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THE GUARDIAN

“No hay orgullo en la ocupación”: los palestinos LGTBI se rebelan contra el uso de Israel de la bandera arcoíris en Gaza

Emma Graham-Harrison

Jerusalén —
22 de junio de 2024 22:43 h

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Hace poco Daoud, un veterano activista queer, pasó por delante de las banderas arcoíris colgadas con motivo del mes del Orgullo en la antigua ciudad portuaria de Yafa, uno de los centros históricos de la cultura palestina, y le invadió una oleada de repulsión. El más famoso símbolo de la liberación LGTBIQ+ ha sido tan cooptado por el Estado israelí que, para los palestinos homosexuales como Daoud, ya sólo resulta un recordatorio del horror que está teniendo lugar a tan sólo cien kilómetros al sur, en la Franja de Gaza.

El pasado noviembre, el Gobierno israelí publicó dos imágenes de Gaza en sus redes sociales. Una de las fotografías muestra al soldado israelí Yoav Atzmoni, en uniforme de combate, frente a edificios reducidos a escombros por los ataques aéreos israelíes. El militar despliega una bandera arcoíris con la frase “En el nombre del amor” escrita a mano.

En la segunda fotografía, Atzmoni posa junto a un tanque de guerra, sonriendo mientras muestra una bandera israelí con bordes arcoíris. “La primera bandera del Orgullo izada en Gaza”, reza el pie de foto de ambas imágenes.

En aquel entonces, los ataques israelíes habían matado a más de 10.000 palestinos en la Franja, entre ellos más de 4.000 niños, según cifras del Ministerio de Sanidad gazatí. Hoy el número de víctimas mortales supera las 37.000 y más de un millón de personas están al borde de la hambruna.

El “uso repugnante” de la bandera arcoíris

“He visto el repugnante uso de las banderas del Orgullo en Gaza”, dice Daoud, ciudadano árabe-israelí que pide emplear un nombre falso, porque los palestinos en Israel han sido perseguidos y detenidos por expresar su solidaridad con los civiles de Gaza y criticar la guerra. “Ahora que la posibilidad de una muerte terrible se cierne sobre todos nosotros, no puedo ver la bandera del Orgullo de otro modo. Verlas me revolvió el estómago, fue repugnante”, añade.

Según Phillip Ayoub, profesor de Relaciones Internacionales del University College de Londres (UCL) que investiga la intersección entre política y derechos LGTBIQ+, muchas personas queer alrededor del mundo reaccionaron igual que Daoud. “Se produce una disonancia cognitiva al ver lo que hay en la imagen –escombros que solían ser hogares– y después la bandera exhibida de forma festiva. Es una tremenda ofensa a las personas que han luchado por sus derechos bajo esta bandera”.

Esas fotografías de Gaza forman parte de una extensa campaña internacional calificada de “pinkwashing” (que puede traducirse literalmente como “lavado de imagen rosa”) por sus críticos, que sostienen que se trata de intentos para fomentar el apoyo al Estado israelí vinculándolo con las identidades queer, presentándolo como el opuesto de la identidad palestina, a la que se caracteriza como absoluta y violentamente homófoba.

De acuerdo con Sa'ed Atshan, director del Departamento de Estudios sobre la Paz y los Conflictos del Swarthmore College y autor de Queer Palestine and the Empire of Critique, la campaña explota el apoyo mundial a los derechos LGTBIQ+ para promover la agenda política ultranacionalista israelí y legitimar la opresión de los palestinos.

Según Atshan, estas proclamas no responden a un auténtico entusiasmo por los derechos de las personas LGTBQ+ de parte de un Gobierno que cuenta con un autoproclamado “homófobo fascista” como ministro de Economía, sino que se despliegan estratégicamente con fines políticos. “El Estado israelí tiene diferentes audiencias”, dice Atshan. “Cuando se dirige a un público LGTBIQ+ en Israel o en el resto del mundo, utiliza este discurso de pinkwashing para presentar a Israel como un paraíso gay”.

