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Sobre este blog

Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

¿Pueden (y deben) las empresas y los medios ayudar a que cambien las cosas en carretera?

El Banco de Santander patrocina las bicis públicas y hace presión en favor de la movilidad sostenible... En Reino Unido.

Pedro Bravo

Antes de que nos fuésemos de procesiones, llegaron un par de noticias del Reino Unido que pasaron desapercibidas. Y el caso es que tenían su qué. La primera es que un buen puñado de muy grandes empresas de allí, o que hacen negocios por allí, se han unido para presionar a los candidatos a las elecciones para que se comprometan a invertir más y mejor en infraestructuras ciclistas. GSK, Orange, British Land, National Grid, Allen&Overy, Santander y otras, junto con la mismísima Automobile Association, han escrito una carta a los partidos que pintan algo en Reino Unido con el objetivo de que se tomen en serio lo de la movilidad sostenible.

Piden que el 5% del presupuesto anual para transporte vaya a la cosa de la bici, que haya para 2016 un diseño común y adecuado para una red de calles y carreteras biciamables y que exista un compromiso para llegar en 2025 a un 10% de trayectos diarios a pedales en todo el territorio de la nación (ahora está en un 2%). El lobby en cuestión se ha dado en llamar Choose Cycling y surge en un momento y en un lugar en el que hay mucho tomate con respecto a este tema, con ciudades como Londres invirtiendo un pastizal en proyectos que pueden parecer faraónicos pero que desde luego agitan un debate que está caliente en esas islas.

Más o menos al mismo tiempo, Guardian Media Group, editor de The Guardian y The Observer, ha proclamado su compromiso con el tema medioambiental y ha anunciado que retira todas las inversiones de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) de su fondo de 800 millones de libras. Se trata, según ha dicho su capo, Neil Berkett, de un movimiento que tiene que ver con lo ético pero también con los negocios. El grupo, que ya poseía un fondo responsable y potentes inversiones en renovables quiere no sólo dar una rentabilidad “limpia” y de futuro a sus inversores, también presionar a otros grandes fondos para que hagan lo propio.

El compromiso editorial de The Guardian con la sostenibilidad, la responsabilidad social, las ciudades más habitables, la movilidad sostenible y todo eso que es evidentemente bien común es claro. Tiene secciones diarias y llenas de información en esos ámbitos y hace así un trabajo que va más allá de contar lo que pasa: empuja para que pasen cosas mejores. Otros medios del Reino Unido conciben el periodismo de forma similar (The Times, por ejemplo, tiene un estupendo espacio dedicado a la movilidad en bici en ciudad). Y eso, visto desde aquí, da mucha envidia.

Desde hace muchos años, desde que esto del cambio de paradigma lleva siendo tema de conversación e información común en todo el mundo, uno echa de menos en España un compromiso real con la realidad que es buena para todos, con la única que nos garantiza un futuro. No sólo en cuanto a desinversiones y ética a la hora de buscar socios y demás, que también, sobre todo en materia de posicionamiento editorial y presencia e importancia de noticias que provoquen cambios en estos asuntos. Se hace muy poco y no muy bien.

Y alguien me dirá que son temas que en España no interesan. Y yo le contestaré que seguramente tiene razón. El tema de la movilidad sostenible, por ejemplo, está muy ausente de las palabras de los candidatos a las alcaldías del país. Lo mismo pasa en la política nacional: lo medioambiental no sale ni por la tangente en debates llenos de ideología e ytumás. Pero que no interesen según qué cosas no quiere decir que no deban interesar. Y los medios de comunicación deberían ser algo más que transmisores de noticias, deberían también ejercer su capacidad de influencia en la opinión pública. Y si hiciesen y contasen las cosas bien, quizás los intereses cambiarían.

Lo mismo pasa con las empresas. Algunas de las compañías que han firmado esa carta en Reino Unido tienen presencia aquí —una, Santander, es de hecho Marca España—. Pero lo que allí les preocupa acá se la trae al pairo. Y que nadie me vuelva a decir que es que arriba el tema sí tiene audiencia y abajo no. Que es que no sólo se trata de eso. Están también las personas. Y algunos de los directivos impulsores de ese lobby son ciudadanos que van en bici a trabajar. Exacto, igual que nuestros jefazos.

No sé, a veces me da la sensación de que aquí esperamos a que la decisión la tome otro, que nadie da un paso al frente por miedo a quedarse solo, que lo ponemos todo en una fe en la política que se ha demostrado inútil. Y también me da la sensación de que confundimos política de partidos con política de verdad, ésa que trabaja por el bien común. Y ésa es cosa de todos: de los partidos, claro, pero también de las empresas y los medios de comunicación y, claro, de las personas que los conforman. Y, la verdad, no sé a qué narices estamos esperando para dar pasos que están dando ya por todo el mundo. Que donde nos estamos quedando solos es atrás, demonios.

 

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Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

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