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Así les duele a las grandes empresas alemanas salir del negocio ruso

Aldo Mas

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“Estamos profundamente impactados por la violencia militar en Ucrania y muy preocupados por las amenazas a la paz y a la estabilidad en Europa”. Así empezaba el comunicado emitido el pasado 28 de febrero por la firma alemana Daimler Truck AG, la sección de camiones del fabricante de vehículos Daimler, compañía de la que dependen marcas como Mercedes-Benz o Smart. Cuatro días después del inicio de la ilegal invasión de Rusia contra Ucrania, Daimler Truck ya había decidido, según se lee aún en su comunicado de aquel día 28 de febrero, “suspender las actividades en Rusia con efecto inmediato hasta nuevo aviso”.

Medio año después del inicio de esa guerra, Daimler figura entre las empresas a las que ahora se describe en Alemania como dando por perdidos millones de euros que apostaron en Rusia y que, en vista de la más o menos acelerada desconexión económica del país de Vladimir Putin de las democracias occidentales, no parecen que vayan a poder recuperar.

El consorcio Daimler no es un caso aislado. La compañía tecnológica Siemens o la firma química BASF, ésta última con tradición de ser muy dependiente del gas natural ruso, se encuentran en una situación similar.

Esos tres grandes nombres de la economía alemana, considerada la locomotora del crecimiento europeo, han aparecido en los últimos días en las evaluaciones que presentaba el diario económico Handelsblatt como un importante trío perdedor de esa desconexión de Rusia. Daimler, por ejemplo, tiene 2.000 millones en patrimonio en Rusia que el rotativo alemán veía en “peligro”.

A Siemens, la salida del mercado ruso, especialmente en el sector ferroviario, ya le ha costado 1.100 millones de euros, según el citado medio. La multinacional, poco después del inicio de la guerra, emitía un comunicado -el 1 de marzo- en el que daba cuenta de que ponía en 'pausa' todos sus negocios y entregas de pedidos con destino Rusia por culpa de la invasión contra Ucrania. “Hemos detenido los nuevos negocios, seguimos revisando las sanciones y su impacto en nuestro negocio”, se leía en el dicho comunicado de Siemens, en el que se aludía a las medidas económicas internacionales impuestas contra Rusia por su ofensiva contra Ucrania.

Ahora, por lo que publica el Handelsblatt, ya se va sabiendo lo grande que será el impacto de las decisiones de Siemens en Rusia. A BASF, por otro lado, parece que le quema en las manos el 72,7% del capital de la firma energética Wintershall Dea, dirigida por el hombre de negocios ruso Mijaíl Fridman —primer accionista de Dia a través de la sociedad Letterone— y vinculada al frustrado gasoducto Nord Stream 2, una infraestructura que une Rusia con Alemania por el mar Báltico que las autoridades alemanas han dejado congelada por la invasión del Ejército de Putin. Otros 1.100 millones de euros tiene BASF apostados en Wintershall Dea.

Aún hoy, el CEO de BASF, Martin Brudermüller, es uno de los grandes opositores en Alemania a la idea de un embargo al gas ruso. Preguntado en abril sobre un posible embargo alemán al gas ruso, Brudermüller respondía con otro interrogante al diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. “¿Queremos ver con nuestros propios ojos la destrucción de nuestra economía?”, se preguntaba.

El gas, utilizado como arma

Su empresa es de las que mejor encarna la dependencia del gas natural ruso en la que cayó Alemania al considerar a Rusia una fuente fiable de energía. Esa idea, sin embargo, se ha hecho añicos, según entienden en Berlín, tras lanzarse la invasión rusa contra Ucrania. En este sentido, el ministro de Economía y vicecanciller alemán Robert Habeck ha dejado dicho este verano: “Tenemos que aceptar que Putin está utilizando el gas contra nosotros”.

En 2021 se ha estimado que hasta el 55% del gas natural que compraba Alemania procedía de Rusia. En virtud de porcentajes así se ha visto en Alemania al “gran cliente de Gazprom”, la gran empresa gasística rusa.

Según las cuentas del Handelsblatt, hasta 10.000 millones de euros que tenían colocados en Rusia las grandes firmas alemanas están ahora en una situación de gran incertidumbre. Igual ocurre con los 2.000 millones de euros que la gasística alemana Uniper tenía dedicados a su participación en el Nord Stream 2 y en la energética rusa Unipro. Uniper, la gran compradora alemana – y europea – de gas natural ruso, ya ha sido rescatada por el estado alemán este verano. En los seis primeros meses del año, según cuentas recientes de la propia empresa, ha registrado ya algo más de 12.000 millones de euros en pérdidas.

A otra gran firma de la industria química alemana, como el Grupo Linde, retirarse de Rusia le ha costado hasta ahora 901 millones de euros, según el Handelsblatt, que describe al grupo asegurador Allianz perdiendo 600 millones de euros por la bajada del valor de títulos de deuda rusos y bielorrusos que tiene en sus cuentas. Bielorrusia, país en la frontera este de la Unión Europea, también está jugando un papel activo en la guerra contra Ucrania lanzada por el Ejército de Putin en febrero.