Eran adolescentes, pero ya artistas. Poetas sin nombre, escritores anónimos. Suele pasar en la vida que lo que empapa en la juventud deriva en una actitud, en un camino para el resto de nuestros días. Y suele pasar, también, que lo que en una parte del mundo es tendencia, llegue al otro extremo del globo pasado un tiempo. Ahora ya no tanto, por eso de la globalización y sus efectos, pero lo que ocurrió en los años 70 y 80 en los EEUU fue algo singular, fresco, nuevo y sucio. Muy sucio. Lo hacían negros en barrios marginales, pobres en su mayoría, rodeados de droga, prostitución y provenientes de familias rotas, cuyos efectos se filtraron luego como posos que cristalizaron en un violento desencanto por el sistema. Y todo ello quedó reflejado después en las letras de sus canciones.
El fin de semana pasado se estrenó en EEUU Straight Outta Compton, un biopic basado en algunos de esos “chavales rotos”, los NWA, que ha recaudado 56 millones de dólares en tan solo tres días. A nuestro país llegará el 13 de noviembre, atraerá a un público que creció a finales de los 80 y principios de los 90 con casetes de los Run DMC, Public Enemy, Cypress Hill, Notorious Big o Tupac Shakur, por poner algunos ejemplos.
Como ya lo hiciera Mr.Marshall en 1953, el rap completó su total desembarcó en España con el final de la Guerra Fría, en 1991. Antes, en el 83, DJ Ventura había editado ya el primer disco del género propiamente dicho. Un año más tarde el breakdance se filtraría fruto de la influencia estadounidense en suelo nacional (Morón en Sevilla, Torrejón en Madrid y Zaragoza).
Esos tres puntos geográficos fueron la vía de entrada del nuevo sonido, ese que contaba con canciones recitadas sobre una base que se repetía y un bombo y una caja, y que más tarde se convertiría en tendencia.
Llegaron los 90 y surgieron las “escuelas”. También los referentes, los pioneros, los toyacos y el bling-bling. Luego, todo se fusionó con el grafiti. Aparecieron las revistas Hip-Hop Nation, y Wanted. Se estrenó la película 8-Mile y con ella llegaron las Batallas de Gallos. El rap en España vivió su época dorada allá por los 2000, cuando el panorama nacional gozaba de una salud jovial, como de adolescente en plena pubertad. Después, la calma.
Muchos raperos sintieron que más del 50% del camino estaba hecho: el hip-hop había calado en la sociedad, quizá no tanto como quisieran, pero los discos ya estaban colocados en las grandes superficies y las salas colgaban el “no hay billetes” con mucha más frecuencia de la que lo hacían antaño. Y todo gracias a tres ciudades, Zaragoza, Sevilla y Madrid, que proporcionaron al rap en nuestro país el oxígeno justo para prender con la chispa de la esencia estadounidense.
Escuela de Zaragoza
Corría el año 1998 cuando cinco chavales procedentes de la entraña misma de la ciudad editan su primera maqueta, Violadores del Verso. Se hacen llamar Doble V, nombre que más tarde tendrán que cambiar debido a un problema de derechos con la marca de whisky del mismo nombre. Javier Ibarra (KaseO), Sergio Rodríguez (Sho-Hai), David Gilaberte (Lirico) y Rubén Cuevas (R de Rumba) adoptan entonces el nombre de su primera maqueta (Violadores del Verso) y se convierten, automáticamente, en embajadores de la “marca Zaragoza”.
El nuevo estilo rítmico, las bases de R de Rumba y la gran calidad tanto de las producciones como de las letras (donde destaca KaseO) les convierten rápidamente en “el camino a seguir” por el resto de raperos nacionales. Aunque no de todos, porque a la par que ellos, en otras ciudades españolas ya hay otros grupos de gran calidad, como Falsalarma en Barcelona, SFDK en Sevilla o, aunque anteriores, CPV (Club de los poetas violentos) en Madrid.
Violadores del Verso publica en 1999 Genios. Será este el disco que les lance a la conquista del mercado nacional e internacional, que demuestre la madurez del grupo, la apuesta de unos cuantos por una nueva corriente musical. Letras filosóficas, de denuncia social, que versan sobre la industria de la música en España, sencillas, que hablan sobre un tema a priori insignificante o de una borrachera a base de Ballantines. VdV es algo nuevo, fresco y caliente a la vez, algo de lo que todo el mundo habla y se pregunta, “¿quiénes son esos Violadores?”.
Pero sería injusto hablar de Zaragoza sin mencionar a otros tantos buenos raperos, como Rapsusklei, Flowkloricos, Xhelazz, Tres Monos o Hazhe, entre muchos. Quizá la ciudad maña haya sido la que más ha dado a esto del hip-hop, por eso de aunar en un corto período de tiempo a tantos y tan grandes letristas.
