Nacho Cano y la derecha reescriben la historia de la fundación de México

Peio H. Riaño

22 de septiembre de 2021 12:27 h

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De fondo, el atardecer rosado sobre Miami se confunde con una música melosa. La voz en off asegura que desde su apartamento, “todos los días, al amanecer”, Nacho Cano componía sus notas. Es el tráiler que anuncia el estreno el mismísimo 12 de octubre de un documental autobiográfico sobre la creación del musical Malinche y en el que se reconoce que la inspiración del mismo “nació de aquel entorno de sol, mar, historia y amistad”. En Miami.

En ese fogonazo de un minuto que difunde Netflix, el compositor mexicano Armando Manzanero (fallecido por Covid el pasado 28 de diciembre) descubre la tesis que se le presupone a este largometraje: “Malinche se enamora de Hernán Cortés y es por eso que ocurre el nacimiento de la nueva cultura, un nuevo país como es México”. Y puntualiza el músico que Cano lo ha hecho “a lo mejor sin querer”.

Quizá Nacho Cano reconozca algún día cuál es la intención de montar una pirámide azteca de 30 metros en un descampado de Hortaleza, con un teatro en su interior para más de mil butacas —y un aparcamiento para 400 automóviles—, en el que representar su creación Malinche. Quizá el expediente, que está en tramitación, llegue a buen puerto y en un año el montaje se ponga sobre el escenario.

Romantizar la historia

Antes de que el Ayuntamiento tome una decisión, sí se puede determinar el símbolo que representa esta versión romantizada y conservadora de los hechos históricos. Este año se celebra que la independencia mexicana cumple 200 años (el 27 septiembre de 1821) y fue entonces cuando nacieron dos proyectos contrapuestos e irreconciliables de nación, cada uno con su propio relato del pasado. Es decir, hace dos siglos el relato mexicano se independizó del español, que explica la creación de México con el mito fundacional del “amor” entre la mujer indígena Malinche (Malintzin) y el militar extremeño Hernán Cortés. Según este, los mexicanos son hijos de españoles.

A la pregunta quiénes somos, el relato mexicano dice: “Descendemos del mundo indígena y de las culturas prehispánicas”. Esta no es la narración que representa Cano en el escenario, por las pinceladas que se han podido ver y la reivindicación de Malinche como figura protagonista y antagónica al gobernador mexica, sanguinario y ensangrentado, que levanta en su mano un corazón humano. Los historiadores describen a Malinche como la pieza clave que resuelve la invasión y destrucción de Tenochtitlán a favor de Hernán Cortés y los pueblos del valle aliados contra el tirano Moctezuma. La esclava se convierte en la traductora de los dos mundos y ayuda al invasor a comunicarse en náhuatl y maya con las poblaciones de Mesoamérica central. Gracias a ella, Hernán Cortés montó el ejército que acabó con los mexicas, enemigos del pueblo de Malintzin.

La de Malinche y Hernán Cortés fue una alianza política que a ella le convirtió en una mujer libre y a él en gobernador de México, el único invasor que murió rico y que hizo todo lo posible por ennoblecer a su estirpe

La historiografía mexicana del siglo XIX la convierte en traidora de una nación que todavía no existía y los españoles conservadores ven en ella una amante entregada a su pareja. Creer que lo de Malinche y Hernán Cortés fue una historia de amor es como pensar que Fernando VII se casó con María Isabel de Braganza por la misma razón. Fue una alianza política que a ella le convirtió en una mujer libre y a él en gobernador de México, marqués del Valle de Oaxaca y, sobre todo, en el único invasor que murió rico y que hizo todo lo posible por ennoblecer a su estirpe.

La derecha asustada

Así que la leyenda romántica que defiende Armando Manzanero y certifica Nacho Cano solo sirve como salsa de un montaje musical y del Congreso de los Diputados. El relato que defiende el excomponente de Mecano, al que el PP piensa favorecerle a dedo con un solar inmenso para que haga cosas que les representan, es el mismo que defendió Vox tras el verano de 2020. Fue el momento en el que las esculturas de Cristóbal Colón y el resto de invasores colapsó en las ciudades de los Estados Unidos y Latinoamérica, que deseaban extirpar de sus calles los homenajes a un relato que no defienden los no descendientes de españoles.

Ese verano asustó a la derecha en bloque, que reaccionaron en ambas cámaras. El Partido Popular reclamó en el Senado una declaración institucional en defensa del “legado español”. Por su parte, Vox presentó en el Congreso una Proposición No de Ley, con la abstención de PP y Ciudadanos, por lo que fue finalmente rechazada, con la misma orientación que la reclamación del PP, pero pidiendo que se creara una campaña y una red a través de las embajadas para “dar conocer la labor histórica de España como descubridora, evangelizadora y civilizadora del Nuevo Mundo”. La propuesta de Vox, que fue rechazada por la Comisión de Asuntos Exteriores, quería que la cámara reprobara la retirada de “monumentos históricos representativos de España y su historia” en otros países.

La derecha llama imperofobia a lo que consideran un “rebrote” de la Leyenda Negra y consideran que la mención a las matanzas es fruto de un complejo de inferioridad de los españoles. No piensan que sea una respuesta a la imperofilia que abandera la derecha desde hace una década. Esa es la tesis de Pablo Batalla en su ensayo Los nuevos odres del nacionalismo español (Trea), en el que revisa “la década prodigiosa del nacionalismo español” de la que la eclosión de Vox es el efecto más escabroso.

