Así superan los niños refugiados el pánico al mar tras arriesgar su vida en el Egeo
Antes, las aguas cristalinas del Mar Egeo escondían los recuerdos aterradores de Sahar, una chica afgana de 15 años y Satria, su hermano de cinco. Durante su travesía hasta pisar suelo europeo, vieron morir a su madre y sus otros dos hermanos tras caer por la borda de la embarcación. Loorna tenía 10 años cuando llegó a la isla de Lesbos tras huir de la guerra de Siria. Cada vez que volvía a acercarse a ese mar en el que se jugó la vida, gritaba sin parar.
Hoy, Loorna se sube a los hombros de cualquiera y cae al agua dando una voltereta. Satria y su hermana han aprendido a nadar. “Me voy a Turquía”, grita Sahar antes de comenzar a dar brazadas, bromeando con la idea de cruzar a nado los algo más de 20 kilómetros que separan el sur de la isla de la costa turca. “Tengo que agarrarla del tobillo para que no se escape”, dice entre risas Manuel Elviro, coordinador de Proemaid, en una entrevista con eldiario.es.
Equipados con su bañador, sus zapatos de goma, su toalla y sus gafas de buceo, un grupo de niños refugiados recorre cada tarde el corto camino que hay entre el campo de Pikpa, donde viven, y la playa más próxima. Allí se bañan con los voluntarios de la ONG española, que les ayudan a vencer el miedo al mar en el que arriesgaron su vida. Es el espíritu del 'Proyecto Agua' puesto en marcha este verano por Proemaid. “No son cursos de natación. No es enseñarles a nadar en varios estilos, ni buceo. Se trata de que se reconcilien con el mar”, puntualiza Elviro, impulsor de la iniciativa.
Cada uno va a su ritmo. Algunos solo meten los pies, otros participan en los juegos y ya son capaces de nadar encima de los voluntarios. “En el momento en que meten la cara, ya vamos bien. Cuando se ponen nerviosos, los abrazamos y tratamos de tranquilizarlos”, apunta el coordinador de la ONG de rescate.
“Son niños que proceden de zonas muy áridas. No han visto el mar en su vida y su primer contacto con él ha sido una experiencia traumática: una travesía de noche, sin saber nadar, con hipotermias y ataques de pánico. A veces, pierden gente por la mala mar. Tienen mucho miedo”, explica.
Un miedo que se refleja en los dibujos de los más pequeños. Fue, según cuentan, el origen del proyecto. El año pasado, cuando las llegadas disminuyeron tras el acuerdo UE-Turquía, el equipo de la ONG comenzó a fijarse en las pinturas de los niños de Pikpa. “Dibujaban el mar como algo oscuro, con cadáveres... y decidieron meterlos en el agua”, recuerda Antonia Trigueros, voluntaria de la organización.
Su idea inicial, comenta Elviro, era darles charlas en la playa. “El mar tiene esa parte terapéutica... Primero se mojaron los pies. Después las rodillas. Se agarraban como koalas y decían 'blue no good' (el 'azul' no es bueno)”, relata. “Soy mallorquín, amo el Mediterráneo y no podía tolerar que tengan ese miedo a mi mar”, continúa.
“Se sienten niños otra vez”
Por ahora son 14 menores, aunque poco a poco, asegura la ONG, se van animando más. Entre ellos están Nadia y Rania, dos gemelas sirias de 12 años que ya usan aletas y están aprendiendo a colocar los brazos para nadar a crol. Les acompaña Hansi, un niño sirio de 10 perdió a toda su familia en un bombardeo. “Nos cuenta que cuando viene a nadar con nosotros, por fin puede dormir. El mar le relaja, no paran en toda la tarde”, afirma Elviro.
“Cada día nos esperan después del colegio. Los niños están todo el día en el campo, es su momento para salir. Saltan de alegría, están encantados, para ellos es un juego. Pero enseñarles a nadar también es una cuestión de dignidad. Que se sientan niños otra vez”, sentencia Trigueros. También, aseguran, se han unido algunos padres y madres que los acompañaban y que quieren superar el miedo. “Una madre se metió este martes con su bebe hasta la rodilla”, celebra Elviro.
