La música gótica, la más oscura reacción a Margaret Thatcher

Elena Cabrera

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La historia de la música reciente era un territorio virgen para la exploración ensayística hasta hace no mucho. Ese lugar lo habitaba únicamente el presente urgente del periodismo musical. Estamos en un momento de historiografía desbordante a un ritmo de publicación imposible de seguir. La cultura pop tampoco ha querido desaprovechar el mecanismo de legitimación que trae consigo el libro, por lo que no ha habido mejor momento que este para entender de dónde vienen los estilos y qué han significado los 75 años de vida de la música popular.

Para la escritora británica y periodista musical Cathi Unsworth, de 55 años, autora del monumental Temporada de brujas (Contra 2024, traducido por Héctor Castells), este gran momento responde a que los escritores musicales como ella han alcanzado “sus propios años dorados”, acumulando una gran cantidad de material y perspectiva para trabajar en esta materia, explica en una entrevista con elDiario.es.

Y no son solo ensayos, ese análisis de picapedrero del pasado reciente convive con otra minería, la de la memoria. Y así, son muchos los músicos que se han sentado a pasar a limpio sus biografías, como Morrissey, Kim Gordon, Brett Anderson, Viv Albertine, John Lydon y Steve Jones de Sex Pistols, Kathleen Hanna (Bikini Kill), Bobby Gillespie, Miki Berenyi (Lush), Bono, Mark Lanegan, Liz Phair, Flea (Red Hot Chili Peppers), Jeff Tweedy, Dave Grohl, Jayne County, Thurston Moore, Pete Doherty (The Libertines) y muchos más. En España, Christina Rosenvinge, Fernando Alfaro, Edi Clavo o Javier Corcobado también han publicado sus memorias. Unsworth destaca que además hay “músicos que son escritores extremadamente buenos, como Lydia Lunch, Joolz Denby, Will Sergeant de Echo and the Bunnymen, Barry Adamson de Magazine y los Bad Seeds o Lol Tolhurst de The Cure”.

Aunque Unsworth comenzó a escribir en revistas de música, en realidad el resorte que le conduce a escribir El libro del rock gótico (subtítulo de Temporada de brujas) son los escritores de novela negra como James Ellroy, David Peace y Jake Arnott, “a quienes les gusta escribir las historias secretas de nuestros tiempos en obras de ficción”. “A menudo, la única forma de escribir la verdad es convertirla en una historia”, señala. La propia Unsworth se dedicó a este género antes de iniciarse en la literatura musical, algo que hizo al acompañar al icono punk Jordan Mooney, fallecida en 2022, en la escritura de sus memorias, Defying Gravity, en 2018.  

“Una vez que escribimos la historia secreta de la vida de Jordan Mooney y su época en el nacimiento del punk, Temporada de brujas avanzó a partir de ahí. Gran parte de mi ficción se basaba en crímenes sin resolver y en mujeres que llegaban a lugares a los que se suponía que no debían ir. Jordan se parecía mucho a una de mis heroínas imaginarias noir, como lo son todas las mujeres de Temporada de brujas. Hacer esos libros me enseñó a investigar en diferentes épocas, lo cual fue muy valioso”.

La particularidad del ensayo de Unsworth es el constante esfuerzo por contextualizar los diferentes hitos musicales: cuándo y dónde se forman los grupos, las canciones que componen y publican, las conexiones entre ellos. A diferencia de los libros de música tradicionales, esta no es una burbuja ajena a su momento sino que es presentada como un inevitable producto de su tiempo. En ese sentido, los trabajos de Jon Savage (England's Dreaming o Teenage, la invención de la juventud), Nick Tosches (Fuego eterno, la historia de Jerry Lee Lewis) o Greil Marcus (Rastros de carmín), “personas brillantes a la hora de contextualizar la cultura pop en la política”, han influenciado a la autora.

Un tiempo de hierro

Es bastante improbable que un libro sobre The Cure se aproxime a la biografía de Robert Smith a partir de la del asesino en serie John George Haigh, quien disolvía los cuerpos de sus víctimas en ácido sulfúrico. Pero Unsworth sí lo hace, pues la historia de este criminal está unida a la ciudad de Crawley, adonde se mudaron sus padres cuando el futuro cantante de The Cure tenía tres años. Haigh, que ejerció una potente fascinación en la prensa y la sociedad de finales de los años 40, dejó un poso “siniestro y macabro” en Crawley, “al igual que la música de Robert Smith”.

