Una playa y un sol de justicia en una sala de teatro
Un perro duerme a los pies de su dueña, dos chavales juegan a la pelota, alguien embadurna la espalda de su compañero con crema, alguien lee, otro simplemente descansa como un lagarto. La imagen bien podría ser de la playa de la Barceloneta, pero es de la gran sala del Teatre Lliure, la Fabià Puig Server, uno de los espacios mejor dotados de Europa que ha modificado su disposición convencional, con aforo para 700 personas, para acoger esta performance que estará todos los días activa durante cuatro horas hasta el 23 de octubre.
El público, que va pasando al espacio en grupos de sesenta personas cada media hora, contempla desde arriba el transcurrir de lo que pudiera ser un día en cualquier playa occidental. La perspectiva cenital hace que el espectador se convierta, en cierto modo, en antropólogo social, en observador de esa especie animal que es el ser humano. De pronto, ciertos habitantes de la playa comienzan a cantar. Arias, dúos y coros que tratan sobre la sostenibilidad del planeta, sobre océanos contaminados y grandes barreras de coral destruidas, sobre turismo inconsciente, sobre el cambio climático, sobre la extenuación del hombre moderno subyugado por el mercado laboral. Cantos que son los monólogos interiores de estos personajes que se comportan con el mayor de los civismos del playero contemporáneo. Cantos poéticos, irónicos, sutiles, evocadores. “Olas ácidas, espuma blanca, mecen los barcos llenos de conservas, turistas, fruta y armas”, canta el coro. Lo cantos no perturban el día tranquilo de playa, todo se mueve lento, relajado, bajo unos focos de luz blanca, dura, que cae como el sol de un verano impenitente sobre un espacio donde el tiempo parece suspendido.
De Kaunas a Venecia, y de Venecia al mundo
Sun & Sea es obra de tres mujeres lituanas: la artista y músico Lina Lapelytė, la poeta Vaiva Grainytė y la cineasta y directora de escena Rugilė Barzdžiukaitė. Las tres empezaron a trabajar juntas hace diez años con una anterior pieza, Have a Good Day, otra ópera-performance que ha recorrido también medio mundo en la que a través de unas cajeras de supermercado se acercaban a un mundo de precariedad laboral y la explotación. Estas tres mujeres crecieron en Kaunas, epicentro cultural de Lituania. Allí Lina y Vaiva crearon un grupo de noise experimental en la adolescencia, luego comenzaron sus estudios de música, poesía y teatrología, pero no sería hasta que apareció Rugilė, formada en teatro y cine, que se asociaron. “Teníamos ganas de trabajar juntas cuando vivíamos en Kaunas. Y pensamos que la ópera podía ser un género que nos podía permitir unirnos y utilizar cada una nuestras habilidades. Además, la ópera es un género en el que creemos que no se ha explorado todo su potencial. Así nació Have a Good Day”, recuerda Lina en conversación con este periódico. “Además, teníamos claro que queríamos trabajar de un modo muy horizontal, odiábamos el teatro tradicional, sus resultados y también su jerarquización. Para nosotras la creación surge de un espacio de escucha y respeto con el otro. Esto hace que los procesos sean más largos, más cansados, el acuerdo y las conclusiones cuestan pero… Nos pensamos como un dragón de tres cabezas. Partimos de una idea, de una intuición, y a partir de ahí caminamos juntas”, explica Rugilé.
Sun & Sea, vio la luz en otoño de 2017 en Lituania en la National Gallery of Art de Vilnius. Pero fue en 2019 cuando eclosionó a nivel internacional. Sun & Sea se mostró dos veces a la semana durante nueve horas al día en la Bienal de Venecia de arte, en el almacén 42 de la Marina Militar del Arsenal de Venecia que ejercía como pabellón de Lituania. Su formato híbrido, donde se unen performance, ópera y dramaturgia, y su capacidad estética y poética, provocaron que en Venecia se formaran largas colas. Al final se llevaron el León de Oro por encima de grandes artistas y piezas como La búsqueda de la mexicana Teresa Margolles. Después de un parón por la pandemia, la pieza ha estado ya en veintiún países diferentes en menos de dos años.
Ahora, las tres creadoras, además de manejar la gira mundial de Sun & Sea, intentan seguir creciendo en sus carreras individuales. Vaiva Grainytė acaba de editar un libro que indaga sobre las diferentes acepciones contemporáneas de la felicidad, Roses and Potatoes. Lina Lapelytė ha presentado otra ópera-performance, esta vez acuática, en el Kunstenfestival de Bélgica, What happens with a dead fish?, y prepara una nueva para Berlín. “Trabajaré con las campanas de la ciudad y con la voz humana”, adelanta; y Rugilė Barzdžiukaitė presentó en Locarno su última película, Acid Forest, y está preparando un nuevo trabajo sobre la belleza, la industria, los estándares y la comodidad e incomodidad del individuo con su cuerpo. “Acabará en performance, en un gran evento de entretenimiento que se irá torciendo, convirtiéndose en otra cosa. Y también habrá en película”, explica a este periódico. Ahora las tres andan entre Kaunas, Londres y media Europa, pero siguen teniendo ganas de trabajar juntas y afirman que están ya barruntando nueva pieza.