De cara el público homófobo, ya sean los residentes en el país o los sionistas cristianos en el extranjero, “se presenta un discurso homofóbico basado en el conservadurismo religioso, la adhesión a los ‘valores familiares’ y la repulsión hacia la homosexualidad”.

Orgullo en Tel Aviv y guerra en Gaza

Cuando Rauda Morcos, ciudadana palestina de Israel, abogada de derechos humanos y activista galardonada, se enteró de que Tel Aviv tenía previsto celebrar el Orgullo este año, se quedó estupefacta. “¿No hay suficiente humanidad para darse cuenta de que hay personas en Gaza que todos los días están siendo bombardeadas por tu propio país [Israel]? ¿Y estáis clamando a favor del Orgullo y la igualdad de derechos para las personas LGTBIQ+? ¿A quién le importa en este momento si tenemos los mismos derechos? Sinceramente, si no tenemos los mismos derechos como humanos, no me importa”.

Morcos cuenta que esta situación la llevó a casi dos décadas atrás, a 2006. Ese año hubo un ataque israelí contra Gaza y, como directora de un grupo activista queer palestino, Morcos organizó un boicot contra el desfile WorldPride organizado en Jerusalén. “Qué inoportuno, qué inoportuno. No sólo entonces, sino también ahora”, afirma. “De hecho, siempre es el momento equivocado y siempre es el tema equivocado, porque 'no hay orgullo en la ocupación', ya sea en 2006 o ahora”.

La magnitud de las pérdidas en Gaza ha hecho que la lucha por los derechos LGBTQ+ se haya vuelto menos urgente para muchos palestinos queer. “Creo que ahora es momento de izar la bandera palestina, no la bandera del Orgullo”, dice Daoud.

El historial de Israel en materia de derechos LGTBIQ+ incluye la prohibición de la discriminación por motivos de orientación sexual; el reconocimiento de los matrimonios y uniones civiles entre personas del mismo sexo en el extranjero –aunque no sea legal en el país–; y la posibilidad de la adopción por parejas del mismo sexo. Israel está mejor clasificado que la mayoría de sus vecinos en el índice Equaldex de Equidad LGTB, ocupando el puesto 50 a escala mundial. Palestina ocupa el puesto 146 y los actos sexuales consentidos entre personas del mismo sexo son legales en Cisjordania, pero no en Gaza.

Sin embargo, activistas y académicos sostienen que la idea de que Israel sirve de refugio regional para la comunidad queer resulta especialmente cruel e hipócrita en un momento en el que la población LGTBIQ+ de Gaza no tiene más protección frente a las bombas israelíes que cualquier otro palestino. “No hay ninguna ‘puerta rosa’ en el muro para que los palestinos queer abandonen Gaza y puedan hacer su vida en Israel”, dice el profesor de la UCL.

“El discurso israelí no hace sino dificultar aún más las cosas a los palestinos LGTBIQ+, porque refuerza la idea de que la homosexualidad no existe fuera de Israel... Borra el hecho de que hay activistas palestinos, palestinos queer”.

Incluso para la mayoría judía de la comunidad LGTBIQ+, el historial de Israel en materia de igualdad de derechos se ve eclipsado por su aparato propagandístico. “Palestina es una sociedad patriarcal y homófoba, pero Israel también lo es. En Israel hay más derechos para los homosexuales que en otros países de Oriente Medio, pero siguen siendo limitados y el de Israel no es un éxito total”, dice Ayoub.

Los palestinos homosexuales, marginados en Israel

Existe un largo y extenso historial de explotación homófoba por parte de los servicios de seguridad israelíes en Cisjordania y Gaza ocupadas, con resultados devastadores y a veces mortales. “Durante mi entrenamiento, aprendimos a memorizar y filtrar diferentes términos para decir ‘gay’ en árabe”, declaró hace una década un miembro de los servicios de inteligencia israelíes. “Si eres homosexual y conoces a alguien que conoce a una persona buscada [por Israel], y necesitamos saber algo al respecto, Israel te hará la vida imposible”.

