Madres musulmanas desafían a reclutadores del ISIS en esta escuela de Bélgica
En esta escuela de Bruselas, son ellas las que tratan de despejar dudas, darse apoyo y tejer estrategias juntas. A la preocupación por la radicalización de jóvenes musulmanes en Bélgica, se suma un miedo: ¿y si pasa en mi familia? Por eso, un grupo de madres ha decidido pasar a la acción, movidas por la idea de ser “un bastión” contra los reclutadores del autodenominado Estado Islámico (ISIS).
Esta inquietud motivó a María Flores a acudir a la Escuela de Madres del Centro Social de Saint-Antoine en la capital belga. Hija de emigrantes españoles y nacida en la capital belga, Flores se convirtió al Islam a los 17 años.
Hoy es profesora de francés y de bordado y tiene tres hijas de 16, 18 y 20 años. “Son musulmanas, pero de la religión se preocupan poco de momento, una reza y las otras no”, comenta. En su casa se habla mucho, pero María confiesa que, al ver a chicas musulmanas irse a Siria en las noticias, le entra miedo. “Todos los hijos tienen su jardín secreto”, dice.
La Escuela de Madres es un espacio de aprendizaje entre madres que quieren prevenir que sus hijos e hijas sean radicalizados por redes extremistas. Este proyecto nace del encuentro de la directora del centro, Tamimount Essaidi, conSaliha Ben Ali, cuyo hijo de 19 años murió en Siria en diciembre de 2013 tras ser radicalizado.
“Comunicarse en familia es vital para la prevención”
Essaidi ha tratado con varias madres de jóvenes de combatientes extranjeros y en todas ellas ha encontrado la incomprensión de lo ocurrido. “No vi nada, mi hijo dejó de hablarme, empezó a cambiar”, le dicen. “La comunicación en la familia es vital para prevenir la radicalización”, sostiene la directora.
Un total de 50 madres han asistido a las dos ediciones de esta peculiar escuela. Flores la describe como “un espacio íntimo, libre de juicios”. Saliha Ben Ali y Malika Maalmi, cuyo hijo todavía está en Siria, acudieron como “madres testimonio” a los talleres. “Nos dejaron claro que ellas venían del mismo entorno social que nosotras, no había diferencia entre ellas y nosotras”, puntualiza Flores.
Una vez establecieron un espacio de confianza, las madres compartieron sus inquietudes. Una de ellas contó que había descubierto a su hijo de 15 años hablando por Facebook con un amigo que “se había ido a Siria a hacer la yihad”, según le dijo. La mujer empezó a gritarle y se puso muy nerviosa.
“Cuando ves cómo funciona el mecanismo de adoctrinamiento yihadista, esa conversación por Facebook no es anodina, es peligrosa”, alerta Essaidi. Le explicaron que tenía que cambiar su manera de comunicar con su hijo. Así, esta madre empezó a interesarse por el amigo de su hijo, preguntándole por él. Dos semanas después, su hijo se dio cuenta de que el contacto era peligroso y cerró su cuenta de Facebook.
“La Escuela de Madres es pertinente en ese momento, trabajamos en la prevención”, recalca Essaidi, quien lamenta que “hoy en día los poderes van a financiar antes un proyecto que calme a la opinión pública y acapare portadas”. “Nosotras que trabajamos en el día a día, a largo plazo, no somos un proyecto seductor”, sentencia.
Un instituto toma las riendas contra la radicalización
A.H., estudiante de 15 años del instituto Koninklijk Atheneum de la ciudad de Amberes, decidió viajar a Siria para unirse a las filas del ISIS. Un miércoles por la mañana asistió a clase, después fue con su padre a comprarse un suéter y unos vaqueros, y posteriormente fueron al peluquero. A las tres de la tarde, cuando su padre se despertó de la siesta, A.H. no estaba en casa. Al no regresar al cabo de cuatro horas, su padre acudió a la policía. Le dijeron que no podían buscar a un adolescente que llevaba una tarde fuera. Esa noche no apareció.
Karin Heremans nunca olvidará “ese jueves”. Es la directora del centro, que ha puesto en marcha un proyecto basado en la expresión a través del arte para luchar contra la radicalización de los menores. Ese jueves, cuando llegó al colegio a las ocho de la mañana, se encontró a la alterada familia de A.H. Llamó a la policía y fue a hablar con sus compañeros de clase.
“Me dijeron que había comprado un billete de tren a Dusseldorf, desde donde cogería una avión hacia Ankara”, cuenta. La familia del joven, algunos compañeros y la directora pasaron el día en el despacho de esta esperando noticias. A las cinco de la tarde, Heremans recibió un mensaje: “Lo tenemos”. La Policía Federal Belga, en cooperación con la Interpol, había detenido a A.H. en Ankara.
Era 2014 y A.H. se convertía así en el quinto estudiante de este colegio público en intentar combatir en territorio sirio. Tres de ellos lograron entrar en Siria, los tres murieron. K.B., de 15 años, inició este trágico goteo en 2012.
El Koninklijk Atheneum alberga a estudiantes de más de 60 nacionalidades. Es un imponente edificio renacentista en el corazón de Amberes, la ciudad belga con más combatientes extranjeros. En 2009, el grupo terrorista Sharia4Belgium estableció su sede en un lavadero de coches situado en Drambruggestraat, una calle paralela al colegio. “En aquel momento no sabíamos que estaban ahí, pero veíamos la manipulación en los alumnos y como les captaban al salir de clase”, relata la directora.
El arte como vacuna contra el extremismo
La directora explica que los reclutadores se dirigen a quinceañeros que están en busca de su identidad: “Les dicen que sus padres, amigos y profesores no son buenos musulmanes, paulatinamente van aislándoles socialmente hasta que lo único que les define es la religión”. En una reunión de padres y madres, la directora alertó del peligro y recomendó que vigilaran a sus hijos. “Somos de buena familia, eso no nos pasará a nosotros”, dijeron algunos, según recuerda.
Para combatir esta lacra, el centro decidió abrir un diálogo sobre la identidad a través del arte. Así nació el proyecto Athena Syntax. En su séptima edición han organizado un audio paseo. Las voces de los alumnos discurren por los pasillos del centro explicando sus sueños para el futuro, hablan de identidad, vida, muerte y radicalización.
Destacan varios cuadros pintados por los amigos de K.B. “Su mejor amigo, Hamza Gadi, que hoy tiene 19 años, forma parte de la Red para la Sensibilización frente a la Radicalización (RAN)”, cuenta Heremans.
Se trata de una iniciativa de la Comisión Europea puesta en marcha en 2011. “Dentro del espacio y la libertad que nos ofrece el arte, somos capaces de discutir temas difíciles y delicados. El arte tiene una función canalizadora. Todos los proyectos están concebidos para transmitir un mensaje positivo. Esto no significa que no se puedan abordar temas dolorosos”, explican los organizadores.
“Traemos artistas profesionales a la escuela para trabajar con nuestros estudiantes, a quienes se les da espacio para experimentar en la expresión creativa a través de sus obras de arte. Un espacio libre en el que pueden canalizar cualquier pregunta, emoción, frustración o miedo”, recalcan en la web del proyecto.