Radiografía de la 'nueva masculinidad' según C. Tangana: de vampirizar a Rosalía a las mujeres como 'atrezzo' de bar
Este viernes se publica El Madrileño, tercer disco de estudio de C. Tangana. En el panorama actual Antón Álvarez se ha convertido, por méritos propios, en uno de los artistas más importantes de la música en español. Su repercusión es indudable.
Por eso resulta esperanzador que alguien que bate récords en Spotify y en Youtube sostenga en entrevistas y apariciones un discurso crítico con la masculinidad tóxica. Ya en 2018, en un programa emitido en prime time, sus declaraciones frente a Risto Mejide levantaron polvareda. El publicista y presentador le preguntó cómo le sentaba que le llamasen “heterazo”, a lo que el artista contestó: “Es que es verdad. Todo lo que me ha enseñado el feminismo es que soy un heterazo y que estoy dominado por todos los patrones de macho, ¿tú no?”. Y añadió: “Soy un machirulo aunque no quiera”.
Es un discurso que el artista ha subrayado en distintos ámbitos. Sin ir más lejos, el pasado 25 de febrero el periódico La Razón publicaba una entrevista con el artista en la que afirmaba que “esa masculinidad que te enseñaban de pequeño de repente nos damos cuenta de que es como un cáncer”. Pero lo cierto es que si uno se para a analizar las repercusiones discursivas de sus últimos videoclips, la visión que ofrece del asunto es un tanto distinta. ¿Qué hay de 'nuevas masculinidades' en las canciones de C. Tangana?
Demasiadas mujeres y el medidor de virilidad
Demasiadas mujeres se publicó en octubre de 2020 y acumula 19 millones de reproducciones en Youtube. Es la canción que abre el álbum que ahora publica. En ella, entre parafernalia castiza y samples de Joselito, vemos a C. Tangana confesándose ante un sacerdote que escucha pacientemente una enumeración de mujeres con las que el artista mantuvo relaciones sexuales. Encuentros que resultan siempre de obedecer un impulso animal ligado a una virilidad incontrolable.
Como ocurrirá más tarde con Comerte entera, el deseo sexual masculino no entiende de racionalización en este universo creativo. Atiende, eso sí, al impulso animal: una idea que se encuentra entre lo más profundo de los cimientos de la cultura de la violación. Y la retahíla de mujeres con las que se ha acostado el cantante son, además, la medida de su ego.
“El sexo es una mercancía, la acumulación de esta mercancía mejora el estatus del hombre y todo hombre tiene derecho a esta acumulación”, escribía Rebecca Solnit en el brillante artículo A broken idea of sex is flourishing. Blame capitalism, publicado en The Guardian. “Sin embargo, las mujeres son, extrañamente, un obstáculo para ello, de manera que son al mismo tiempo el enemigo y la mercancía”.
Como ahora veremos, tanto Tú me dejaste de querer como Demasiadas mujeres abundan en una idea de alteridad de la mujer que existe para definir el estatus del hombre o bien para hacerle sufrir por, precisamente, alterar dicho estatus. “Las mujeres-en-cuanto-cuerpo son sexo en espera (para los hombres) y las mujeres-en-cuanto-personas son incómodas guardianas que se interponen entre los cuerpos masculinos y femeninos”, seguía Solnit y de la que hemos utilizado una traducción realizada por el escritor Antonio J. Rodríguez que figura en el también brillante ensayo La nueva masculinidad de siempre (Anagrama).
En este videoclip, el sexo no es algo cariñoso ni colaborativo entre dos personas: es algo que se obtiene, que se concibe como un medio para dominar. La frustración, la herida al ego llega por esa falta de dominio.
Tú me dejaste de querer y el rencor ante el éxito
No va a ser este el lugar en el que se glose la relación que tuvieron Rosalía y C. Tangana ni lo que significó para el mainstream musical español. Para ello ya hay videoensayos tan interesantes como el de la humorista y productora Penny Jay titulado Crónica de una relacción. Nuestro La La Land Español. Baste decir que ambos mantuvieron una relación, hicieron temas juntos y luego lo dejaron. Y que la ruptura se produjo poco antes de la publicación de El Mal Querer, que le granjeó el éxito internacional a la de Sant Esteve Sesrovires. Un álbum en el que Antón aparece acreditado hasta en 8 de los 11 temas que ayudó a producir.
Las referencias a esta relación sentimental se pueden rastrear en otros videoclips y letras, asumiendo que se pisa el terreno de la especulación. Solo que el videoclip de Tú me dejaste de querer narra, precisamente, el sufrimiento de un proceso de ruptura sentimental tras una relación en la que ella vive el éxito y él la amargura. En alguien que se ha convertido a sí mismo en una performance como Antón Álvarez, esto establece pocas distinciones con la mediática relación.
Es más, una suerte de flashback del videoclip llega a mostrar a Pucho —otro de los alias del artista— rapeando móvil en mano en un banco de un parque sin nombre. Una estampa que completa con las palmas y la mirada de admiración de… Rosalía. Una doble de ella, claro. Todo mientras Tangana observa apesadumbrado la escena desde una limusina.
Cabe añadir que Tú me dejaste de querer no se limita a jugar con la figura de la artista catalana, también establece un claro diálogo con el videoclip de Con altura en términos de puesta en escena: Pucho recurre a situar la acción en un avión en el que, en lugar de celebración y perreo, solo vemos al artista rodeado de personajes solitarios. Los tonos claros y cálidos del tema de Rosalía se contestan aquí con azules y oscuros, que subrayan el dolor. La jugada está clara: el artista siente nostalgia por los tiempos en los que la joven le admiraba y le acompañaba. Y la supuesta ruptura no solo resulta unilateral, también parece tener una única víctima: el cantante. ¿Y dónde está el machismo? En la apropiación de una iconografía ajena y su resignificación, así como en la potestad para tener la última palabra.