El año pasado, un palestino de la ciudad de Nablus fue ejecutado públicamente. Había confesado haber colaborado con la agencia de Inteligencia nacional israelí Shin Bet, la cual había utilizado un vídeo en el que aparecía manteniendo relaciones sexuales con otro hombre para chantajearle y que les proveyera de información, según relató él mismo.

Según grupos de derechos humanos, los palestinos LGTBQ+ en los territorios ocupados sufren discriminación y abusos, tanto en público como en entornos familiares. Pero quienes, en busca de un entorno más amigable con las identidades LGTBIQ+, logran cruzar clandestinamente el muro para entrar en Israel desde los territorios ocupados, a menudo se encuentran con la hostilidad racista, una pesada carga burocrática y una vulnerabilidad extendida a largo plazo.

A los palestinos LGTBQ+ que solicitan asilo en Israel se les suele denegar el acceso a la asistencia sanitaria y el permiso de residencia. Tienen dificultades para ingresar en albergues o centros de acogida, por lo que acaban siendo víctimas de abusos y explotación: una “vida infernal” documentada en un reportaje del medio israelí +972 Magazine.

Mucho antes de que estallara la guerra en Gaza, Daoud ya se había dado cuenta de que tenía poco en común con la mayoría de los judíos israelíes LGTBIQ+. Recuerda haber llevado a la playa a palestinos transexuales provenientes de la Cisjordania ocupada. La mayoría había pasado su vida a apenas una hora en coche del mar Mediterráneo, pero las restricciones israelíes les impedían llegar a sus orillas. Algunos lloraron al ver el mar por primera vez.

“Pensé: ‘¿Qué tengo yo en común con los homosexuales cuyo único problema es poder traer a sus parejas de Alemania o España a vivir con ellos aquí, cuando a mí ni siquiera me permiten traer a mi familia de visita [desde los territorios ocupados]? No pertenecemos siquiera al mismo universo”, explica.

Poco margen de lucha conjunta

La guerra en Gaza no ha hecho sino reforzar su creencia de que, incluso si los palestinos queer no se enfrentaran a problemas tan radicalmente distintos, hay poco margen para una lucha conjunta con los ciudadanos israelíes, porque la mayoría valora sus privilegios en un Estado judío por encima de la identidad LGTBIQ+ “en común” con los árabes.

Daoud añade que muchos judíos israelíes LGBTQ+ han anclado su reivindicación de la equidad en su decisión de servir al Estado y morir en sus campañas militares, dirigidas en gran medida contra los palestinos. “De hecho, están diciendo: ‘Estamos dispuestos a ser parte de la opresión de los palestinos para que [el Estado] no nos oprima a nosotros’. Consiguieron sus derechos a costa de los palestinos”.

Yahli, mujer judía y transgénero que el día del desfile del Orgullo en Tel Aviv participó en una manifestación contra la guerra bajo el grito de “No al derramamiento de sangre en nuestro nombre”, comparte esta crítica sobre la mayor parte de la comunidad LGTBIQ+ de Israel. “A muchas personas de la comunidad queer les atrae la idea de ganar aceptación siendo útiles a la nación y sumisos al Estado. Aceptados no porque seamos seres humanos, sino porque somos de utilidad”, lamenta Yahli.

Esa visión de una identidad nacional queer ocupó un lugar destacado en los actos del Orgullo de este mes en Tel Aviv. El desfile habitual fue cancelado en favor de un discreto concierto frente al mar, que incluyó llamamientos a la liberación de los rehenes cautivos en Gaza y homenajes a los israelíes queer que sirven en el Ejército, aunque sin mención alguna a los civiles palestinos muertos en la guerra.

Una de las historias que se escucharon en el acto fue la de una mujer transexual que decidió no cambiar su identidad de género oficial para poder seguir sirviendo en la reserva del Ejército y luchar en Gaza

A Morcos le desconciertan los israelíes que describen su país como un refugio democrático en una región hostil para la comunidad LGTBIQ+, sobre todo cuando la verdadera tolerancia rara vez se extiende más allá de los límites de Tel Aviv: “¿Cómo podéis presumir de vuestra democracia para queers si después oprimís a millones de palestinos?”.

Traducción de Julián Cnochaert