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Varias familias de solicitantes de asilo pasan una noche más a la intemperie en Madrid pese al descenso de las temperaturas

Varias familias de solicitantes de asilo a las puertas del Samur Social.

Fabiola Barranco

Este lunes, Madrid registraba un fuerte descenso de las temperaturas y lluvias, como primer aviso de la llegada del frío otoño. Bajo esas condiciones y a ras de suelo, decenas de personas solicitantes de asilo -entre ellas cinco familias con menores a su cargo- han pasado la noche a las puertas de la sede Central del Samur Social en el madrileño barrio de La Latina. Una escena que empieza a convertirse en habitual en la capital.

Aunque la competencia para acoger a las personas solicitantes de asilo es de Ministerio de Trabajo y Migraciones, la lista de espera existente para formalizar la solicitud de asilo está dejando a decenas de personas en la calle mientras esperar entrar en el sistema de acogida estatal. Diferentes testimonios cuentan que, después de solicitar sin éxito ayuda a Cruz Roja, que recibe la subvención del Gobierno para el refuerzo de la actuación de primera acogida en el sistema de atención humanitaria, han recurrido a los servicios municipales de emergencias. Sin embargo, en la sede del Sammur Social también se han encontrado con las puertas cerradas. Una valla custodiada 24 horas por un guardia de seguridad impide su acceso al soportal del edificio donde poder cobijarse del frío y la lluvia, como ya ha ocurrido en ocasiones anteriores. El bloqueo también impide el acceso al baño.

Lina tiene 12 años, es de Georgia y está pasando la noche en la calle junto a otras cuatro familias compatriotas. Su padre le besa la frente con cariño, mientras la escucha hablar en inglés, otro idioma que no es el suyo, pero que les sirve como puente para comunicarse con una vecina y explicarle la situación que atraviesan, con el deseo de encontrar alguna solución.

Sus dotes como traductora también sirven para mediar en más de una ocasión. “Por favor, ella necesita ir al baño porque está enferma”, trata de explicarle la cría al guardia de seguridad. “Solo está permitido que pasen al baño menores, adultos no. Para que entre un adulto tiene que salir un trabajador de SAMUR y dar el permiso”, se excusaba el hombre.

Sin embargo, durante el tiempo que este medio fue testigo de la escena, en ningún momento acudió ningún uniformado del servicio de emergencias para valorar la petición. “A los adultos no nos dejan pasar al baño”, se quejaba otro grupo de venezolanos y colombianos, envueltos en mantas que se preparaban para pasar la noche al raso.

Mientras, las horas pasaban y todos seguían allí estancados. Los pequeños, en algún momento se abstraían jugando entre ellos. Los adultos, visiblemente más abatidos, descansaban a ratitos en un colchón que lleva días tirado en la puerta principal del Samur, pero que sirve para amortiguar las horas en el suelo.

Carolina lleva cinco días en España. Llegó al aeropuerto de Barajas junto a su hijo de 16 años, después de huir de Colombia. “Los primeros tres días los pasamos un hostal, pero el dinero no alcanza para más, así que ayer pasamos la noche caminando de un lado a otro, porque no tenemos a dónde ir”, lamenta la mujer, mientras su hijo, en un gesto espontáneo y cariñoso, le acaricia el pelo.

“Una persona nos dijo que aquí -en SAMUR- nos podían ayudar, pero de momento nada”, se queja. Madre e hijo saben que todo apunta a que les tocará pasar otra noche más a la intemperie, esta vez a las puertas de la central de los servicios de emergencias de Madrid, donde aguardan la esperanza de ser atendidos en algún momento. “No me quiero mover de aquí porque no quiero perder el sitio por si de repente se libera alguna plaza”, dice la mujer, abrigándose con unas mantas térmicas que les ha dado Sandra, una vecina que cada noche se acerca a hablar con la gente que llega en busca de refugio y se encuentra con el cerrojazo de las administraciones locales, autonómicas y estatales.

Otra vecina, también se acercó en un momento de la noche para entregarle a Mauricio, un joven colombiano que asegura llevar varias noches en calle, una bolsa con ropa de abrigo. “La conocí esta mañana, dice que vio en las noticias lo que estaba ocurriendo y vino con otra amiga suya a vernos y traernos algunas cosas”, comenta el chico agradecido.

La ciudadanía, especialmente a través de colectivos sociales como la Red Solidaria de Acogida o la Parroquia San Carlos Borromeo, llevan meses dando cobijo y acompañando a las familias que se ven envueltas en esta situación de desprotección. Desde estas asociaciones han denunciado la ausencia de una respuesta a lo que consideran “una emergencia social”.

El pasado viernes, ACNUR España, expresaba a través de Twitter su “preocupación” y reconocimiento “a la importante labor” de los colectivos ciudadanos anteriormente nombrados y anunciaban que estaban “trasladando a las autoridades competentes la necesidad de urgente de soluciones y apoyando con propuestas para hacer frente a los retos del sistema de asilo”, rezaba el tuit en respuesta a la publicación de la abogada Patricia Fernández en la que alertaba de la situación, que aquel día afectaba a “dos familias de siete miembros que llevaban tres días durmiendo en la calle; una pareja, ella enferma, también en calle y otra familia con dos niños”.

Este martes está previsto una reunión entre el delgado de Bienestar Social, José Aniorte, y el consejero de Políticas Sociales, Familias, Igualdad y Natalidad de la Comunidad de Madrid, junto con la secretaria de Estado de Inmigración y la subsecretaria del Ministerio del Interior, para afrontar esta situación que afecta a decenas de familias que huyeron en busca de refugio.

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