Otra muerte “por causas naturales” de un obrero de la construcción del Mundial de Fútbol de Qatar
Rupchandra Rumba, un trabajador nepalí, llevaba dos meses subido a un andamio en el estadio de fútbol de la Ciudad de la Educación, de nueva construcción y con un aforo de 40.000 localidades, en el que se ha programado uno de los partidos de cuartos de final de la Copa del Mundo que se celebrará en tres años. Trabajaba para una empresa subcontratada, una de esas compañías que envía a sus empleados allá donde se los necesite.
El 23 de junio, Rumba yacía con grandes dificultades para respirar en una litera de una habitación sucia y abarrotada, una de tantas, en el campamento de trabajadores más grande de Qatar y a miles de kilómetros de casa. Sus compañeros no podían hacer mucho por salvarlo. “Quienes dormían cerca de él cuentan que en dos ocasiones hizo ruidos extraños, como si alguien lo asfixiara. Luego perdió el conocimiento. Cuando murió, cundió el pánico. Teníamos miedo de dormir en esa habitación”, recuerda uno de ellos.
Como sucede con cientos de jóvenes migrantes que mueren cada año en Qatar, su muerte, tan súbita como inexplicable, se atribuyó a un “fallo cardiorrespiratorio agudo debido a causas naturales”. Pero Rumba solo tenía 24 años. Su mujer y sus amigos coinciden en que su estado de salud era perfecto. No bebía y fumaba poco. No podía permitirse comprar más que un par de cigarrillos al día.
El año pasado murieron “por causas naturales” nueve personas empleadas en las obras de preparación de la Copa del Mundo. Los organizadores describen sus fallecimientos como “muertes no relacionadas con el trabajo”.
Las autoridades no investigan la muerte por causas naturales. Pero The Guardian lo ha hecho y ha descubierto que los trabajadores migrantes como Rumba pueden llegar a exponerse a condiciones de calor extremo todos y cada uno de los días durante los largos meses de verano. Los cardiólogos dicen que el estrés provocado por el calor es la causa directa del gran número de muertes atribuidas a problemas cardiovasculares en Qatar.
En su informe más reciente sobre el bienestar de los trabajadores empleados en la Copa del Mundo, el Comité Organizador alardea de que “garantizar una cultura duradera de salud, seguridad y bienestar es uno de nuestros objetivos prioritarios”.
Pero la muerte de Rumba muestra que el camino por recorrer es aún largo. Los cardiólogos dicen que los fallecimientos por estrés debido al calor pueden evitarse si se reconocen los síntomas y se accede a asistencia sanitaria inmediata. Los compañeros de Rumba afirman que su jefe ni siquiera ha emitido la tarjeta sanitaria a la que obliga la ley, lo que les permitiría acceder a atención sanitaria gratuita o de bajo coste. “Si alguien está enfermo, los capataces del campamento no nos permiten ir al hospital. Se limitan a darnos paracetamol”, explica uno de ellos.
Su familia, en Nepal
Muy lejos de los imponentes rascacielos de Doha, en una habitación a las afueras de Katmandú, viven la mujer de Rumba, Nirmala Pakrin, y Niraj, su hijo de seis años. Plakrin y su esposo hablaban a menudo. Mientras ojea fotos en su teléfono, llora y recuerda: “Me dijo que trabajaba en el estadio. Que el trabajo no era difícil, pero se quejaba por el salario. Me contó que no había cobrado desde hacía tres meses. Que el capataz los insultaba e incluso había llegado a golpearlos”.
Un día recibió una llamada de un número que no conocía. Era el capataz del campamento donde estaba Rumba. Llamaba para contarle que su marido había muerto.
La noticia la dejó en estado de shock. Muy confundida. “No recuerdo que se haya quejado de su salud. No recuerdo la última vez que se sintió mal. Se quejaba de la temperatura, del calor que hacía, de lo que sudaba, pero no daba ninguna señal de estar enfermo”, agrega.
Pakrin se ha quedado sin marido, sin ingresos y sin indemnización por parte de las autoridades qataríes. El único dinero que ha recibido desde uno de los países más ricos del mundo es el que lograron reunir los compañeros de su marido, pese a sus propias dificultades. Poco más de 500 euros.
“Llamé al jefe de la empresa y le pedí dinero. Dijo… que como [Rumba] murió en el campamento no tenía derecho a ninguna compensación. Que todo lo que podían hacer era enviarme el cuerpo de vuelta”, dice la mujer.
El año pasado The Guardian reveló dos fallecimientos de ciudadanos nepalíes trabajando en las obras de construcción de estadios para la Copa del Mundo. Cinco meses después, sus familias no habían recibido ninguna compensación. La recibieron tras la publicación.
Pakrin no sabe cómo va a mantener a su hijo. “Dice que su padre prometió traerle chocolate cuando regresara y no deja de preguntar '¿Dónde está mi padre?”.
El Comité organizador del Mundial de Qatar confirmó el fallecimiento de Rumba, pero dijo que el contratista para quien trabajaba no tenía autorización para trabajar en el estadio. Por eso, Rumba no recibió una revisión médica completa. Se ha abierto una investigación sobre los hechos.