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ENTREVISTA

Àlvar Sánchez, jesuita leridano destinado en Nador: “Es necesario humanizar nuestra frontera”

Àlvar Sánchez, jesuita leridano destinado en Nador

Gabriela Sánchez

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Àlvar Sánchez, jesuita leridano destinado en Nador (Marruecos), describe la migración irregular como “un sacrificio de amor”. Amor por las personas que se dejan atrás, por las comunidades de origen a las que se pretende ayudar o incluso por los compañeros de viaje migratorio. A través de sus palabras, busca “revertir la narrativa” que intenta criminalizar a las personas que se ven forzadas a cruzar las fronteras de forma irregular.

Desde la ciudad marroquí más próxima a Melilla, el sacerdote es miembro de la Delegación Diocesana de Migraciones (DDM), clave en el apoyo y atención sociosanitaria de la población migrante en el país vecino. También trabaja en el Centro Baraka de Formación Profesional e Inserción Sociolaboral, apoyado por Manos Unidas, adonde cada vez llegan más mujeres marroquíes en busca de formación y apoyo para salir adelante, especialmente tras el inicio de la pandemia.

Sánchez habla despacio. En ocasiones, interrumpe su relato antes de continuar, en un intento de transmitir su mensaje sin herir sensibilidades. Sabe que el precio de sus palabras puede ser alto, especialmente para las personas a las que apoya con su labor. En 2016, el jesuita Esteban Velázquez, también miembro de la Delegación de Migraciones de Nador, fue expulsado del país cuando su presencia empezó a ser incómoda para el Reino marroquí. El año pasado, la activista Helena Maleno también fue deportada por su labor en defensa de los derechos humanos.

El religioso leridano visita Madrid en el marco de la campaña de 2022 de Manos Unidas que busca poner el foco en el impacto del coronavirus en el mundo, no solamente a nivel sanitario, sino también en el aumento de la desigualdad y del número de personas que pasan hambre en el mundo, una tendencia percibida por Àlvar Sánchez en Nador, una ciudad asfixiada por el cierre de su frontera terrestre con Melilla desde el inicio de la pandemia.

¿Cuál es la situación de Nador con la frontera cerrada? ¿Cómo ha afectado?

La desigualdad ha aumentado y también la vulnerabilidad de algunos colectivos. Había gente en Nador y en Melilla que dependían de una frontera que cruzaban al día más de 30.000 personas, donde se generaba un comercio irregular que había encontrado unos cauces muy tolerados y orientados para el beneficio de ambas comunidades.

Todo esto se ha suspendido durante ya casi dos años, por lo que ha tenido un impacto muy fuerte. Poblaciones como Barrio Chino, Beni Enzar, etcétera, se han ido vaciando progresivamente. En ellas, la tasa de paro entre los padres de familia ya era muy alta, y muchas mujeres que se dedicaban también al pequeño comercio (como porteadoras), que era lo que les permitía llenar la mesa cada día, han dejado de tener ingresos con el cierre fronterizo.

¿Cómo lo están percibiendo en su labor? ¿Cómo se traduce en el día a día?

En el Centro Baraka de Formación Profesional e Inserción Sociolaboral una parte muy importante de las actividades están orientadas a la promoción de la mujer, a través de talleres, capacitación técnica, alfabetización o apoyo a sus hijos. Estamos notando que llegan muchas más personas y en una situación de mayor vulnerabilidad. Es tremendo. Coges la lista que nos pasa a la asistente social, te encuentras con una pequeña descripción y te das cuenta de que el impacto de la pandemia tiene cromosomas femeninos: mujer o viuda, o soltera, con hijos o divorciada. Hay un aumento de los casos y unas situaciones cada vez más límites.

¿Cuál es la situación actual a la población migrante en Nador?

En el caso de la Delegación Diocesana de Migraciones, hemos ido viendo el aumento de la fragilidad de quienes llaman a nuestra puerta. Es una realidad porque, de alguna manera, a lo largo de estos años, las políticas de externalización de fronteras han ido encontrando mayor espacio en el norte de Marruecos. Eso significa que las personas que antes encontraban la forma de progresar a través de la ruta del mar de Alborán, ahora lo tienen que hacer a través de otras zonas, lo cual entraña un riesgo mayor para sus vidas.

Además, su situación se perpetúa en esa especie de limbo, a la espera de que se abra una puerta [para continuar su viaje migratorio]. Las comunidades en el monte Gurugú [donde habitualmente viven migrantes a la espera de intentar cruzar a España], que eran las que tradicionalmente trataban de saltar una valla, han ido viendo cómo el refuerzo de la frontera de los últimos años complica cada vez más el acceso por esta vía. Ahora, se encuentran también con los llamados peines invertidos [un nuevo elemento que sustituye a las cuchillas de la alambrada española], tramos más altos, concertinas en el lado marroquí, un foso más prfundo, etc. Todo esto hace que, cada vez haya más gente que, tras haber estado en Nador, se acaba yendo a zonas del sur, como Dajla o El Aaiún (con el objetivo de llegar en patera a Canarias).

