Comfort Etim empezó a jugar al fútbol de niña en Lagos, en Nigeria, donde su madre fue pionera como entrenadora acreditada. Con 16 años, ya jugaba en un equipo de segunda división. En 2003, la joven pensaba que su sueño de jugadora profesional se iba a hacer realidad cuando un hombre la reclutó supuestamente para jugar en una universidad de Estados Unidos. El tipo la dejó en Londres y desapareció. Con 17 años, Etim descubrió que había sido víctima de un fraude. Consiguió escapar de lo que hoy describe como una red de tráfico de personas.
Con la ayuda de amigos, pasó por largos y penosos trámites para pedir asilo en el Reino Unido y no dejó de lado su ambición de jugar en un equipo profesional. Tras volver a jugar en un pequeño equipo local, llegó a ser jugadora en la división femenina del Tottenham. Después, se sacó el título oficial de entrenadora en el Reino Unido.
Desde 2014, trabaja en la ONG Refugee Women Connect en Liverpool y ahora es entrenadora de Comfort Angels, el equipo que ella misma fundó dirigido a mujeres migrantes y refugiadas con la ayuda de Amnistía Internacional, la asociación de fútbol del condado de Liverpool y la fundación del Liverpool, el equipo. Por Comfort Angels han pasado unas 30 jugadoras de Afganistán, Albania, Sierra Leona, Namibia, Zimbabue, Nigeria, Irán, Azerbaiyán y Eritrea. El principal objetivo es “reducir el aislamiento” de mujeres que llegan a Liverpool, uno de los primeros destinos de acogida en el Reino Unido.
Hablamos una tarde que en la Cámara de los Comunes se escuchan palabras de diputados y ministros conservadores contra la migración de cualquier tipo, pero Etim sigue confiando en el apoyo de comunidades como la suya pese a la retórica de los políticos. Este lunes participa en una conferencia sobre fútbol y derechos humanos organizada en Madrid por Amnistía Internacional y la embajada del Reino Unido en España.
¿Cómo es entrenar a un equipo con mujeres de orígenes y experiencias tan diferentes?
Cuando llegué al Reino Unido mis circunstancias cambiaron y no poder jugar al fútbol fue muy difícil para mí. Entrenar me hace muy feliz. Es dar una oportunidad a jóvenes con talento. Muchas vienen de países donde a las mujeres no se les permite practicar deportes y quieren explorar ese aspecto de su vida. Con la ayuda de Amnistía y de la fundación del Liverpool y la asociación de fútbol del condado, hemos podido crear este espacio para que las mujeres vivan su sueño de jugar al fútbol. Estoy muy orgullosa de ellas, de que a pesar de todo lo que han pasado hayan mantenido su pasión por el fútbol.
¿Qué tiene de especial el fútbol para ser útil en estas circunstancias?
El fútbol es un juego muy diverso, es un juego universal. Pese a las barreras, cualquiera puede jugar al fútbol. Es un deporte que une como equipo, une a la gente sin importar de donde sea. Las chicas han podido hacerse amigas, lo cual es muy importante cuando estás lejos de tu familia y tus amigos. Esto va más allá de un simple equipo de fútbol, las mujeres ahora son como hermanas. Tienen personas en las que apoyarse también fuera del campo.
¿Cómo ha cambiado el fútbol femenino desde sus comienzos?
Ha cambiado radicalmente. Mi madre era entrenadora de fútbol y yo empecé a jugar desde muy pequeña. Aún no lo hemos conseguido todo, pero podemos ver un cambio tremendo. Espero que continúe y que las jóvenes puedan ver el fútbol como una carrera y no sólo un pasatiempo.
Yo veía cómo la multitud gritaba a mi madre en Nigeria en los estadios “vete a casa de tu marido” y la insultaban. Ella perseveró. Recuerdo que una de mis amigas no podía jugar al fútbol porque su padre decía que no era cosa de chicas, que se iba a convertir en un hombre y nadie se casaría con ella. Las cosas han cambiado y muchas culturas están empezando a entender el fútbol.
