Iago Negueruela: “No hacen falta tantos turistas para mantener el nivel de empleo y de generación de riqueza”
Considerado el hombre fuerte del Govern balear y brazo derecho de Francina Armengol, la presidenta autonómica, Iago Negueruela capea la actual crisis contra viento y marea. Conseller de Modelo Económico, Turismo y Trabajo, tiene ante él a los sectores más afectados por los embates del coronavirus en una región en la que la industria turística es vital. Nos recibe en su despacho, donde repasa un año atípico durante el cual las islas han presentado los descensos más acusados de la economía de todo el Estado. Tranquilo pero consciente de que aún queda trabajo duro por hacer, apuesta por una mayor diversificación económica para evitar que “si cae una parte importante del PIB no caiga todo” y lanza un mensaje al Gobierno: arbitrar un marco para que las Comunidades Autónomas puedan decidir “qué modelo de turismo queremos” y que, en el caso del archipiélago, considera que debe basarse “no tanto en el número de visitantes como en mayores ingresos por turista”.
En el contexto de un escenario cambiante que exige medidas a diario, Negueruela acomete, además, contra quienes en la actualidad hacen bandera de lo público en contradicción con sus propios discursos, inclinados a la privatización y a las bajadas de impuestos: “Frente a quienes decían que el mercado lo regula todo, ahora hasta los más liberales defienden los ERTE como si los hubiesen inventado ellos”.
¿Cómo encaja Baleares la limitación de vuelos con Reino Unido, uno de los principales mercados emisores de las islas, tras la detección de la nueva variante de coronavirus?
Sin duda, apoyamos esta medida. Hay que recordar que, antes de que el Gobierno la impulsara, nosotros, durante muchos meses, en lo que sí presionamos al Ejecutivo central es en que nos permitiera, junto a Canarias, articular PCR a los viajeros que llegasen de cualquier aeropuerto internacional con incidencias superiores a lo que se considera un corredor seguro y, desde luego, superiores a la nuestra. Siempre hemos creído que la PCR era un requisito que se tenía que utilizar y ahora vemos, con todo lo que sucede y con estas nuevas mutaciones, que se hace más imprescindible que nunca. Fuimos muy precursores al pedir la PCR en origen, lo que se consolidó hace escasas semanas, y lo que reclamamos ahora, claramente, es que esos controles sean muy exhaustivos. Se trata de una medida necesaria, sobre todo para las islas. Hay que avanzar y mejorar este sistema. Y, luego, está claro que cuando hay situaciones como la que acaba de suceder en Reino Unido debe haber una respuesta armonizada y urgente a nivel europeo y a la altura.
¿Hasta qué punto la pandemia está acelerando el replanteamiento del actual modelo turístico?
Creo que lo que ha sacado a la luz la pandemia es la limitación del sector servicios en su conjunto, lo cual afecta más a las economías turísticas. Y creo que, más que sacar las debilidades de la industria turística, que es muy potente, lo que aflora más es la dependencia que determinados destinos tienen respecto al sector. Es cierto que en momentos positivos nuestra economía va muy bien pero, cuando pasa algo que nadie espera, no tener diversificada la economía nos daña más. Sin embargo, eso no quiere decir que nuestra industria turística no sea potente o no vaya a volver a serlo. Simplemente hay que ver cómo mejorar esa diversificación.
¿Demuestra, por tanto, que no hay que fiarlo todo a un sector?
Si tienes un sector que cae entero está claro que desde ese momento piensas que hay que tenerlo más diversificado. Somos una potencia turística a nivel mundial y eso es un valor, no un aspecto negativo. Ahora, como economía, está claro que debemos tener más diversificación para evitar que si cae una parte importante del Producto Interior Bruto (PIB) no caiga todo. Creo que eso nos pasa a todos. Le pasa también al conjunto de España hasta un determinado punto, ya que también tiene una dependencia altísima del turismo, y entre todos tenemos que analizar qué sectores hay que impulsar para tener un equilibro. No por ello el turismo debe perder importancia en el PIB: nosotros queremos que el turismo mantenga su nivel de actividad y empleo pero tienen que ganar más peso otros sectores. Así equilibraríamos en base a sumar y no a restar.