¿Recuerda alguna historia concreta que represente a las personas migrantes que atiende en la frontera?

Para mí es representativa, emblemática e inspiradora la presencia de una mujer que llegó hace más de nueve meses a uno de nuestros alojamientos de urgencia. 

La mujer estaba viviendo en Bolingo, en el bosque, y un día desplazándose con moto hacia la farmacia porque se encontraba mal, necesitaba medicación, se cayó y se fracturó las cervicales. Quedó hemiplejica y el equipo de intervención médico la recogió en el hospital, hasta que finalmente la consiguieron operar. En un primer momento, la presencia de esta mujer en nuestro alojamiento supuso para nosotros un interrogante, porque no somos un centro de rehabilitación: ¿cómo íbamos a ofrecerle algo a largo plazo? Sin embargo, esa situación que para nosotros representaba un desafío que nos desbordaba, se ha convertido en una bendición. Esta persona, después de nueve meses, que camina con ayuda, aunque todavía tiene tiene un brazo inmovilizado, nos acompaña con su presencia, nos conoce e intercede por nosotros, nos ayuda, nos aconseja... Cumple un rol dentro del equipo. La verdad es que es una presencia de la cual nos sentimos afortunados.

Nos estamos defendiendo, de una forma u otra, de un capital humano que llama a nuestras puertas y que en el fondo representa un bien para las comunidades de destino

Si cito este caso, es porque nos ayuda a entender lo que se está dando en esta frontera. Nos estamos defendiendo, de una forma u otra, de un capital humano que llama a nuestras puertas y que en el fondo representa un bien para las comunidades de destino. De primeras no nos lo creemos. Sin embargo, esto es lo que nos están diciendo muchas familias que han decidido abrir sus puertas y acoger y que forman parte de esta red de hospitalidad. Y dicen: “Hemos recibido más de lo que hemos ofrecido”. Poder vencer el miedo a lo desconocido nos hace más libres, y poder ejercer la solidaridad de una manera más fraterna, también nos humaniza más.

¿Por qué cree que, como dice, parte de la sociedad “no se cree” ese beneficio ligado a la acogida? 

Viene del miedo a lo desconocido. Si hay lugares que aparecen muy lejos de nuestro imaginario, desconocemos las lenguas que nos permiten la comunicación con ciertas personas o comunidades. Luego pensamos que pueden suponer una amenaza para nuestro sistema de convivencia u organización social. Sobre todo yo creo que, de fondo, hay una narrativa y un discurso que hace que reconozcamos a las personas como una amenaza o como algo de lo cual nos vamos a defender. Revertir esa narrativa es responsabilidad de todos. 

Debemos ofrecer otras narrativas que hablan justamente de la riqueza del encuentro y creo que también debemos reconocer como nosotros, como sociedad supuestamente más desarrollada, también tenemos nuestras patologías importantes, ante las que no tenemos respuesta: no sabemos por qué nuestros jóvenes han duplicado la tasa de suicidio. No sabemos por qué nos cuesta tanto sostener el peso de nuestra existencia y tenemos que acudir a antidepresivos, ansiolíticos, etc.

Yo creo que nos vamos dando cuenta poco a poco, como familia humana, de que no podemos vivir de espaldas a la realidad sufriente de otras comunidades porque, en el fondo, son reflejo de nuestro propio sufrimiento, al cual no podemos dar respuesta si no lo hacemos conjuntamente. Es bueno aceptar eso. Además, la ONU nos dijo hace pocos meses que Europa necesitará, en menos de dos décadas, más de 60 millones de trabajadores para mantener el actual sistema de producción y nuestro estado de bienestar.

Partidos de extrema derecha, como Vox, difunden esa narrativa que menciona, que busca generar miedo y criminalizar a la población migrante. A su vez, el mismo partido dice defender los valores católicos. ¿Cree que es compatible una cosa con la otra?

La tentación forma parte de nuestra vida y todos podemos escoger quedarnos con una parte del mensaje y de la persona, de Jesús y la revelación. Y entonces, nos podemos quedar solo con aquello que nos sirve o pretendemos que nos justifique. Eso ha sucedido siempre. Lo vimos en los posicionamientos políticos de algunas pseudodemocracias en Latinoamérica, cómo se utilizaba el nombre de Dios para legitimar diferentes posicionamientos que, en el fondo, con la connivencia del poder y del capital, oprimían al pueblo. Y eso fue denunciado por el arzobispo Oscar Romero, que ahora, es reconocido por la Iglesia como santo.

