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¿Por qué tenemos que hacer caso al FMI si sabemos que se equivoca?

El FMI mejora su previsión de España, pero ve mal el paro, cree que hay peligro de deflación e insta a que se den más créditos. A grandes rasgos este es el resumen de la fotografía que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha hecho en la asamblea anual de primavera que reúne en Washinton a decenas de banqueros y políticos para debatir sobre la salud de la economía mundial. Los pronósticos y consejos del FMI acaparan portadas y titulares. Y muchos ciudadanos se cuestionan: ¿por qué les seguimos haciendo caso sin han fallado en predecir la crisis y sus recetas asfixian a muchos países?

La pregunta es pertinente. En los primeros años de crisis financiera –2009, 2010 y 2011– el Fondo Monetario Internacional fue uno de los organismos de predicción económica que más falló en sus pronósticos sobre España, según los registros de la Diana Esade. Esos lodos se crearon con la falta de tino por parte del organismo internacional primero, a la hora de predecir la crisis financiera y, segundo, por ocultar que el sistema bancario español no era tan bueno como aseguraba el Gobierno español.

Por supuesto no fue el FMI el único organismo que erró al predecir la crisis. Hay que sumarles las agencias de ráting, los servicios de estudios de los gobiernos y muchos analistas privados. Pero pocos se han sacudido a nivel mediático tan rápido la sombra del desatino como el organismo internacional, que sigue siendo invocado por unos y otros. ¿Es realmente tan importante lo que dice el FMI?

En opinión de Ignacio Conde Ruiz, investigador de Fedea, las predicciones del Fondo son “académicamente irrelevantes”. Para una institución como la suya que se dedica más al análisis económico que a la coyuntura, las predicciones a corto plazo terminan siendo todas muy similares y a medio plazo la mayoría fallan. “Predecir no es la misión de la ciencia económica”, asegura Conde Ruiz. Con todo, reconoce el valor de su base de datos y de algunas de sus investigaciones pero recuerda que suelen ser los analistas del propio Fondo los que preguntan a los académicos locales para sacar sus conclusiones.

Cómo se hacen los informes

Lo cierto es que para construir sus informes de cada país las misiones del FMI, compuestas por los conocidos como hombres de negro, visitan cada uno de los 188 países miembros y se entrevistan con personalidades locales relevantes. Aunque en teoría los encuentros son secretos, en el mundillo se sabe perfectamente con quién se entrevistan los burócratas de Washington. Economistas independientes, profesores de escuelas de negocios, think tanks, representantes sindicales (o los propios Ignacio Fernández Toxo o Cándido Méndez si cuadran las agendas), la oficina económica de Moncloa y la CEOE. Y por supuesto donde más tiempo pasan es en el ministerio de Economía, en Hacienda y en el Banco de España.

Las opiniones y predicciones para cada país se hacen una vez recabados los datos sobre el terreno. De ahí que es más probable que acierte un servicio de estudios local, que cambia con más rapidez sus predicciones, que el Fondo que realiza una visita una vez al año (en un país normal que no esté en un programa de rescate), pero hace hasta cuatro actualizaciones sobre la evolución de las economías.

El valor añadido que aporta el FMI es poner en contraste los datos de todos los países miembros y formar así una foto mucho más amplia y contextualizada del avance de una economía. Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Bangor University (Reino Unido) e investigador de Funcas, cree que lo importante es quedarse con “la tendencia”. Esto es, si el Fondo ve en términos generales la economía mejor o o peor. “El FMI se ha tenido que ver obligado en los últimos años a hacer profundas revisiones de sus proyecciones en plazos muy cortos de tiempo”, recuerda Carbó. “Los economistas nos tomamos las estimaciones con seriedad pero también con relativismo”, añade.

Alberto Montero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, concuerda con que escuchar la música que emite la institución tiene su importancia. Las predicciones “suponen una señal sobre las tendencias previsibles: creo que no se pueden tomar en consideración sus predicciones en cifras concretas pero sí que emiten una especie de señales que en momentos no especialmente convulsos, aunque no por ello menos complicados, son de utilidad para el análisis”, apoya este experto.

Respecto a las equivocaciones en anticipar la crisis, Montero ve que se han vuelto “más conservadores y realistas en sus predicciones” y algo más “razonables” en las recomendaciones que emiten, como parte de la troika, que sus contrapartes: la Comisión Europea y el Banco Central Europeo.

