Khadija Alanti lucha para que “se haga justicia” con su hijo, Ilias Tahiri, el joven fallecido el 1 de julio de 2019 en el centro para menores infractores Tierras de Oria en Almería, después de que varios agentes de seguridad privada lo inmovilizasen con una práctica de sujeción mecánica. El caso se investigó y se archivó el pasado mes de enero como “muerte violenta accidental”, pero la madre recurrió el auto judicial. “Veo injusta la resolución, no pensaba que podía pasar esto en un país democrático. Siento impotencia e inseguridad”, sentencia en un entrevista con eldiario.es.
Recuerda con coraje pero entre lágrimas, el “racismo” que Ilias sufrió en el colegio, el paso por tres centros de menores, cómo ella se enfrentó a su muerte y a las duras imágenes del vídeo que retratan los últimos momentos de su vida, el entierro en Marruecos y la lucha que emprendió la familia: “Mi hijo no murió, lo asesinaron”.
Ilias, el pequeño de cinco hermanos, se reunió con su madre en Pueblo Nuevo de Guadiaro (Cádiz), un año después de que Khadija se instalase en España. Mientras se tramitaba la reagrupación familiar, vivió con sus tíos y abuelos en Tetuán (Marruecos).
Al instalarse en España, Alanti quiso que su hijo continuara estudiando la ESO, pero en el colegio se encontró con los primeros problemas. “Tuvo dificultades, se metían con él porque era marroquí y no entendía el español. Me decía que le trataban mal y no quería ir al colegio”, confiesa.
Aunque acudió al centro para informar al director, “al día siguiente Ilias tuvo una pelea con uno de los compañeros que lo estaba acosando; y lo denunciaron porque los padres de los otros niños lo veían como una amenaza, sin conocerlo”. En ese juicio, quedó en libertad, sin embargo “la jueza me dijo que eso no pasa aquí -en España-, que no hay diferencia entre un español y un marroquí”.
Solo habían pasado tres meses de su llegada a Andalucía, cuando “se quedó en casa y dejó de estudiar”, recuerda la madre. En el barrio se juntó con un grupo de críos que “un día entraron en una casa, cogieron cosas, e Ilias estaba afuera cuando llegó la policía”. Lo detuvieron y, con los antecedentes por la pelea en el colegio, lo condenaron a “7.000 euros y algo más de un año de prisión”.
“Tenía algo importante que contarme”
Tenía 17 años, así que ingresó en un centro de menores de Algeciras con libertad para pasar los fines de semana en la casa familiar. Por problemas con la psicóloga, se le trasladó a otro centro de Córdoba en régimen cerrado con visitas, y de ahí, un poco más lejos de la familia, a un tercero en Almería, donde se necesita autorización previa para realizar visitas.
Khadija solo escuchaba la voz de su hijo una vez a la semana, a veces en español aunque ella no habla más que el dialecto marroquí: “Le obligaban a hablar castellano para entender lo que me decía”. Le contaba que, para llamarla, “tenía que pagar cinco euros que conseguía haciendo trabajos en el centro”. Según asegura su madre, el joven le insistía en que lo visitara: “Tenía algo importante que contarme”.
“Estaba asustado, decía que le castigaban sin razones”, critica la mujer. “Me contaba que en el mes de Ramadán lo ponían a correr mucho bajo el sol a pesar de que ayunaba” y cuando el chico protestaba le decían que “para ellos era lo mismo si estaba o no haciendo el Ramadán”.
Por eso, “Ilias llegó a escribir una carta a la jueza del caso”, detalla Khadija. La magistrada le contestó que “no se podía inmiscuir en la política del centro, que para eso estaba el director”.
El primer permiso para visitar a su hijo llegó dos semanas antes de que falleciera, pero “me lo anularon, me dijeron que había un problema”. Después de la tragedia, conoció a otros menores y descubrió que “ese día habían castigado a Ilias en el sótano. Ahora sé que se trataba de una habitación de aislamiento”.
Finalmente, consiguió pasar dos horas junto a su hijo la víspera de su muerte. “Estábamos solos, pero en la habitación había un espejo de esos que tú no ves nada, pero que sientes que al otro lado te están observando”. A la llegada “me sorprendió el tamaño de su cuerpo, había engordado mucho en dos meses. Al preguntarle, me dijo que le daban tres pastillas al día aunque no sabía para qué. Después en la analítica de la autopsia salió que tomaba esos medicamentos”.
