'Room 104', polvos televisivos sin compromiso
Una habitación de un motel cualquiera en una ciudad cualquiera de Estados Unidos. Dos camas, una cómoda, un televisor, lamparitas, un baño. Todo teñido de un tono verdecino propio de otra época, aunque la mayoría de las historias que se desarrollan en este hotel ocurren en un momento sin determinar.
Los hermanos Mark y Jay Duplass (Togetherness, Animals) son los creadores de Room 104, serie que este sábado 29 de julio ha estrenado HBO. 12 episodios con 12 historias diferentes e independientes. Todas se desarrollan en la misma habitación de hotel, sobre las mismas colchas y con las mismas cortinas de fondo. En capítulos de menos de 30 minutos, los Duplass despliegan una serie de cuentos con principio y final que saltan entre la fantasía, la realidad, la comedia o el terror.
En Ralphie, el primer episodio, una niñera (Melonie Díaz) llega a la habitación 104 para cuidar a Ralph porque su padre tiene una cita. Pronto se dará cuenta de que la cosa será algo más complicada que tomar un trozo de pizza y ver un rato la tele con el pequeño.
El formato nos retrotrae a los tiempos de Alfred Hitchcock presenta y sus minipelículas para la televisión, historias de misterio con un sorprendente giro final. Como las narraciones fantásticas de The Twilight Zone o las más recientes de Black Mirror, Room 104 se suma al formato de serie de antología. Pero dentro de esta habitación, a pesar de lo que pueda parecer tras el primer episodio, el terror no será el común denominador.
Conceptualmente, todo se desarrolla en un solo escenario. No hay planos más allá de las cuatro paredes del cuarto de este hotel sin nombre. No se muestran otras localizaciones. Además, en la mayoría de los capítulos el peso narrativo lo llevan solo dos personas que interactúan en ese espacio.
Cualquier cosa puede ocurrir cuando se abre la puerta de la habitación 104 tras una sencilla cabecera con noventeras luces de neón. Las historias se suceden en un limbo temporal, aunque en el caso de Internet (capítulo 5) hay una fecha. Es el año 1997 y un aspirante a escritor (Karan Soni) tendrá que explicar por teléfono a su madre (Poorna Jagannathan, que encarnó a la madre del protagonista de The Night Of) cómo encontrar en su ordenador el documento con su libro y lograr que se lo envíe por correo electrónico para no perder la oportunidad de su vida. Un cuento maravilloso sobre los límites de la paciencia y con quién nunca deberíamos perderla.
Lo inesperado, lo onírico y lo surrealista entran por la puerta con cada nuevo episodio, siguiendo una fórmula poco convencional. Tras la cancelación de su comedia Togetherness, los hermanos Duplass llevaron Room 104 ante los ejecutivos de HBO, actualmente enfrascados en encontrar su siguiente Juego de tronos. Según cuentan los Duplass, lo barato de la producción les dio vía libre en la plataforma. Cuando hay poco que perder, todo se puede arriesgar.
Los capítulos son de ejecución tan diversa como las manos que toman las riendas en cada episodio. Hasta 11 directoras y directores se alojan en Room 104 para dirigir las historias escritas por Mark Duplass y otro puñado de guionistas, que son interpretadas por un elenco de actores televisivos más o menos conocidos. El resultado es un muestrario de técnicas narrativas, desde las más convencionales a sorprendentes apuestas como la de Voyeurs, en la que los diálogos son sustituidos por movimientos de danza contemporánea.
“El Tinder de la televisión”
Los Duplass hablaron de su nuevo proyecto durante un evento con la prensa organizado por la Asociación de Críticos de Televisión de Estados Unidos. Sobre lo aleatorio de su planteamiento, Mark aseguraba que Room 104 es “la ruleta rusa de la televisión”. “En esta era del 'peak TV', donde hay tanto que ver (...) queremos que Room 104 sea una experiencia de cita informal. Entras, ves un episodio, practicas sexo con ese episodio y ni siquiera tienes que volver”, explicaba el director. “Somos el Tinder de la televisión”, añadía su hermano Jay, que también aparece como intérprete en una de las entregas.
Y algo de eso hay. No todos los capítulos enganchan de la misma manera. No todos te van a enamorar. Ni querrás devorar un episodio tras otro. Pero lo breve del concepto permite no tener que hipotecar horas de vida y casarte con una trama que no sabes si terminará mereciendo la pena.
A cambio, los Duplass te proponen que te dejes contar un cuento. Que durante media hora (o menos) seas infiel a la que ha sido tu serie favorita durante tantas temporadas. Que acudas a una cita a ciegas en un motel. Que te dejes llevar por el zumbido del neón. Que te enredes en el olor a lejía de las sábanas de la habitación 104. Tal vez alguna de sus historias te acompañarán una noche de verano en la habitación de un hotel baratucho en un lugar por determinar. Y quién sabe qué podrá pasar entonces entre esas cuatro paredes.