La primera canción del grupo, Killing an Arab, surge de la lectura nihilista de El extranjero de Camus y rezuma angustia existencial adolescente. “¡Esto es horrible! ¡Ni siquiera triunfaría entre los convictos de una cárcel!”, valoraron en la revista Melody Maker. “Están haciendo el ridículo”, sentenció el prestigioso crítico Paul Morley. El primer disco de The Cure, Three Imaginary Boys, se publicó cuatro días después de la victoria electoral de Margaret Thatcher en 1979.

El subtítulo original de Temporada de brujas fue Goth in the Time of Thatcher (El gótico en la era Thatcher) pero fue vetado por el editor, que no quería ese nombre en la portada aunque en verdad la Dama de Hierro es la “bruja” a la que alude el título. No obstante, indica claramente el enfoque de la obra: “Comenzaría y terminaría con el tiempo de nuestra primera mujer ocupando el cargo de primer ministro y detallaría la agitación social provocada en esa década al contextualizar la música que surgió del punk y mutó en esto que luego se llamó gótico como una reacción, una reflexión y una rebelión contra su política”, indica la autora.

“Quería contextualizar el trasfondo social de la música y hacer que la gente reconsiderara qué había en ella más allá de murciélagos de plástico y delineador de ojos. La música de la que se habla en el libro fue la reacción a una década de profundo trauma social infligido a la clase trabajadora inglesa”, analiza la autora sobre grupos como Joy Division, Bauhaus, The Sisters of Mercy o Siouxsie & The Banshees. “También quería explorar por qué 'goth' se convirtió en un insulto para estas bandas, aunque algunos se lo tomaron de manera divertida, a fin de cuentas alguna de esta gente eran personajes bastante ingeniosos”, añade.

Con este propósito en mente y un periodo temporal acotado (1979-1990), Unsworth estuvo escribiendo durante un año una historia que le permitiera entrar al detalle en cada grupo sin perder la narrativa histórica. Los capítulos funcionan como círculos concéntricos, dando vueltas alrededor de bandas que tienen una perspectiva similar, por ejemplo, indica la autora, uniendo a Killing Joke con Bauhaus porque ambos están seriamente interesados en las prácticas mágicas de Aleister Crowley.

Pero como para la autora esta reacción artística al trauma social no es única del gótico, sino que se repite cada cierto tiempo –“como los románticos y William Blake en la época de la Revolución Industrial o los dadaístas en la República de Weimar justo antes de la Segunda Guerra Mundial”– se alude a artistas anteriores a la era Thatcher presentándolos como padrinos y madrinas, en una parte final de los capítulos, impresa en hojas de color negro. Por ejemplo, Jim Morrison o Julie Driscoll aparecen tras hablar de The Cure, o Suicide y Tura Satana tras hablar de Soft Cell y The Sisters of Mercy. “También incluí un apéndice de películas y libros esenciales pues los góticos suelen ser cinéfilos y lectores ávidos. Así que siento que todo el libro es una especie de entrelazamiento céltico de la música, la cultura y la política de esa época”, señala.

Qué es el gótico (la eterna pregunta)

La excelente serie documental Wonderland: Terror gótico (Filmin) filmada por Adrian Munsey en 2023, realiza una afinada aproximación al entendimiento del término gótico como una rebelión cultural en diferentes momentos de la historia y que forma una genealogía que conecta a Mary Shelley con Siouxsie. En el caso de la escena musical, el término, al igual que punk, hippy o beatnik, comenzó torcido.

“Goth era un término de burla acuñado por rockeros punk mayores para referirse a gente más joven que no había conocido a grupos como The Damned, los Banshees y The Cult hasta que no los vieron en [el programa de televisión] Top of the Pops. Ser un ‘posero’ o un ‘friki de fin de semana’ se consideraba lo peor de lo peor en aquellos tiempos. No fue de mucha ayuda que todo el que estuviera en alguna banda admirada por los góticos, dijera que no era gótico y que odiaba y detestaba la palabra”, dice Cathi Unsworth. “Es comprensible que les molestaran los imitadores que le daban fuerte al murciélago y al eyeliner pero que aportaban poco contenido intelectual o creativo. Esto llevó a todos mis conocidos con pinta sospechosa de gótico a decir ‘yo no soy gótico’, incluida yo misma”, añade.

