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Don Winslow (Nueva York, 1953) nunca quiso escribir una trilogía sobre la guerra de EEUU contra el narcotráfico. Pero lo que empezó como una única novela sobre los orígenes del cártel de Guadalajara se ha acabado convirtiendo en un retrato de los últimos 42 años de la historia compartida de México y Estados Unidos –incluidos Donald Trump y su proyecto de construir un muro fronterizo entre ambos países–.
El ex investigador privado pasó seis años de su vida documentándose antes de escribir y publicar El poder del perro (Literatura Random House, 2015), la primera parte de una saga a la que ha dedicado más de veinte años de su carrera. Seis años de investigación, viajando por México y entrevistándose con sicarios, narcotraficantes, agentes encubiertos y agencias de inteligencia, para tratar de explicar cómo y de dónde surgió el imperio del narco más poderoso del país: Miguel Ángel Félix Gallardo, conocido como 'El Jefe de Jefes'.
Winslow utiliza la historia de este capo del narcotráfico para inventar al personaje de Miguel Ángel Barrera. Las similitudes entre ambos son infinitas: al igual que Félix Gallardo, Barrera es un expolicía que aparece reconvertido en narcotraficante, crea un sindicato con los principales narcos del país y cierra grandes acuerdos comerciales con el narcotráfico colombiano –Pablo Escobar mediante– para introducir cocaína a gran escala en EEUU.
Winslow hace esto porque le interesa que el lector pueda reconocer -y conocer- partes de la realidad en sus historias, pero siempre partiendo de la base de que sus libros son obras de ficción.
Lo que hace es poner el foco sobre un contexto social y político determinado del que pueda servirse para plantear una serie de debates: el auge de los populismos, la legalización de las drogas o la inmigración irregular. Él mismo explicaba en una entrevista con la revista GQ que su objetivo como novelista es que el lector pueda llegar a entender “lo que está sucediendo” en el mundo que le rodea, aunque sea a través de una serie de novelas. Y es dentro de ese marco donde coloca a sus personajes, muchos de ellos inspirados en personas reales.
No hace falta ser un gran entendido de la política estadounidense o del mundo del narcotráfico para reconocer a Joaquín 'El Chapo' Guzmán en el Adán Barrera de El cártel (RBA, 2015) –la segunda novela de la serie–. Tampoco a 'Kiki' Camarena, el agente que fue torturado hasta la muerte por investigar el cártel de Guadalajara, en Ernie Hidalgo, o a Donald Trump -tuits incluidos- en el presidente John Dennison. “Obviamente los personajes son ficticios y se han reorganizado los hechos para crear una estructura dramática”, aclaraba en otra entrevista con Rolling Stone.
Frente a todos estos personajes va a colocar a uno que puede entenderse como una especie de alter ego del propio Winslow: Art Keller, un antiguo veterano de la guerra de Vietnam que llega al estado de Sinaloa (México) reconvertido en agente de la DEA. Keller es un personaje puramente de ficción que comparte con el escritor neoyorquino muchas ideas sobre cuál es el camino a seguir para plantar cara al narcotráfico, cómo frenar el consumo de drogas y cómo afrontar el reto que supone la inmigración irregular.
Lo que nadie esperaba de Winslow es que después de El poder del perro o El cártel, dos novelas en las que podría haber contado perfectamente toda la historia que desde un principio quería contarnos, escribiera La frontera (HarperCollins, 2019).
La última entrega de su trilogía comparte la misma estructura y el mismo ADN que las dos anteriores, pero introduce un elemento que la hace realmente interesante. Lo que empieza como un relato del México post-cártel de Sinaloa, con las guerras entre narcos por ocupar un vacío de poder en el país, se acaba convirtiendo en una crítica despiadada a la América de Donald Trump.
En esta nueva novela sigue habiendo narcotraficantes, heroína, agentes encubiertos, amor y tiroteos; pero esta vez le interesa más centrarse en cómo un hombre como Trump (John Dennison en la novela) ha podido llegar a presidente de EEUU y en cómo ha cambiado el país desde entonces. Por eso nos lleva de las selvas de Guatemala al “juntos haremos que América sea grande otra vez” o a la trama rusa, pasando por las promesas de un muro o los ataques a México y a los inmigrantes –“han venido algunos hombres malos y vamos a echarlos de aquí”–.
Winslow coloca al presidente republicano como uno de los ejes fundamentales de su novela porque él, como escritor, recurre constantemente a un marco real para ambientar su trabajo. Y Donald Trump ahora forma parte de esa realidad. “¿Qué se supone que debía hacer, pretender que tenemos un presidente diferente? ¿Debía fingir que [el presidente] es Harrison Ford, o crear alguna entidad que alejaría el libro de su tiempo y lo haría parecer un tanto ridículo?”, ironizaba en Rolling Stone.
Por eso, en La frontera aparecen el muro, los dreamers, la búsqueda del “sueño americano” o la trama rusa. De hecho, las relaciones que el equipo de campaña de Trump mantuvo con Rusia para interferir en las elecciones presidenciales son el grueso de la novela, pero Winslow transforma esta trama y se la lleva a su terreno. Aquí serán los narcos mexicanos los que harán todo lo posible para que John Dennison llegue a la Casa Blanca.
Con esta novela, Winslow ha puesto punto y final a la larga historia de un gran fracaso. Es lo que ha tratado de explicarnos en cada uno de los volúmenes de la trilogía: la guerra que EEUU emprendió a mediados de los años 70 para acabar con el narcotráfico fue -y sigue siendo- un absoluto sinsentido.
Nada ha cambiado desde entonces. Los cárteles que habían sido destruidos vuelven a resurgir, la violencia en México sigue siendo insostenible y la heroína sigue llegando a las calles de Nueva York o Washington. Y ningún muro podrá impedirlo.
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