Al inicio de la pandemia, sobre todo, apelaba a la necesidad de aprovechar la actual situación para reflexionar y apostar por un modelo más sostenible. La semana pasada aseguraba que Baleares volverá a ser un referente y el primer destino del Mediterráneo. ¿Es compatible una cosa con la otra? ¿Se ha dado algún tipo de paso con el objetivo de reducir la presión turística y urbanística sobre los recursos naturales?
No se cambian los puntos del PIB de una economía tan rápido, es decir, ya teníamos el marco de la agenda 2030 y, ahora, todos los fondos que vengan de Europa tienen precisamente que ayudar a impulsar otras actividades a aquellas regiones que tengan una mayor dependencia a ciertos sectores. Los recursos deben ayudar a generar otro tipo de actividad económica.
En cuanto al turismo, yo creo que estamos en un momento de reflexión importante. Hay determinadas prácticas que no queremos que a corto plazo vuelvan, y eso sí que tiene que hacer mejorar nuestro modelo turístico, basándonos no tanto en el número de visitantes como en mayores ingresos por turista. Creemos que se puede ingresar y mantener el nivel de empleo con menos turistas si se mejoran el entorno, la actividad y determinados segmentos, que es hacia donde tenemos que ir. Hay zonas que están invirtiendo grandes cantidades para poder hacerlo y ese es el marco. No hacen falta tantos turistas para mantener el nivel de empleo y de generación de riqueza. Hay que buscar el equilibrio y esa apuesta la mantenemos firme.
¿Lo ve factible?
Es un momento en el que no solo es más necesario que nunca sino que debe hacerse. Impulsamos un Decreto Ley de excesos precisamente en esa dirección justo antes de la pandemia y esa es la apuesta estratégica que vamos a mantener para los próximos años. Tenemos zonas de nuestras islas que están claramente marcadas por el turismo de excesos, turistas que vienen directamente varios días a consumir alcohol a precios muy reducidos, a utilizar servicios aéreos también a precios muy bajos y, prácticamente, a hacer aquí durante una semana lo que nadie haría en su país. Eso es lo que no tiene que volver y haremos todo lo posible para que no lo haga.
¿Y en cuanto a los alquileres turísticos?
Aquí se dan varias circunstancias. El Consell de Mallorca, que es el que posee las competencias sobre el territorio, ha impulsado el Plan de Intervención de Ámbitos Turísticos (PIAT) equilibrando unas sobre otras e intentando compensar. Veremos cómo funciona en el ámbito de Mallorca, pero ya están delimitadas las zonas en las que se puede hacer y dónde no. Hay que recordar que Palma no permite el alquiler vacacional en pisos plurifamiliares y en determinadas zonas de la isla ya se ha delimitado. Hay que esperar a poder tener una regulación que nos permita un mayor control de determinadas prácticas. Los pasos que ha ido dando el Gobierno han caminado en esa dirección. Vamos a ver si somos capaces entre todos de arbitrar un marco para que las Comunidades Autónomas decidamos qué modelo de turismo queremos.
En los últimos meses se han producido diversos acercamientos entre Baleares y Canarias, ¿consideraría oportuno formar un frente común entre los dos archipiélagos para establecer criterios turísticos y económicos ante el Estado?
Creo que nuestra presidenta y los consellers tenemos una muy buena relación con nuestros homólogos de Canarias. Tenemos que pensar que tenemos prácticamente los mismos clientes pero en épocas distintas del año, por lo que no somos competidores. Debemos contar con estrategias comunes porque lo que haga uno en verano le afecta al otro como miembros del mismo país que somos. Lo que pasa ahora en Canarias puede marcarnos a nosotros en verano porque los principales mercados para ambos archipiélagos son Reino Unido y Alemania. Lo absolutamente importante es sumar. Y, en este contexto, creemos que el planteamiento que hemos hecho a España al pedirle prácticamente que se hiciesen especificidades para las islas se ha conseguido. Es cierto que llevábamos pidiéndolo desde hace muchos meses y que se trabajó con mucha discreción, y hay que agradecer al Gobierno que lo autorizase porque lo que sí creo es que España tiene que posicionar a sus islas como destinos seguros. Hay destinos en la Península que, lamentablemente, son más difíciles de acotar. En cambio, las islas son fácilmente posicionables como destino seguro.
