El Open Arms se estanca frente a Lampedusa: “Quiero llegar, a donde sea, y salvar mi alma”
Llevaban dos semanas chocándose con el mar en cada punto al que miraban. 15 días rodeados de agua y nada más. Este jueves, por fin, se encontraron con una larga extensión de tierra en el horizonte. Era Lampedusa, era Europa, estaban lejos de Libia. “¿Podemos bajarnos ya?”, preguntó Daniel Salomon, de 17 años, a uno de los voluntarios del Open Arms. Descubriría entonces que las respuestas sin sentido no se agotarían todavía: “No, nos permiten entrar en aguas italianas, pero no desembarcar”.
Lo que Daniel aún no sabía es que, horas después, sería una de las 12 personas que pisaría la misma isla a la que no logró quitar ojo a lo largo de todo el día.
Desde la madrugada de este jueves, el Open Arms permanece fondeado a escasas cinco millas de la costa de Lampedusa a la espera de una autorización para atracar. Seis países europeos, incluido España, han mostrado su disponibilidad para reubicarlos una vez logrado el desembarco en Italia. No obstante, fuentes de la Comisión Europea aclaran a eldiario.es que aún continúan los “contactos informales” con los Estados miembros para alcanzar el acuerdo que permita su desembarco. Italia, por su parte, sigue impidiendo el atraque al buque español.
Tras varios días de mucha tensión a bordo, ligada al agotamiento, el temporal y los recuerdos del pasado que aún asfixian a muchos de ellos, confirmar con sus propios ojos su cercanía a suelo europeo -y su correspondiente distancia de Libia- ha disminuido el nerviosismo entre los náufragos. “La ansiedad ha bajado un poco, ver tierra ayuda mucho”, describe el socorrista y fotógrafo Francisco Gentico. “Pero ellos quieren llegar ya”, añade el voluntario. Sin embargo, horas más tarde la tensión volvió a aumentar generando una situación “límite”.
Ante la negativa italiana a la apertura de sus puertos, el capitán del Open Arms solicitó a Italia a última hora de la tarde del jueves la evacuación urgente de cinco rescatados por razones psicológicas: dos menores, un hombre y una mujer fueron trasladados a Lampedusa acompañados de cuatro familiares. Un contundente informe de la ONG Emergency documentaba su solicitud. Horas más tarde, otras cuatro personas han sido recogidas por los guardacostas italianos por cuestiones médicas.
Daniel era uno de los menores evacuados este jueves. Las imágenes de su paso por Libia, relataba días antes, continuaban taladrando su cabeza. “Allí estuve dos años y no tengo palabras para describirlo”, confesaba el eritreo en un testimonio recogido por Francisco Gentico. “Estaba llegando a Libia a través del desierto, después de cinco días de viaje, y nos atraparon. Nos llevaron a la 'cárcel' sólo por dinero [los secuestraron]”, relataba el menor. Muchos de sus amigos murieron ahí, lamenta, y se detiene en uno de ellos, Eleas, que continúa atrapado en el lugar que recuerda con horror. “Sigue preso ahí pero no tiene dinero para pagar su libertad”, añadía Salomon.
La mayoría de migrantes cuentan atrocidades de su paso por Libia. Agresiones, torturas, violaciones sexuales y extorsión a sus familiares a cambio de dinero que permita la libertad de sus allegados. Muchos relatan cómo han visto asesinar a sus compañeros, cómo producían pequeñas descargas eléctricas en su piel mientras los captores los forzaban a telefonear a sus respectivas casas. Cómo escuchaban los llantos de una madre o un hermano mientras no podían evitar gritar de dolor derivado de las prácticas abusivas.
A Daniel le daban patadas mientras hablaba con su madre. “Nos torturaban todos los días. Te hacen llamar a tu familia y te patean mientras llamas. Y si tu familia no atiende la llamada es aún peor”, describe el joven a bordo del Open Arms. “Mi madre es lo único que tengo. Pero ella ya está grande y yo necesitaba hacer mi vida. No puedo vivir mi vida para ella, necesito empezar la mía”, justifica el joven de 17 años.
