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Los pensionistas alemanes también se movilizan por su jubilación bajo la amenaza de la pobreza

Gerhard Kieseheuer, en el centro con el megáfono, está al frente de una asociación de mayores alemanes que lucha por una jubilación mejor.

Aldo Mas

El alemán es una lengua de particular eficacia para la creación de palabras nuevas. Una de las más alarmantes y empleadas de un tiempo a esta parte es la que designa la pobreza de la persona jubilada. A saber, Altersarmut o “pobreza de la tercera edad”. En Alemania, una de las economías más ricas de Europa y del Mundo, los mayores presentan “un gran riesgo de caer en esa forma de pobreza”. Así de claro lo dice Gerhard Kieseheuer a eldiario.es.

Este jubilado de 70 años fue en su día carnicero. Ahora se encuentra al frente de una asociación de mayores alemanes que lucha por una jubilación mejor que la que ahora tienen. Sus jubilaciones se han visto fuertemente recortadas por una serie de modificación legales ocurrida a principios de este siglo. “Ayer recibí un e-mail de una mujer que ya no puede pagar su apartamento, con un marido endeudado y sin posibilidad de pagar nada. Y ahora viene la empresa del seguro médico y le ha quitado la tarjeta sanitaria. Casos así conozco muchos”, cuenta Kieseheuer, convertido en Alemania en el líder de la “revuelta gris”. Con esa expresión aludía hace unos días el diario Süddeutsche Zeitung a las movilizaciones que organiza Kieseheuer por toda Alemania.

“Es una situación muy dura. El problema de la pobreza en la tercera edad es muy grande en Alemania”, dice Kieseheuer. “La renta del jubilado medio alemán está ahora mismo en unos 1.000 euros mensuales”, abunda. En Alemania, se entiende que es “pobre” quien tiene unos ingresos por debajo de 917 euros al mes.

El problema de la pobreza en la tercera edad se ha convertido en uno de los que suelen ocupar merecidamente portadas y titulares en los medios de comunicación germanos. No es para menos. Según los números que maneja la Oficina Federal de Estadística de Alemania, el 15,6% de los jubilados germanos sufren este tipo de pobreza. En 2006, el porcentaje era del 10,3%.

Dado el incremento de personas afectadas por la “pobreza de la tercera edad”, el pasado mes de abril, el diario berlinés Der Tagesspiegel daba cuenta de encuestas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que señalaban que cuatro de cada cinco alemanes tenían miedo a vivir una tercera edad siendo pobres. Actualmente hay en Alemania 560.000 personas de 65 años o más edad que viven gracias a ayudas sociales para no caer en la pobreza.

Entre los consejos que llegan a darse a los alemanes para afrontar la vejez está el que enunciaba a la cadena de televisión pública Das Erste Ulrich Schneider, responsable de la Asociación Alemana para el Bienestar, una institución dedicada a la ayuda a las personas en una situación socioeconómica de riesgo. “Sean buenos con sus hijos. Porque el que no tiene hijos, ni familia u otra red social a su alrededor tiene un problema si cae en situación de necesidad”, decía Schneider.

Jubilados movilizados en Alemania desde 2015

Otro consejo recurrente es, para quienes puedan, invertir en una propiedad. Sin embargo, algo así parece difícil de asumir para gente como Kieseheuer. Él y los representados en su asociación, que reúne a unos 2.500 miembros, están movilizados desde 2015 para mejorar las condiciones de jubilación de algo más de seis millones de jubilados. Ese es, en último término, el objetivo de sur organización, la Asociación de Afectados de los Seguros Directos (DVG, por sus siglas alemanas). Kieseheuer está al frente.

“En los años 80 y 90 nuestros políticos nos dijeron que nuestras jubilaciones no eran suficiente. Se decía que necesitábamos jubilaciones con tres piernas: una parte pagada por el estado, otra por la empresa para la que trabajábamos y otra privada”, explica Kieseheuer. Los afectados de la asociación de este jubilado luchan porque una modificación legal, ocurrida en 2004, les ha obligado a pagar unas cotizaciones sociales en base a unos ingresos realizados en el banco en concepto de ahorro para la vejez a través de lo que se llamaba a finales del siglo pasado “seguros directos”.

Éstos, pensados para los días de la tercera edad, suponían un ahorro en el banco que, antes de 2004, no tenían asociados el pago de cotizaciones sociales. En 2004, la ley fue modificada y esto ha supuesto para Kieseheuer y compañía un duro golpe financiero. Él, sin ir más lejos, tuvo que pagar 10.248 euros de seguro médico de un total de 55.000 euros que había ahorrado con su “seguro directo”.

“Los políticos no quieren saber nada de nosotros”

“Es un escándalo, algo increíble”, asegura este jubilado líder de la DVG. “Es cómo si usted lleva toda su vida, con la idea de ahorrar para la vejez, 200 euros al banco hasta que tiene 65 años, y luego, cuando va a retirar todo el dinero ahorrado, el operario del banco le dice que tiene que pagar de seguro médico un 20% del montante de sus ahorros”, abunda Kieseheuer.

Él y los militantes de su organización salen a la calle siempre que pueden para recordar a los políticos que cuando ellos firmaron sus “seguros directos” las condiciones de ahorro, según cuenta Kieseheuer, no les obligaban a pago de seguros sociales o médicos.

“Somos una asociación activa en toda Alemania. Donde hay interesados se forman grupos de gente que van a hablar con políticos o los invitan a eventos de los afectados”, explica Kieseheuer. “Cuando a una ciudad en la que estamos representados viene políticos como Jens Spahn, Peter Altmeier o Olaf Scholz, sacamos nuestras pancartas, nuestras banderas y tratamos de acercarnos y de explicarles nuestra situación”, abunda, aludiendo, respectivamente, al ministro de Salud, al de Economía y al de Hacienda del Gobierno alemán. A él se le suele ver en las movilizaciones con un megáfono.

La DVG también ha tratado de clamar por los ahorros de sus miembros ante los tribunales, pero con el mismo poco éxito que con los políticos. “La mayoría de los políticos no quiere saber nada de nosotros”, reconoce Kieseheuer. “Recientemente estuvimos en un acto en el que participaba la canciller Angela Merkel. Era en Colonia, donde un jubilado medio ya no puede pagarse un alquiler. Nos tratamos de dirigir a la canciller, aunque sin éxito. Ella nos vio, pero no logramos hablarle”, cuenta el líder de la DVG.

Con todo, Kieseheuer no da su brazo a torcer. “No hemos conseguido ninguna cita con Spahn, ni tampoco por Merkel. Pero seguimos movilizados”, concluye.

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