Hyperpop, tecno, electrónica y otras 'cosas de brujas' en el nuevo disco de María Escarmiento
María Escarmiento no ha dejado de explorar desde que comenzó con la música. Hace tres años lanzó el epé Sintiéndolo mucho, un mix de siete canciones que se mueven entre el reguetón y el trap, con el que la artista madrileña dio comienzo a su carrera musical. Han pasado tres años desde entonces pero, lejos de parecerle “mucho tiempo”, cuenta en una conversación con elDiario.es, que la espera forma parte de la promesa que se hizo a sí misma: no tener prisa para la música. Una sabia decisión que se detecta en el resultado de un disco cuidado al detalle, que desprende una impecabilidad sobre todo en las composiciones, en la edición, en el uso de las herramientas musicales contemporáneas y en el resurgimiento de unas sonoridades que, lejos de caer en el olvido, viven ahora su mejor momento: el hyperpop, el tecno y la electrónica.
Cuenta María que, cuando empezó a componer el nuevo disco con Fran Laoren —con el que canta un tema y con quien colabora en todo el disco como hace con BLNCO o detunedfreq—, intentaron seguir con el reguetón “solo porque era lo que había hecho antes” pero, de repente, no salió: “No nos estaba diciendo nada porque en ese momento ninguno estábamos conectados con esa música, no era lo que nos motivaba”. María decidió “no rayarse” porque “las posibilidades son infinitas”, dice, y esto es también precisamente un símbolo identitario en las formas de creación de las nuevas generaciones. No hay límites.
Hace unos meses triunfó con la versión maquinera de Puedes contar conmigo de La Oreja de Van Gogh, un clásico del pop de los 2000, queridísimo por un público nostálgico que continúa cantando la letra en las discotecas dos décadas después. “La reacción de todo el mundo fue decirme que lo necesitaban. De repente, se cubre una necesidad que no sabían que tenían”, cuenta Escarmiento. El tema es el cierre de un disco en el que también se escucha a Natalia Lacunza, a Los del Control, Érebo y Blu Boi o a Mda, uno de los cabecillas de la oleada del hyperpop español, un subgénero del pop experimental que utiliza la electrónica para exagerar los sonidos originales. Ahora María Escarmiento está a punto de comenzar una gira por toda España. Lo que demuestra con Cosas de brujas es que la música electrónica acepta nuevas fusiones y se ha transformado ya hacia nuevos mensajes, técnicas y perspectivas. Lo heterogéneo del disco es también un reflejo del panorama musical de hoy.
Son cosas de brujas
“De pequeña me encantaba la serie Sabrina, cosas de brujas. Tenía muchos títulos, pero cuando encontré este pensé que tenía mucho que ver con un universo que me apasiona”, relata María, que tiene la palabra “bruja” tatuada desde hace tiempo y que, además, se ha servido de este mundo de magia y embrujo también “para jugar con lo visual”, explica. La portada, una estrella iluminada sobre un fondo negro; los videoclips, realizados por Pablo Amores, entre la esencia noventera y dosmilera y el desfase estético de una rave.
Su mánager advierte sobre el disco que “no encontraremos beats en loop, sino una experiencia inmersiva de electrónica ambiental y sonidos distorsionados, creando un trabajo muy creativo, lleno de atmósferas que casan muy bien con las noches estrelladas, Sabrina, la brujería, o la montaña rusa de emociones que ha vivido María durante el período compositivo”.
Hay algo revolucionario de manera intrínseca en hacer la música que uno quiere. Si eso es político, pues este disco lo es
“Lo he vivido como una explotación creativa, he disfrutado muchísimo de la creación de las canciones. Todo iba cobrando sentido a medida que iba pasando”, explica la cantante madrileña: “Ha sido un proceso de maduración muy grande y creo que es lo que me ha llevado a estar aquí; creo que por eso el disco está funcionando tan bien”. Cuando Rosalía publicaba el año pasado su último elepé Motomami, dejaba claro que un mismo disco puede dar espacio a diferentes estilos y que la esfera musical de los nuevos años 20 es, ni más ni menos, más abierta que nunca.