Para España es vital mantener que las islas, que vivimos más del turismo internacional que nacional, seamos capaces de mantener esa atracción de divisas que se producen aquí. En la Península es más fácil posicionar el turismo de interior para intentar paralizar o minimizar los riesgos de no tener tantos visitantes internacionales, pero en los archipiélagos es mucho más complicado por el coste de los billetes de avión. Lo que necesitamos es precisamente lo contrario: garantizar a través de controles y medidas de seguridad que somos seguros, como lo hizo Portugal con Azores y Madeira y Grecia con sus islas.
Para España es vital mantener que las islas, que vivimos más del turismo internacional que nacional, seamos capaces de mantener esa atracción de divisas que se producen aquí
¿Qué responde a quienes critican que las restricciones no se mantuvieran en Baleares durante el verano y esto nos haya abocado a una segunda ola?
Nosotros hemos venido tomando las decisiones de acuerdo a las recomendaciones de los expertos sanitarios. Europa abrió sus fronteras, no las abrió Baleares. Nosotros fuimos la Comunidad Autónoma que más restricciones mantuvo en determinadas actividades y luego otras se fueron implantando a medida que la ola avanzaba. Prohibimos el ocio nocturno a partir de unos determinados metros cuadrados, siendo uno de los principales nichos de la actividad turística, y prohibimos la apertura de determinadas zonas que sabíamos que tenían riesgos, como Punta Ballena y Playa de Palma. No dejamos de levantar restricciones sino que las impusimos más duras que en ninguna otra parte de España. Vemos, además, que hay determinadas relajaciones que aquí no se hacen y grandes eventos que hay que evitar. Fuimos muy duros en ese sentido desde el primer momento para mantener un mínimo de actividad turística y económica que nos permitiera sobrevivir o subsistir, porque vivimos de esto.
Cuando vino la segunda ola se volvieron a establecer más restricciones, pero siempre hemos venido marcados por la situación a nivel mundial y por lo que iban diciendo los expertos. De todo lo que recomendaban, creo que hemos sido una de las Comunidades Autónomas que siempre hemos ido por delante.
¿Se siente presionado por los hoteleros y por el resto del sector a la hora de abordar estas medidas?
El sector servicios es el más afectado por la pandemia y tengo que decir que el comportamiento ha sido ejemplar. El porcentaje más alto de nuestras empresas sabe que vivimos del turismo y que, aunque ahora hay actividades que hay que restringir, lo asumen como necesario para luego poder recuperar. Hemos perdido prácticamente toda la temporada turística y el impacto en Baleares ha sido brutal. Por tanto, con el mantenimiento de las restricciones, aunque haga mucho daño, todo el mundo es consciente de que necesitamos volver a tener temporada turística.
Creo que el sector era consciente de que teníamos que disponer de medidas de protección, los ERTE, los créditos ICO..., siempre consensuadas con el Gobierno, y ciertos niveles de reactivación. Y el sector también ha sido siempre consciente de que cualquier empeoramiento de nuestra situación sanitaria nos cierra, porque nos cierran los países de origen. No hay dicotomía entre salud y economía.
¿Las grandes empresas solo se acuerdan de la Administración cuando las cosas se ponen difíciles?
Yo creo que lo público ha ganado peso y ha demostrado que tener servicios públicos es más necesario que nunca frente a los que abogan por recortar el peso de la Administración. Ahora hemos visto lo contrario: frente a los que decían que el mercado lo regula todo, ahora hasta los más liberales defienden los ERTE como si los hubiesen inventado ellos cuando, curiosamente, en la anterior crisis el PP lo que hizo fue alterar la regulación para no bonificar los ERTE y pasar a los ERE, facilitar el despido y abaratar los salarios. En la actualidad, la política que se está haciendo es la contraria. Además, el Fondo Monetario Internacional ha rectificado: bienvenido sea a pesar de las miles de vidas que se frustraron en la anterior crisis por no adoptar las medidas que se están tomando ahora.
Por lo que se ha optado ahora es por un modelo de mantenimiento del empleo, cueste lo que cueste, y creo que es el momento de consolidar esas medidas estructurales para nuestro mercado laboral. En ese sentido, la estrategia del Ministerio de Trabajo y del Gobierno central no solo ha sido coherente sino que está funcionando y debe mantenerse.