La reconquista de la derecha

El origen de este regreso al pasado imperial surgió, según Batalla, como reacción a las victorias de la selección de fútbol y al procés catalán. “En los últimos diez años hay un rearme brutal y muy creativo del viejo nacionalismo español, con dos siglos a sus espaldas. Es un vino viejo con nuevos odres como Ferrer-Dalmau, las novelas históricas, los monumentos o los gritos y consignas en el deporte. Vox es el producto más monstruoso de todo esto, pero permea en todo el mundo: el PP hace campaña en Covadonga y Pedro Sánchez sale a dar un mitin con una bandera de España gigante detrás. Por no hablar de la izquierda rojiparda”, indica Batalla.

El origen de este regreso al pasado imperial surgió, según Pablo Batalla, como reacción a las victorias de la selección de fútbol y al procés catalán

“Don Pelayo era un tío con dos huevos”. Así fue el arranque de campaña de Santiago Abascal de las últimas Elecciones Generales. La reconquista. “La izquierda son los nuevos musulmanes a los que hay que volver a echar del país. Revisan la historia, la manipulan y convocan a sus fantasmas del pasado para iniciar la contrarrevolución contra el Gobierno socialista”, sostiene Pablo Batalla. La izquierda son los nuevos musulmanes o los mexicas que hay que expulsar para liberar al pueblo y recuperar ese “ideal humano de valor, de nobleza, de altivez caballeresca, de exaltado y místico espiritualismo”. El entrecomillado es de 1957, procede del Instituto de Cultura Hispánica con Blas Piñar al frente del organismo franquista.

El historiador Javier Moreno Luzón ha publicado Centenariomanía. Conmemoraciones hispánicas y nacionalismo español (Marcial Pons) y coincide con Batalla en que esta ola nacionalista que recupera la figura de Hernán Cortés entre otras es una reacción al procés. Prueba de este énfasis imperiofílico son las declaraciones de Pablo Casado (PP), que en Málaga en 2018, en la celebración del 12 de octubre, presumía de historia milenaria: “La Hispanidad es la etapa más brillante de la historia del hombre junto con el Imperio Romano”.

El militar humano

Esta exageración de aquellos maravillosos años ya se vivió en este país a finales del siglo XIX. México se libraba de España, España estaba al borde del colapso imperial y los patriotas se esforzaron por reivindicarse sobreactuando y llenando plazas de aquí y de allá con los héroes de la hispanidad. “La derecha reivindica esa parte de la historia ante sus enemigos, los que dudan de las glorias y denigran España”, añade Moreno Luzón.

El otro argumento que ha preparado para la posteridad la propaganda conservadora sobre la invasión es el del militar humano: mientras los ingleses no quisieron relacionarse con la población indígena, los españoles se mezclaron con ellos y les reconocieron como seres humanos (también los aniquilaron y les robaron todo lo que tenían). El español fue un genio civilizatorio no racista y la prueba es Malinche. La unión de Hernán Cortés y Malinche es la prueba de que la invasión de América fue humanista. Además, el militar ayudó al resto de los pueblos a librarse de la sangrienta tiranía azteca. Dando por hecho que el azteca no era un imperio legítimo como el de Hernán Cortés.

El símbolo de la pirámide azteca de Nacho Cano es el del mestizaje liberador de un pasado salvaje

La historiadora Marcela García Seba acaba de publicar 12 de octubre: cien años de hispanoamericanismo (Ediciones Complutense) y explica que los conservadores encuentran “orgullo y grandeza” en ese pasado para vender entre su electorado “heroicidad” ante un enemigo radical, demasiado progresista. “Quieren hacerse pasar como los exploradores que llegaron a América a colocar, según su visión, orden y civilización. Ese es el símbolo de la pirámide azteca de Nacho Cano, el del mestizaje liberador de un pasado salvaje”, declara García Seba.

La estrategia es privatizar la historia y crear el relato de un pasado sin mancha: frente a la leyenda negra, la leyenda blanca y con banda sonora. Todos los símbolos serán bienvenidos para construirse en el papel de víctimas, de los últimos defensores de lo auténticamente español. Y como falsas víctimas reclaman una memoria “sin complejos”, en contraposición a la memoria progresista. En abril de 2019, uno de los aspirantes de Vox a escaño en el Congreso de los Diputados visitó Medellín (Badajoz), pueblo natal de Hernán Cortés, donde aún se conserva una estatua al militar muy polémica.

Allí, ante la imagen de bronce que pisa la cabeza de un indio, hecha por Eduardo Barrón en 1889, anudó a uno de los eslabones de la cadena que se rodea el monumento una pulsera con la banderita de España. Era su manera de apropiarse del uso político del pasado y de reivindicar “un trato justo para la figura histórica de Hernán Cortés”. Pidió un aplauso entre sus acompañantes para el legendario gobernador. Antes de marcharse de la plaza dijo que “mientras otros partidos contribuyen a la difusión de la leyenda negra, se avergüenzan de nuestra historia o no se atreven a defenderla, en Vox nos orgullecemos de las gestas de los héroes y conquistadores españoles”. Nuevos políticos con discursos de hace dos siglos.

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