“Que haya canciones variadas en expresiones diferentes es muy agradecido. No todo el mundo tiene acceso a todos los estilos”, dice María. “Siento que hay algo revolucionario de manera intrínseca en hacer la música que uno quiere hacer y en explorar el arte. Si eso es político, pues desde luego este disco lo es”, resume.
Desde Tus detalles o Quiero verlo todo azul, uno de los temas con más sensibilidad —sobre quedarse atrapada en una sensación “liberadora y evasiva” igual que lo hace su letra, su vídeo y su musicalidad, que casi al final de la canción sorprende con un estallido de sonidos desgarrados—, hasta Sobre todo de mí o La vida que elegí, es una “verbena del futuro”, dice María, porque “te imaginas a todo el mundo con un mini saltando y gritando” y porque “tiene todo lo que hay ahora en una verbena”, pero sin ese “toque quedado” que todavía tienen las que hoy vemos. Autotune, maquineo, rebelión y autenticidad: como dice en su descripción, Cosas de brujas es “bailar entre lágrimas”.
Hacia nuevas formas musicales
“Cuando estás haciendo música electrónica, te pones a investigar y encuentras mil opciones. Un día llega mi colega con una bachata y hacemos una bachata electrónica; otro día, algo que no tiene nada que ver. Lo que me gusta es dejar paso a la exploración”, cuenta la artista. María Escarmiento siempre quiso dedicarse a la música, pese a las advertencias de sus padres. Su madre, Azucena Rodríguez, se dedicó durante mucho tiempo al cine y dirigió algunas películas como Entre rojas, con Penélope Cruz, pero ese bagaje familiar no libró ni mucho menos a María de tener que superar un casting de miles de personas para entrar en la Academia de Operación Triunfo y asegurarse el salto a la esfera pública, que indica que no es fácil y que “no hay nadie esperándote” a la salida del programa: “Hace veinte años igual era así, pero desde luego hoy en día, no”.
Al salir de OT, no hay nadie esperándote. Yo nunca he encajado en el mainstream
Pese a haber formado parte de uno de los programas televisivos con más audiencia de Televisión Española, María Escarmiento tuvo que sacarse “las castañas del fuego”, dice. “Nunca he encajado en el mainstream. Aunque antes hacía reguetón, tampoco era un reguetón muy comercial. Siempre me interesó mucho la producción musical, que las bases fueran interesantes, y aunque no siempre lo he hecho porque ponía el peso en otras cosas, ahora mismo sí estoy muy concentrada en explorar eso”, asegura.
Hace unos días, Olivier Arson ganaba el Goya a Mejor Música Original por As bestas, la primera película de Sorogoyen en la que el músico ha utilizado acústico. Hasta ahora, Arson siempre había hecho las bandas sonoras del director a través de bases electrónicas que consiguen con una grandiosidad admirable acompañar y nutrir la tensión de las escenas, el miedo, la angustia. En su discurso al recoger el galardón, el músico francés dijo: “No puede ser que hacer música solo sea para gente privilegiada. Yo no he tenido formación musical hasta hace poco, pero se puede. No hay reglas”. María Escarmiento va en la misma línea.
“Música electrónica se consume de manera muy masiva en todos lados, lo que pasa es que va muy rápido, y eso es lo guay, que podemos utilizar unas herramientas infinitas”, opina María. “Creo que, por eso, ahora llega a mucha más gente”, sostiene. Que el fácil acceso de la generación milenial y zeta a la amplísima diversidad de herramientas ha democratizado el arte es un hecho; que ha conducido hacia nuevas formas artísticas, también. La electrónica y la música experimental arrastran décadas de historia, pero quizás la diferencia ahora está en que la cada vez mayor aproximación popular, la ruptura con el elitismo musical y la permisibilidad de la tecnología conducen hacia la inmensidad de oportunidades: fruto de ello es la vastedad de mezclas, géneros, conceptos y espíritus musicales diferentes que empapan, sobre todo, la esfera artística joven. Y por eso son cosas de brujas.
1