Estamos ante el aniversario de los mártires de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, una comunidad jesuita asesinada en ese contexto de violencia institucional, pero, en la que subyacía también una toma de decisiones legitimada por un posicionamiento también tradicional y sostenido por una cierta manera de entender la religión.

Es una tentación. Pero, cuando cogemos el evangelio, también tenemos que leer el episodio de Jesús ante una mujer cananea, cuando se encontró a Elías ante la viuda de Sarepta. Son encuentros con la persona extranjera que nos ayudan a descubrir una nueva realidad. Y eso forma parte de nuestra vida y está en el ADN de las escrituras. 

En mayo, alrededor de 10.000 personas llegaron a Ceuta a nado. Muchos eran niños. La mayoría provenía de Castillejos, no de Nador, pero dado que conoce el contexto, ¿por qué cree que, cuando se conoció la noticia de que estaba abierta la frontera, tantas personas no dudaron en aprovechar para cruzar? ¿cuál es la realidad escondida en esas cifras?

¿Cuántas personas españolas había fuera de España hace 40 o 50 años? Eso es lo mismo. En Marruecos, más de cinco millones de ciudadanos marroquíes viven en la diáspora y ayudan a sus familias. Y gracias a ellos y a ellas, la pandemia no ha tenido un impacto tan dramático como pudiera haber tenido en Marruecos.

En Marruecos existe un deseo de una parte de la población de construir un proyecto de felicidad más allá de nuestras fronteras. ¿Quién de nosotros no tiene un sobrino, una prima, un familiar trabajando en el extranjero? Una de cada siete personas vivimos y trabajamos fuera del lugar donde nacimos.

Eso te da a entender que la movilidad humana es una realidad global que forma parte de nuestra civilización. Marruecos, evidentemente, no es una excepción. 

El cierre de la frontera por la pandemia también parece que ha empujado a personas marroquíes a intentar saltar la valla, algo que era quizá más común en el caso de personas de origen subsahariano.

Sí, pero no creo que sea una nueva vía consolidada, sino que probablemente sea algo más puntual, más excepcional, consecuencia de que antes el flujo de mercancías entre un lugar y otro permitía a los marroquíes cruzar el paso fronterizo a pie u ocultos en un medio de transporte. Con una lógica de la frontera cerrada, con un menor intercambio de mercancías y un movimiento de personas nulo, se buscan otras maneras de migrar.

También hay mucha necesidad de gente que intenta cruzar a nado por el espigón de Melilla. Es algo muy complicado, hay que ser un atleta, como para saltar una valla. Todo esto es algo que nosotros no defendemos, simplemente acompañamos en su fragilidad. Ojalá hubiese mecanismos de poder migrar de forma segura. Porque, aunque es evidentemente que los hay, desgraciadamente no están al alcance para todo el mundo. Para nosotros dos, sí. Los europeos nos podemos mover por la mayor parte del mundo sin problema. Para otras personas eso es imposible, es irrealizable, pero también tienen necesidad. 

Entonces se ven forzados a migrar, y es poco realista pensar que pueden hacerlo por medios regulares.

Cuando se produce un salto de la valla o un naufragio, sabemos lo que ocurre a este lado de la frontera, pero es difícil conocer lo que pasa en Marruecos. Ustedes son testigos directos y apoyan a los heridos o rescatados. ¿Qué situaciones se encuentran?

Sucede algo parecido a lo que pasa cuando hay una embarcación que sale al mar y es rescatada. En el rescate nos hablan de las personas que han sido rescatadas, pero no de las que han tenido que enterrar o llevar a la morgue. 

Hay un sacrificio de amor de los migrantes por las comunidades en los países de origen. En un salto de la valla es lo mismo. Hay personas que saben que no van a cruzar, pero que forman parte de un intento y que se sacrifican para que otros puedan acceder o pueden progresar en su itinerario migratorio. Y también lo hacen con la esperanza de que un día haya otros que se sacrifiquen por ellos y ellos puedan acceder. 

Siempre va a haber personas en un salto que sean heridas que se queden sin conseguir su propósito y porque tienen una función que cumplir. Y esas son las personas que nos encontramos después, o que van al hospital, o que necesitan un tiempo de rehabilitación. Los casos de traumatología son los más frecuentes en el recurso de alojamiento de urgencia. Hay fracturas, casos de trauma y también mamás.

Sabemos que nadie desea quedarse encinta a lo largo de una ruta migratoria, por la dureza que representa y por todo, todo lo que acarrea y conlleva el progresar en la ruta migratoria en un estado de gestación avanzada. Y, sin embargo, hay muchas mamás. 

