Remapping Europe (Por ZEMOS98)
Europa. ¿Qué sientes al decirlo? ¿Te hace soñar? ¿Te excita? ¿Te incomoda? ¿Te molesta? ¿Qué imágenes te evoca? Europa.
El imaginario sobre Europa está tejido por cientos de miles de imágenes que se van renovando y al mismo tiempo reproduciendo en bucle: frases cortas, eslóganes, dispositivos de repetición que pueblan la propaganda política, la industria de las noticias, la publicidad y, a menudo, el cine. Un tejido viscoso que se va espesando hasta constituir un tupido velo de imágenes que condiciona nuestra forma de ver y mirar, que mediatiza nuestra experiencia directa.
Así, tras ese velo que nos imponen las memorias dominantes, Europa se erige en un sinfín de clichés que lejos de generar una condición de ciudadanía europea, nos catapulta hacia una especie de Invernalia poblada de fronteras mortíferas. Frente a la Europa de los pactos, las cumbres, la moneda única y las oportunidades comerciales, está la Europa de las “terribles tragedias”, aquellas que llegan a nuestra mesa a la hora del almuerzo narradas como si de catástrofes naturales se trataran. Europa fue el sueño de una sociedad abierta e inclusiva pero es una fortaleza que deja morir a personas en la frontera entre España y Marruecos, entre Italia y Túnez o entre Libia y Grecia.
Con el avance inexorable del capitalismo, las políticas neoliberales precarizan la vida y nos dejan a solas con nuestra vulnerabilidad. Es en este territorio hostil donde avanzan cada vez con más fuerza corrientes xenófobas y racistas. Corrientes promovidas en muchos casos por las mismas entidades hipócritas que permiten que miles de personas que se vieron obligadas a emigrar estén desprovistas de sus derechos sociales fundamentales. Así, mientras unos se preguntan qué hacer con sus pasaportes plastificados de ciudadanos europeos, otros se ven obligados a sostener el sistema económico de la Unión Europea desde categorías de segunda, de tercera. “Otros”. “Los otros”.
Gran parte de los medios de comunicación generalistas explican la otredad como si amenazara con destruir algo muy importante que distingue a los supuestos portadores de esa identidad “oficial”. La de “los nuestros”. “Nosotros”. En esos mismos medios, el término inmigrante se usa con demasiada frecuencia en la representación mediática dominante como sinónimo de “asaltante, invasor, indeseado, exiliado, terrorista, criminal, extranjero, no-ciudadano, trabajador en tránsito, ilegal…”. Obviando que las fronteras son límites que delimitan unas diferencias artificiales entre unas personas y otras. Como si ser migrante fuera un título nobiliario que se traspasa de generación en generación. A todos nos atraviesan las fronteras, cierto, pero sólo a algunos los mata.
Frente a esta situación, nace la necesidad de hackear el velo. De usar la remezcla como herramienta para deconstruir el imaginario dominante y así dejar al descubierto el racismo mediático, institucional y social. La necesidad de desnudar la ficción mediática a través de historias personales. La necesidad de poner en valor las memorias en tránsito que desplazan el inmovilismo de los imaginarios construidos mediáticamente.
La necesidad de reconstruir lo que significa Europa partiendo del reconocimiento de nuestra vulnerabilidad compartida y nuestra interdependencia inherente como seres humanos. La necesidad de valorar y promover las prácticas ciudadanas emancipatorias que dibujan nuevas representaciones y que configuran un concepto de ciudadanía inclusivo, capaces de devolver voz a quienes están desprovistos de poder ser escuchados.
La necesidad de desterrar la noción de multiculturalismo como folklore blanco y de clase media. La necesidad de romper con la integración controlada. La necesidad de narrar nuestras identidades como fragmentarias y que, por tanto, sólo pueden ser completadas en la otredad. La necesidad de reclamar para los migrantes su derecho a permanecer y a pertenecer.
La necesidad de denunciar cualquiera de las medidas discriminatorias que sufren los migrantes en su intento por integrarse en nuestras sociedades. La necesidad de activar la escucha y vivir los recuerdos de otros, de compartir el derecho a decidir. La necesidad de encontrarnos en la diferencia.
La necesidad de re-escribir Europa. De remezclar Europa. De Remapear Europa.