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La doble contrarreloj de las “kellys”
Málaga, 22 may (EFE).- Con la vuelta del turismo reabren muchos hoteles y sus empleados se incorporan al trabajo tras meses de inactividad, un regreso que “las kellys” -acrónimo de “las que limpian”- afrontan con ganas, pero también con temor por la doble “contrarreloj” que les depara la pandemia.
A la intensa carga de trabajo del día a día, que ronda de 20 a 25 habitaciones diarias, las camareras de piso suman los protocolos de desinfección por el coronavirus, y todo ello provistas de mascarilla y guantes y con cierto recelo porque muchas de ellas aún no se han vacunado.
Inma Rodríguez, de 52 años, lleva trabajando más de diez para una empresa multiservicios y desarrolla su labor en un hotel de Málaga capital. Tras unos meses en ERTE al comienzo de la pandemia, el pasado verano trabajó con jornada reducida, hasta que en noviembre cerró el establecimiento, algo que nunca había hecho con anterioridad. El pasado 10 de mayo volvió al trabajo.
“Desde que me dijeron que me tenía que incorporar no podía dormir, por la experiencia del verano pasado”, ha manifestado a Efe Rodríguez, que apunta la dificultad de trabajar con la mascarilla en una ciudad con altas temperaturas y la necesidad de coger el “ritmo físico”.
UNA CARRERA DE FONDO
“Nuestro trabajo es una carrera de fondo. Aunque te hayas estado manteniendo, ahora llegas a la competición, al trabajo contrarreloj”, ha afirmado.
Explica que es una labor en la que “no se miran los movimientos porque se necesita rapidez” para acabar la tarea asignada, lo que aumenta el riesgo de lesiones y enfermedades.
“Seguimos con la misma carga laboral, con el añadido de que no solo hay que limpiar las habitaciones, sino que una vez que terminas hay que desinfectar”, a lo que se unen otros requisitos como separar la ropa sucia.
Por ejemplo, tienen que introducir en bolsas individuales las sábanas y toallas de cada habitación, que “luego juntan en la lavandería”, y han de desinfectar el material de la limpieza, como las fregonas, al comienzo y al término de cada jornada laboral, algo que “no tiene mucho sentido”.
MÁS RIESGO DE PRECARIZACIÓN
Las “kellys” se unieron hace unos años para dar visibilidad a los problemas de este sector y mantienen vivas sus reivindicaciones en materia de derechos y salud porque “la pandemia no es excusa para decir 'ahora no'”, sostiene.
Desde este colectivo -que en Málaga está formado por unas 15.000 profesionales en verano, y entre 100.000 y 200.000 en España en función de la época del año- temen que la crisis de la covid-19 suponga una “vuelta a empezar” y conlleve un aumento de la precarización en la profesión.
“Ya en la anterior crisis pagamos el pato nosotras”, lamenta, e incide en que muchos hoteles han aprovechado sus cierres para hacer grandes reformas y se mantiene el interés por abrir nuevos establecimientos, por lo que cree que las ayudas de las administraciones a las empresas deberían estar vinculadas a la calidad del empleo.
De la evolución de este sector puede dar cuenta Ana Barranco, que lleva 47 de sus 62 años, “toda una vida”, trabajando en un hotel de Torremolinos, en este caso contratada por la propia empresa de forma indefinida. Desde que el hotel cerró en septiembre está en un ERTE, aunque desde el pasado jueves parcialmente porque acaba de reincorporarse a su puesto a media jornada.
PIDEN UN TRABAJO DIGNO Y CON FUTURO
“Yo soy una privilegiada”, afirma a Efe, al tiempo que se pregunta “qué futuro” van a tener otras compañeras eventuales o fijas-discontinuas “si no cotizan lo suficiente” en un sector ya de por sí “precarizado” pese a ser esencial para la puesta a punto de las habitaciones.
“El verano pasado fue horroroso”, ya que hubo que asumir la limpieza de “las mismas habitaciones que sin pandemia”, 21 en su establecimiento, además de zonas comunes.
Barranco no pierde la esperanza de poder acceder a una jubilación parcial, ya que es un trabajo con “estrés constante” y bastante desgaste físico.
Considera que las camareras de piso están “más precarizadas que antes”, y que la situación de las contratadas a través de empresas de multiservicios es peor, porque hay a las que “les pagan cuatro horas pero echan ocho, hasta que acaban”.
Pese a todo, los ERTE terminan y también hay muchas eventuales que están “sin nada” de prestaciones, por lo que todas “están deseando que las llamen”. Lo que ansían es un trabajo digno. “Que no nos traten como máquinas”, resume Barranco
María del Mar Domínguez
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