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El Manhattan relajado de Laurie Colwin

En 1977 Woody Allen estrenaba Annie Hall, una de sus películas más conocidas, ambientada en el Manhattan en el que residen los caucásicos de clase acomodada. Al año siguiente Laurie Colwin publicaba Tantos días felices (Happy All the Time, en inglés). Aparentemente ambas obras no tendría por qué tener más relación que la clase social a la que pertenecen los protagonistas. Sin embargo, hay algo más y es el punto de vista desde el que se narran los hechos: el de unos hombres que no entienden a las mujeres de las que están enamorados. Alvy Singer tendría que haberse tragado una caja de ansiolíticos antes de poder entrar en el mundo de Colwin, pero comparte la perplejidad de sus protagonistas. Y además, todos podrían haberse cruzado por las calles de ambas ficciones.

Pese a la fama que Laurie Colwin tiene en Estados Unidos, ésta no había cruzado el charco y hasta ahora era prácticamente una desconocida. Coincidiendo con el décimo aniversario de la editorial, Libros del Asteroide la introduce por primera vez en el mercado castellanoparlante traducida por Marta Alcaraz. Publicada en junio, la novela sigue el camino trazado por las obras del catálogo de la editorial, en el que las comedias románticas sin cursiladas tienen una importante presencia, como Diario de un ama de casa desquiciada (Sue Kaufman, 2013) o Aquella tarde dorada (Peter Cameron, 2015).

Su trama es sencilla y sus personajes están construidos sin recovecos: puede que posean un carácter complicado, pero está descrito con detalle para que el lector o lectora no tengan ningún problema a la hora de desentrañarlo. Vincent y Guido son primos lejanos y amigos íntimos. Su vida discurre tranquila entre estudios y proyectos laborales a medio plazo hasta que cada uno conoce a sus respectivas parejas. El segundo se enamora perdidamente de Holly, una enigmática, inteligente y hermosa mujer que le desconcertará continuamente. El otro también se rendirá sin remedio a los pies de Misty, una compañera de trabajo irascible, con problemas de confianza y que se describe a sí misma como “el azote de dios”. Vincent tampoco entiende

nada, claro.

Alejada de cualquier remilgo, la novela de Colwin narra lúcidamente el paso de la juventud a la madurez de sus personajes a través de diálogos naturales y una evolución lógica de las relaciones. Puede que todo transcurra en un mundo idealizado en el que el amor triunfa por encima de traumas o malentendidos pero, al fin y al cabo, es una novela romántica y sale airosa de los desaciertos de su género [argumentos imposibles, personalidades exageradas, dramas extremos, etc.]. Es divertida, inteligente y reconfortante. No es casualidad que se la defina como una Jane Austen del siglo XX.

Recreación de los propios escenarios

Laurie Colwin fue capaz de retratar de manera precisa las maneras de la clase media-alta neoyorkina porque era precisamente a la que ella pertenecía. Nació en Manhattan en 1944 y aunque vivió en diversas ciudades como Chicago o Filadelfia hasta su primera juventud, siempre perteneció a la “mejor ciudad del mundo”. Cursó sus estudios superiores en la universidad de Columbia y a principios de los años 70 empezó a publicar sus primeros relatos en The New Yorker.

Su obra de ficción está compuesta de cinco novelas [incluida la que ahora se publica en España] y dos libros de relatos. Además, también colaboraba en revistas como Gourmet y escribió dos libros de cocina, Home Cooking y More Home Cooking, por los que es reverenciada en su país. El segundo se publicó después de su muerte en 1992 tras un ataque al corazón mientras dormía. Su desaparición provocó una gran conmoción, no sólo por lo repentino y prematuro de su defunción sino también por la consideración profesional en la que se la tenía.

Además, existe una fatal coincidencia entre uno de los relatos de su primer libro Passion and Affect (1974) y su muerte: en uno de sus cuento, la señora Parker, de mediana edad, muere en octubre repentinamente de un ataque al corazón. “Fue exactamente lo que le sucedió a Laurie. Tenía 48 años cuando se fue a la cama la noche del 23 de octubre, en el apartamento del SoHo donde vivía con su esposo y su hija. Nunca despertó. Fue una inesperada insuficiencia cardíaca”, escribió Jonathan Yardley, redactor en el Washington Post y amigo de Colwin, en el décimo aniversario de su muerte.

Aunque en teoría sus ficciones no son autobiográficas [más allá de la ambientación] en Tantos días felices, por ejemplo, pueden encontrarse algunos rasgos de su personalidad en los personajes, especialmente en Holly Sturgis. A pesar de su hermetismo y aparente frialdad, la esposa de Guido es una apasionada de la cocina y especialmente del hacer que las personas se sientan cómodas en su entorno y concretamente, alrededor de una mesa. Colwin se definía a sí misma como una “vaga sofisticada”, al igual que el personaje de Sturgis que, además de estudiar cosas como cocina japonesa o arreglos florales, no tenía más objetivos en la vida que hacer de ella un lugar más agradable.

Colwin sí tenía un trabajo como escritora, pero el ámbito culinario respondía también a esa intención de hacer que los demás disfrutasen del placer de comer. Sus libros de cocina se hicieron famosos gracias a la sencillez de sus recetas y a la falta de interés por la perfección de la presentación de los platos [ahí sí difiere del personaje de Holly]. “Es como la anti-Martha Stewart”, según las palabras de Ruth Reichl, escritora y antigua crítica culinaria en The New York Times. Por el momento, sus recetas no se han traducido aún al castellano, aunque su primera novela en España sí permitirá al lector el degustar su literatura.