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ENTREVISTA
CANTANTE Y COMPOSITORA

Travis Birds: “La del pop no deja de ser una etiqueta que limita”

Travis Birds.

Guillermo Carazo

6 de abril de 2021 22:28 h

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De los 38 artistas que versionaron a Joaquín Sabina en el disco tributo Ni tan joven, ni tan viejo (Sony Music, 2019), Travis Birds fue la voz menos reconocida que colaboró en el homenaje al cantautor de Úbeda. El poeta Benjamín Prado deconstruyó los versos de la icónica canción 19 días y 500 noches y Travis Birds, guitarra en mano, cantó: “Esa canción / En la que contaba la historia a su modo / En la que me echaba la culpa de todo / De las tropelías y las tonterías.

Una versión que le valió a Travis Birds (Madrid, 1990) para expandir su arte y lanzar una réplica al imaginario de la bohemia castiza. Sobran los motivos para que a Travis Birds no se la siga presentando con esta versión sabinera. Tres años antes de que la hiciera ya había publicado su primer disco –Año X–, financiado mediante micromecenazgo; y en 2019 su tema Coyotes fue cabecera de la serie El Embarcadero. Ahora presenta su segundo LP –La costa de los mosquitos–, producido por Álvaro Espinosa y editado por Calaverita Records.

“Una mezcla entre un niño, un señor muy serio, una tarada y un escarabajo común”, así se autodefine Travis Birds. Los motores de búsqueda de Internet desconocen el nombre de pila de la artista madrileña. Su pseudónimo musical se lo debe al personaje interpretado por Robert de Niro en la película Taxi Driver de Martin Scorsese. El arte de tapa de sus discos lo firma en tándem junto a su hermana gemela Lord Cah. Y su disco –más íntimo hasta la fecha– resonará en formato banda el próximo 22 de abril en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid.

La naturaleza de los pájaros

El germen de La costa de los mosquitos brota de una temporada vital en la que Travis Birds fue voluntaria en una ONG de la selva ecuatoriana. Allí pasó casi un mes conectada con la naturaleza, cuidando animales y conociendo la selva. En Ecuador no compuso pero conoció un poco de “la verdad de la naturaleza”, asegura Travis Birds mediante una videollamada realizada para elDiario.es.

“Para mí La costa de los mosquitos es como un lugar en la cabeza al que nuestro protagonista, que es cada persona que lo escuche, entra y está un poco perdido ahí con sus demonios y con su propia naturaleza. Es un sitio en el que a mí me gusta estar porque en el momento en el que pierdes tanto la cabeza como para acabar ahí, aislado de todas las historias que te rodean, es un momento también de cierta presencia, conocimiento y lucha que a mí me gusta. Tiene una parte tóxica, pero, a la vez, cuando entro, me gusta intentar descubrir cosas, transformarme en cosas y en personajes”, reflexiona.

Su segundo disco lo forman once canciones, que hablan de miedos e incertidumbre, con una composición cocinada “a fuego lento, los temas llevan mucho tiempo de gestación”. Travis, desde adentro, presenta un disco muy personal alejado de lo metódico y cercano al subconsciente. “Los primeros temas que hice, como Las cinco disonante, al principio no sabía bien a qué correspondían, simplemente me sentía inspirada y me senté a componer. De repente, el día que hice Claroscuro, que es un día que no voy a olvidar porque fue muy agonizante, decidí escribir lo que sentía respecto al silencio del otro cuando necesitas una respuesta. Entonces, en ese momento, entendí lo que estaba intentando contar y este mundo de las obsesiones cobró cierto sentido conceptual”, argumenta la cantante y compositora oriunda de Leganés.

Este LP ha tardado en salir más de lo que esperaba ya que la artista no se encontraba cómoda con su anterior sello con el que en un principio iba a lanzar el disco. No obstante, Travis tomó la riendas de su proyecto pues “si no estás cómoda con tu equipo de trabajo, apuesta por romper con ello y buscar algo mejor (...) Me desvinculé de la anterior discográfica y estoy trabajando con un equipo nuevo”.

Entre mosquitos y demonios

“Salió la parte más oculta que hay en mí. La piedra más buscada en mi jardín. Y me pinté las venas para verme y descubrí un camino, lo seguí… y llegué al borde frontera y horizonte en tu retina, si miras me minas, me quemas. Vi bailar tu fuego y me prendí”, expresa Travis Birds en Maleza, penúltima canción de su nuevo trabajo discográfico.

Travis Birds siente que La costa de los mosquitos es un disco con el que se ha conocido más a ella misma, “sin avergonzarme ni juzgarme”. “Para mí de lo que habla este disco es de las obsesiones como vehículo hacia la locura y con ello hacia el conocimiento de la parte más animal y más instintiva que tenemos, la que rige nuestros impulsos y que es una cosa que parece que está un poco tapada”, añade. 

La autora confiesa que se ha empapado del arte sacro de Enrique Morente y de diferentes artistas que van desde Extremoduro al uruguayo Jorge Drexler pasando por El Cabrero, cantaor flamenco sevillano.

No obstante, a pesar de su canción de autora y de su sinfín de misturas, la etiqueta del pop se está repitiendo en varios de los artículos que hablan sobre su figura. “El pop, tú abre ese cajón y dime qué hay ahí. Porque ahí de todo. Hay mucho calcetín desparejado ahí. Se ha convertido en un cajón en el que vamos un poco todos porque ‘si tiene esto y tiene esto, me vale aquí’. Cuando me preguntan: ‘¿cómo defines tu música?’ No sé qué contestar. Seguro que tiene algo de pop, consumo y he consumido mucho pop, pero también tiene matices de otras cosas, que quizá no son tan cajón de sastre como el pop, y que tienen que ser como más puras, sin cortar. Por eso a lo mejor me meten en el cajón pop. Pero no deja de ser una etiqueta que limita”, interpela Travis Birds.

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