“El mejor tratamiento para el trauma es enfrentarlo”
“Cuando los refugiados desembarcan en la playa, se puede ver todo el espectro del trauma, desde el simple temor, el llanto, los gritos o la histeria hasta situaciones disociativas [como la pérdida de memoria y conciencia] y psicóticas”, precisa Essam Daod, psiquiatra Infantil y psicoterapeuta co fundador de Humanity Crew, ONG especializada en proporcionar apoyo de salud mental a los refugiados.
“La mayoría de los bebés que llegan no lloran y creemos que, simplemente, no entienden lo que ha pasado. Pero si hablas con sus madres, entiendes que lloraron tanto que dejaron de llorar y de responder”, ejemplifica en una conversación con eldiario.es.
Daod, que trabaja en Grecia desde 2015 y ha colaborado en el proyecto de Proemaid, explica que el trauma provocado por el viaje en el mar Egeo “no es algo que el ser humano pueda manejar” porque se añade a “los múltiples traumas que ya enfrentan durante los últimos años” en sus países y en su viaje a Turquía. “Su salud mental no es fuerte desde el principio”, argumenta. “El impacto para el futuro es casi seguro. Y se presentará de formas diferentes como el post-trauma, la depresión, la ansiedad y la fobia al mar”, prosigue.
De todos los pacientes que ha tratado, Daod recuerda a una madre y su hijo de cinco años que llegaron en barco un día de invierno muy frío. “La madre entró en un estado disociativo y perdió todo contacto con la realidad. Solo temblaba y jadeaba. Su hijo la abrazó y la acarició todo el tiempo y trató de llamarla, pero ella no respondía. Sufrió mucho”, recuerda. “Después de tres horas trabajando con ella, recuperó la conciencia y abrazó a su hijo, quien creo que nunca se recuperará de su trauma”, continúa.
Para el psiquiatra, “la única posibilidad” de que estas personas se recuperen y no se vuelva irreversible, sobre todo en los niños, es recibir “apoyo psicosocial y tratamiento tan pronto como sea posible”. Por esta razón, valora positivamente proyectos como el de la ONG.
“Es la intervención más adecuada para estos niños, ya que combina todos los elementos esenciales de la terapia de trauma: el lugar (el mar) y el tiempo (muy cerca del trauma). Además, la natación también da una sensación de control donde no tenían control y solo mandaba el miedo. El mejor tratamiento para el trauma es enfrentarlo”, concluye.
“Somos la respuesta ciudadana al fracaso político”
La iniciativa se ha replicado en otros campos como el de Kara Tepe. Elviro ya busca la manera de poder trabajar también con niños del campo de Moria. “Es una cárcel. Ellos sí que están mal”, apunta. “Al lado de Moria y Kara Tepe, Pikpa es un lujo”, sostiene Trigueros.
Según cifras del Gobierno griego, casi 4.000 personas refugiadas permanecen atrapadas en Lesbos. “El modelo Nauru –isla del pacífico en la que Australia retiene a los refugiados– es el que Grecia mantiene con las islas, y el que Europa mantiene con Grecia. Están privados de libertad. Esto no es una tragedia, es una masacre. Una epidemia de amnesia colectiva”, denuncia el coordinador de la ONG.
“Están muy acabados. Antes había un brillo en sus ojos, porque habían llegado y podían seguir. Pero ahora, la gente vive en chozas desde hace meses. Hay mucha frustración e incertidumbre. Por eso tratamos de trabajar con mucho cariño y comprensión”, describe. “Somos la respuesta ciudadana al fracaso político. La primera línea. Con nada, con una barca vieja, hemos rescatado a más de 50.000 personas. Los niños cuando nos ven bajar del coche para ir a la playa nos gritan '¡España!'. Esta es la verdadera marca España”, sentencia.