Frente a los que decían que el mercado lo regula todo, ahora hasta los más liberales defienden los ERTE, cuando en la anterior crisis el PP alteró la regulación para no bonificar los ERTE y pasar a los ERE, facilitar el despido y abaratar salarios
¿Cómo cree que va a influir el Brexit tanto para los turistas como para los residentes británicos?
Quienes venimos del mundo laboral, por mucho que digamos que hay que negociar antes y hay que dar certezas, sabemos que, por desgracia, a estas se llega en el último segundo y con la máxima presión. Hay un aspecto en Baleares que ya estaría logrado y es el de no exigir visados. Nuestros aeropuertos están preparados para ello. Hay medidas que también afectan a otros sectores como el náutico por los chárter, incluso la agricultura a raíz de determinados productos que se hacen en Baleares y se comercializan en Reino Unido. El hecho de no tener que pedir visado, que haya un control en los aeropuertos como ya lo había ‘de facto’ y que esto ya se haya digitalizado es una solución mucho mejor que la que había hace meses.
La crisis de Trasmediterránea y Air Europa ¿afectará a la movilidad de los baleares?
Trasmediterránea ya ha pedido ayuda al Estado, al igual que Air Europa. Si el sector turístico ha sufrido en esta crisis, el que más lo ha padecido a nivel mundial es el transporte aéreo, que prácticamente durante todo el año ha tenido sus aviones en tierra con el coste que ello supone. Claro que nos afectará. Que se recupere el sector aéreo es básico para que tengamos conectividad, y si hay reactivación se recuperará.
Ahora mismo hay muchas empresas a nivel mundial que han caído, se han producido muchas fusiones y hay numerosas operaciones todavía pendientes. Es una preocupación que tenemos pero es cierto que todo se está llevando a cabo en un marco absolutamente europeo y estatal de autorización de operaciones de fusión. Por cierto, aquí también sirve la reflexión que hacíamos antes: pedimos que todo lo regule el mercado pero Lufthansa se ha llevado 6.000 millones de euros de Alemania para su rescate, España ha tenido que hacer préstamos... Yo creo que aquí es donde hay que ver que los Estados modernos tienen que dotarse de instrumentos para, precisamente por el interés general, disponer de recursos suficientes a la hora de hacer frente a estas situaciones. Esto generará endeudamiento pero lo que debemos aprender todos es también este tipo de lecciones.
Hablaba antes de la defensa de los ERTE…
Cuando se habla de estos mecanismos de lo que se habla es de mantener el empleo, permitir que las empresas se mantengan vivas por no tener que hacer despidos y descapitalizarse humanamente, y los trabajadores tener un mínimo de ingresos. Y el SURE ha permitido a España destinar más de 23.000 millones de euros a los ERTE. Se pide bajar impuestos y se hacen según qué discursos pero en la actualidad todo el mundo dice que hay que mantener los ERTE cueste lo que cueste. Son discursos que no cuadran y hay que ser coherente. El Estado ha demostrado que necesita ser fuerte y la fortaleza se basa también en contar con un modelo impositivo que distribuya las cargas. Precisamente es ahora cuando vemos que es más necesario que nunca.
Baleares continúa siendo una de las CCAA más deficitarias en la balanza fiscal, ¿qué mecanismos habría que articular para corregir el déficit sin quebrar el principio de la solidaridad interterritorial?
Nosotros somos uno de los principales aportadores a nivel nacional y de los que menos reciben. Siempre se nos ha considerado una Comunidad Autónoma rica y tenemos unos costes que la gente tiene que entender. Debemos acudir a principios que permitan que estas islas que facilitan a España ingresos muy altos, precisamente por el turismo internacional, tengan a su vez unas externalidades que no puede asumir solo el Govern balear. La recaudación que obtiene el Gobierno gracias a Baleares debe permitir también que nosotros mantengamos unos servicios básicos. Por ejemplo, siempre se habla de la España despoblada y de lo que debe hacer el Gobierno para favorecer el transporte escolar, la sanidad... Y parece que todo el mundo está de acuerdo. “Suena duro, España despoblada”, dicen. Pero hay que ver que también hay Comunidades Autónomas que sufrimos el efecto contrario: hay determinados momentos de nuestro verano en que llegamos a duplicar nuestra población censada [1,1 millones], picos en los que se alcanzan los dos millones de personas. Esto provoca que debamos tener nuestras infraestructuras -sanitarias, carreteras, depuradoras, transporte público- preparadas para el doble de las personas que contribuyen a su sostenimiento, pero que, además, generan unos ingresos para el Estado muy altos a través del IVA y otros tipos de impuestos. Por tanto, tiene que compensarse. No solo el coste de la insularidad sino también el de la población flotante. Mejorar la red pública para quitar presión y generar un modelo más sostenible.