Aquí en el Reino Unido, en los partidos de fútbol femenino, el estadio solía estar muy vacío, las entradas eran muy baratas. Se puede ver que las cifras están empezando a mejorar y hay muchas chicas que quieren dedicarse al fútbol ahora. Todavía hay pobreza y existen barreras lingüísticas y culturales que siguen deteniendo a muchas niñas, pero mucha gente acepta a las jugadoras, las entrenadoras y las árbitros.
¿Usted se sintió discriminada como jugadora?
Tengo la piel muy gruesa. Si quiero hacer algo, trato tanto como puedo de no hacer caso de las distracciones. Como mi madre era entrenadora, entendía el juego y podía protegerme. Recuerdo los abucheos y cómo se reían los demás cuando no teníamos compresas. Afronté barreras que podrían haberme detenido, pero me alegro de no haberlo hecho. Recuerdo no tener dinero para ir a los entrenamientos.
¿Cómo es la acogida que reciben ahora en los torneos en el Reino Unido?
Participamos habitualmente en el torneo She Inspires, que organiza el Liverpool. Cualquier enamorado del fútbol puede unirse y jugar en su categoría. Cuando participamos, no nos sentimos solicitantes de asilo ni refugiadas. Nos sentimos simplemente parte de un torneo. Lo que hace especialmente bien el fútbol es darles a nuestras mujeres esa vía de escape. Ellas no piensan en su caso de inmigración en ese momento, sino en divertirse, socializar y jugar. En la competición se ve a las refugiadas como seres humanos, y eso es lo que importa. En los torneos, somos vistas como personas y no como números, delincuentes o quién sabe qué, sólo somos mujeres a las que les encanta jugar al fútbol.
Mientras hablamos, en la Cámara de los Comunes diputados y ministros pronuncian mensajes muy negativos contra los migrantes de cualquier tipo, descritos como una amenaza. ¿Cómo se siente al escuchar esto?
He estado muy callada sobre esto porque siento que en el Reino Unido pasan cosas que podrían recibir más atención de los medios y los políticos, como el coste de la vida o la factura eléctrica. Utilizar la migración, los refugiados y solicitantes de asilo es sólo una distracción respecto a otros problemas que podríamos afrontar. Creo firmemente que el Reino Unido sigue siendo un país compasivo y acogedor. Vivo aquí desde hace más de 20 años y he visto cómo comunidades como Liverpool son muy acogedoras para refugiados y solicitantes de asilo, al contrario de lo que se publica a veces. No importa qué políticas se establezcan, el pueblo británico sigue apoyando a los refugiados y les da la bienvenida. Para mí, eso es lo único que importa.
Es lamentable que se hable de “invasión”. Es deprimente para muchas mujeres, y es muy confuso porque vienen de una situación muy traumática y quieren sentirse seguras aquí. Les da miedo escuchar esas palabras. Lo que hacemos en el equipo y en la ONG en la que trabajo es intentar crear un espacio seguro.
¿Están preocupadas las jugadoras por lo que oyen del Gobierno?
Estas son mujeres como yo que han pasado por el sistema de asilo. Nuestra acción temprana permite que las mujeres estén bien informadas sobre sus derechos y responsabilidades cuando se instalan en el Reino Unido. Así se empoderan y pueden reconstruir su vida.
Hablamos sobre los cambios de la nueva ley migratoria, el coste de los visados y los precios de la electricidad. Tenemos especialistas voluntarios que no saben nada de fútbol, pero quieren ayudar. Los británicos quieren ayudar cuando escuchan noticias como estas y sienten pena de que la gente tenga que pasar por esto. Seguimos luchando.
¿Las jugadoras siguen con carreras futbolísticas más allá del equipo?
Hay jóvenes en el equipo que quieren llevar su carrera más lejos. También juegan en institutos y universidades. Con suerte, la próxima temporada podremos lograr que hagan una prueba en algunos equipos. Algunas quieren convertirse en entrenadoras.
¿Cuál es el futuro del equipo?
Seguir promoviendo la inclusión entre las mujeres y seguir participando en torneos. También hacer campaña en torno a temas que afectan a las mujeres. Y seguir dando formación para jugar, ser entrenadora o árbitro. En el futuro, también podremos dar algún apoyo psicológico para los desafíos que enfrentaron antes y después de llegar al Reino Unido. Además, una de las claves de nuestro programa es promover la integración, abriendo también el espacio a otras mujeres en la comunidad, para que aprendan las unas de las otras.