Gavdos, la pequeña isla griega que teme convertirse en una nueva Lampedusa: “Estamos al límite”
Gavdos es diminuta, incluso para los estándares de las pequeñas islas griegas. Con una población de menos de 70 habitantes, en la isla hay sólo dos familias con cuatro hijos. El resto “son ancianos que en su mayoría viven solos”, explica la alcaldesa, Lilian Stefanaki.
Es un micromundo que en invierno sólo cuenta con una escuela, una panadería, dos minimercados y cuatro kafeneia, establecimientos que sirven a la vez como cafetería, restaurante, bar y punto de reunión. Efsevios Daskalakis, que durante gran parte del año es el único policía, vigila la remota isla, separada de la costa de Creta por aguas del mar de Libia, a menudo impredecibles.
En los últimos meses la vida en Gavdos ha sido un poco menos tranquila de lo habitual. “El fin de semana pasado llegaron 150 personas de Libia en tres embarcaciones abarrotadas”, explica Stefanaki. “Estamos al límite porque, para empezar, no tenemos instalaciones para alojarlas”.
Situada en el extremo más meridional de Europa, más cerca de África que de Atenas, esta isla de 29 kilómetros cuadrados se ha convertido en el blanco de los traficantes que intentan llevar a migrantes a Occidente.
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), de los 9.502 hombres, mujeres y niños que han buscado refugio en Grecia desde enero, unos 1.186 egipcios, pakistaníes y bangladesíes han llegado en embarcaciones que han desembarcado “en las proximidades” de Creta y Gavdos.
Durante el mismo periodo de tres meses del año pasado hubo “cero llegadas” en ambas islas, un hecho que ha despertado las alarmas sobre la aparición de una nueva ruta de tráfico de personas en el Mediterráneo.
“Ha sido impresionante. En sólo unos meses han desembarcado en nuestra costa de Tripiti más de 800 almas”, dice Daskalakis, en alusión al promontorio rocoso situado en el punto más meridional de la isla. “En su mayoría son hombres jóvenes, que llegan tras más de un día y medio en el mar en embarcaciones que llevan a bordo cuatro veces más personas de las que deberían”, cuenta. A menudo, dice el agente, están exhaustos tras realizar el peligroso viaje de 180 km desde la ciudad portuaria de Tobruk, en la costa oriental mediterránea de Libia. “Lo primero que hacen es llamar al número de emergencias, el 112, y es entonces cuando me avisan desde la central. No hay carretera, así que tengo que ir andando si el mar está muy revuelto. Ha sido una experiencia muy fuerte. Normalmente en Tripiti solo hay turistas, porque es la punta más meridional de Europa y les gusta fotografiarse en la silla [una escultura] que hay allí”.
Hasta el 17 de marzo, fecha en que la Unión Europea cerró un acuerdo con Egipto dotado con 7.400 millones de euros para frenar los flujos migratorios, las embarcaciones no habían dejado de llegar. “Llegaban una o dos cada dos o tres días”, explica Daskalakis: “Pero desde que el primer ministro [griego] y otros líderes europeos fueron a El Cairo a firmar el acuerdo se ha producido una notable calma. Es un alivio, pero nadie sabe cuánto durará”.
Grecia, al igual que Italia, había ejercido una fuerte presión a favor del pacto con Egipto a pesar de las críticas que llegan de las organizaciones de defensa de los derechos humanos. Desde enero Grecia ha registrado un aumento de las llegadas del 187%, según los datos oficiales.
“Ningún país o comunidad local debe enfrentarse solo al reto de gestionar los flujos”, afirma Stella Nanou, portavoz de la delegación de ACNUR en Atenas. “Las cifras que estamos viendo son aún manejables, pero se necesita una rápida coordinación, preparación y apoyo de las autoridades centrales griegas y de la UE”, subraya.
El ministro griego de Migración, Dimitris Kairidis, que visitó este lunes la isla, asegura que el del Gobierno es garantizar que el lugar no se convierta en lo que ha denominado “un foco de migración irregular”. El ministro, que hace unos días dijo que Gavdos no será una nueva Lampedusa, en declaraciones a The Guardian explica que, mientras en el pasado las embarcaciones de migrantes procedentes de Libia sólo paraban en Grecia “por defecto”, ahora es evidente que el planteamiento ha cambiado y el país se ha convertido en un destino. “A menos que se ponga freno a esta situación, todos deberíamos prepararnos para otra tragedia similar a la ocurrida frente a Pylos”, afirma Kairidis en referencia a los más de 500 hombres, mujeres y niños que murieron ahogados el año pasado cuando el pesquero en el que viajaban desde Tobruk zozobró en circunstancias controvertidas frente al sur del Peloponeso.
“Lo que estamos viendo son redes criminales de traficantes de personas que suben cada vez a más de estas desafortunadas personas en embarcaciones no aptas para la navegación que nunca deberían abandonar la costa libia”, afirma.
Kairidis subraya la importancia del acuerdo trienal firmado entre la UE y Egipto e insiste en que el país más poblado del mundo árabe no sólo ha desempeñado un papel crucial en la detención de la migración irregular, sino que además merece apoyo para reforzar su frágil economía si se quiere evitar otra crisis migratoria en Europa.
Según él, la aparición de la nueva ruta migratoria en el sur de Grecia no sólo es preocupante, sino que exige una gestión adecuada y a tiempo: “Necesitamos la cooperación de Egipto porque los que vienen son en su mayoría egipcios. Por eso presionamos para lograr el acuerdo y dar a Egipto el apoyo de la UE que se merece”.
Traducción de Emma Reverter
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