Tú me dejaste de querer vampiriza el éxito de Con altura para extraer una conclusión que cala en el imaginario: mientras la artista catalana disfrutaba de su merecido éxito mundial, el madrileño sufría lo indecible.
Resulta, como poco, reveladora la voluntad de tener el control sobre el relato de lo que fuese que pasase entre ambos artistas. La pérdida de privilegios y hegemonía, sea en una relación íntima o en un podio de Spotify, asusta al hombre blanco. Y este reacciona cantando sus penas, que por azares del destino le vuelven a colocar en el número uno. No es, precisamente, una historia que ahonde en ninguna 'nueva masculinidad'.
Comerte entera en Hong Kong: de animales y mujeres florero
Antes de lanzar el díptico que forman Nominao y Hong Kong junto a Jorge Drexler y Andrés Calamaro, Tangana publicó otro tema que forma parte de El Madrileño. Hablamos de Comerte entera, cuyo videoclip abunda en dos conceptos que poco tienen que ver con nuevas masculinidades: el deseo sexual sujeto al impulso brusco animal y la no-responsabilidad de control de dichos impulsos. Dos ideas arraigadas en el imaginario sexista.
Comerte entera nos narra la historia de un sujeto 'deseante' que anhela a un objeto 'deseado' interpretado por Bárbara Lennie. Una mujer de la que no sabemos nada más allá que el 'deseante' la devoraría. Al margen de consideraciones sobre conceptos propios de un imaginario sexista como el de la 'femme fatal' o la cosificación que entraña la desposesión de sentimientos, el sujeto 'deseante', aquí, es evidentemente un hombre. Un varón blanco heterosexual que se precia de moverse por instintos. El deseo, de nuevo, no entiende de racionalización: solo de animales que se devoran unos a otros.
Y sin embargo en este tema, el peligro no es el animal devorador: es el objeto deseado. “Essa mina é um perigo” es el leitmotiv de la canción. Mientras que el sujeto que entona orgulloso un “Quiero agarrarte, no aguanto más”, no es responsable de su deseo. La responsable es la mujer, peligrosa por alentar ese deseo.
A estas ideas, que poco tienen que ver con nuevas masculinidades, se suma la adhesión al imaginario canalla de sus últimos dos videoclips. Rodados ambos en un ambiente de bar oscuro y cargado, Nominao vuelve sobre la idea del rencor ante la pérdida de privilegios: el cantante maldice por haber perdido su estatus mientras la voz de Drexler le recuerda que un día él mismo estuvo en el candelero. Y Hong Kong canta las penas de dos hombres que gustan de cenar “perico en navaja” y tener “una flor en el culo y una geisha en Japón”, que se precian de no pasar por su hogar —difícil, por tanto, que puedan, por ejemplo, ejercer cuidados— y sueñan con que las farras duren para siempre. El imaginario beatnik que el mismo artista cita en entrevistas se encuentra con la resaca bukowskiana. Nada nuevo bajo el sol.
Mientras, las mujeres retratadas en ambos videoclips vuelven a ser objetos. En el primero acompañan a Calamaro hasta el local en el que tocan Drexler y Tangana, y en el segundo únicamente se precian de bailar sensualmente ante la mirada de la cámara. Un uso narrativo del cuerpo de las mujeres que la guionista Kelly Sue Deconnick claramente identificaría con el tropo de 'la lámpara sexy': no hace falta que estos roles los interprete una actriz de carne y hueso, pueden perfectamente ser sustituidos por muebles.
No es descartable que todo lo aquí expuesto forme parte de una estrategia comercial, que en El Madrileño se puedan leer entre líneas discursos más críticos sobre la posición del varón heterosexual en las relaciones sexoafectivas modernas o la violencia que entraña la masculinidad tóxica basada en el privilegio. De hecho, cuando el artista habla de reflexión sobre las 'nuevas masculinidades' en su nuevo álbum menciona canciones como Nunca Estoy, Los tontos y especialmente Cambia, canciones las dos últimas que servidor no ha podido escuchar mientras escribe esto.
Pero antes de publicar dichos temas, ha realizado no uno, sino varias canciones y videoclips que se sustentan machaconamente en narrativas sexistas. Y en cualquier caso, resulta evidente que las 88 millones de visualizaciones de Tú me dejaste de querer ya han calado en el imaginario colectivo, al margen de la crítica al modelo de virilidad tradicional que el artista defienda en adelante.
“Si un hombre entiende que la masculinidad es su columna vertebral, no le ve ningún sentido a extirpársela”, escribía el poeta y escritor J. J. Bola en Un baile de máscaras (Paidós). “Los hombres (incluidos los más jóvenes) deben hacerse responsables, a sí mismos y a los otros, de las formas en que se benefician del privilegio masculino y del patriarcado y esforzarse por cambiar la situación”, añadía. A la luz de los videoclips del artista madrileño, resulta difícil ver la crítica y la voluntad de cambio en el modelo de masculinidad propuesto. Por contra, destacan una serie de ideas que la han sustentado desde hace generaciones. Desde mucho antes de que esas 'nuevas masculinidades' se convirtiesen en una etiqueta al servicio de la promoción.
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