“Los músicos no pagamos facturas con cerveza ni somos alcohólicos necesitados”
Todo empezó con una anécdota real. Un grupo de rock llamado Los desleales acordó hace nueve años tocar gratis en una aldea cántabra a cambio de 6.000 botellines de cerveza. Desde entonces, los músicos se trasladan hasta Pejanda cada octubre para saldar su deuda con un negocio familiar y tocar para los parroquianos. Este pacto entre particulares se había mantenido en secreto hasta que llegó una gran empresa cervecera y quiso convertirlo en el anuncio del verano.
Mahou ha adornado un poco esta historia en su último y polémico spot publicitario. En él, el actor Alberto Ammann evoca el acuerdo de Los desleales con el ayuntamiento de un pueblo de Cantabria. “El alcalde les dijo que no tenía dinero, pero el guitarrista contestó que para ellos había algo más importante, algo con un sabor mucho más grande. Así que firmaron el pacto de los 6.000 botellines, por el que se comprometían a tocar en el pueblo todos los años a cambio de Mahou Cinco Estrellas”, relata en el anuncio.
Al otro lado de la pantalla, un músico que lucha a duras penas por vivir de su trabajo siente que se están mofando de la precariedad y decide hacer algo. Carlos Fernández presentó hace dos días una petición en Change.org para que la marca retirase el anuncio o cambiase la perspectiva. “Nadie trabaja por botellines”. Esta campaña ha superado las 11.000 firmas en menos de 48 horas y ya ha obtenido el mejor de los resultados: Mahou anunció el martes por la tarde en un comunicado que retirará el spot.
“Me lo tomé muy mal. Sobre todo porque es una cosa que pasa bastante. A mí este año me han ofrecido dos o tres bolos a cambio de la comida y la bebida”, confiesa Fernández. “Estaba viendo la tele y me pillé un rebote que no veas. De hecho, colgué la petición a la una de la mañana porque no me podía aguantar. Estaba lavándome los dientes y escribiendo la petición a la vez”, cuenta entre risas.
Él pertenece a la parte menos privilegiada del gremio, aquellos que pagan con sudor el alquiler de los locales y el mantenimiento de los equipos, y luchan por un sector desprotegido. “No puedes plantearte que lo vendan como algo feliz. Ni los músicos pagamos nuestras facturas con cerveza, ni somos alcohólicos necesitados”, afirma rotundo.
Tan pronto como se hizo pública la petición, varios artistas y colectivos apoyaron la retirada del anuncio. “Me gusta la cerveza pero cuando trabajo prefiero que me paguen, no que me den un botellín, amigos de Mahou”, escribió en Twitter Guille Galván, miembro de Vetusta Morla. La Unión Estatal de Sindicatos de Músicos lanzó la etiqueta #MúsicaEsTrabajo, reivindicando que “no cobramos en alcohol, nunca”.
Carlos Fernández piensa que el anuncio, aunque pueda parecer anecdótico, da alas a una realidad mucho más palpable y aterradora. “Apoya la idea de la música como un entretenimiento y no como una profesión. Jamás se le habría ocurrido al comercial de turno hacer lo mismo con un arquitecto o un médico”, se lamenta el músico.
También critica que Mahou presente la oferta vergonzosa de pagar con cerveza como idea de un ayuntamiento, una institución que debería apoyar las condiciones laborales de sus ciudadanos. “Si calculamos 6.000 botellines en precio de mercado mayorista, da 3.000 euros. Vamos, que les podían haber pagado de sobra”, dice Fernández a modo ilustrativo. En definitiva, pedía rectificar a la empresa madrileña porque “somos gente que está viviendo en una situación muy dramática y no se puede idealizar”.
La música y el 'product placement'
Fernández culpa en todo momento a la marca de cerveza y a su equipo de marketing, pero no condena que Los desleales hayan vendido su anécdota. El guitarrista Tony de Juan, mítico de varios grupos de rock de los 80, contó a El Español que se habían llevado “un pastizal” por aparecer en el anuncio.
“Por un lado, me puede parecer un poco mal que lo hayan hecho. Pero claro, son músicos de vieja escuela y les vendrá muy bien. De cualquier forma no es tanto culpa del grupo como del creativo de Mahou. Podían haber contado una historia divertida sin mofarse de la precariedad, que es una constante en nuestro gremio”, dice el responsable de la retirada del spot.
Esta opinión sobre la banda que protagoniza el anuncio no es compartida por Pablo Schvarzman, músico y portavoz de Sindicatos de Música. “Es un poco hipócrita, porque el mensaje del anuncio es contradictorio. Por una parte defiende que se pague a los músicos en especie y, por el otro, este grupo se lleva un pastizal”, afirma a este diario. El sindicato ha aprovechado la polémica en torno al anuncio para abrir el melón de las marcas y su relación con la imagen de los grupos de música.
Critican que, en un festival o una sala patrocinada, tengan que cargar con el logo de una bebida o una empresa sin percibir ni un céntimo aparte. “En algunas series o películas se habla de product placement, pero jamás se hace en referencia a un escenario”, critica Schvarzman. Piensa que, si una marca como Mahou paga a un actor para que aparezca en su anuncio (como es el caso de Ammann), debería hacer lo propio con un grupo que toca frente a sus grandes carteles.
“Nosotros cobramos por hacer nuestro trabajo, pero si además tenemos que participar en un photocall, creo que es un dinero que se debe negociar aparte”, opina el integrante de Seward. Pablo confiesa que su grupo ha tenido varios problemas al respecto en algunos festivales como el Cruïlla, en Barcelona, donde taparon con una manta el logo de una marca de la que no habían sido informados. “Te avisan minutos antes de tocar de que debes renunciar a tus derechos de imagen. Es una práctica bastante habitual por desconocimiento de nuestros derechos o de las condiciones contractuales”, afirma.
Pablo Schvarzman dice que muchas veces estas empresas “pagan” con una botella o un pack de bebidas, como ocurre en el anuncio de Mahou. “¿Qué tarifa es esa? Venimos a hacer una entrevista o un concierto, no una promo”, reprocha el músico.
Aunque invita a los grupos, los eventos y las discográficas a tomar conciencia al respecto, al mismo tiempo se muestra esperanzado. “En ciertos festivales cambiaron algunas cláusulas de los contratos y dijeron que no se iba a relacionar de manera directa a la marca con el artista. La cita en cuestión tendría a su sponsor en el cartel, en las barras y en el material de promoción, pero no en el escenario”, cuenta definiéndolo como un pequeño avance.
La Unión Estatal de Sindicatos de Músicos lleva un año luchando por mediatizar los obstáculos menos conocidos de la profesión, ya sea porque “a la gente le da igual” -como lamenta Carlos Fernández- o porque una empresa cervecera los embellece en su spot del verano.
“Ambas partes están seguras de que, cuando se acabe el contrato, van a renovarlo”, dice Ammann en el anuncio de los 6.000 botellines, dando pie a otros 6.000 más a cambio de trabajo gratis. Pero los profesionales del gremio han corrido a decir que no estén tan seguros, que el arte de la música no se regala ni se cubre con marquesinas publicitarias.