Por otro lado, nuestro salario medio no es tan alto. En una economía de servicios, el salario medio se ha ido equilibrando gracias a los convenios colectivos que se han firmado y que han permitido grandes subidas salariales, pero la cifra no es tan alta como en economías más industrializadas o que disponen de más innovación. Por eso, aunque a veces se vean buenas cifras, hay que saber leer detrás de esos números y creemos que al Gobierno le queda un trabajo de lectura importante.
¿Está favoreciendo la actual crisis una mayor explotación laboral o una mayor vulneración de derechos laborales?
No ha habido grandes denuncias al respecto. Siendo la Comunidad Autónoma donde más cae el PIB y en la que más ha subido el paro, en cambio, hemos tenido menos conflictividad que en ningún otro año, lo que significa que los elementos de diálogo han funcionado. Cuando se articuló el Decreto Ley 8/2020, hicimos un trabajo importante al incluir a los fijos discontinuos en los ERTE. Ellos en un primer momento no estaban y el Gobierno entendió cómo afectaba esto a nuestra economía y decidió protegerse, lo que ha permitido cohesionar nuestro territorio. Al fin y al cabo, es una modalidad de trabajo indefinido pero que tiene un carácter estacional.
Hay quienes proponen iniciativas como las impulsadas por países de nuestro entorno, como Portugal, que fomentan la residencia de ciudadanos extranjeros mediante beneficios fiscales o dándoles derecho a la sanidad pública. ¿Debe potenciar España ese camino?
Yo creo que España tiene que luchar por captar innovación y talento y, antes que nada, captar emprendedores y empresas que lo hagan posible. Y creo que debería realizarse desde un marco europeo. Es decir, si hemos criticado lo que ha hecho Irlanda en muchas ocasiones y hemos dicho que su modelo debería ser revisado por la Unión Europea porque incurre en una competencia desleal en su forma de atraer a determinadas empresas como Apple o Netflix, Europa tiene que establecer un marco para que no compitamos a nivel de bajadas de recursos.
Por otro lado, la persona que cotiza aquí tiene derecho a asistencia sanitaria desde el primer momento. ¿Rebajas de cotizaciones? Creo que si todos los países hiciéramos eso entraríamos otra vez en 'dumping' social. Por tanto, creo que Europa, si quiere ser Europa, tiene que armonizar determinadas reglas para evitar que luego no haya recursos para paliar determinadas situaciones. Y debe buscar un marco que permita, en lugar de una máxima liberalización como hasta ahora, una regulación que ordene lo que hace un Estado frente a otro para evitar esas competencias. El salto de España tiene que ser en innovación y sostenibilidad. Hay nichos de negocio enormes pero los avances deben articularse sin que sea a costa de derechos sociales.
La persona que cotiza aquí tiene derecho a asistencia sanitaria desde el primer momento. ¿Rebajas de cotizaciones? Creo que si todos los países hiciéramos eso entraríamos otra vez en ‘dumping’ social
Thomas Piketty apela a aprovechar la actual situación para caminar hacia la desglobalización y la reducción de los flujos de capitales entre Estados. ¿Qué opina?
Piketty no solo tiene buenas ideas sino que sus ideas están de total actualidad. Por ejemplo, en los años treinta, un país capitalista como Estados Unidos tuvo que poner freno a determinados monopolios a raíz de la distorsión que generaban y se hizo: se obligó a trocear empresas. Desde los ochenta hemos visto un crecimiento imparable de los monopolios que no han sido cuestionados por los Estados y ahora nos encontramos con que por, primera vez, tenemos cuatro o cinco empresas que son capaces de condicionar el comercio de datos a nivel mundial y de comercializar información a través de Google o Facebook, que son capaces de tener tal conocimiento que solo ellos pueden comercializar con otro tipo de empresas para utilizar esa información. O empresas como Amazon, que pueden determinar lo que se produce y se comercializa en un país por el grado de penetración y de fortaleza que tienen.
