El delito de ser homosexual en África
El 2 de marzo de 2011, Jean-Claude Roger Mbede, un estudiante camerunés de 31 años, fue detenido y posteriormente condenado a tres años de prisión. Su delito: enviar un mensaje de texto a un amigo diciéndole que estaba enamorado de él. Jean-Claude fue acusado de “homosexualidad” y “tentativa de homosexualidad” por quienes administran la justicia en Camerún, uno de los 38 países de África en los que es ilegal amar y mantener relaciones sexuales con alguien del mismo sexo.
La creciente homofobia y criminalización de la homosexualidad en el continente africano, castigada incluso con pena de muerte en Mauritania, Sudán, el norte de Nigeria y el sur de Somalia, expone a la comunidad LGBTI a multitud de situaciones en el día a día que vulneran sus derechos más básicos.
“Extorsión, suicidio, expulsión de las escuelas, chantaje, dificultades en el acceso a la salud, especialmente tratamiento y prevención del VIH/SIDA, violación, asaltos, repudio por parte de sus familias... y todo eso unido a los problemas generales a los que se enfrentan diariamente el resto de comunidades en África”, cuenta por correo electrónico una mujer que ha sufrido en su propia piel buena parte de ellos. La ugandesa Kasha Jacqueline Nabagasera, fundadora de la organización Freedom and Roam Uganda (FARUG) y premio Martin Ennals 2011 por su trabajo en defensa de los derechos humanos, tiene claro que el camino por recorrer es largo todavía. “Necesitamos que la gente quiera aprender, desaprender y reaprender sobre toda una serie de mitos, hechos, mentiras y verdades en torno a la homosexualidad, hay mucha ignorancia”, afirma. “Pero también es una cuestión de poder combinada con ideas patriarcales. Muchos creen que los gays se han convertido en mujeres y son menos hombres, o que las lesbianas son mujeres que quieren ser hombres”, cuenta Kasha, que tuvo que abandonar la casa en la que vivía de alquiler porque su casero no quería “a alguien así”.
Desde Nairobi, Denis Nzioka, fundador de la agencia de noticias LGBTI “Identity Kenya”, culpa a los líderes religiosos, políticos y medios de comunicación de promover la homofobia. “Su influencia sobre las masas es poderosa y la están utilizando para incitar al odio contra las personas LGBTI. Muchos líderes religiosos dicen que la homosexualidad va en contra de sus enseñanzas y algunos incluso han llegado a pedir el asesinato de personas LGBTI. Hay políticos, incluido nuestro vicepresidente, William Ruto, que han comparado los homosexuales a los perros y los medios de comunicación también informan negativamente y de manera sensacionalista sobre temas LGBTI”, denuncia este periodista.
Uganda, en la encrucijada
Fue precisamente el brutal asesinato del activista ugandés David Kato en enero de 2011, unos meses después de que su nombre y su fotografía aparecieran en la portada del semanario Rolling Stone bajo el titular “Los 100 homosexuales más importantes del país” y el destacado “Que los cuelguen”, lo que llamó la atención mediática internacional. La muerte de Kato colocó sobre la mesa el tema de la homofobia y los derechos LGBTI en gran parte de los países africanos, particularmente en Uganda, donde, recalca Kasha Nabagasera, “nunca se ha discutido en público el tema de la sexualidad y, por eso, al hablar de identidad de género y orientación sexual muchos piensan que son ideologías importadas desde Occidente”.
Desde entonces, las cosas no han cambiado demasiado, más bien al contrario. Según el informe de Amnistía Internacional presentado el pasado martes “Making love a crime”, en el África Subsahariana cada vez son más visibles el hostigamiento y los ataques a miembros de la comunidad LGBTI. Lejos de disminuir, la homofobia “está alcanzando niveles peligrosos”.
Países como Sudán del Sur, Burundi, Liberia, Nigeria o Uganda han promovido cambios legislativos en los últimos cinco años con el fin de endurecer las penas por homosexualidad, entendida como “actos carnales contra natura” o “actos contrarios al orden natural”. Precisamente en Uganda, desde octubre de 2009 se debate en el parlamento el proyecto de Ley Anti-Homosexual que pretende establecer la pena de muerte para delitos de “homosexualidad agravada”, cadena perpetua por “ofensa de homosexualidad” o “intentos de homosexualidad agravada” (ser sorprendido manteniendo relaciones con alguien del mismo sexo en más de tres ocasiones o mantener relaciones con alguien del mismo sexo siendo portador del VIH). De aprobarse finalmente, esta ley introduciría también penas de cárcel a quienes no denuncien actos que incumplan la norma y la nulidad de los acuerdos y tratados internacionales adoptados por e país en los aspectos que contravengan lo dispuesto en la ley, excluyendo así a la comunidad LGBTI de la protección de sus derechos humanos.
Las mujeres, víctimas por partida doble
Las mujeres, víctimas por partida dobleAdemás de la situación de desprotección legal en que se encuentran por su orientación sexual, las lesbianas africanas son doblemente discriminadas. “Las mujeres debemos afrontar el doble estigma de ser mujeres y, además, ser lesbianas, en unas sociedades en las que las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda clase”, explica Kasha Nabagasera.
Una constante son las llamadas “violaciones correctivas”, comunes por ejemplo en Camerún, donde Amnistía Internacional ha documentado el caso de una mujer lesbiana que había sido violada y a cuyo agresor, tras ser detenido, la policía le dijo que tenía el derecho de “curarla” volviéndola a violar.
En Kenia, además de las violaciones correctivas, mujeres lesbianas han sido obligadas a casarse con hombres por sus familias. “Hemos tenido varios casos de violaciones correctivas sobre lesbianas y sabemos de cuatro mujeres que se suicidaron el año pasado porque sus familias las forzaron a casarse con hombres cuando les dijeron que eran homosexuales”, lamenta Nzioka, que acusa a la policía de estar implicada en muchos casos de extorsión, sobornos y chantaje contra la comunidad LGBTI.
Pese al hostigamiento y las numerosas dificultades, los activistas defensores de los derechos LGBTI en África son firmes en su compromiso. “Lo que me mantiene en la lucha es mi convicción de que todo el mundo tiene el derecho de ser quien realmente es. Quiero que cada persona LGBTI pueda vivir abiertamente y sin miedo a nada”, asegura Denis Nzioka que, como su colega ugandesa Kasha, sueña con un país y un continente en el “todos puedan vivir libres e iguales en dignidad”.