vestía con ropa masculina, como pantalones, corbatas o gorras. El escándalo que generó en su comunidad llegó a su punto álgido cuando se quedó embarazada de su editor, un hombre de 51 años, casado y con siete hijos.
Lindgren huyó para dar a luz en Dinamarca, donde encontró un hospital privado en el que la madre no estaba obligada a dar el nombre del progenitor (“quería al niño pero no al padre”, declaró años después). Se instaló en Estocolmo para estudiar taquigrafía y posteriormente trabajar en el Royal Automobile Club.
Durante sus primeros años, su hijo Lars vivió con una madre de acogida danesa, Marie Stevens. Cuando esta cayó enferma, se fue con sus abuelos que, tras su inicial negativa a conocer a su nieto, le aceptaron en la familia. Cuando Astrid pudo por fin hacerse cargo de él se lo llevó a Estocolmo con ella y su marido Sture Lindgren. Tres años después, nació Karin.
En la década de los 40 trabajó como “inspectora” para la inteligencia sueca (“mi trabajo sucio”, como lo llamó). Juró confidencialidad y solo pudo expresar sus sentimientos en su diario, donde relató su temor a la brutalidad de Hitler, Stalin y Mussolini. “Evidentemente, es la intención de Hitler convertir a Polonia en un gran gueto, donde los judíos pobres mueran de hambre y miseria”, escribió.
El primer libro de Pippi se publicó en 1945, después de que la autora ganase el segundo premio de un concurso literario con Cartas de Britta Mari. El gran grupo editorial Boniers había rechazado el manuscrito de Calzaslargas un año antes (aún deben de estar arrepintiéndose) y fue Rabén & Sjögren quien lo editó y puso a la venta. Ahí empezó el boom que continúa hasta hoy.
Más allá de Villa Mangaporhombro
Aunque la niña pelirroja es su personaje más universal, la obra de la escritora sueca es muy extensa. El resto de sus títulos no son tan conocidos fuera de su país, aunque algunos sí que han atravesado las fronteras (al menos 17 de ellos han sido traducidos al castellano).
De hecho, el libro de Los niños de Bullerbyn es el responsable de un síndrome que afecta a los alemanes, el 'Bullerbysyndromet'. Este fenómeno hace que la persona que lo sufre piense que la vida en Suecia es tan bucólica como Lindgren describe en sus narraciones. El término fue designado en febrero de 2008 como “La palabra del mes” en el diccionario del Consejo del Idioma Sueco.
Esta visión idílica del país que se encuentra en las historias de la escritora también es un reflejo de sus otros principios básicos: el amor a la naturaleza así como el respeto a las personas. La defensa de los animales ante el maltrato del hombre y del más débil ante el abusón es una constante en las aventuras de Pippi, por ejemplo, que siempre utiliza su fuerza hercúlea para atajar las injusticias.
Según The New York Times, la autora declaró en una ocasión que: “Ella tiene ese poder, pero nunca lo usa mal. Lo que creo que es lo más espléndido y lo más difícil”. La escritora no solo plasmó sus convicciones en sus libros, sino que fue una activista política reconocida. Uno de sus hitos más recordados es su protesta en contra de los elevados impuestos que tenían que pagar los creadores como ella o Ingmar Bergman.
Lindgren publicó un artículo satírico coincidiendo con las elecciones de 1976 en el que calculaba que sus ingresos tributaban a una tasa anual del 102%. Los socialdemócratas perdieron las elecciones después de 40 años en el poder y se recortaron los impuestos.
Obtuvo el Premio Hans Christian Andersen en 1958 y en 1994 el Premio Right Livelihood, considerados el Nobel de la literatura infantil y juvenil y el Nobel alternativo, respectivamente. Pero pese a la importancia de su obra y su figura a nivel internacional nunca le concedieron “el auténtico”.
De hecho, tras su muerte en 2002, a los 94 años, la sociedad sueca pidió que se lo otorgasen de manera póstuma, pero la Academia no aceptó -y recibió una tormenta de críticas- alegando que en 1974 se había consensuado que nadie podía recibir el galardón de ese modo a no ser que hubiese sido nombrado antes de su fallecimiento. De todas formas, es posible que Pippi Calzaslargas se lo hubiese tomado a risa y no hubiera ido a recogerlo: estaría demasiado ocupada siendo pirata.