En algún momento habría que volver a plantearse leyes antimonopolio que obliguen a trocear segmentos de actividad. Una empresa que acaba acaparando tanto poder no puede marcar a nivel mundial prácticamente todas las actividades incluso sobre los propios países y condicionar parte de los flujos mundiales. Monopolios que habría que volver a regular para que puedan crecer pero hasta un punto en el que tengan que redistribuir o segmentar su actividad y, si no, que no puedan tener la misma razón social.
Hay que recuperar determinadas cuestiones acerca de lo Piketty comenta sobre la globalización. Es contradictorio que muchas empresas liberales se quejen de la regulación pero luego, cuando les come un monopolio, pidan que se regule. Y aquí si es necesaria una reflexión a nivel global.
¿Adaptar la jornada laboral ayudará a incrementar la productividad, como defiende la ministra Yolanda Díaz?
Por supuesto, la jornada laboral tiene que permitir generar no solo más empleo sino también que la gente viva. Ese marco de ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de ocio tan antiguo, lamentablemente, todavía no está consolidado ciento y pico años después. Y también se deberían regular determinadas prácticas como las que suceden con determinados subderechos: empresas que han apurado al máximo la normativa laboral, con los 'riders' por ejemplo. Además, los derechos laborales y sociales no tienen que ir marcados tanto por lo que marque la economía a nivel mundial: tenemos que disponer de un marco que nos permita vivir y, por tanto, los crecimientos del Salario Mínimo Interprofesional han sido grandes logros.
¿Por qué esas reticencias a derogar de forma íntegra la reforma laboral?
Bueno, yo creo que ese es un tema que Díaz ya ha explicado y que debe pasar por el diálogo social. La situación de hace un año no es la misma que la de ahora, hay aspectos que tienen que girar y creo que la prevalencia del convenio colectivo sectorial frente al de empresa es probablemente uno de los principales. Si se ha apostado por mantener el empleo a base de grandes inyecciones también la recuperación de ese empleo debe ser de calidad. Con el asunto de las externalizaciones ya se avanzó con el registro de jornada y hay temas que quedan pendientes, pero seguro que la ministra, que se maneja bien en este ámbito, logra sacarlos adelante en conjunto con el resto del Gobierno.
Para terminar, algunos autores como Byung-Chul Han señalan que el coronavirus está demostrando que la vulnerabilidad y la mortalidad humanas no son democráticas sino que dependen del estatus social, además de revelar los altos niveles de desigualdad en las grandes ciudades. ¿Qué piensa al respecto?
La gente fue a las ciudades por creer que se podía vivir mejor y ahora los que tienen capacidad adquisitiva están intentando salir de las grandes urbes. Al final, la parte social y la salida de la crisis hay que contextualizarla por países. Yo creo que los países más avanzados socialmente, donde la socialdemocracia ha tenido más inserción en las últimas décadas, permiten igualar a través de los sistemas de sanidad pública. Esta, por ejemplo, es un elemento vertebrador ahora mismo, es decir, que en una situación de pandemia mundial donde el coronavirus es uno de los principales factores de mortalidad, el tener una sanidad pública a la altura está demostrando que mantener un Estado fuerte es más necesario que nunca. Las desigualdades que obligan a mucha gente, sobre todo en las grandes ciudades, a convivir en muchos casos en los mismos pisos es un factor que favorece los contagios. La desigualdad afecta más a quien más tiene que estar concentrado y eso es obvio. Pero yo me quedo con la parte positiva: el hecho de que la defensa de los grandes instrumentos públicos se está poniendo en valor. Escuchar ahora a la derecha decir que está construyendo hospitales hubiera estado bien cuando gobernaba, pero entonces los cerraba o privatizaba. Deberían ser más coherentes cuando gobiernan.
Respecto a la educación, también se ha demostrado como elemento cohesionador. Pese a todo lo que se decía que podía pasar, la educación ha funcionado en este primer tramo de curso y han demostrado que nuestros profesores tienen un altísimo nivel de dedicación. Todo esto son elementos cohesionadores y vertebradores que la izquierda crea cuando gobierna y esperamos que no se puedan revertir.
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