Bruselas propone un fondo anticrisis de 750.000 millones: un 33% en créditos y 140.000 millones para España
Tiene varias de cal y varias de arena. El fondo de recuperación de la crisis del coronavirus propuesto por la Comisión Europea, y que presenta su presidenta, Ursula von der Leyen, en la Eurocámara, conjuga varios ingredientes pedidos por el sur, algunos de los recogidos en la propuesta francoalemena, del gusto del sur, y otros abanderados por Holanda y los países del norte autodenominados frugales –Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia–, como la condicionalidad a reformas para la “modernización económica”. Un nuevo eufemismo económico, como lo fue llamar austeridad a los recortes y crecimiento negativo a la recesión.
En resumen: 750.000 millones del Next Generation EU, de los cuales 500.000 son transferencias y 250.000 van en préstamos, según ha adelantado Bloomberg y tuitado el comisario de Finanzas de la Comisión Europea, el italiano Paolo Gentiloni, una hora y media antes de la comparecencia de Von der Leyen en la Eurocámara, un hecho inaudito en la historia reciente de la política de comunicación comunitaria.
En todo caso, la propuesta será sometida ahora a la discusión con los Estados miembros y un Consejo Europeo el próximo 19 de junio –o varios si no se cierra ese día– en el que los líderes de la UE tienen que aprobar un plan por unanimidad que luego sea ratificado por el Parlamento Europeo.
Con estas cifras, según Bloomberg, Italia lograría 81.000 millones en transferencias y 91.000 millones en préstamos, y España, un escalón por debajo, podría acceder a 140.000 millones –en torno al 11% del PIB–: 77.324 millones en transferencias y 63.122 en préstamos.
La composición del monto total, si bien mejora cifras que manejaba la Comisión Europea hace unas semanas –323.000 millones, mitad préstamos, mitad transferencias– está muy lejos de los 1,5 billones en transferencias durante tres años propuesto por España e Italia, por ejemplo. También está lejos de los 2 billones, “sobre todo, en transferencias”, reclamado por el 80% del Parlamento Europeo. Pero supera los 500.000 millones del plan francoalemán, si bien el 100% de la propuesta de Angela Merkel y Emmanuel Macron eran transferencias.
Hay quien sospecha, como el columnista del Financial Times Wolfgan Munchau, que el apoyo de Merkel al plan de Von der Leyen puede ir relacionado con un relajamiento de las normas de competencia que favorezcan al país que está acaparando la mitad de las ayudas de Estado en la crisis del coronavirus en la UE.
Y eso es así porque una buena parte del plan de la presidenta de la Comisión y ex ministra de Angela Merkel no va en subsidios, sino en préstamos: un 33%. Es decir, terminará en deuda de los países que más necesitan la ayuda, como pueden ser España, Italia o Grecia, cuya caída del PIB prevista para este año es superior al 9%, cuando la media de la zona euro se sitúa en el 7,7%, según las previsiones de la Comisión Europea.
Bien es verdad que los países del norte pedían que el fondo fuera básicamente préstamos, cosa que no recoge la Comisión, pues prevé transferencias, y también es verdad que el Ejecutivo comunitario recoge algo que siempre ha sido importante para España y el sur, incluso desde la anterior crisis económica: que haya cierta mutualización de deuda. En este caso, será a través de la Comisión Europea, que buscará financiar en los mercados el fondo de recuperación con el respaldo del presupuesto de la UE. Es decir, una institución federal europea emitirá deuda en los mercados de capitales para financiar la ayuda a los países más afectados por la pandemia. Algo que hasta hace pocas semanas Alemania no aceptaba y que, de momento, tampoco aceptan Holanda, Austria, Suecia, Dinamarca y Finlandia, entre otros. Países que, si bien se autodenominan frugales, también son los que más se benefician de un mercado interior europeo que está en riesgos de desaparecer si los países del sur no recuperan la capacidad de compra.
Según cálculos de la Comisión Europea, el mercado interior reporta entre 1.000 y 1.600 euros per capita a países como Alemania, Holanda, Austria y Dinamarca, mientras que la cifra en España ronda los 600 euros.
El plan de Von der Leyen prevé que 560.000 millones de los 750.000 captados en los mercados –un 80%– sea transferido a los Estados a través de la ahora bautizada Facilidad para la Resiliencia y la Reconstrucción (RRF) y de una dotación adicional a la Política de Cohesión, reactEU, con 55.000 millones.
Esta partida vía fondos de cohesión se distribuirá de forma distinta a lo habitual en el presupuesto de la UE e irá relacionada con el impacto de la crisis del coronavirus.
Y aquí llega otro guiño importante a los países del norte: el dinero del fondo de resiliencia y reconstrucción estará vinculado al mecanismo de gobernanza económico de la UE, que establece límites fiscales y reclama reformas estructurales que a menudo se traducen en recortes: el llamado Semestre Europeo y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, por lo que será un dinero que será desembolsado a condición de que los países más golpeados por la crisis del coronavirus cumplan con las recomendaciones económicas de Bruselas y, además, sea un dinero invertido en proyectos económicos relacionados con las transiciones digital y ecológica.
“Los Estados miembros diseñarán sus propios planes nacionales de recuperación a medida, basados en el prioridades de inversión y reforma identificadas como parte del Semestre Europeo, en línea con los planes nacionales de clima y energía y los planes europeos de transición justa”, afirma la Comisión Europea.
Si el dinero llega por la partida de los créditos, éstos tendrán una duración de 30 años.
La segunda pata del plan de recuperación, un 15% de los 750.000 millones, centrará su atención en el sector privado. Es una suerte de versión renovada del plan Juncker, una herramienta de inversiones en industrias en las que la UE es muy dependiente del exterior, y un instrumento para incentivar las inversiones en compañías afectadas por la pandemia con garantías y avales del Banco Europeo de Inversiones (BEI).
La tercera y última pata del fondo de recuperación incluye un nuevo programa centrado en el sector sanitario, el programa de investigación Horizonte y la reserva de equipos médicos recientemente creada, rescUE, con 9.400 millones.
El fondo de resiliencia y reconstrucción cuelga del presupuesto plurianual de la UE –el MFF 2021-2027–, pero está previsto que esté disponible solo hasta finales de 2022, para contentar al norte.
Para aplacar a los frugales, Von der Leyen deja el volumen del MFF en 1,1 billones de euros, en la línea de las cifras de febrero, que fueron insuficientes para el sur y excesivas para el norte –un 1,074% del PIB de la UE, en torno a 1,095 billones en siete años–. Estos 1,1 billones, financiados con las aportaciones de los 27, son además de los 750.000 millones destinados a la recuperación y que se financian con la emisión de deuda por parte de la Comisión Europea en los mercados de capitales. Eso sí, hace que el monto total manejado, que el techo de gasto, alcance el 2% del PIB europeo, lo que requerirá ratificaciones en los parlamentos nacionales.
A partir de este miércoles arranca un periodo complicado en Bruselas, con negociaciones entre todos los países, cuyo momento crucial será un Consejo Europeo a mediados de junio. Que sea o no presencial –lo cual depende de la evolución de la pandemia–, con sus bilaterales y pasilleos, es clave para lograr un acuerdo que debe ser por unanimidad antes de su ratificación definitiva por el Parlamento Europeo.
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