Un potente híbrido poético y activista
Su trabajo es claramente híbrido, ecologista y concernido por la globalización y la sostenibilidad. Es un arte político y activista, pero que no cae en lo ilustrativo y declamatorio. “Lo político no está puesto delante en nuestros trabajos, no ondeamos banderas o hacemos crítica directa del capitalismo. Jugamos con la ambivalencia y con lo poético. Hay crítica, pero también hay ironía y empatía. Huimos de lo didáctico. Creemos que eso posibilita que el público sea proactivo, que sea él quien genere sentimientos y preguntas a partir de la pieza”, dice Lina. “Los temas que se tratan en las piezas sí son directamente políticos, pero su tratamiento no es analítico, es poético. La investigación para Sun & Sea ha sido ingente, la información está ahí pero luego hay que tratarla, darle forma textual, musical, escénica”, acota Rugilé.
En Sun & Sea, aparte de destacar el sorprendente espacio escénico y la perspectiva de pájaro que tiene el espectador, reina el libreto de Vaiva Grainytė, un texto sutil y capaz de emplear varios registros que se van retroalimentando y generando en el espectador una sensación extraña. Una sensación que, unida a ese no tiempo de esa no playa, va convirtiéndose en un desasosiego triste por una raza humana incomprensible e imparable. La combinación de textos poéticos con textos que nos acercan a los personajes, de textos que ridiculizan o ironizan con otros donde se presentan personajes cercanos con los que es fácil identificarse, está realizada con tino y sensibilidad.
En un texto vemos cómo una madre pija está encantada de que su hijo ya conozca los siete mares y de disfrutar grandes parajes.“¡Menudo paraíso!”, canta la inconsciente en inglés. En otro, una quejica protesta de lo sucio que está todo, al mismo tiempo se queja de un tiempo que no hay quien entienda y clama que es el fin del mundo. Incluso se ve cómo se une el relato de un sueño por pura insolación, incomprensible, con el de un personaje exhausto por el trabajo que canta con voz de barítono que su agotamiento es como “un mamut, una criatura que ya no existe, extinguida: sale en las enciclopedias y en los anales de la historia, pero en la vida nunca lo encontrarás”. Un libreto poliédrico, polifónico, que el espectador contempla desde las alturas y que, aunque transcurra en un ambiente plácido, o quizá por esto mismo, va lacerando poco a poco, casi sin que se note. Es esta sutilidad hiriente, quizá, la gran fuerza de la pieza ya que, en cierto modo, actúa del mismo modo que las sociedades del bienestar pos-industriales, volcadas en la búsqueda del gozo, actúan sobre sus ciudadanos. La pieza genera así un sonido de baja frecuencia, un sonido sordo, que invade todo el letargo y la placidez propias de un día normal en cualquier playa del Mediterráneo.
Así se inauguró el espacio principal de la sede de Montjuïc del Teatre Lliure. En la presentación ante los medios de la temporada, Georgina Oliva, directora de programación y contenidos del Teatre Lliure, recalcó el trabajo de redefinición de los espacios que se ha realizado desde que hace tres años Juan Carlos Martel Bayod comenzó a dirigir este teatro. Una redefinición que esta temporada “es más clara”, explicó Oliva. Así, esta gran sala polivalente que diseñó Fabià Puigserver acogerá esta temporada los espectáculos internacionales como Sun & Sea “que tratan de traer un teatro desconocido, por descubrir”, coproducciones con solventes compañías o artistas de otras partes del Estado español (este año estará presente la obra de Pablo Messiez La voluntad de creer que ahora puede verse en Madrid y la obra que está preparando Alberto San Juan sobre el libro de Cristina Morales, Lectura fácil) y, cómo no, las producciones del propio Teatre Lliure. “Estarán dedicadas al teatro de repertorio, como es tradición en la historia de este teatro”, aseguró Oliva. Así, el propio Martel estrenará un Yerma de Lorca este noviembre, David Selvas dirigirá una obra de David Mamet y Carol Lopez adaptará al teatro la novela de Pierre Choderlos de Laclos, Las amistades peligrosas. Dos líneas de programación muy disímiles que el equipo de dirección del Lliure quiere que convivan con normalidad en la sede de Montjuïc. Su otra sede, en el barrio de Gràcia, seguirá dedicada al apoyo de la creación local con nombres como Alex Rigola, José y sus hermanas, Atresbandes o el montaje de Jordi Prat i Coll, Fátima, que ahora está en cartel.
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