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Sónar se olvida de la música

Sónar ha sido y es uno de los grandes festivales de música electrónica del mundo. No cabe duda que sus 23 ediciones han ayudado a consolidar un proyecto en el que experimentación y baile siempre han ido de la mano. A lo que se han sumado en sus cuatro últimas fechas facetas como el pensamiento, la reflexión y el negocio, afianzando una de sus apuestas más celebradas, el Sónar +D. Todo esto con el aliciente de unos números incontestables: 46.500 asistentes al Sónar de día, 69.000 al de noche y 3.800 al Sónar +D.

Entonces, ¿qué ha ocurrido este año para que las sensaciones no sean tan buenas? Los mimbres iniciales no podían ser mejores. Artistas de los cinco continentes mostrando sus nuevas creaciones en marcos incomparables: auditorios, salas con buen sonido, grandes escenarios, recreaciones de clubes… Un primer punto a analizar es el daño que festivales como Primavera Sound, con una programación muy extensa en el campo de la electrónica y la actualidad, ha hecho a Sónar.

Otra de las variables es la amplia y diversa red de espacios que programan en Barcelona al calor del festival, lo que se ha llamado OFF y que ha permitido ver a artistas como Paranoid London, Omar S o Lena Willikens. Estos dos eventos han obligado a que Sónar tenga que esforzarse en la búsqueda de nuevos artistas y en contraprogramar con propuestas cercanas a ese universo. Es significativa la presencia de músicos como Fatboy Slim, Coyu, Paco Osuna, Eats Everything o Kenny Dope, quienes ofrecieron sets que poco aportaban a lo que se podía ver fuera del gran festival.

Veteranos repetitivos

Por otro lado, este año hemos sido conscientes de la veteranía del festival, ya que una parte representativa de artistas ya habían pisado Sónar en ediciones anteriores. A los habituales Richie Hawtin y Laurent Garnier, se sumaron nombres como Martin Messier, Nozinja, Oneohtrix Point Never, Niño de Elche, Kode9, Matias Aguayo, John Talabot, New Order y James Blake, sin ser exhaustivos. La inclusión de sellos como Ed Banger y Raster Noton que celebraron sendos aniversarios, pero que no se salieron de un sonido y una línea ya ofrecida años antes, tampoco ayudó en ese sentido.

A esta serie de factores hay que añadir las pocas presentaciones exclusivas que hubo, donde destacó la escena local (Chelis y Dj Zero, bRUNA y Wooky, Strand, Cauto, El Guincho) y los directos de Anohni y Jean Michel Jarre. Sónar, por su potencial económico y creativo, debería ser uno de los grandes referentes en la innovación y puesta en escena de las propuestas musicales de este siglo. Una exigencia que con los años ha ido decreciendo y que no se debería dejar de lado. Este año lo más celebrado fueron justamente ese tipo de actuaciones, como las de Gazelle Twin, Niño de Elche junto a Los Voluble, John Luther Adams, Kode 9 con los visuales de Lawrence Lek, Howling, Flume.

Otros artistas lo único que concitaron fue atención mediática (James Rhodes, Undergound Resistance, Jean Michel Jarre, New Order), dejando sensaciones mas bien pobres. Lo de Jarre habría que comentarlo aparte. Un cabeza de cartel conocido por todos, pero con una música muy poco original que mezcló techno pop y EDM sin ningún miramiento. Evidentemente la puesta en escena fue fantástica, un montaje de luces y efectos que estuvo a la altura de Sónar. Pero quizás lo que habría que pedir es mas imaginación en la mayoría de intervenciones. No es necesario un gran despliegue de medios para sorprender a un público deseoso de llevarse un buen recuerdo a casa.

Una de las propuestas que más se resaltó fue la transformación del SónarCar en un gran club, en el que disfrutar de sesiones largas. El acceso a la sala, con cientos de personas arremolinadas en la entrada cual ganado, es algo que debería corregir Sónar. Lamentable y cero permisible. El viernes fue Four Tet quien se encargo de animar la pista (un viaje por la música de baile de estas últimas cuatro décadas, mas lineal de lo que se esperaba) y el sábado le tocó a Laurent Garnier (techno muy efectivo y siempre arriba). Una idea, en todo caso, que no descubre nada nuevo y que ya explotan de manera esporádica muchos clubes del mundo. Este cambio, además, dejó huérfana a la programación de su escenario nocturno más innovador.

Un oasis de sonidos exóticos

La parte más positiva del festival vino por el lado de las músicas de otras latitudes. Mikael Seifu, Ata Kak o Las Hermanas ayudaron a que la visión anglosajona y el bombo fácil se hiciera menos visible. Los otros sonidos que permitieron que aquello se hiciera más disfrutable fueron las sesiones de Kaytranada, Dj Ez, Alizzz, Mura Masa (en formato live) o Noaipre, quienes con su mezcla de pop, hip hop, r’n’b y sonidos acelerados solventaron una buena noche. De todos modos, estamos hablando de sesiones y propuestas que ya se habían podido ver anteriormente en Barcelona en el contexto de clubes y festivales.

Alizzz au Sónar

El SónarDomê, ese escenario que en años anteriores fue lugar de descubrimiento, hizo lo que pudo e intentó tirar para adelante con el exotismo de Insalar y suspace disco turco y de Gerd Janson, quien protagonizó el cierre de los tres días con sus diferentes proyectos. Kelela (en el SonarHall), Sevdaliza y Lafawndah no estuvieron a la altura de lo que se esperaba y mas si lo comparamos con FKA Twigs y su actuación del año pasado.

Dicho esto, hay que reconocer que Sónar continúa imparable. Sacando pecho con una cifra de espectadores y actuaciones digna de aplauso. Aunque no es ni de lejos el mejor club del continente como se escuchó decir a uno de sus organizadores recientemente. Es probable que lo mejor aún este por llegar, solo hay que levantar la cabeza, abrir los ojos... y los oídos.