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Bandas de encapuchados armados, a la caza de los “niños de la calle” de Melilla

Imagen del menor agredido, de José Palazón, cedida por Harraga. Foto: José Palazón.

Néstor Cenizo

Melilla —

Los chicos marroquíes que viven solos en las calles de Melilla han sufrido varios ataques durante los últimos días y algunos responden a un esquema distinto al habitual de las peleas callejeras. La Asociación Harraga interpuso el 15 de marzo una denuncia ante la Fiscalía de Melilla en la que se relata una agresión por encapuchados armados con palos y cuchillos, que antes habían advertido de que iban “contra los niños de la calle”. La acción fue jaleada por algunos perfiles en grupos privados de Facebook, que piden venganza contra los menores por la supuesta inseguridad que generan.

La denuncia relata que en torno a las 22.30 horas del 8 de marzo, un grupo de jóvenes con la cara cubierta se detuvo junto a varios menores extranjeros no acompañados y les advirtió de que iban a agredir “a todos los niños de la calle”. Según ese relato, en torno a las once de la noche del día siguiente, 15 encapuchados se bajaron de tres vehículos junto a la Ciudad Vieja. Iban armados con sprays, bates de béisbol, cuchillos y alguna pistola. Cercaron a dos chicos y les agredieron sin mediar palabra.

La denuncia se acompaña de un parte de lesiones que acredita una fractura en el húmero de uno de los chavales. “Refiere que el agresor formaba parte de un grupo de 15 personas que portaban armas”, se lee en el parte médico, firmado esa misma noche. Las voluntarias de Harraga aseguran que las agresiones se han repetido durante los días 10, 11, 12, 13 y 14 de marzo, según los testimonios que han recabado de los chicos de la calle, y explican que la Guardia Civil rechazó recoger su denuncia alegando que no son las tutoras legales de los chicos.

En Facebook, algunos grupos privados han aplaudido estos ataques. La asociación también ha entregado a la Fiscalía copias de esos mensajes. Algunos llaman a “erradicar” a los menores, jalean las agresiones o las justifican: “Ya es hora de que Melilla despierte”; “si la ciudad no se hace cargo tendrán que hacerlo los ciudadanos”; “la ley por nuestra propia mano porque no queda otra salida”.

Hay quien alude a que estos menores hacen que Melilla “parezca pobre” y quien llega a proponer la aplicación de periodos sin ley aludiendo al argumento de La Purga, una película basada en la hipótesis de que el Gobierno legalice el crimen durante una noche al año: “Debería ser como la pulga [sic] y la noche de la bestia, un día q el gobierno deje hacer lo que sea sin ningún delito ufffff estaría de lujo eso jajaja”. 

Oficialmente, la Guardia Civil, encargada de la vigilancia de esa zona, no reconoce el problema, pero el 14 de marzo El Faro de Melilla informó, citando fuentes del Instituto Armado, que grupos de melillenses se habían organizado para patrullar por el casco histórico de la ciudad contiguo al puerto. La presencia de MENAS (menores no acompañados) en esta zona es habitual. Ya el pasado mes de febrero el presidente de la Fundación Melilla Monumental anunció que contrataría seguridad privada para vigilar los accesos nocturnos a Melilla La Vieja por la “sensación” de inseguridad.

Eduardo, un vecino de Melilla La Vieja, reconoce la presencia de encapuchados esa noche, pero asegura que no eran del barrio porque los hubiesen reconocido. Más que inseguridad, denuncia “incomodidad” por la presencia de pandillas de menores en los túneles peatonales oscuros y estrechos: “Vienen cuatro o cinco, y te piden o te dicen cosas. Si se ponen 15 o 20 en el túnel y tu hija vuelve a las 2 de la mañana…”.

Reconoce, no obstante, que no ha habido ningún incidente grave con ellos. En el barrio parece haberse extendido una explicación: los misteriosos encapuchados se habrían tomado la justicia por su mano después de que se rompieran las lunas de varios vehículos en el transcurso de una pelea previa entre menores.

Los menores, tutelados por la ciudad -están por tanto a cargo del Gobierno melillense-, escapan del centro La Purísima, donde se hacinan cerca de 400 de ellos. Nadie se ocupa de ellos excepto un par de asociaciones con más voluntad que recursos. Duermen en chabolas, en escondites o en los contenedores de papel, y muchos vagan por la ciudad pidiendo a las puertas de los supermercados o aguardando su momento para saltar en el barco a Europa.

Las cifras oficiales de criminalidad desmienten la tesis

Basta una conversación informal para percibir el desprecio de una parte de la población. “Antes Melilla estaba muy bien, pero es que ahora es un peligro y la policía no puede hacer nada”, dice una señora a modo de presentación hace unas semanas. Algunos dicen sentirse intimidados por la presencia en las calles de estos chicos, cerca del centenar.

Los datos desmienten esa tesis. Las cifras de hurtos y robos han crecido, pero no destacan entre otras ciudades. Según el Balance de Criminalidad del cuarto trimestre de 2015, publicado por el Ministerio del Interior, en Melilla se produjeron 1.327 hurtos, un 18,9% más que en el anterior trimestre, y 320 robos con violencia o intimidación (el 20,8% más). Esas cifras totales (no es posible desglose por rango de edad), combinadas con un censo de casi 85.000 personas (más una considerable población flotante) arrojan una tasa de 15 hurtos y 3,7 robos violentos por cada mil habitantes, inferior a las tasas de Madrid (31 hurtos por mil y 3,8 robos violentos por mil), Barcelona (36 por mil y 6,4 por mil), Valencia (23 por mil y 2,6 por mil) o Sevilla (25 por mil y 2,3 por mil).

Es raro el día en que el asunto no ocupa varias páginas en los medios locales, y para la ONG Harraga se ha creado un problema de percepción: una psicosis alimentada por los medios y redondeada con toques de hostilidad hacia los pobres. Harraga y Prodein emitieron un comunicado conjunto cuyo título resume su punto de vista (“De niños en peligro a niños peligrosos”). También han iniciado una campaña para visibilizar la situación de los menores de la calle, bajo la etiqueta #nadavalesihayunniñoenlacalle o “#nosonmenassonniños”

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