Para Joaquín Maudos, profesor del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y muy especializado en el sector bancario, el organismo sí tiene una palabra muy relevante en materia bancaria. “El FMI ha hecho acertados análisis del sector bancario. En España fue el que detectó insuficiencias de capital con el stress test que hizo en 2012 y cuyos resultados anticipó en marzo de 2012. Su examen obligó a hacer necesarios cambios en la reforma financiera en España”, asegura este catedrático que reconoce que sí utiliza datos del organismo para motivar sus propios análisis.

Recomendaciones, con pinzas

Pero el Fondo no hace solo pronósticos, también hace recomendaciones. Con insistencia, por ejemplo, exigen que España haga una devaluación fiscal (que suba el IVA y baje las cotizaciones sociales) o que mejore el sector servicios. Carbó discrepa con el tino de algunas recomendaciones: “Es especialmente importante la de seguir conteniendo deuda y déficit, sin espacio para la complacencia. En otros aspectos, no estaría yo tan de acuerdo con las observaciones, por ejemplo, en lo que se refiere a concentración bancaria ya que está demostrado que más concentración no implica necesariamente menos competencia”, matiza en referencia a las sospechas que ha levantado el Fondo sobre formación de oligopolios bancarios como resultado de los programas de rescate.

En el caso de Montero, que se considera en las “antípodas” de las recomendaciones del Fondo, cree que el problema es que la institución no considera “variables políticas e institucionales” en sus análisis cuando estas han terminado siendo determinantes para las recientes crisis europeas. “Sus análisis son muy débiles desde el punto de vista de la economía política”, resuelve.

Lo cierto es que en épocas de bonanza, las recomendaciones del FMI caían en saco roto con relativa alegría y poco debate. La subida del IVA o la reforma de las pensiones, por ejemplo, eran recurrentes en los informes del Fondo anteriores a la crisis. Pero su figura de prestamista de última instancia ha ampliado su papel. Lo que dice el FMI es importante, básicamente, porque un puñado de países, varios en Europa, lo tendrán que aplicar tarde o temprano si quieren seguir recibiendo la ayuda financiera.

Un lugar para el lobby financiero

De estas recomendaciones, y de los peligros que ve el Fondo, es de lo que discutirán básicamente durante el fin de semana los ministros de Economía que aterrizarán el jueves y el viernes en Washington. Pese a que la semana grande de la institución empieza el martes con la publicación de las predicciones, no es hasta el fin de semana cuando los líderes políticos se reúnen y discuten de los asuntos candentes sobre la mesa. La publicación de las predicciones es puro calentamiento estadístico, para encuadrar el debate.

Por un lado, está el plenario, en la que no todos los países hablan, ya que están agrupados, y es el representante de turno el que defiende la postura de sus representados. El debate en este caso es más organizativo, sobre cuotas que pagan los miembros, representatividad, peso, aportación de fondos, gasto, y una hoja de sesiones que se parece básicamente a la de una comunidad de vecinos. También salen temas recurrentes como las reivindicaciones históricas de Argentina con el FMI.

Pero alrededor de la Asamblea surgen múltiples foros para discutir de forma bilateral, trilateral, multilateral y sobre todo, secreta. Los ministros de Economía se ven con sus homólogos y acercan posturas y ententes. A raíz de la crisis de 2008 uno de los foros que se realizan de forma estable es el de los países del G-20, con invitación especial para España. También se cita el G-8, el G-24 y prácticamente cualquier asociación económica que aprovecha su desplazamiento a Washington para encontrarse.

Pero donde se bate el cobre es en las numerosas cenas que se realizan estos días en las que los se afianzan multitud de relaciones. A estas cenas se incorporan los principales banqueros, que aprovechan la reunión para celebrar la suya también en Washington mediante el Institute of Internacional Finance (IIF), la patronal internacional de banqueros, de la que Francisco González (BBVA) es uno de sus directivos. El IFF patrocina seminarios dentro de la Asamblea pero también todo tipo de encuentros bilaterales con los líderes económicos mundiales.

Aunque el espacio está principalmente ocupado por el lobby bancario –al fin y al cabo el FMI es un prestamista–, también las ONG organizan seminarios y charlas que en algunos casos tienen un relativo éxito. Joseph Stiglitz, por ejemplo, es un clásico de este tipo de reuniones que siempre aparece invitado por alguna organización sin ánimo de lucro.