Precisamente es por eso que Unsworth tenía ganas de recuperar la palabra, celebrarla e investigar sobre su origen, un asunto que está muy cuestionado. La autora pone como ejemplo la aparición de una nueva teoría. En un concierto reciente de Jon Lanford, fundador del grupo punk The Mekons, fue abordada por un tipo que le aseguró que él había inventado el término en Leeds, en 1978, cuando era muy amigo de Marc Almond y Andrew Eldritch (The Sisters of Mercy). “Los góticos más jóvenes, entre adolescentes y veinteañeros, que asisten a mis charlas están bastante desconcertados con esta historia. La palabra es algo de lo que estar orgulloso hoy en día, e incluso ha comenzado a volverse respetable ahora que una autoridad de la magnitud de Lol Tolhurst de The Cure se puso ante ella y la abrazó en sus memorias más recientes”, dice en referencia al libro Goth: A History escrito por el batería de The Cure.

Más allá de las bromas, la identidad gótica “le dio a los chavales más tranquilos, sensibles y de género fluido que crecían en esos días una especie de armadura contra los merodeadores cerveceros a quienes no había nada que les gustara más hacer que golpear a cualquiera que pareciera un poco diferente”, recuerda Unsworth. “Aunque las cosas han mejorado desde los días de la Sección 28, la cláusula de la ley del Gobierno local que prohibía la enseñanza sobre la homosexualidad, y del Frente Nacional invadiendo los conciertos, no han cambiado tanto. El clima político actual me parece bastante similar al de los años ochenta, por lo que no es sorprendente que los jóvenes de hoy también encuentren refugio y consuelo en el gótico”, dice la autora.

Cathi Unsworth creció admirando a Siouxsie, Lydia Lunch o la poeta y performer Joolz Denby: “Mujeres que parecían diosas y podían ordenar que salas llenas de tipos ruidosos se callaran y las escucharan. Y en el caso de Lydia y Joolz sin siquiera música, solo con el poder de sus voces y las historias que tenían que contar. Por lo tanto, mi estilo de feminismo proviene de lo que absorbí de ellas”. “El gótico siempre ha sido un lugar de género fluido, que brindó protección a las personas que, con razón, estaban aterrorizadas de salir del armario en los años ochenta. Les permitió encontrarse a sí mismos y a sus espíritus afines mientras compartían maquillaje y laca en los baños de los garitos góticos de todo el país, a menudo en lugares donde no había pubs ni discotecas gay a los que ir”, señala, sobre la importante contribución de esta escena a los derechos LGTB y al feminismo. “Por eso nos cuesta tanto esfuerzo lograr que nos tomen en serio los tíos blancos heteros que están ahí solo para enaltecer a otros tíos blancos heteros. Seguramente es por eso que ellos también se burlan: ¡pero su risa nerviosa es un vano intento de mantener a raya la oscuridad!”, dice.

Cathi Unsworth comenzó su carrera en la legendaria revista Sounds a los 19 años, en 1987, a las órdenes del redactor jefe de actualidad Hugh Fielder –“un veterano de la contracultura y el responsable de que The Damned ocuparan la portada tan solo por el single New Rose, sin ni tan siquiera una entrevista, solo porque era emocionante”– de quien Unsworth aprendió, así como de otros periodistas como Tony Stewart a transmitir la pasión por la música. Ese tipo de revistas de la era preinternet como Sounds, los semanarios News Musical Express y Melody Maker o revistas como Uncut y Select (de la que Stewart fue fundador) han desaparecido casi todas. 

“Curiosamente, los jóvenes góticos que conozco en mis charlas estaban empezando a hacer sus propios fanzines, evitando internet y las redes sociales porque son demasiado omnipresentes. Esto me ha demostrado que son verdaderos góticos pues no quieren ir con la manada sino que buscan caminos propios y más creativos. Ellos me entusiasman con un montón de grupos nuevos que no conozco pero que expresan las preocupaciones de su generación de la misma manera que los músicos de mi libro lo hicieron para mí. Son a ellos a los que hay que mirar porque saben que son parte de un rico linaje”.