En ese momento, Ilias le confesó que “el primer día que ingresó le habían aplicado el Protocolo de Contención Mecánica entre cuatro personas. Le dijeron que venía muy calentito de otros centros, y que le iban a bajar los humos”.
“Le dolían las piernas al estar atado a la cama. Le dejaron solo y empezó a gritar, a pedir ayuda. Entonces vino una enfermera, le pinchó con una aguja la planta de los pies, y al comprobar que no sentía nada, ordenó que lo soltarán”, describe la madre del adolescente.
En ese momento, “Ilias ya sentía miedo, hacía lo que le decían, comía lo que le daban, incluso carne de cerdo; ya no tenía fuerzas para protestar. Incluso, lo amenazaron con meterlo en la cárcel y enviarlo a Marruecos”, lamenta su madre.
“Él lo prefería, había pedido el traslado a prisión al cumplir los 18 años porque en el centro los trataban como animales de montaña”, mantiene Khadija.
“Me había contado la verdad y se lo quitaron del medio”
No habían pasado 24 horas de esa visita, cuando Khadija recibió una llamada: “Tu hijo está muerto, ha sufrido un infarto”. Confiesa que “tiré el teléfono y me entró un ataque de histeria. Mi hijo mayor empezó a darse cabezazos contra la pared. Vivimos un momento catastrófico en casa. No podía reaccionar, no supe qué hacer, no pude coger el teléfono para hablar con la familia… Sentí que Ilias me había contado la verdad y que al día siguiente se lo quitaron del medio”
La misma mañana de la tragedia, Ilias había hablado con su tía que vive en París. “Le pidió que lo visitara estas vacaciones. Le contó que iba a pintar una pared, y no se le veía desanimado como para pensar que quería suicidarse”. La madre además insiste que su hijo no padecía ninguna enfermedad, “estaba sano”.
En este momento de la entrevista con eldiario.es, Khadija le pide a su hijo Abdel Mounir que nos enseñe una fotografía: “Muéstrale cómo nos entregaron a mi niño”. Se ve a un chico muy joven envuelto en una alfombra con heridas en la cabeza y con claros edemas en el rostro, sobre todo en los ojos y alrededor de la boca. “No tenía nada de eso el día antes”, solloza.
La lucha por recuperar el cuerpo de Ilias duró tres días. En principio, ofrecieron transporte y alojamiento a los familiares en Almería, pero les advirtieron que no podrían verlo. Así que decidieron no viajar y esperar en casa hasta que el centro de menores trasladó al difunto al tanatorio que habían contratado en Palmones.
Al día siguiente cruzaron la frontera para enterrarlo en Marruecos. Allí mismo, le explicaron a la policía “la injusticia que había sufrido en España y como Ilias no había muerto de forma natural como decían”, pero no consiguieron el apoyo de las autoridades marroquíes. “Alegaron que teníamos una causa en España y por lo tanto hasta que no se terminará no podía iniciarse ningún procedimiento en Marruecos”, puntualiza.
“El vídeo habla por sí solo. No es un accidente”
Familiares, vecinos y amigos visitaron la casa en Tetuán antes del entierro, como es costumbre en la tradición musulmana. Se recuerda abriendo una pequeña ventana en el ataúd para mostrar su cuerpo: “La cara estaba negra. Después me explicaron que eso ocurre cuando la persona muere por asfixia. Supe que me habían mentido”.
Ahí comenzó la lucha de Khadija “para que se supiera la verdad y se hiciera justicia”, a pesar de que hasta que los medios publicaron el vídeo de la muerte de su hijo “solo nos habían ayudado las asociaciones de España y los periodistas”.
Casi un año después del suceso, Khadija se siente más acompañada y ha conseguido ver el vídeo completo, “que habla por sí solo. No es un accidente, es un asesinato, y sospecho que entra a la habitación muerto porque no se mueve”. Esas duras imágenes de varias personas encima del cuerpo del joven llevaron al cónsul de Almería, Khaled Bouziane, a visitar a la familia; y que la propia embajadora de Marruecos en España, Karima Benyaich, recibiera a Khadija el viernes “para escuchar la verdad de lo qué pasó con mi hijo, esta historia que te estoy contando”.
-Khadija, ¿qué espera de la reapertura del caso?
-Justicia, que cada uno de los implicados tenga lo que se merece. Y que se intervenga para parar estas prácticas y abusos en los centros de menores, porque son niños. Con el apoyo, justicia se va a hacer, pero a mi hijo no me lo van a devolver.