Las torturas que le empujan a sentir la necesidad de encontrar un lugar seguro no se limitaron a patadas y extorsiones. “Me escapé dos veces de la cárcel, tuve que dejar a mi amigo porque le dispararon mientras nos íbamos. La última vez, me secuestraron y nos metieron en una habitación bajo tierra, donde nos torturaban con electricidad”, explica Daniel. Asegura haber tenido que pagar 4.500 dinares libios (2.870 euros) por una supuesta libertad que no fue tal. “Me vendieron a otro hombre que también me tuvo cautivo, fui su esclavo”, desarrolla el menor.
La ONU ha denunciado en numerosas ocasiones la venta de esclavos en Libia ligada al paso de migrantes por el país en su intento de llegar a la Unión Europea, no obstante, los gobiernos comunitarios continúan financiando a la “guardia costera” libia para frenar su llegada a suelo comunitario. “Pagué 2.000 dinares (1.275 euros) para subir al barco. Fue terrible. Nuestro barco era tan pequeño y éramos tantos que teníamos mucho miedo. Era vida o muerte. Gracias a Open Arms y a dios, estoy vivo”, sostiene Salomon.
El menor pasó su último día a bordo del Open Arms ante la isla italiana, con la impotencia de estar muy cerca y a la vez lejos. La decisión del Tribunal Administrativo de la Región de Lacio de levantar al Open Armsla prohibición de entrada a aguas italianas y asegurar “la asistencia a las personas más necesitadas” sólo ha permitido, de momento, el acceso del buque español a las proximidades de la costa para refugiarse de la tormenta. La resolución judicial también ha aumentado la ya existente grieta entre los dos partidos del Gobierno: La Liga y el Movimiento 5 estrellas. Mientras el ultraderechista Matteo Salvini mantiene el blindaje a la entrada del buque español y ha firmado una nueva prohibición de acceso, los ministros de Transportes y Defensa se han negado a rubricar la orden de Interior “por humanidad”.
Daniel dejó su país con tan solo diez años. A sus 17 años ha migrado a varios países africanos. Primero, junto a su madre. “Mi padre era soldado y murió. Mi madre estaba asustada por la conflictividad y decidió llevarnos a Sudán. De ahí nos fuimos a Etiopía, donde aprendí Amhárico y empecé a ver películas en inglés. Me encantan los idiomas y aprender y eso es lo que intento hacer constantemente”, describe el joven en la cubierta del Open Arms.
Al alcanzar su adolescencia, decidió intentar llegar a la Unión Europea para continuar aprendiendo. “En Eritrea no tengo a nadie que me ayude y por eso, y por la dictadura, no quiero y no puedo volver”, describía el menor en las largas conversaciones descritas a Gentico. Fue Daniel quien transmitió al socorrista su deseo de publicar su historia.
A pesar de sus 15 días de espera en alta mar, de su paso por el barco de Open Arms destaca un momento concreto. “Conocí a Richard Gere. Lo conocía de la películas y lo vi con mis propios ojos. Fue increíble. No sabía si era real. Empecé a limpiar mis ojos”, confesaba con alegría. “Fue muy bueno conmigo. Tuvimos muy buenas conversaciones. Él se sorprendió cuando le dije que todo lo que aprendí, lo aprendí de las películas, incluyendo inglés. Me dio su número de teléfono, el de su hijo y la dirección de su casa”, destaca el menor con orgullo.
Ahora estoy cansado. “Mi cuerpo y mi mente están cansados”, se desahogaba sin saber que acabaría siendo evacuado de urgencia por ese agotamiento psicológico que describía. “Quiero llegar, a donde sea, y salvar mi alma”, reconocía Daniel, aexhausto, días antes. Y llegó.
Aún esperan hacerlo otras 138 personas. A escasas cinco millas de Lampedusa, los rescatados ansían pisar esa alargada extensión de tierra de la que, como a Daniel, les cuesta separar los ojos. Porque es Lampedusa, es Europa, el lugar donde podrán empezar a olvidarse de Libia.