¿Podría contarnos algún caso concreto de esas personas que acuden a ustedes tras un intento de entrada a España?

Recuerdo, por ejemplo, el caso de una mujer que dejó a su bebé a las personas que estaban en la embarcación en ese momento, mientras iba a subir. No sabemos bien cómo fue pero parece que ella se puso nerviosa y pensó que la embarcación iba a irse sin ella. La cuestión es que es que fue golpeada para ser silenciada con la desgracia de que falleció. 

La cuestión es que el cuerpo de esta mujer se quedó en la morgue, mientras que su hija llegó a Melilla a través de Chafarinas. La abuela de este bebé vino desde su país de origen, Congo, a identificar a su hija, pero no pudo llevarse a su nieta porque estaba separada por una frontera terrestre a una distancia de 8 kilómetros, después de haber reconocido el cadáver de su propia hija. Son situaciones tremendas. Tenemos un bebé en Melilla, el cadáver de una mamá en Nador, el amor de una abuela que llega a Marruecos y, aunque pudo reconocer el cuerpo por falta de recursos, ni a su nieta. 

Con la Delegación de Migraciones de Nador también contactan personas desaparecidas o fallecidas, ante la necesidad, como todos tenemos, de reconocer y de confirmar la muerte. ¿Cómo intentan localizarles o darles información?

Justo tenemos en marcha un proyecto audaz de Manos Unidas con la Delegación, llamado ‘País de origen’. Desde Senegal, buscamos conectar estos dos puntos de tránsito y origen de la ruta migratoria. Por un lado, sensibilizamos de los riesgos de la migración irregular, para intentar evitar engaños, y que los ciudadanos sepan las condiciones que se van a encontrar por el camino tras pagar miles de euros.

Por otro, acompañamos a las familias de los retornados y hacemos apoyo psicosocial a las familias de quienes han perdido un miembro en la ruta migratoria. Y no pocas veces, el hecho de estar en el país de origen nos permite contactar con familiares de fallecidos en Nador o Oujda, y poder acompañarles justo en el momento de el duelo, el reconocimiento del cadáver y también rezar por él durante el entierro.

Gracias a la tecnología, ha habido entierros transmitidos en directo y hemos podido estar en cierta forma con la familia, apoyando, viviendo este momento de oración en común. 

Y luego están los desaparecidos. 

Eso es horroroso. Solo puede ser de alguna manera comparado con el drama que han vivido en España las familias con un miembro desaparecido que, después de años y años, no aparece. ¿Cómo puedo dar por muerta a una persona, a un miembro de mi familia, de quien no tengo evidencia que haya fallecido? Es un calvario, no puedes pasar página. Hay muchas familias [de migrantes] que se encuentran ante esta situación. 

Nos dicen: “La persona salió, no sabemos que ha pasado con ella. No tenemos noticia de ella. No sabemos a quién recurrir para que nos informen. Mantenemos viva la esperanza. Si Dios quiere, algún día llamará. Preferimos a ratos pensar que quizás haya tenido algún problema en la prisión, haya caído enfermo o se está recuperando. Por algún motivo no podrá contactar con nosotros. Y otros días, pues pensamos que igual ha llegado al fin de sus días”.

Por eso es fundamental acompañar a esas familias. 

España, como país de destino, ¿podría hacer más en la información a las familias y la identificación de los fallecidos en la ruta migratoria?

La actual respuesta no es suficiente. Es necesaria una mayor implicación de las instituciones, de nuestro tejido social, de nuestra red de servicios o incluso de la cobertura mediática. Y la realidad es que aquello que en 2013 nuestro arzobispo emérito de la Diócesis de Tánger, Santiago Agrelo, señalaba como “holocausto” de las políticas migratorias europeas, se ha multiplicado por cuatro en pocos años. En 2021, según Caminando Fronteras, han fallecido o desaparecido 4.400 personas. 

Estas personas han sacrificado su vida por amor a quienes han dejado atrás, para poder contribuir en las comunidades de destino y para ayudar a quienes han dejado atrás. Tenemos una responsabilidad como familia humana de tratar de acercarnos al entorno de la víctima.

No nos podemos quedar en que no somos responsables de lo sucedido, es importante acompañar esa pérdida de vida. Ojalá hubiésemos podido rescatarla. Ojalá hubiéramos podido salvar esa vida. No lo hemos podido hacer. Ha fallecido. Sepamos quién es, de dónde venía, qué ha sucedido con él o con ella. Es necesario tratar de humanizar nuestra frontera. Es un reto. No tenemos actualmente los instrumentos que nos lo permitan hacer. Y ojalá podamos revertir esta tendencia de víctimas y podamos construir narrativas que nos ayuden a acompañar con mayor ternura y con mayor humanidad la herida de la familia humana que será nuestra frontera sur.

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