Pero habrá de existir alguien que ponga orden a todo ese desorden de nombres y grupos, a esa prolífica escena que cuenta sus viajes por bolos y que empieza a destacar sobre el resto de “escuelas” nacionales. Al igual que en cada ciudad hay un referente, también hay un productor. Aquí, ese papel se lo disputan entre Hazhe y R de Rumba, aunque será este último en mayor proporción quién adquiera el papel de mártir “salvador” del rap maño y se dedique a dar oportunidades en forma de producciones discográficas a sus paisanos.
Escuela de Sevilla
Son los tempranos 90 en un instituto del barrio de Pino Montano. Saturnino Rey y Óscar Sánchez, ambos compañeros de clase acuden finde tras finde a la sala Alcázar de Sevilla, que acapara la atención de la mayoría de chicos y chicas de la época en su sesión light. El barrio, dividido en “heavys” y “lolailos” ofrece una alternativa diferente a las dos subculturas que entonces plagaban la ciudad. Unos jovencísimos Zatu y Acción Sánchez escuchan allí, por primera vez en su vida, una canción de rap. Después, se conocen por casualidad durante unas vacaciones.
Fue ahí cuando Óscar Sánchez pensó: “Este tío tiene una cara de cabrón que no puede ni con ella”. Pero ese fin de semana en una casa de la playa no hizo sino forjar la amistad entre los dos elementos que luego pasarían a la historia como SFDK. Esta y muchas más historias se explican en el biopic que lleva por nombre Black Book, que el grupo editó en el 2008.
Si en Zaragoza hay un grupo que lo acapara todo, en Sevilla hay otro del que sale todo. Los inicios del rap en la ciudad hispalense llevan grabado a fuego las letras SFDK. Probablemente uno de los grupos en activo más longevos que, junto a Violadores del Verso, componen la historia viva del rap en español. Grabando maquetas desde 1993, no fue hasta 1999 cuando dieron el salto gracias a la discográfica madrileña Zona Bruta, que produjo su primer maxi, Siempre Fuertes. Con un estilo agresivo y un pegajoso acento sevillano, Zatu conquistó a la bien fundada crítica musical que comenzaba a abrirse paso en nuestro país.
En 2001 llegó Odisea en el lodo y cuatro años más tarde, en pleno éxtasis musical hiphopero, 2005. Las letras hablaban sobre el barrio, el niño guey, Wifly, la familia o las batallas de rimas que empezaban a abrirse paso entre los chavales. Aun hoy, SFDK sigue en activo y el año pasado sacó su último disco, Sin miedo a vivir; si bien muy alejado de las primeras producciones.
Sin embargo, Zatu y Acción Sánchez no fueron los únicos. Sí los que más trascendieron. Pero hay más nombres propios en Sevilla, como el grupo H-Mafia, ToteKing, Shotta, La Mala Rodríguez... El panorama sevillano, destaca sobre el resto por contener unas letras más crudas y un cierto toque underground en muchos de sus artistas. De todos ellos, quizá, el que más ha sabido venderse y llegar a alcanzar fama internacional haya sido Manuel González Rodríguez, ToteKing.
Escuela de Madrid
La capital no podía ser menos que Zaragoza y Sevilla y, al igual que estas, cuenta con un referente fundamental, que empieza y acaba con CPV. El club de los poetas violentos aunó varios estilos en un grupo de jóvenes de Ascao, algunos llevaban haciendo rap desde antes incluso de los 90. El Meswy, Jota Mayúscula, Mr. Rango, Paco King, Kamikaze, Supernafamacho y Frank T (solo un año) formaron lo que muchos consideran el grupo de rap pionero en nuestro país. Coetáneos junto con CPV y con base en Torrejón de Ardoz, fueron Los Verdaderos Kreyentes de la Religión Hip-Hop (VKR), grupo por el que también se movió Frank T.
La “escuela” de Madrid, si bien no ha dado figuras tan icónicas como Zatu o KaseO (no olvidemos a Randy MC, al Chojín o a Zenit), sí ha dejado un rastro muy rico en cuanto a producción musical y estilo underground se refiere. Ahora, raperos como Darmo o Ivan Nieto han recogido esa estela. C. Tangana (antes, Crema), el Sr. Rojo y La Excepción (grupo del que El Langui protagonizó en 2008 la película El truco del manco) componen la flor y nata de la escena madrileña.
Así como R de Rumba en Zaragoza y Acción Sánchez en Sevilla acogen con gusto el rap que se está desarrollando en sus lugares de origen y empiezan a producir los discos de sus grupos o artistas favoritos, en Madrid la figura de Jesús Bibang, más conocido como Jotamayúscula, destaca entre el resto. Sin embargo, tras la explosión del rap en nuestro país pasados los 2000, será la discográfica BOA la que haga las veces de “unificadora” e intente agrupar a todos los artistas del género bajo su sello.